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hombre y la naturaleza, en el que las mujeres jóvenes sirven a veces con su cuerpo para
                                       franquear algunas verificaciones y extravíos, expuestas también a violencia de género.

                                       Tren de carga

                                       El segundo límite sur de la frontera norte es Arriaga, lugar donde arranca el tren de carga de
                                       productos pesados convertido por necesidad en medio de transporte gratuito para muchos
                                       migrantes sin otros medios. Aferrados a salientes, escalones, pequeñas plataformas y cualquier
                                       asidero, a la intemperie, viajan en condiciones de debilidad física y de fortaleza anímica muchas
                                       mujeres y hombres en edad de merecer un futuro menos fatal que el que les está destinado.
                                       Algunos acaban muertos o con el cuerpo incompleto.

                                       La mafia del tren que esta tolerancia a pasajeros inusuales y gratuitos ha generado –que no son
                                       tanques de gas ni furgones con harina, grava y otros productos–, es todo un fenómeno de crimi-
                                       nalidad "no tipificada" legalmente, y de nudos en la red que lucra con las vidas de los migrantes.
                                       En los túneles, el tren se detiene y los asaltantes están al acecho.

                                        En cualquier cabeceo o parada repentina del tren se puede perder la vida o algún miembro del
                                       cuerpo. Sin horarios previsibles o programables, el tren sigue su curso, y los migrantes lo







































                                       agradecen porque es la única manera de no seguir a pie los casi 4 mil kilómetros que los distan-
  En el norte, incesantes rondines de   cian físicamente del sueño americano.
  seguridad recorren toda la frontera
  estadounidense en busca de inmigrantes.
                                       También en el albergue para menores migrantes del Instituto de Desarrollo Humano hay mutila-
                                       dos por diversos accidentes en el tren.

                                       México, como país de entrada y tránsito, es la única salida al norte.

                                       Para el viaje el migrante lleva algo en una pequeña mochila, a pesar de la temporada de lluvias
                                       y de los múltiples ríos por cruzar en los que se les mojan los papelitos que llevan como toda
                                       documentación personal con algún teléfono o dirección imprescindible para orientarse al llegar.
                                       El sur frondoso y pluvial como reverso del árido desierto del norte.

                                       Algunos no tienen documentos ni en su propio país y ni siquiera registro de su nacimiento.
                                       A muchos de los que sí los tienen, se los roban asaltantes o se los quitan las propias autori-
                                       dades, junto con el poco dinero que llevan para subsistir.

                                       Tratados como extranjeros y como delincuentes, cuando son migrantes que ejercen su derecho
                                       a la libre circulación, son considerados un peligro, son el "otro". No hay marcha atrás, y aunque
                                       los regresan a los lugares de los que han huido, lo vuelven a intentar de inmediato.

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