La evolución del hombre

En un momento de la historia, que puede situarse entre 8 y 5 millones de años atrás, la evolución del ser humano y de otros grandes primates tomó rumbos distintos. No es fácil rastrear el proceso de evolución biológica de la especie humana desde sus ancestros hasta el estadio actual, ya que las evidencias proceden de hallazgos dispersos sin relación entre sí, lo que dificulta trazar un esquema único y que sea universalmente aceptado. Nuestras únicas pistas consisten en fósiles y herramientas líticas. Esto nos permite seguir las huellas de nuestros primeros antepasados y
descubrir las claves de nuestra naturaleza.

EL LARGO CAMINO DE LA EVOLUCIÓN

El Homo sapiens, nombre con el que se designa científicamente a nuestra especie, es el resultado de un largo proceso evolutivo que se inició en África a finales de la Era Cenozoica y que, pese a los numerosos estudios realizados, sigue siendo poco conocido. Cada nuevo hallazgo de restos fósiles introduce cambios en el árbol genealógico que aporta nuevos datos para el conocimiento de la evolución humana. De hecho, el estudio de dicho proceso requiere el análisis de numerosas disciplinas al que se incorporan conocimientos procedentes de la genética, la antropología física, la paleontología, la arqueología y la lingüística. Este proceso, llamado hominización, se desarrolló en un lapso relativamente largo en el que nuestros antepasados fueron adquiriendo poco a poco las características biológicas y culturales que nos definen como humanos.

En el siglo XIX, Charles Darwin, padre de la teoría de la evolución por selección natural, identificó África tropical como cuna de la humanidad. Posteriormente, en la década de 1950, los paleontólogos Louis y Mary Leakey hallaron las pruebas en la garganta de Olduvai, una profunda brecha en las llanuras orientales del Serengeti, en Tanzania. Fue allí, en África oriental, donde nuestros antepasados habrían evolucionado hace 4,5 millones de años. Una gran variedad de hallazgos fósiles han impulsado el conocimiento del inicio de la evolución humana y nos muestra la notable diversidad de homínidos primitivos que floreció en la zona.

La forma en que los homínidos desarrollaron su cultura material con la fabricación de instrumentos líticos y sus técnicas, los alimentos que consumieron y su forma de obtenerlos, el modo cómo se protegieron de las inclemencias del tiempo y del resto de los animales, la utilización del fuego, la capacidad para desarrollar el lenguaje, el comportamiento social, y la capacidad para razonar y crear, componen el conjunto de variables que definen el proceso de evolución cultural de los homínidos.

La garganta de Olduvai, en Tanzania, es el yacimiento prehistórico más importante del mundo; allí se han producido hallazgos que han impulsado el conocimiento del inicio de la evolución humana. Los objetos más antiguos encontrados tienen aproximadamente 2 millones de años.

¿QUÉ ES UN HOMÍNIDO?

Este término es usado para referirse a los primeros humanos y sus antecesores, incluidos Homo erectus, Homo ergaster, Homo neanderthalesis y Homo sapiens. También alude a los Australopithecus, al Paranthropus
y al Ardipithecus.

ETAPAS EN LA EVOLUCIÓN HUMANA

El momento exacto en el que se separaron los linajes de los póngidos, los pánidos y los homínidos, que forman la familia de los hominoides, sigue siendo un misterio. No obstante, se cree que esto sucedió entre 5 y 8 millones de años y que el proceso tuvo como escenario el continente africano. En esa época, un cambio climático extremo habría hecho desaparecer parte de la selva, lo que habría empujado a algunos primates existentes a bajar de la copa de los árboles e iniciar la evolución hacia la marcha bípeda.

Uno de nuestros antepasados más primitivos es un pequeño primate que habitó en los bosques de Afar, en Etiopía, hace unos 4,5 millones de años, llamado Ardipithecus anamensis. Es probable que fuera el antecesor de los australopithecus, homínidos diversificados que surgieron un millón de años después. El más antiguo hallado, Australopithecus afarensis, es la famosa “Lucy”, apodada así por la canción “Lucy in the sky with diamonds” de los Beatles, que escuchaban los miembros del grupo investigador la noche posterior al hallazgo, en 1974. Aunque parece que este homínido de largos miembros pasaba gran parte de su vida en los árboles, algunas huellas bien conservadas indican que la especie era bípeda. Como tal, Lucy, el esqueleto de una hembra de alrededor de 1 metro de altura, de aproximadamente 27 kg de peso y de unos 20 años de edad, es un importante vínculo con nuestros antepasados.

