La gran Colombia
Génesis y desarollo
Bolívar comenzó con la república federal creada en diciembre de 1819 en Angostura -tres departamentos que eran Cundinamarca o la antigua Nueva Granada, Venezuela y Quito, cada uno de ellos gobernado por un vicepresidente- para crear una nación unitaria un año después, tan pronto como la independencia empezó a ser una realidad.
El golpe militar de Riego sorprendió al ejército expedicionario de Tierra Firme que estaba esperando refuerzos para recuperar el territorio perdido tras la batalla de Boyacá. El general Morillo recibió la orden de jurar la Constitución, poner en libertad a los presos políticos y concertar un armisticio con Bolívar. Los generales Sámano y Warleta se negaron a luchar en esas condiciones y se embarcaron para Jamaica.
Morillo trató de concertar una negociación con el Congreso de Angostura a través de Bolívar. Éste le contestó que la única negociación posible era el reconocimiento de la independencia de Colombia, por lo que se acordó una tregua de seis meses, a partir del 25 de noviembre de 1820, y una regularización del estado de guerra para evitar matanzas inútiles.
El 27 de noviembre Morillo y Bolívar se reunieron en Santa Ana (Trujillo, Venezuela) y ratificaron el convenio. El general español se convenció de que seguir resistiendo no conducía a nada en tales circunstancias y decidió embarcarse para España en diciembre, dejando el mando del ejército a Miguel de la Torre.
El Congreso Constituyente de Colombia fue convocado por Nariño, que había regresado de España tras su liberación por el nuevo gobierno liberal, para el 6 de mayo de 1821. En él se decidió enterrar el estado federal ideado en Angostura y convertirlo en unitario, con un ejecutivo formado por un presidente (Bolívar) y un sólo vicepresidente (Santander). Tendría un legislativo bicameral y un judicial con una Corte de Justicia y unos tribunales de apelación. La capital quedaba establecida en Bogotá, la antigua Santa Fe.
Tras la Batalla de Carabobo, los patriotas se volcaron en la antigua Nueva Granada o Cundinamarca, tomando en octubre de 1821 Cartagena. Bolívar dejó en la costa el baluarte realista de Santa Marta, de escasa importancia y que terminó cayendo en 1823, y se dirigió a Popayán, en diciembre de 1821 para acabar con la resistencia pastusa. Tras arduos combates logró entrar en Pasto en Junio de 1822.
Mientras tanto, en Quito hubo que plantear dos batallas: una contra los realistas y otra contra los propios patriotas, que siendo partidarios de la independencia veían con reticencia su integración en Colombia. El 9 de octubre de 1820 estalló un movimiento independentista en Guayaquil que instaló una Junta de Gobierno, cuya presidencia recayó en León de Febres Cordero, mientras que las funciones civiles fueron para el poeta José Joaquín de Olmedo.
El general Antonio José de Sucre fue enviado por Bolívar, junto con un millar de hombres, para en primera instancia apoyar la revolución contra las fuerzas realistas bajo el mando del general Aymerich, y posteriormente convencer a los patriotas de la conveniencia de unirse a Colombia, lo que aceptaron al fin como una solución provisional.
Bolívar había proyectado originariamente libertar Panamá después de Venezuela, y luego ir hacia el Sur, por mar, hasta Guayaquil. Sin embargo, la principal razón que llevó a Bolívar a marchar hacia el Sur fue el miedo a que San Martín pudiera llegar antes al Ecuador y lo reclamara para el Perú. Los acontecimientos se desencadenaron, y Panamá se encontró con una situación inmejorable para acceder a su liberación.
Todo se debió a que Juan de Sámano llegó a Panamá como virrey de Nueva Granada y estableció un gobierno fuerte para impedir el progreso de la independencia, cortado rápidamente por su improvisada muerte. Accedió al mando el mariscal de campo Juan de la Cruz Murgeón, que comprendiendo la importancia de la batalla que se estaba librando en Quito, hizo reunir todos los efectivos militares panameños que encontró para enfrentarse con ellos a Bolívar y Sucre, dejando libre de fuerzas el territorio panameño, lo que favoreció su proceso de liberación.
