Las historias de piratas no han sido jamás lo mismo gracias a esta obra de Robert Louis Stevenson. Escrita en 1883, es imposible pensar la representación de un pirata sin remitirnos a este libro de aventuras que ha cautivado la imaginación de generaciones.
La importancia de esta obra no se advierte solamente en el nombre o el de su autor, Robert Louis Stevenson. No es cuestión de analizar sus meritos literarios, que los tiene, sino de visualizar lo influyente y fundamental que resulta La isla del tesoro para comprender toda la mitología que se ha despertado en torno a la piratería, en particular en los últimos años con el boom comercial que implicó la saga cinematográfica de Piratas del Caribe. Poco se sabe que varias de las imágenes icónicas que se asocian a la piratería tienen a menudo más que ver con la rica imaginación de Stevenson que con crónicas reales.
Veamos: piratas con pata de palo, loros como mascotas, ron y whisky, la tradicional bandera de Jolly Roger y mapas del tesoro con una X marcando el ansiado hallazgo, son algunos de los rasgos que, basándose en pocas fuentes reales y mucho en su creatividad, llevaron al escritor de origen escocés a lograr una obra que ha marcado la forma en que aparecen representados los piratas bajo nuestra percepción y encendió un romanticismo por esta forma de vida que hasta entonces apenas se insinuaba en la literatura.
El camino de la aventura
La isla del tesoro es una novela que podemos enmarcar como una novela dentro del género de aventuras. Cuando hablamos de una novela de aventuras, estamos hablando de un relato que consta de andanzas protagonizadas por uno o más héroes. En este género se suele buscar la máxima atención de los lectores, prolongando situaciones peligrosas y posponiendo una solución. Los personajes arquetípicos de la aventura (los pioneros y descubridores, los soldados heroicos, forajidos y piratas, etc.), recrean el juego romántico, el compromiso con los valores morales y la lucha por restaurar la justicia.
Cuenta con un protagonista que al emprender la aventura, debe enfrentar distintos desafíos y cuando regresa de su aventura lo hace con una visión diferente de la vida, transformado, maduro, con un mayor conocimiento de sí mismo; es el camino del héroe. En este caso podríamos hablar de un camino heroico e iniciático por parte de nuestro protagonista, Jim Hawkins, que siendo apenas un niño presencia en su aventura actos que lo llevan a tomar parte de suplicios, conquistas, perdidas y victorias que modificaran para siempre su tranquila vida trabajando en la posada de sus padres.
El autor
Robert Louis Stevenson nació el 13 de noviembre de 1850 en la ciudad de Edimburgo en Escocia, abarcando un amplio espectro de obras de géneros dispares como poesías, novelas, autobiografías y ensayos. Hijo único de un ingeniero acaudalado que se desempeñaba como constructor de faros, Stevenson se abocó desde muy joven a estudiar la misma profesión que su padre, pero luego se especializó en el estudio de leyes. Sin embargo, desde su niñez se había sentido especialmente inclinado a la actividad literaria, que enriquecía gracias a sus incontables horas de lectura y los relatos de su niñera “Cummy”, que le producían tanto espanto como fascinación.
Sin embargo, su educación primaria no fue regular debido a que fue afectado por numerosas enfermedades respiratorias que lo llevaron a abandonar sus estudios. Los primeros síntomas de tuberculosis hicieron que buscara lugares del mundo donde pudiera resguardar su delicado estado de salud. Su primera obra data del año 1866 y contenía un estilo en la tradición de los trabajos de Sir Walter Scott, siendo apenas vendida y representando un fracaso que, veinte años después, sería reeditada valiendo precios impensables para el joven autor en ese momento de su trayectoria. Los viajes que realizó a lo largo de todo el mundo para encontrar lugares propicios, lo llevaron a escribir en esta primera etapa diarios de viaje entre los cuales se destacan Viaje tierra adentro (1878) y Viajes en burro por las Cevannes (1879). Tras conocer a la norteamericana Fanny Osbourne en Francia, viajó a Estados Unidos para convivir con ella y se casó en el año 1880 a los 30 años, asentándose en la zona del Lejano Oeste para continuar escribiendo historias donde abundaba la aventura.
En el año 1881 comienza a escribir su obra consagratoria, La isla del tesoro, cuya historia fue publicada como folletín en la revista “Young folks”. Pero el reconocimiento definitivo llegaría tras su edición definitiva en formato de libro en 1883, ganándose el elogio de intelectuales como Henry James o Gerard Manley Hopkins por su capacidad para cautivar y relatar la aventura. En 1886 publica su otra obra clave, El extraño caso del doctor Jeckyll y mister Hyde, una historia de misterio donde el contenido moral se manifiesta alegóricamente en el Trastorno disociativo de la identidad. Otros trabajos destacados son las novelas Las aventuras de David Balfour y Weirde (1886) y La flecha negra (1888); el volumen de cuentos Nuevas noches árabes (1882); el volumen Jardín de verso para niños (1885) en el campo de la poesía y en el ensayo Estudios familiares de hombres y libros (1882) y Memorias y retratos (1887). Por otro lado, en colaboración con su hijastro, el escritor estadounidense Lloyd Osbourne, realizó Las aventuras de un cadáver (1889) y La resaca (1892).