Imagen de Lucy, el esqueleto fosilizado casi completo de un homínido perteneciente a la especie Australopithecus afarensis. La capacidad bípeda de Lucy puede deducirse de la forma de su pelvis, así como también de la articulación de la rodilla.

Hace 3 millones de años, los Australopithecus se habían diferenciado en muchos tipos que prosperaron por gran parte del África subsahariana, especialmente en las sabanas abiertas del este. Su desaparición se ha atribuido a la crisis climática que se inició hace unos 2,8 millones de años y que conduciría a una desertificación de la sabana con la consiguiente expansión de los ecosistemas abiertos de estepa. Como resultado de esta presión evolutiva, algunos se especializaron en la explotación de productos vegetales duros y de escaso valor nutritivo, desarrollando un impresionante aparato masticador, originando al Paranthropus; otros, en cambio, se hicieron paulatinamente más carnívoros, hábiles en el carroñeo.

De esta forma, el género incluye dos grandes grupos: los australopitecos “gráciles” y los “robustos”. Todos eran bípedos, de cráneo pequeño y semejante al de un chimpancé, aunque el tamaño de su cerebro era mayor que el de sus predecesores. Medían entre 1 y 1,5 metros de altura y pesaban de 30 a 45 kg. Su dimorfismo sexual era acentuado; el tamaño del macho era muy superior al de la hembra. Los “gráciles” habitaron los bosques y la sabana arbustiva, mientras que los “robustos”, más especializados, sólo poblaron la sabana. Todo parece indicar que estos últimos se extinguieron coincidiendo con un nuevo cambio climático, mientras que las especies “gráciles”, pese a desaparecer poco después, formaron la rama evolutiva que daría lugar al género humano.

Aunque no se sabe con certeza qué variedad originó los primeros miembros de nuestra especie, varios investigadores han propuesto al Australopithecus africanus, al Australopithecus afarensis y al Australopithecus ghari, sin llegar a un acuerdo general. Clásicamente se consideran como pertenecientes al género Homo los homínidos capaces de elaborar herramientas de piedra. No obstante, esta visión fue puesta en duda en los últimos años, puesto que se ha sugerido que el Australopithecus ghari, hace 2,5 millones de años, era capaz de fabricar herramientas muy simples.

Puntas de flechas.
Ilustración de herramientas líticas. Su hallazgo permite conocer la capacidad de producción de herramientas que los homínidos han desarrollado desde las primeras piedras talladas por una cara hasta aquellas que se irán perfeccionando a medida que su inteligencia y destreza manual mejoraban.

Las herramientas más antiguas proceden de la región de Afar, Etiopía, y su antigüedad se estima en unos 2,6 millones de años, aunque no existen fósiles de homínidos asociados a ellos. Sin embargo, la evidencia más clara de los primeros fabricantes de herramientas y sus descendientes se hallaron en el lecho de un antiguo lago situado en la garganta de Olduvai, en Tanzania. Estas herramientas se han datado en unos 1,8 millones de años y fueron construidas por el Homo habilis, el “hombre hábil”, que dejó lo que podrían ser restos de un campamento junto a un lago, incluida una pequeña cantidad de útiles de piedra y huesos rotos de animales. Los indicios sugieren que el Homo habilis habitó las sabanas de África del Sur y Oriental, donde convivió con los australopithecus. Su volumen cerebral alcanzó los 700 cm³ y llegó a medir 1,5 metros de altura. Según parece, su dieta incluyó la carne, aunque se desconoce si practicó la caza o el carroñeo. Por las evidencias halladas, no dominó el fuego ni tuvo capacidad lingüística, aunque sí desarrolló la habilidad de tallar piedra para darle filo.

Cráneo de Homo habilis. Su nombre significa «hombre hábil» y hace referencia al hallazgo de instrumentos líticos confeccionados por éste.

Esta es la etapa más confusa y compleja de la evolución humana. Fue sobre esta época cuando apareció el que podría considerarse el primer humano auténtico: el Homo ergaster. Morfológicamente muy similar al Homo erectus, en ocasiones se alude a él como Homo erectus africano, aunque en general son de complexión más robusta y fuerte. Dentro de las hipótesis probables, se considera que los Homo ergaster pueden haber sido los primeros homínidos en establecer relaciones sociales complejas, precisamente facilitadas por tener la capacidad del lenguaje oral articulado; acompañado por un gran cerebro capacitado para elaborar rudimentarias abstracciones.

