La conquista de América no estuvo motivada únicamente por el afán de extender el dominio político español y el deseo de obtener metales preciosos; también fue impulsada por un fuerte propósito evangelizador y misionero. Sacerdotes y religiosos de la Iglesia Católica participaron ya en las primeras expediciones de conquista: su misión específica era convertir y educar en el catolicismo a los indígenas. De este modo, antes de partir hacia América, los sacerdotes y religiosos debían jurar fidelidad al rey de España y ser considerados funcionarios del Estado. Comenzaba así lo que sería una discutida epopeya histórica: la evangelización de los pueblos indígenas americanos. Por la acción de alrededor de veinte mil misioneros y de sus ayudantes, a lo largo de tres siglos se evangelizarían catorce millones y medio de kilómetros cuadrados en un periodo de tiempo que, desde el punto de vista histórico, puede considerarse breve.
UNA EVANGELIZACIÓN AL AMPARO DE LA CORONA
La evangelización de América se inició por hombres todavía considerados medievales. De acuerdo con la tradición medieval, el Papa Alejandro VI concedía a los Reyes de España el poder sobre las tierras recién descubiertas junto con la tarea de evangelizar el Nuevo Mundo con el envío de misioneros. En consecuencia, los reyes españoles se sintieron responsables de la cristianización de los pueblos americanos, hasta el punto de entender que el cumplimiento de esa obligación de evangelizar legitimaba su soberanía temporal sobre dichos pueblos.
De esta manera, la integración de los pueblos en el conjunto de la Monarquía hispana no estaría conseguida mientras no se lograra su conversión al cristianismo. Sería justamente el carácter misionero lo que dispararía la capacidad de la Monarquía hispana para conocer, contactar y entrar en diálogo con los diversos pueblos, lo que la dotaría de un sentido verdaderamente integrador, quedando plasmado políticamente como un conjunto de pueblos con personalidad jurídica propia, pero unidos bajo la obediencia al mismo rey y bajo la común fe católica. Para los misioneros, sólo la integración de los pueblos indígenas en el conjunto de la Monarquía garantizaba que su primera conversión pudiese encontrar los medios para madurar en una organización cristiana que pudiera desarrollarse en el futuro.
Ya desde el segundo viaje de Cristóbal Colón a América, los Reyes Católicos se preocuparon por el establecimiento de la Iglesia en las nuevas tierras y, en efecto, entre los viajeros de entonces marcharía un primer grupo de sacerdotes bajo la dirección de fray Bernardo Boil, fraile nombrado vicario pontificio para las Indias, es decir, representante personal del Papa. Desalentado por las dificultades de trato, tanto con los indios como con Cristóbal Colón, fray Bernardo Boil renuncia pronto al gobierno eclesiástico de las tierras descubiertas y regresa a España.
Los reyes optan por un cambio de sistema para la fundación de la Iglesia en América y, por lo tanto, para la evangelización del Nuevo Mundo. Solicitan al Papa el derecho de Patronato; de este modo, los reyes desisten del envío de nuevos vicarios apostólicos, tomando ellos directamente, a través de sus órganos ordinarios de gobierno, un control más directo de la vida eclesiástica americana. Se concedía al rey el derecho de presentar para su nombramiento canónico a todas las personas que ocuparían puestos eclesiásticos en las Indias; a cambio, la Corona debería financiar todo el establecimiento de la Iglesia en esas tierras. En el ejercicio de este derecho de patronato, los reyes españoles, fundamentalmente desde Felipe II, van a exceder las facultades expresamente concedidas, para tratar de dirigir, o al menos supervisar, la totalidad de la vida eclesiástica en América.
LOS MISIONEROS
Una empresa como la que hemos descrito requería la acción de misioneros comprometidos y capaces. De hecho, los religiosos que afrontaron esta evangelización eran en su mayoría hombres de entre 25 y 35 años, herederos de la reforma eclesiástica española impulsada por los Reyes Católicos. No cualquiera era enviado a las Indias: se requería la autorización de sus superiores, la decisión personal voluntaria, y el permiso del Consejo de Indias. Había una severa selección de los religiosos.
Entre las órdenes mendicantes destacaron los franciscanos, dominicos, agustinos y mercedarios. La Compañía de Jesús, que llegó ya avanzado el siglo XVI, actualizó los métodos misionales y se destacaría por la eficacia en la conversión y cristianización de los indígenas. También los obispos se dedicaron prioritariamente a la misión entre los indios hasta aproximadamente 1570. Desde esta fecha, la atención pastoral a los fieles cristianos de sus diócesis y, eventualmente, la ocupación de cargos públicos, les dejó menos tiempo para la prédica. El clero secular también se ocupó de la conversión indígena, aunque su ocupación principal sería la atención de la población ya cristiana.
Los fieles laicos (españoles, criollos e indígenas) también aportarían mucho a la conversión de los pueblos autóctonos y, sobre todo, al nacimiento y desarrollo de una cultura cristiana. Tampoco faltaron funcionarios y pobladores españoles con vivo celo por la conversión de los indígenas. Debemos mencionar también la labor misionera de los mismos indígenas una vez convertidos: muchos de ellos actuaron como colaboradores de los misioneros haciendo de traductores y auxiliares en la prédica.
En definitiva, entre los protagonistas de la primera evangelización americana encontramos grandes miserias y altos testimonios de solidaridad, bajas ambiciones y entregas desinteresadas. De todas maneras, a pesar de sus limitaciones, esos hombres lograron transmitir el Evangelio a las culturas indígenas.
MÉTODOS PARA LA EVANGELIZACIÓN
Los misioneros necesitaron ingeniar y aplicar nuevos métodos para su tarea, distintos a los que se conocían en Europa. En la búsqueda de esos métodos supieron inspirarse tanto en la propia tradición misional de sus órdenes religiosas, como en el Evangelio mismo. No obstante, los misioneros recurrieron al estudio y conocimiento directo de la realidad americana para deducir de ella la metodología evangelizadora más adecuada. En esta búsqueda de métodos, estudiaron las lenguas y culturas indígenas y tradujeron los textos bíblicos a cada dialecto en particular. Otro recurso fue la apelación a la Corona para que diese indicaciones a la población española, de modo que se creasen circunstancias más favorables para la evangelización, y para que arbitrase en las diferencias internas del clero, haciendo luz también sobre prácticas misioneras. Por último, un recurso importante en esa búsqueda y aplicación de nuevos sistemas fueron las obras escritas por los misioneros más veteranos, verdaderos manuales prácticos para la acción.
Entre los métodos practicados conviene recordar que, para llevar adelante la evangelización, la Corona española ordenó la creación de las llamadas reducciones de indios, que eran territorios habitados exclusivamente por aborígenes y administrados por un pequeño número de sacerdotes. Aplicaron diversos medios para captar la atención del indio a través de formas atractivas de predicación y de una organización pedagógica de sus contenidos. Otras formas fueron la refutación teórica de las religiones primitivas y la extirpación de la idolatría, que no estuvo ausente de excesos. Una vez lograda la conversión, se continuaba con las clases de catequesis, para que los convertidos no volvieran a la religión antigua y para que progresaran en el conocimiento y práctica de la fe y moral cristianas.