Mientras tanto, Sucre dirigió distintas operaciones contra los realistas para evitar que éstos concentraran sus fuerzas en el Norte, donde estaba Bolívar empeñado en la batalla de Pasto.
En Quito, Sucre se vio atrapado en un laberinto político, estorbado no sólo por los realistas que le cerraban el camino a la capital, sino por las distintas facciones que peleaban dentro de Guayaquil, dividida como estaba entre quienes querían la independencia tanto respecto de Colombia como de España, y los que pedían la unión con el Perú. Pero Sucre necesitaba de los insurgentes de Guayaquil y éstos necesitaban de Sucre y de Colombia. Así, sin mencionar el estatuto de Guayaquil se firmó una alianza en mayo de 1821. Sucre podía defender la costa de modo efectivo, pero continuaba sin tener el poder para pasar por las tierras altas hasta Quito, y en ese frente quedó encantado de aceptar un armisticio en noviembre de 1821. Protegida por la cordillera por el Oeste, Quito era también inexpugnable desde el Norte, donde los enclaves realistas cerraban los pasos de montaña a la revolución.
Finalmente Sucre, tras atravesar las alturas de la cordillera en abril de 1822, en vez de atacar por el Sur como se esperaba, avanzó desde el Norte, y el 24 de mayo dio la gran batalla del Pichincha, con su extinguido volcán cubierto de nieves eternas, que fue un gran triunfo patriota y supuso la liberación del territorio que luego sería ecuatoriano. Sucre entraba victorioso en Quito y aceptaba la rendición del Gobernador Aymerich.
Quito aceptó integrarse en Colombia, pero Guayaquil siguió defendiendo su independencia, por lo que el Libertador tuvo que ir personalmente a dicha ciudad en julio de 1822 para convencer a los guayaquileños. La anexión de Guayaquil y la entrevista con San Martín fueron los grandes hechos de aquel julio de 1822.
El 16 de junio de 1822 el Libertador entró en la capital, pero sólo para dejar a un no muy contento Sucre como presidente del nuevo departamento de Quito.
A su llegada a esta ciudad Bolívar conoce a la ecuatoriana Manuela Sáenz, una criolla ilegítima. Esta joven se convirtió en su celosa amante, que le acompañaba del campamento al campo de batalla y de ahí al Palacio Presidencial, tan enamorada de la causa de la liberación como de los hombres que la defendían y, sobre todo, de aquel cuyos designios dirigía.
En mayo de 1830, cuando Bolívar abandonó Bogotá obligado a un exilio desesperado, dejó atrás a una Manuela amargada que intentó suicidarse siete meses más tarde al recibir la noticia de la muerte del Libertador, y que pasó sus últimos días vendiendo caramelos y tabaco en una pequeña ciudad del Perú.
Volviendo a junio de 1822, mientras Sucre quedaba en Quito, Bolívar se encontraba en Guayaquil, uno de los más intratables y difíciles problemas de su carrera y causa de una creciente tensión entre Colombia y Perú. Tomó la precaución de enviar tropas a Guayaquil, y allí fue él en persona, como ya hemos apuntado, a principios de julio.
Fin de un sueño
Poco a poco el inconformismo con la situación política planteada por Bolívar fue aumentando. Empezaron a circular rumores de que el Libertador quería coronarse Emperador y se decía que la Constitución Vitalicia que había elaborado para Bolivia iba a ser impuesta en la República de Colombia. El rumor se divulgó ampliamente en Perú, que había nacido a la independencia sin las antiguas provincias de Quito y Alto Perú.
La idea de una Confederación de los Andes (Nueva Granada, Venezuela, Quito, Perú y Bolivia) no agradaba a los independentistas, que acababan de sacudirse el yugo del imperio español. Además no había entendimiento entre los distintos vicepresidentes de la República: José Antonio Páez, que gobernaba en Venezuela, desconfiaba de Santander, que lo hacía en Nueva Granada, por la manera como había negociado el empréstito con Inglaterra; en Quito, el general venezolano Juan José Flores, esperaba el momento para desligarse de su antiguo caudillo Bolívar.