El Homo ergaster estaba estrechamente relacionado con el Homo erectus, el primer humano que se extendió de África tropical y Asia como parte de una expansión general de mamíferos y depredadores ocurrida hace unos 1,8 millones de años. Tras convivir durante algún tiempo con otros homínidos, pronto se convertiría en el representante hegemónico del género. Con una capacidad craneal de entre 800 y 1.100 cm³ y una estatura de 1,7 metros, el Homo erectus fue el primero que complementó con la caza la recolección de frutas y vegetales. Vivió en refugios y campamentos al aire libre; existen evidencias de que ya utilizaba el fuego. Además, se han encontrado herramientas en donde la piedra era trabajada de forma simétrica a ambos lados, con golpes precisos para obtener útiles más especializados.

Según estiman los investigadores, hace un millón de años, el Homo erectus colonizó otras regiones del continente africano y, poco a poco, llegó hasta Europa, el Próximo Oriente, India, China y el sudeste asiático. No obstante, existen discrepancias, ya que algunos antropólogos afirman que se trata de especies distintas y evolucionadas a partir de un Homo más primitivo, mientras otros consideran que los restos de los homínidos hallados en Eurasia, como el Sinanthropus de Pekín o el Pithecanthropus de la isla de Java, pertenecen a descendientes directos de aquel homínido de postura erguida surgido en África Oriental.

Representación de Homo erectus. Eran muy robustos y tenían una talla elevada, hasta 1,80 m de medida. El volumen craneal era de 600 cm3.

Finalmente, hace unos 500.000 años, los primeros humanos ya se habían adaptado con éxito a una gran variedad de entornos tropicales y templados, dando inicio a un nuevo proceso evolutivo que desembocaría, unos 300.000 años más tarde, en la aparición del Homo sapiens. Sin embargo, esta transición resulta difícil de abordar, ya que está repleta de numerosos restos fósiles de confusa naturaleza, que poseen rasgos que no permiten clasificarlos claramente. Este es el caso del Homo heidelbergensis. Es probable que su capacidad de comunicación y raciocinio fuera limitada, lo que afectaría su adaptación, por lo que pudo haber sido una de las razones por las que no parece haberse establecido en zonas de frío intenso ni haber alcanzado América y Australia. Con un cerebro de 1.200 cm³, algunos catalogan al Homo heidelbergensis como una sub-especie avanzada del Homo erectus, y otros, como un Homo sapiens arcaico.

EL HOMO ANTECESSOR

Según teorías defendidas por varios paleontólogos, esta especie homínida es considerada la más antigua de Europa. Con más de un millón de años de antigüedad, lo que los ubica en el Pleistoceno Inferior, eran individuos altos, fuertes y con rostro de rasgos modernos, aunque su cerebro era más pequeño que el del hombre actual.

La definición de esta especie extinta es fruto de los restos hallados hacia 1994 en los yacimientos de la Sierra de Atapuerca, en la provincia española de Burgos, y que datan de hace 750 a 850 mil años. Entre los caracteres anatómicos de estos homínidos cabe destacar un conjunto de rasgos muy primitivos en la dentadura, que llevaron a establecer una relación entre éstos y los homínidos africanos del Pleistoceno Inferior. Sin embargo, el patrón de desarrollo y erupción de los dientes es prácticamente idéntico al de las poblaciones modernas.

Actualmente, la validez de esta denominación como especie diferente es defendida por sus descubridores y otros expertos, que consideran que el Homo antecessor precede al Homo heidelbergensis y, por lo tanto, es también antepasado del Homo neanderthalensis. Ahora bien, parte de la comunidad científica considera que es una simple denominación, no específica, asignada a la especie Homo heidelbergensis, o bien un estadio intermedio entre el Homo erectus y el Homo ergaster.

LA BIPEDESTACIÓN

En el aspecto biológico, el avance decisivo se produciría con la adquisición de la postura erecta, la cual desencadenó todo el proceso de la evolución. El bipedismo dejó las manos libres, lo que supuso una ventaja fundamental al momento de fabricar instrumentos, y facilitó además el aumento del tamaño del cerebro.

Los primeros primates bípedos, los homininos, habrían surgido hace unos 6 o 7 millones de años en África, cuando dicho continente se encontró afectado por una progresiva desecación que redujo las áreas de bosques y selvas. Como adaptación al bioma de sabana aparecieron primates capaces de caminar fácilmente de modo bípedo y mantenerse erguidos. Más aún, en un medio cálido, algunas de las mejores soluciones para la adaptación fueron la marcha bípeda y la progresiva reducción de la capa de pelo, para evitar el excesivo recalentamiento del cuerpo.

