Satélites artificiales

Los verdaderos conquistadores espaciales, los satélites artificiales, nos han acercado los paisajes más inhóspitos del sistema solar y se convirtieron en una herramienta civil y militar de uso cotidiano en nuestro planeta.

Transbordador en el espacio.

El universo ha sido desde siempre un misterio para la humanidad que, cautivada por la infinidad de astros y la profundidad del oscuro espacio, no ha dejado de investigar sus interminables recovecos. En cada rincón se esconde una respuesta que da lugar a nuevas preguntas y el enigma toma dimensiones irreconocibles.

Por lo pronto, una de las variables de la investigación espacial se concentra en el modo de sacar provecho de las nuevas posibilidades. En este sentido, los satélites artificiales se han convertido en un recurso fundamental como fuente de información, instrumento de exploración y modo de comunicación mundial.

En la actualidad hay miles de satélites orbitando alrededor de la Tierra. Las cifras concretas son un misterio, ya que muchos de ellos se encuentran bajo carácter secreto y otra cantidad importante ha dejado de funcionar a pesar de que permanecen en órbita.

¿QUÉ ES UN SATÉLITE ARTIFICIAL?

Existen dos tipos de satélites: los naturales y los artificiales. Ambos se caracterizan por orbitar alrededor de un planeta, pero a diferencia de los primeros, los segundos han sido fabricados por el hombre. Para ello fueron necesarias diversas tecnologías, la comprensión de leyes físicas y la inspiración de los propios astros.

Un satélite artificial puede ser tripulado o automático. Luego de ser construidos, son lanzados al espacio y puestos en órbita. Para ello, parten de la superficie terrestre impulsados por cohetes que les otorga una velocidad tangencial, obligándolos a circular en torno a la Tierra, de modo que la atracción de ésta equilibre constantemente la fuerza centrífuga producida por el movimiento curvilíneo.

¿Sabías qué...?
Neil Armstrong se convirtió en la primera persona en poner el pie sobre la superficie lunar el 20 de julio de 1969.

Como ya anunciamos, su objetivo es captar y transmitir información, especialmente de nuestro planeta, pero también de otros astros. De esta manera, permiten pronosticar las condiciones ambientales durante el día, determinar las zonas boscosas que están siendo destruidas por incendios o las aguas oceánicas contaminadas por un derrame de petróleo, así como poder transmitir, a cualquier parte del planeta, un acontecimiento deportivo o artístico en el momento en que se realiza.

Para ello dependen básicamente de 3 tecnologías: las comunicaciones de radio, la informática y los cohetes. La primera de ellas es esencial para poder transmitir y recibir información del satélite. Sin este aporte, los datos recaudados quedarían allí y no podrían ser aprovechados de ninguna manera.
Por otro lado, la informática es una disciplina que permitió realizar los cálculos y planificaciones necesarios de manera mucho más rápida. Por ejemplo, el cálculo de las órbitas que deben seguir los satélites, e incluso la forma en que se deben emplear las comunicaciones o captar y almacenar la información que deban obtener y/o transmitir. Obtener todos estos datos, con la precisión que requiere la tarea, hubiera sido un obstáculo insalvable sino fuera por las computadoras.

Finalmente, sin el diseño de los cohetes, la tarea de poner en órbita los satélites habría sido imposible. Si bien al principio fueron creados para servir como proyectiles balísticos para aplicaciones de destrucción en operaciones militares, pronto se transformaron en el elemento más necesario para el desarrollo de la tecnología satelital. Pero al igual que las otras dos tecnologías, los cohetes también fueron evolucionando hasta convertirse en los ya obsoletos transbordadores espaciales (híbrido entre avión a reacción y cohete). De hecho, antes de tener alguna idea acerca de qué se pretendía hacer en el espacio, ya se estudiaban las posibilidades de fabricar un cohete con motor a reacción o de propulsión a chorro (modelo actual).

Lanzamiento de un cohete espacial.

TIPOS DE SATÉLITES ARTIFICIALES

Los satélites artificiales pueden agruparse de acuerdo a las funciones que cumplen y la velocidad que alcanzan. Según su finalidad, sus aplicaciones se dividen en bélicas o civiles. Aquellos que han sido dispuestos para realizar actividades militares cumplen funciones de reconocimiento, revelación y de amenaza bélica directa. Los satélites artificiales con aplicaciones civiles ofrecen una mayor variedad de utilidades, siendo utilizados como satélites meteorológicos, de telecomunicaciones y para la navegación, entre otros.

Veamos una clasificación más precisa:

• Satélites astronómicos: son utilizados para observar planetas, galaxias y otras formaciones astronómicas.

• Satélites de comunicaciones: son empleados para comunicarse. En general, utilizan órbitas geosincronas, órbitas de Molniya u órbitas bajas terrestres.

• Satélites de navegación: se valen de señales para conocer la posición exacta del receptor en nuestro planeta.

• Satélites de reconocimiento: popularmente llamados satélites espías, son utilizados para observar o realizar comunicaciones. Tanto militares como organizaciones de inteligencia pueden de esta manera tomar fotografías y vigilar grandes espacios oceánicos, pero los datos recaudados son preservados secretamente por los gobiernos.