En los últimos años de su vida el autor decidió vivir en las Islas Samoa debido a sus buenas condiciones para sobrellevar su deteriorada salud, permaneciendo allí en una relación amistosa con los nativos, que lo llamaron Tusitala (el que cuenta historias). Murió allí en el año 1894 a los 44 años, dejando uno de los legados literarios más importantes de fines del siglo XIX y el siglo XX.
El camino al tesoro
El relato cuenta como la vida del hijo de taberneros de un pequeño pueblo, Jim Hawkins, se ve trastornada cuando irrumpe allí un marinero llamado Billy Bones que se aloja en la posada Almirante Benbow, con tan solo la posesión de un cofre. Inmediatamente aparecen figuras extrañas en la taberna que tratan de forma amenazante a Bones, pidiéndole el contenido de su cofre. Sin embargo Bones muere de apoplejía al día siguiente y para evitar ser atacados nuestro protagonista y su madre huyen con el cofre mientras observan que los extraños marineros eran en verdad piratas que destruyen la taberna donde trabajaban. Al abrir el paquete que hay dentro del cofre Jim encuentra el llamativo plano de un tesoro que, según le había confiado Bones, pertenecía al legendario y temido pirata Flint. Sabiendo que ahora de seguro sería perseguido incansablemente, decide emprender un viaje en una goleta para encontrar el tesoro ayudado por dos compañeros, el doctor David Livesey y el caballero John Trelawney, quien se encarga de conseguir una tripulación competente para la embarcación. Sin embargo la tripulación no es lo que parece y se trata de una banda de piratas capitaneada por Long John Silver, que planea amotinarse y sustraer el mapa para encontrar el tesoro.
Este es el disparador con el que se inicia esta novela que pone más de un obstáculo a nuestro héroe, mientras intenta sobrevivir a enfrentamientos con piratas sanguinarios y las condiciones adversas y desoladas de la Isla Calavera. En su trayecto Hawkins interactúa con una serie de personajes que le permitirán esbozar un recorrido tanto físico como espiritual, siendo Long John Silver el gran antagonista y un personaje complejo que mantiene en la intriga sus acciones hasta la última página del libro.
Influencia
El imaginario y la mitología de La isla del tesoro, llevo a la popularidad una imagen de la piratería que apenas se había insinuado en obras de Daniel Defoe, Edgar Allan Poe y Washington Irving, de quien Stevenson admitió haber tomado elementos para la introducción de la novela. Está popularidad resonó en la influencia que tuvo La isla del tesoro sobre obras posteriores tan fundamentales como Las minas del rey Salomón (1885), de H. Rider Haggard, La isla de coral (1871), de Micahel Ballantyne, y la obra teatral Peter Pan (1904), de James Matthew Barrie. Pero además ha sido una obra que dio lugar a un incontable número de precuelas y secuelas, llevadas a cabo por distintos autores para profundizar en otro personaje de la novela o especulando sobre el destino de los protagonistas de La isla del tesoro.
A lo largo del siglo XX se emprendieron varias adaptaciones destinadas a promover el contenido del texto desde diferentes formatos. En el cine se realizaron adaptaciones directas de la obra en todo el mundo, desde la prematura etapa silenciosa en 1918 hasta la notable incursión de Disney en la década del ´50, con las actuaciones de Bobby Driscoll y Robert Newton, pasando por obras realizadas en la Unión Soviética, Italia o Alemania, e incluso un título de animación japonesa dirigido por Hiroshi Ikeda en 1971, que contó con la colaboración de Hayao Miyazaki. En televisión las adaptaciones han sido igual de numerosas con series y unitarios donde a menudo el contenido recibió una mayor cantidad de modificaciones e interpretaciones, como es el caso de The Adventures of Long John Silver, que en 26 capítulos se describen las aventuras del antagonista e incluso, nuevamente, una serie animada de animación japonesa de 1978.
Como no podía faltar, la saga de Disney Piratas del Caribe tiene a lo largo de su tetralogía numerosas referencias a la obra que hablan de la importante influencia que ejerce el texto de Stevenson hasta la actualidad.
A pesar de que mucho de lo que Stevenson es ficticio, existen a lo largo de su relato varios elementos tomados de la vida real y referencias a figuras y lugares de su tiempo. Veamos algunos:
• El nombre de la posada de Jim Hawkins, Almirante Benbow, tiene el nombre del Almirante John Benbow, un oficial de la Marina Real que vivió entre 1653 y 1702.
• Hubo un pirata que se desempeñó como corsario que realmente enterró su tesoro. Se trata del corsario William Kidd, que lo escondió en Gardiners Island hasta que fue desenterrado.
• Existen varias especulaciones en torno a un pozo que se cree que tiene un tesoro enterrado en la Isla del Roble o Oak Island en Canadá de figuras como el mencionado William Kidd o el pirata Barbanegra (1680 – 1718)