La postura bípeda –un importante rasgo anatómico que apareció hace 4 millones de años– permitió a nuestros antepasados salir de los bosques y vivir en campo abierto. Esto además facilitó el aumento del tamaño del cerebro.

Es evidente que la gran cantidad de modificaciones anatómicas que condujeron al bipedismo requirió una fuerte presión selectiva. La gran mayoría de los científicos han discutido mucho sobre la eficacia o no de la marcha bípeda en comparación con la cuadrúpeda. Además, han notado que ningún otro animal de los que se adaptaron a la sabana al final de Mioceno desarrolló una marcha bípeda.

Hace años se argumentó que la liberación de las manos por parte de los primeros homínidos bípedos les permitió elaborar armas de piedra para cazar, lo cual habría sido el principal motor de nuestra evolución. Hoy está claro que la liberación de las manos, producida hace algo más de 4 millones de años, no está ligada a la fabricación de herramientas, que aconteció unos 2 millones de años después, y que los primeros homínidos no eran cazadores y que, a lo sumo, comían carroña esporádicamente.

EVOLUCIÓN DEL LENGUAJE

El desarrollo del habla y del lenguaje son claves en la historia humana, quizá más importante que la fabricación de herramientas. Las señas y gruñidos darían paso a una comunicación cada vez más compleja; la arqueología y los estudios de anatomía ayudan a determinar cuándo evolucionaron esos rasgos.

Hablar de la aparición y evolución del lenguaje sigue siendo un aspecto controversial del estudio de la historia humana. Basándose únicamente en hallazgos arqueológicos es difícil saber con precisión cuándo se desarrolló por primera vez el habla. Para que una especie tenga la capacidad de articular sonidos discretos, se requieren innovaciones morfológicas, algunas de ellas, probablemente, anteriores al desarrollo de un cerebro lo suficientemente complejo como para pensar simbólicamente.

Pintura rupestre.

La posición de la laringe proporciona otras pistas: en el Homo sapiens es baja en comparación con la de los demás mamíferos, y ello permite una mayor variedad de sonidos vocales; fue el Homo erectus, hace 1,8 millones de años, el primer humano con un laringe baja. Sin embargo, no sería sino hasta hace unos 300.000 años que se produciría la evolución de la base del cráneo que permite físicamente el desarrollo de un habla totalmente articulada.

El lenguaje humano tal vez evolucionó hace 250.000 años, por la necesidad de manejar una información social cada vez más compleja. A medida que aumentaba el tamaño del grupo, también lo hacía la capacidad para adquirir un lenguaje útil para articular las relaciones sociales, aunque los humanos modernos no desarrollaron un lenguaje del tipo que podríamos reconocer hasta más tarde, hace unos 40.000 años.

Sin dudas, conectado al desarrollo del habla, el pensamiento cognitivo aparece en los primeros humanos, incluyendo cualidades como la percepción de nuestro lugar en el mundo, el razonamiento y los códigos morales que surgen con las sociedades más elaboradas. Ninguna de ellas habría sido posible sin un habla sofisticada.

CEREBRACIÓN

El estudio del cerebro puede arrojar algunos datos sobre el desarrollo del habla. Los tejidos blandos cerebrales no se fosilizan y sólo se conservan como moldes del interior de la caja craneal. Los primeros signos de desarrollo del área de Broca, la parte del cerebro que controla el habla, ubicada en el hemisferio izquierdo del lóbulo frontal, se dieron en el Homo habilis hace unos 2 millones de años. El Homo erectus también muestra signos de desarrollo en esta área, lo que sea tal vez un indicativo de la lenta evolución del habla. Sin embargo, cualquier estudio de la capacidad lingüística a partir de moldes craneales es directamente conjetural. A menos que se hallara un cerebro bien conservado de homínido, lo que puede descubrirse por el área de Broca es limitado, y seguirá siendo necesaria la prueba del hueso hioides para pensar en la existencia de un habla. Con todo, aún hay mucho de especulación en el conocimiento de la evolución del habla.

