“Frankenstein o el moderno Prometeo”, escrita por Mary Shelley en 1818, es considerada la primera novela de ciencia ficción con elementos góticos además de una obra maestra que logra en la ficción lo que persigue la ciencia incansablemente: superar a la muerte.
Este mítico relato también aportaría lo suyo para el desarrollo de la novela de terror pues sin duda es una obra que contiene imágenes sobrecogedoras y angustiosas, donde se muestran la desesperación, la venganza y la perdición del alma. En sus páginas se cuestiona la figura del hombre como creador y se plantean los límites morales de la ciencia.
LA HISTORIA
Víctor Frankenstein, un joven apasionado por la ciencia, se marcha a estudiar medicina a la localidad alemana de Ingolstadt. Una vez allí realiza una serie de experimentos uniendo partes de distintos cadáveres dándoles vida y creando así un nuevo ser. Al ver su creación, se asusta y huye; cuando decide volver el monstruo ya no estaba. Como consecuencia, cae gravemente enfermo, pero gracias a los cuidados de su amigo Henry Clerval recobra la salud. Entonces recibe una carta en la que le comunican el asesinato de su hermano William, estrangulado por el monstruo que él mismo había creado.
Tiempo después se encuentra con el monstruo, quien le explica lo angustioso de su vida desde que él lo abandonara en el laboratorio y las causas que habían motivado el asesinato de su hermano; le exige la creación de una compañera, ya que la humanidad lo había rechazado a causa de su aspecto, sin tener en cuenta sus valores morales. Víctor accede a su petición pero se arrepiente por lo que el monstruo lo amenaza con matar a su prometida Elizabeth.
Así las cosas, Víctor lanza al mar los restos de la que iba a ser la compañera del monstruo. Al amanecer, llega a las costas de Irlanda donde descubre que la criatura había asesinado a su amigo Henry y pretendía hacerlo pasar por el asesino. Tras una serie de vicisitudes, logra demostrar su inocencia y casarse con Elizabeth, aunque poco después el monstruo logra asesinarla y escapar.
Víctor jura destruir su creación y persigue al monstruo hasta el Polo Norte, donde, tras fracasar en su intento, es recogido muy enfermo por el capitán Walton, un científico inglés en viaje de exploración, a quien le cuenta su historia. Víctor Frankenstein finalmente muere a causa del deterioro de su estado físico. Walton va a ver el cadáver y se encuentra con el monstruo quien, arrepentido, explica al capitán los motivos que había tenido para asesinar. También le dice que no volvería a matar pues él mismo había decidido poner fin a su existencia; le asegura que tiene intenciones de ir al lugar más alejado del Polo y allí mismo construir una pira donde se consuma para que sus cenizas se pierdan en el océano.
MARY WOLLSTONECRAFT SHELLEY
Nació en Londres en 1797 y en 1816 se casó con el poeta Percy Bysshe Shelley. A los 18 años, aceptó el desafío en una reunión de Lord Byron para crear un relato de terror.
Mary Shelley idearía entonces Frankenstein o el moderno Prometeo, donde la autora abordó la creación del ser humano y reflejó su preocupación por las consecuencias de una ciencia que ya se establecía como pilar social fundamental en su época. Mujer de una gran erudición, fue autora de varios libros de viajes, relatos y diversos poemas, además de otras cuatro novelas, entre las que cabe destacar El último hombre, publicada en 1826 o Lodore, publicada en 1835, aunque ninguna de ellas alcanzaría la popularidad de su obra más famosa. Murió en Londres en 1851.
NOTAS SOBRE LA MONSTRUOSIDAD
Frankenstein forma parte del conocimiento de todo occidental. El mito de Frankenstein ha superado las categorías del espacio y del tiempo; adquirió el carácter anónimo de los relatos populares que superan al autor. Tras su publicación, tuvo una gran repercusión, hasta el punto en que vio tres ediciones diferentes en vida de la autora. La historia fue llevada al teatro, tuvo innumerables secuelas y se escribiría sobre el monstruo en los medios. Llegado el siglo XX tendría una gran repercusión cinematográfica con directores como James Whale, Kenneth Branagh y Gonzalo Suárez.