Existían cuadrillas de rebeldes y facciones políticas que se levantaban en armas, y el reclutamiento de soldados era motivo de resentimiento, sobre todo en Caracas; y los nuevos países empezaron a manifestar grandes desacuerdos sobre sus demarcaciones fronterizas. Bolívar mediaba en todos ellos, pero sólo lograba acuerdos forzados, sin fe en el entendimiento.
En 1828 se reunió la Convención de Ocaña para dilucidar los problemas políticos. Santander rechazó la proposición de introducir la Constitución Vitalicia y aunque el partido de Bolívar pudo aún conservar la dirección de los negocios públicos, en Perú se inició la lucha contra lo que el Libertador representaba. Poco tiempo después el ejército peruano invadía Bolivia, y el partido contrario a Bolívar fue ganando adeptos, llegándose al atentado fallido contra su persona en 1828. El general La Mar sublevó a los guayaquileños y hubo guerra entre Perú y Colombia, y en 1829 dos nuevos generales se levantan en armas.
En 1830 Páez convocó un Congreso con el objeto de declarar la autonomía de Venezuela; Santander queda al frente del gobierno de Nueva Granada; Quito rechaza su anexión a Colombia y declara su independencia.
Ese mismo año, Sucre, el sucesor elegido por el Libertador, fue asesinado en el camino de Bogotá a su residencia en Quito. Este hecho influyó sobremanera en un Bolívar enfermo de muerte que exclamó, al recibir la noticia, «han matado a Abel».
El año de 1830 marca el fin del sueño de unidad del Libertador y, tristemente también, el final de su existencia. Morirá con la desdicha de ver cómo el abismo que preveía en su «Delirio sobre el Chimborazo» se abría, tragándose todas sus expectativas de unidad y desarrollo para Suramérica.
La Cosiata
El año de 1826 se produjo en Caracas y Valencia el movimiento de "La Cosiata" a raíz de la cual Venezuela quedó separada de Colombia. Estos sucesos determinaron la venida de El Libertador para impedir que se consumara la separación de Venezuela. El Libertador no se llamaba a engaño en cuanto a las posibilidades de hacer cambiar esta situación.
Simón Bolívar optó por el empleo de medidas diplomáticas y conciliatorias. Al efecto, decretó una amnistía general y garantizada a las personas, bienes y empleos de los comprometidos en el pronunciamiento. Al mismo tiempo ratificó a Páez como jefe supremo de Venezuela y ofreció convocar la convención Nacional para que decidiese la suerte de la República. A partir de entonces la unidad de la Gran Colombia solo dependía de una posible reforma de la Constitución de Cúcuta. El intento de conciliar a federalistas y centralistas fracasó también en la Convención de Ocaña y El Libertador asumió la dictadura para mantener la unidad.
La dictadura del Libertador no pudo detener el proceso de disolución de la Gran Colombia. El obstáculo de los designios era, según algunos, su mismo creador, y por esa razón procedieron a desconocerlo y a convocar el Congreso Venezolano que separa a Venezuela de Colombia.
Último viaje del libertador a Caracas
Bolívar comenzó la lucha por la independencia de su país desde el territorio de Nueva Granada, que también se había sublevado. Emprendió la llamada Campaña Admirable y, el 6 de agosto de 1813, conquistó Caracas: se instauraba así la II República.
Pero las fuerzas realistas de José Tomás Rodríguez Boves pusieron también fin a esta segunda experiencia independentista de los venezolanos. En diciembre de 1814 finalizó la II República, y los patriotas tuvieron que volver a exiliarse. En mayo de 1815, las tropas realistas del general español Pablo Morillo entraron en Caracas.