UN HOMÍNIDO SINGULAR: EL HOMBRE DE NEANDERTHAL

Luego del final de la glaciación y coincidiendo con una mejora de las condiciones climáticas en el hemisferio norte, las sociedades humanas registraron un notable desarrollo, caracterizadas por nuevas técnicas para la fabricación de herramientas. Este progreso define la etapa conocida como Paleolítico Medio, determinado por la aparición y la extinción del Homo neanderthalensis, que desarrolló cambios más amplios y complejos, y que guardaba similitudes físicas e intelectuales con el Homo sapiens. No obstante, una vez más la escasez de restos nos impiden elaborar un claro esquema sobre la forma en que circuló la evolución de los homínidos durante esa época.

Culturalmente integrado en el Paleolítico Medio, el hombre de Neanderthal es un homínido originario de Europa central y meridional que, con el tiempo, llegó a expandirse por Oriente Próximo y Asia central. En un periodo de aproximadamente 5.000 años se cree que convivió paralelamente en los mismos territorios europeos con el Hombre de Cro-Magnon, primeros hombres modernos en Europa.

A partir de los fósiles descubiertos hasta ahora, sus principales características son un esqueleto robusto, una pelvis ancha, extremidades cortas, frente baja e inclinada, faz prominente, mandíbulas sin mentón y una gran capacidad craneal, de 1.500 cm³. Por lo general, vivían en grupos organizados, formados por alrededor de unos treinta miembros.

Para algunos autores, se trata de una especie no relacionada con el Homo sapiens, que evolucionó a partir de homínidos europeos autóctonos, como el Homo heidelbergensis. Sin embargo, actualmente toma fuerza una teoría que considera que el Hombre de Neanderthal y el Hombre de Heindelberg son dos subespecies del Homo sapiens, que, si bien estarían emparentadas con el hombre moderno, no habrían intervenido en su aparición. Según se postula, el Homo sapiens neanderthalensis desarrolló las características físicas que lo diferencian del resto de los Homo sapiens debido a su aislamiento geográfico y a las condiciones ambientales a las que tuvo que enfrentarse.

Reconstrucción del hombre de Neandertal. Habitó Europa y partes de Asia occidental desde hace 230 000 a 28 000 años atrás. Un neandertal promedio podría alcanzar unos 1,65 m, era de contextura pesada, dentadura prominente y musculatura robusta.

Cualquiera sea su origen, los restos hallados indican que este homínido comenzó a poblar Europa hace aproximadamente unos 130.000 años. Ahora bien, pese a emerger en un período interglaciar, el neanderthal pronto tuvo que adaptarse a las bajas temperaturas y al ambiente que trajo la glaciación, hace unos 80.000 años. Por ello, fue una especie bien adaptada al frío extremo. Tenía un cráneo alargado y amplio, una altura de 1,65 m y complexión robusta; rasgos que denotan adaptación a climas fríos. Esto determinó su evolución biológica y, además, la adopción de un modo de vida distinto del de sus antecesores.

Según estudios anatómicos realizados, habría podido desarrollar un lenguaje articulado y complejo, ya que varios autores han determinado que el neandertal articulaba una fonética limitada respecto al hombre moderno, por la ubicación más alta de la laringe. Por lo demás, se observó que tenían la capacidad necesaria para la abstracción y la producción artística.

Ante la escasez de vegetales, su subsistencia estaba basada en la caza de mamíferos de mediano y gran porte, como caballos y mamuts. Por su parte, su enorme dependencia de especies migratorias forzó y fomentó la práctica del nomadismo, ocupando cuevas superficiales y refugios rocosos para protegerse del frío. Por regla general, en sus cavernas se han hallado restos de hogueras, así como acumulaciones de huesos y herramientas.

Muchas explicaciones se han propuesto para determinar la extinción de los neandertales, en relación o no con la expansión del Hombre de Cro-Magnon, con los cuales convivieron en Europa en los últimos milenios de su vida como especie. La hipótesis de extinción por la rigurosidad de la última gran glaciación parece descartada ya que los neanderthales habrían estado muy bien adaptados al clima glacial. Por otra parte, la hipótesis de la hibridación Homo sapiens/Homo neanderthalensis resulta, teniendo en cuenta los mapeos de secuencias de ADN, bastante probable. Sin embargo, también es posible que los neandertales se hayan extinguido al no poder competir por los recursos con los Homo sapiens, que pronto demostraron tener una mayor y mejor capacidad de adaptación.

EL FUEGO

El descubrimiento del fuego es uno de los más importantes de la historia de la humanidad. Pudo ocurrir hace 1,8 millones de años, pero lo seguro es que hace 500.000 años –la datación es imprecisa– los primeros humanos lo domesticaron, tal vez recogiendo pequeñas ramas de un árbol incendiado por un rayo. La producción de fuego a voluntad fue otro paso importante. Su control permitió a los humanos vivir en cuevas profundas y entornos fríos, y les proporcionó protección contra los depredadores. El uso del fuego para cocinar también aportó mayor variedad a la dieta.