En la historia de Frankenstein encontramos registros propios de la narración científica, del relato de viajes y de la novela de terror, todos ellos al servicio de una trama central que plantea problemas universales, como son la creación de vida y la repercusión que la utilización de los avances científicos tiene y ha tenido a lo largo de la historia.
Esos temas universales que se plantean en la novela son, entre otros:
- La libertad y la responsabilidad.
- El ansia de saber.
- El enfrentamiento entre el saber científico y los valores éticos.
- La sociedad ante los avances científicos y tecnológicos.
- La fuerza de la imaginación y la razón.
- La intolerancia hacia los seres diferentes.
- El papel de la mujer en la sociedad.
El Frankenstein de Mary Shelley toma muchos elementos de la tradición literaria y filosófica y de los movimientos contemporáneos con los que ella se había formado pero superándolos; parafraseando a Hegel, la autora realizó una Aufhebung, una síntesis superadora de lo antiguo y lo contemporáneo en una creación productiva para el futuro. En esta obra coinciden una temática de ciencia-ficción y un entorno de narración romántico que se podría encuadrar en la novela gótica; ambos elementos se conjugan en armonía.
Frankenstein es una novela que nos hace ver la realidad desde el punto de vista de la diferencia. Desde hace tiempo se busca definir la esencia del ser humano a través de aquello que tenemos en común con el propósito de hacer una ciencia del hombre. De este modo se pierde de vista el hecho de que todos los seres humanos somos iguales en derechos, pero ello no implica que nuestras vidas tengan que ajustarse a un parámetro existencial específico. Actualmente la antropología se vuelca hacia una teoría de la diferencia y de la pluralidad del ser, es decir, lo diferente estaría dentro del patrón de normalidad.
Frankenstein tiene mucho que aportar todavía al respecto. Al hablar el monstruo en primera persona acerca de su experiencia, habla sobre lo diferente desde su punto de vista y suministra los elementos para que se lo comprenda de manera adecuada: tanto en sus pensamientos como en sus sentimientos. Esta obra nos hace ver al otro no desde el punto de vista de aquello en lo que coincidimos con él, sino escuchar su propia voz desde la diferencia que manifiesta. Ello nos lleva a reflexionar que lo diferente tiene derecho a ser, aunque para aceptarlo tal y como es tengamos que crear un lenguaje nuevo, establecer nuevas categorías de lo humano y así poder integrar dentro de ellas a todo lo que hasta ese momento fue excluido.
A pesar del nivel de analfabetismo elevado de la época en que está ambientada, ningún personaje relevante es iletrado; casi todos tienen un grado de educación elevado, incluido el monstruo: se hacen referencias a textos de diferentes autores y de diferentes ramas de la ciencia y la cultura. Además, la mayoría de los personajes son o han sido miembros de la burguesía, y casi ninguno de ellos sale bien parado en la obra. Este tal vez podría ser un ejemplo del desprecio que los románticos sentían hacia esa clase social.
La vida del personaje de Elizabeth tiene un cierto paralelismo con la de Mary Shelley, ya que las dos se quedan sin madre siendo niñas, y sus padres se casan con otras mujeres. En Frankenstein se encuentran, además, varias alusiones al suicidio. Ahondando un poco en la historia de la escritora vemos que se suicidaron su hermanastra, Fanny Imlay, y Harriet, la primera mujer de Shelley; la misma autora en 1895 intentaría suicidarse ante la muerte de Imlay. La vida de Mary Shelley, sin lugar a dudas, estuvo signada por la muerte: desde abortos y suicidios hasta naufragios.
A MODO DE CONCLUSIÓN
Brian Aldiss, prolífero escritor inglés de ciencia ficción, considera a Frankenstein como el primer mito industrial que instaura un dios ausente y un científico creador; es decir, es una alegoría al desarrollo científico en la fase temprana de la revolución industrial y capitalista.
Esta novela cobra actualidad debido al desarrollo en las nuevas tecnologías en el campo de las ciencias, ya que implican ciertas decisiones en las que se hace necesaria una revisión ética al respecto: ¿cuál es el límite entre ciencia y naturaleza?
El monstruo nos enfrenta, además, al desafío de aceptar lo diferente como algo intrínsecamente humano; él mata sólo debido a la carencia afectiva por la falta de reconocimiento de los demás. La criatura nos sugiere que, tal vez, en realidad el monstruo forma parte de todos nosotros.