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existencia de las esferas cristalinas. Aduciendo que si se hallasen en el
espacio, serían destruidas cuando las atravesase un cometa.
De este modo tiró por la borda el Sistema Ptolemaico, pero sin arries-
garse a aceptar el Copernicano, creó uno propio en donde la Tierra
permanecía inmóvil.
Logró un extenso catálogo estelar, mientras trabajó con Federico II,
quién le había dado un lugar de gran importancia en su corte. Este
monarca le construyó un observatorio y le brindó todo lo que necesi-
taba para sus investigaciones. Al morir su protector, Brahe debió
retirarse de su país.
Sus amplios conocimientos de astrología lo salvaron de la miseria, ya
que Rodolfo II lo convocó para trabajar en su reino. Allí conoció a Jo-
hannes Kepler (1571-1630), quien se con-
virtió en su ayudante y heredero de la vas-
ta cantidad de información que con sumo
cuidado había recopilado.
Luego de la muerte de Tycho, Kepler
ocupa el puesto de matemático imperial,
que le legó su maestro.
En su nuevo trabajo, junto al valioso mate-
rial con el que contaba, trató de mejorar el
sistema copernicano. Luego de innumera- Johannes Kepler
bles cálculos matemáticos comprobó que
las órbitas circulares generaban errores, lo cual no ocurría con las tra-
yectorias elípticas. Así que continuó por este camino y descubrió que,
colocando al Sol en el foco de la elipse lograba que los cálculos coinci-
dieran con las observaciones. Descubriendo de este modo, su primera
Ley. Primera de las tres, que lo consagraron por lograr matematizar el
movimiento del Universo.