EL HOMO SAPIENS

Las hipótesis sobre el origen del Homo sapiens se ha dividido entre quienes sostienen que evolucionó como una especie interconectada con el Homo erectus y entre quienes afirman que evolucionó solamente en África y luego migró fuera del continente conquistando todo el viejo mundo. No obstante, se continúan debatiendo ambas posibilidades. A partir del Paleolítico Superior, la evolución humana dejaría de ser genética y se convertirá en un fenómeno cultural.

La evidencia existente sugiere que los restos fosilizados de diferentes individuos hallados en 1997 en Etiopía atestiguan que, hace unos 160.000 años, ya existían en África seres humanos con características parecidas a las actuales. Por esta razón, el Homo sapiens sapiens, la subespecie a la que pertenecemos todos, habría aparecido entre 200.000 y 160.000 años, ubicándose en las mismas regiones en las que los homínidos habían adoptado la bipedestación, y donde una especie con evidente apariencia humana comenzó a fabricar herramientas.

El aspecto del nuevo homínido era completamente distinto al de sus antecesores. Poseía un mayor volumen craneal, de entre 1.500 y 1.600 cm³, una frente más alta, mandíbula más corta, dientes pequeños y la barbilla pronunciada, con una gran capacidad para el habla y la asociación de ideas, derivada de su arquitectura craneal, que le dio cierta ventaja frente a aquellas sub-especies arcaicas con las que llegaría a convivir y sobre las que acabó imponiéndose genéticamente.

Debido a su capacidad de adaptación, a su evolucionada organización social y a su superioridad cultural, la población de Homo sapiens sapiens pronto comenzaría a crecer y a expandirse exitosamente por regiones de África y Eurasia. Sin embargo, a diferencia del Homo erectus, que también había migrado hacia estas regiones un millón de años antes, el Homo sapiens sapiens penetró en tierras desconocidas por el otro homínido, colonizando Oceanía e incluso el continente americano.

Por su parte, las herramientas fueron hechas principalmente de piedra, aunque se fabricaron mediante técnicas más avanzadas y con fines más precisos que en el pasado. Además, se registró un incremento de instrumentos fabricados con huesos, astas y marfil de animales. De este modo, la caza siguió ocupando un lugar destacado en las sociedades humanas del Paleolítico Superior. No obstante, los continuos cambios climáticos provocaron que los Homo sapiens tuvieran que especializarse en la captura de un determinado tipo de presas, comenzando a desarrollar nuevas prácticas económicas. Por ejemplo, muchas comunidades ubicadas en la Europa occidental basaron su supervivencia en la caza del reno, mientras que en las estepas de Rusia se siguió cazando al mamut. Por otra parte, en la región mediterránea, debido a la cada vez mayor escasez de grandes mamíferos, comenzaría a practicarse la pesca.

Las nuevas estrategias de subsistencia influyeron en la mejora de las armas. De esta manera, a finales del Paleolítico Superior, aparece la fabricación de puntas de lanza de formas geométricas regulares y de mecanismos de propulsión para arrojar esta arma con mayor potencia y distancia. Además, encontramos los primeros arpones dentados, utilizados sobre todo en la pesca, y los primeros y primitivos arcos y flechas de los cuales se tiene constancia. Muchos investigadores creen que también comenzaron a tejerse redes y a fabricarse anzuelos y sedales.

Los distintos asentamientos tendieron a diversificarse, pese a que nunca fueron perdiendo su naturaleza temporal derivada del nomadismo. Así, junto al tradicional uso de cuevas y abrigos naturales, estas comunidades construyeron tiendas circulares con pieles, que les permitían armar y desarmar sus campamentos en función del movimiento de las diferentes manadas.

Los cambios registrados en el Paleolítico Superior, estuvieron acompañados por una transformación profunda de las relaciones sociales y de las creencias. Aunque no existen registros que puedan ser consultados, las diferentes teorías se fundamentan en la interpretación de las escasas muestras de arte paleolítico, así como del estudio de los grupos de cazadores-recolectores confinados en regiones inhóspitas del planeta.

La mejor prueba del decisivo desarrollo intelectual del Homo sapiens, sin embargo, reside en su éxito para la adaptación y la supervivencia.