Roberto Arlt es, sin duda, uno de los escritores que mejor supo reflejar la ebullición de Buenos Aires en los comienzos del siglo XX. Sus textos dan cuenta de una ciudad en constante mutación, producto de un nuevo entramado social que modifica de manera inevitable a sus habitantes. En educ.ar nos internamos en la tumultuosa Buenos Aires de Arlt a través de uno de sus libros emblemáticos: El juguete rabioso y de un desarrollo en Google Earth que recupera fragmentos de su obra.
Por Tomás Fernández
Roberto Arlt nació en la ciudad de Buenos Aires en 1900, un año después que Jorge Luis Borges, y murió en esa misma ciudad en 1942. En esos años, la ciudad pasó de ser una “gran aldea” de unos 700.000 habitantes a alcanzar los 2.500.000, cifra que, con un ligero crecimiento a fines de los 40, se mantiene hasta la actualidad.
Esa ciudad en constante ebullición es una presencia de cuerpo completo en la narrativa de Arlt. Un ejemplo perfecto es El juguete rabioso (1926). En esta, la primera gran novela urbana argentina, el mayor protagonista es –junto con el narrador Silvio Astier–, la Buenos Aires moderna. La clara evolución narrativa de Arlt entre el primer capítulo de la novela, escrito probablemente en torno a 1919, y los siguientes, especialmente el tercero y el cuarto –sin duda de mediados de la década del 20, cuando el autor ya ha adquirido la destreza extraordinaria que se apreciará luego en Los siete locos y Los lanzallamas–, se manifiesta también en la perspectiva sobre Buenos Aires: al principio amable escenario de aventuras esperanzadas, la ciudad se convierte irremisiblemente en una figura maligna para quienes deben aceptar trabajos poco motivadores.
A lo largo de El juguete rabioso, Arlt narra hechos muy situados geográficamente, en los que no aparece lo típico sino lo específico de una situación ligada a un lugar concreto. La novela se inicia en el cuchitril de un zapatero a 100 metros de Plaza Flores, y se cierra, dos años más tarde, en ese mismo barrio. Pero Flores se ha convertido en un lugar tétrico y comercializado, sin el aire de aventura o romanticismo del primer capítulo. Esta diferencia no se explica por los cambios históricos ocurridos entre 1912 y 1914, sino por la frecuentación de espacios distintos: por un lado el de la niñez/juventud esperanzada; por el otro el de la juventud/madurez que debe aceptar trabajos tristes. A los 14 años, Astier soñaba con ser un inventor famoso y creía en el amor eterno (primer capítulo); ese mismo Astier se siente un dios cuando, a los 16 años (en el cuarto capítulo), logra venderles unos pocos kilos de papel a los comerciantes del barrio.
El ambiente no podría influir de manera más explícita sobre la (de)formación de un carácter. Y ese carácter no tendría ningún sentido, es más, sería absolutamente incomprensible, de no ser por la fuerte presencia, material y simbólica del espacio urbano concreto.
Aquí la urbe queda definida como infierno de los pobres y aplanadora de conciencias, pero a la vez creadora de una marginalidad social de gran interés narrativo. Este demi-monde será muy fructífero en la futura producción de Arlt. Ya en El juguete rabioso, y sobre todo en el tercer y cuarto capítulo, aparecen “raros” de claro corte arltiano: homosexuales, mendigos, macrós, rengos. Allí está el germen de los marginales que luego poblarán la narrativa arltiana: linyeras, prostitutas, locos, revolucionarios, fanáticos religiosos, asesinos, falsificadores, ladrones, castrados, jorobados, bizcas. Y todos estos marginales, vale la pena subrayar, son un subproducto de la urbanización creciente. Por supuesto, también en el campo hay asesinos y locos; pero su interacción plena, en tanto bajo fondo social, solo se vuelve compleja y matizada con el surgimiento de una pareja complejidad urbana. Este desfile de personajes sería absolutamente impensable en una novela argentina de principios del siglo XIX. Por eso en Arlt, más que en ningún otro autor, el lector siente la vibración de una Buenos Aires vital y concreta.
La ciudad no es un escenario vacío sino un monstruo por momentos encantador, por momentos peligroso, que engendra modos específicos del ser urbano. El joven Astier, para salvarse, debe huir de ese monstruo y, como el protagonista de Sobre héroes y tumbas, emigra hacia la Patagonia. Arlt, en cambio, encuentra una solución alternativa: consigue un trabajo de periodista en el diario El Mundo y, desde sus aguafuertes y su narrativa, le da una forma simbólica de extraordinaria vitalidad a ese monstruo infinito que es Buenos Aires.
La Buenos Aires de Roberto Arlt
El vínculo entre Roberto Arlt y las calles de la ciudad de Buenos Aires es más que una bella anécdota: es central en su obra. Continuamente aparecen referencias a la geografía porteña, y en este artículo rescatamos algunos de sus principales hitos en El Juguete rabioso (1926), Aguafuertes porteñas (1933) y El Jorobadito (1933). Te proponemos que releas estas y otras obras, busques más ubicaciones y las compartas en la sección comentarios.
Fuente: http://www.educ.ar/sitios/educar/recursos/ver?id=103556&referente=estudiantes
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