La entrevista de Guayaquil
La entrevista de Guayaquil es, sin duda, uno de los episodios más controvertido s de toda la campaña libertadora de Suramérica. San Martín, debido a sus ideas monárquicas, se veía cada vez con una mayor oposición entre los peruanos, siendo su única salida el negociar con Simón Bolívar, el gran libertador del Norte. Pero no podía esperar una fácil solución ya que la asociación con el Libertador planteaba más problemas que soluciones: puso a discusión la base entera de la colaboración militar, exacerbó el asunto monárquico frente al republicanismo, e introdujo el problema del conflicto de intereses por Guayaquil.
Guayaquil era una importante base naval, un centro de construcción de buques y un puerto importante. Estratégica y comercialmente era indispensable para la revolución, y de granimportancia para los intereses de la República de Colombia que representaba Bolívar. A fines de 1820 Guayaquil se declaró independiente, formó un nuevo gobierno y abrió sus puertas al comercio exterior. Los dos generales querían contar con este estratégico centro neurálgico: San Martín lo quería para Perú, aunque reconocía su derecho a decidir su propio futuro político; Bolívar, por su parte, sostenía que debía unirse a Colombia sobre la base de que la presidencia de Quito, en donde se incluía la provincia de Guayaquil, había pertenecido al virreinato de Nueva Granada y lo consideraba como materia no negociable.
A finales de 1821, San Martín contaba con algún poder negociador, porque Bolívar tenía dificultades para libertar Ecuador y necesitaba de la ayuda de la división proporcionada por San Martín, bajo el mando del coronel Andrés de Santa Cruz. Sin embargo, tras el golpe de mano de Sucre y su victoria en Pichincha, Bolívar tenía todas las cartas en su mano. De este modo, al ir aproximándose a Guayaquil, San Martín tenía clara la situación: él era el que proponía y Bolívar el que disponía.
Bolívar fue el prototipo del criollo: ambicioso, paternalista, impaciente, siempre seguro de sus métodos y de sus metas. Su brillantez brotaba de la singular intensidad de su visión, que fue capaz de llevar la liberación a un continente, pero que fracasó al valorar la dinámica de las nuevas naciones. Su contrapunto argentino, José de San Martín, era estoico, taciturno y retraído, el complemento ideal de Bolívar. La única vez que se encontraron, en Guayaquil, para planear el futuro de la Gran Colombia y del Perú, uno de los grandes momentos del Ecuador, la actitud obstinada de Bolívar envió a un exasperado San Martín al exilio europeo.
San Martín llegó a Guayaquil el 26 de julio de 1822, donde le esperaba Bolívar. Aquel día hablaron una hora y media sin testigos, mientras que en la siguiente jornada la entrevista se alargó por algo más de cuatro horas, también sin la presencia de testigos. Luego hubo un baile para los dos libertadores del que salió San Martín para embarcarse de regreso a El Callao. Lo tratado lo conocemos por la correspondencia posterior entre ambos personajes y por fuentes indirectas. San Martín le pidió ayuda militar a Bolívar y se ofreció, como posibilidad, a estar bajo sus órdenes en la campaña del Perú. Bolívar se negó a aceptarle como subordinado, ofreciéndole poco más de mil hombres.
Ante esta posibilidad y la diferencia de pensamiento sobre el sistema de gobierno, Bolívar no quería una monarquía en Suramérica, San Martín interpretó que su presencia era un obstáculo para la liberación del Perú -que pensó emprendería Bolívar en cuanto desapareciera- y decidió salir de la campaña.
Al regresar al Perú convocó el Congreso para el 20 de septiembre, presentó en él su renuncia al mando y anunció su deseo de dejar la vida pública. Ese mismo día dirigió un mensaje de despedida en Pueblo Libre en el que manifestaba su satisfacción por haber presenciado la declaración de independencia de Chile y Perú, con lo que consideraba cumplidas sus promesas de hacer la independencia de los pueblos.
Ese mismo día abandonó Perú y partió entonces hacia Chile, desde donde pasó a Mendoza para posteriormente, en febrero de 1824, partir hacia Europa donde se autoexilió voluntaria y casi ininterrumpidamente. Vivió entonces en Bélgica y Francia, muriendo en este último país en el año 1850.