La mayoría de los satélites de inteligencia electrónica se sitúan en órbitas bajas, por lo que durante los conflictos entre potencias se han convertido en el principal objetivo para anular el robo de información.

• Satélites de observación terrestre: se emplean para observar el medio ambiente, obtener información meteorológica y cartográfica sin fines militares.

• Satélites de energía solar: son artefactos dotados de dispositivos capaces de captar parte de la energía solar reflejada por la atmósfera y que no alcanza la superficie terrestre, para luego enviarla hasta unas antenas en la Tierra como fuente de alimentación.

Básicamente, existen dos métodos para realizar esta tarea. El primero de ellos consiste en instalar un espejo en el espacio que refleje los rayos solares y los dirija a puntos determinados de la superficie terrestre, como por ejemplo a las regiones polares, donde resultan de gran utilidad debido a las prolongadas noches de seis meses.

El segundo método requiere de un enorme satélite provisto de celdas fotovoltaicas. Las mismas son capaces de almacenar durante cortos períodos la energía solar para emitirla en forma de haces de microondas a estaciones terrestres.

• Estaciones espaciales: son satélites diseñados para que las personas puedan vivir dentro durante su órbita alrededor de la Tierra. A diferencia de otras naves espaciales tripuladas, las estaciones espaciales no tienen propulsión ni capacidad de aterrizar, por lo que requieren de otros vehículos como transporte.

• Satélites meteorológicos: se emplean principalmente para registrar el tiempo atmosférico y el clima en nuestro planeta. Resultan muy útiles los geoestacionarios, satélites que describen una órbita completa por encima del ecuador en 24 horas exactas, generando la impresión de estar fijos sobre un determinado punto de la superficie terrestre.

HISTORIA

El primer satélite artificial en llegar al espacio fue el Sputnik I, un diseño de la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas (URSS) que se puso en órbita el 4 de octubre de 1957. Su misión era obtener información meteorológica, como contribución al Año Internacional Geofísico (1957-1958).
Sin embargo, el primer experimento satisfactorio de comunicaciones satelitales fue realizado por la armada de los Estados Unidos en 1954, utilizando a la Luna para reflejar las ondas de radio que comunicaron a Washington D.C. con Hawai exitosamente.

Ambos hechos permiten vislumbrar el comienzo de una vertiginosa carrera espacial enmarcada en un mundo polarizado por la Guerra Fría. Recordemos que la Unión Soviética y los Estados Unidos dominaron el panorama político y militar desde el fin de la Segunda Guerra Mundial hasta la disolución del Estado Soviético, en 1991. Durante buena parte de ese período, ambas super potencias también proyectaron su rivalidad fuera del planeta, en la carrera espacial, que sirvió de escaparate público para sus conquistas científicas y tecnológicas.

¿Sabías qué...?
En 1964, se lanzó el primer satélite de televisión de órbita geoestacionaria con el fin de transmitir los Juegos Olímpicos de Tokio.
Sputnik I.

A pesar de todo, otros protagonistas se unieron a la búsqueda por conquistar el espacio. En 1969 se funda la Agencia Nacional de Desarrollo Espacial de Japón (conocida internacionalmente por su sigla inglesa, NASDA) y ya en 1970 lanza su primer satélite artificial. En la década de 1980 se contaba con su participación en las investigaciones espaciales, reconocidas en el mundo entero.

India también se unió a esta carrera fundando en 1972 el Organismo Indio de Investigación Espacial, con sede en la ciudad de Bangalore, que tres años después lanzó al espacio su primer satélite.

Por último, el viejo continente impuso su marca al crear la Agencia Europea del Espacio (ESA) en 1975, con su programa de cohetes lanzadera (Ariane, 1979-1997) y la serie de sondas espaciales iniciada por la misión Giotto (1983).

Telescopio espacial Hubble.

En el contexto mundial definido tras el fin de la guerra fría y la caída del bloque soviético, el protagonismo en la exploración espacial iba a quedar repartido entre Estados Unidos, que conservaba una posición hegemónica y emprendía ambiciosas misiones al Sol, Marte, Saturno y Júpiter; Rusia, heredera de la astronáutica soviética a través de su Agencia Federal del Espacio, que perdía terreno frente a su tradicional rival arrastrada por la fuerte crisis económica; y la ESA que consolidaría su posición entre las potencias espaciales con misiones destacadas como el lanzamiento del telescopio espacial Hubble (1990) y de las sondas Cassini-Huygens (en colaboración con la NASA y con destino a Saturno, 1997), Mars Express (para el estudio de Marte, 2003), SMART 1 (a la Luna, 2003) y Venus Express (a Venus, 2005), entre otras.

No obstante, entrado el siglo XXI, Japón, China y la India, tres grandes economías asiáticas, se han sumado al selecto club de las potencias espaciales, atraídos por el alto interés que tiene la carrera espacial, tanto a nivel tecnológico como económico y político.