Grecia estaba formada desde el período arcaico por una serie de ciudades-estado independientes, gobernadas democráticamente por oligarquías aristocráticas. La defensa exterior frente a las invasiones quedaba asegurada por la constitución de una liga entre varias de ellas, dentro de la cual la más importante acababa por imponerse. La polis era una entidad soberana y autárquica, y los ciudadanos griegos lo eran de su ciudad, pues to que Grecia sólo existía como unidad cultural y comercial. Las dos polis griegas más importantes fueron Esparta y Atenas.
Esparta se preocupó sobre todo del desarrollo de su poderío militar, dejando en segundo plano las ciencias, las artes y las actividades económicas. Fundada por los dorios, disputó con Argos la hegemonía del Peloponeso y se extendió a costa de sus vecinos, hasta que en el siglo V a.C. se convirtió en la ciudad-estado más fuerte de Grecia. Los ciudadanos espartanos gozaban de enormes privilegios sobre los indígenas sometidos (ilotas y periecos). Estaban gobernados por reyes, de familias diferentes, que se transmitían el cargo por herencia, aunque los monarcas compartían el poder con el Consejo de Ancianos, los cinco éforos y una asamblea popular. Atenas, la capital del Ática, se convirtió en el motor del mundo griego. Desarrolló el modelo más perfeccionado de democracia censitaria y puso las bases de la sociedad occidental. En los primeros siglos del I milenio, Atenas tuvo un papel secundario, con una economía basada en la agricultura y el pastoreo, pero, a partir del siglo VI a.C., el desarrollo del comercio hizo posible su importancia futura. Así, cuando Atenas inició su decadencia, Esparta no pudo sustituirla.
Junto a estas dos grandes ciudades destacaron también Samos, Mileto, Delos, Argos, Epidauro, Corinto, Egina, Calcis, Eritrea y Tebas.
El gobierno de los mejores
Los reyes perdieron el poder en favor de la aristocracia. Este fenómeno se extendió por toda el área griega, a excepción de Argos y Esparta. La palabra “aristocracia” es la fusión de dos vocablos griegos: aristos, el mejor, y kratein, gobernar. Así, el aristócrata gobernó porque era el más capacitado para hacerlo. Y era el mejor por ser el más poderoso, ya que poseía más tierras y podía adquirir las armas imprescindibles para defender la ciudad.
Los miembros de la aristocracia que ostentaban el poder se llamaban arcontes. En un principio su cargo era vitalicio, hasta que en el siglo VIII a.C. vieron limitado su gobierno a una década. Un siglo más tarde, los arcontes eran nueve y se elegían anualmente. El primero se llamaba epónimo, el que daba nombre al año; el segundo, el basileos, el rey, dirigía las ceremonias religiosas; el tercero, el polemarca, era el jefe militar; los otros seis, los tesmotetes, se encargaban de velar por el cumplimiento de la ley. Antiguos arcontes de conducta irreprochable formaban el areópago, un tribunal que juzgaba causas civiles y militares. Las otras dos instituciones eran la boulé, de carácter legislativo, formada por cuatrocientos ciudadanos elegidos anualmente, y la ecclesia, constituida por todos los ciudadanos y que votaba las leyes presentadas por la boulé.
A finales del siglo VII a.C. se promulgó la primera legislación de la ciudad de Atenas, el Código de Dracón, y, a principios del siglo siguiente, Solón llevó a cabo una serie de reformas que podrían considerarse como el intento de organizar una democracia de amplia base social para poner fin a los enfrentamientos entre las clases sociales que desgarraban a la ciudad. Suprimió la esclavitud por deudas, puso fin a la lucha entre los grandes propietarios y la burguesía, y fomentó los oficios artesanales, lo que impulsó un gran desarrollo del comercio.
Pero estas reformas no fueron duraderas. Atenas, al igual que otras muchas ciudades-estado griegas, ante la crisis del poder aristocrático y el empuje de las clases populares facilitó la subida al poder de un tirano. Paradójicamente, los tiranos abrieron el paso a la democracia. El más importante de los tiranos de Atenas fue Pisístrato (600-527 a.C.), quien hizo posible el poderío posterior de la polis ateniense, ya que acató las leyes y mantuvo la magistratura. Sin legitimación pública su gobierno tiránico gozó de prestigio popular por sus medidas encaminadas a proteger a los más pobres.
La estructura social
Tradicionalmente, se articulaba en distintos niveles: el oikos, que era la unidad familiar básica; seguía un nivel superior, el genos o clan, que era la agrupación de diversos oikos descendientes de un antepasado común; la fratría, que en su origen fue una agrupación defensiva de diversos clanes, tomó en la Atenas clásica el carácter de asociación religiosa que permitía el acceso a la ciudadanía de individuos de diversas clases sociales; la phylé o tribu, que era la asociación de varias fratrías, ocupaba el nivel superior de la organización social, disponía de un santuario y un héroe, y funcionaba como marco político de la comunidad en las elecciones, el reclutamiento militar y los rituales litúrgicos. Las reformas anteriores al siglo V a.C. sirvieron para liberar al individuo de la solidaridad demasiado estrecha con el grupo en el que había nacido. En adelante, el Estado, se relacionó con el hombre como ciudadano y no como miembro de una familia.
Las clases sociales
A grandes rasgos, la sociedad griega estaba dividida en hombres libres y esclavos. La población libre comprendía dos categorías: los ciudadanos y los metecos. Pero también existían diferencias en el conjunto de ciudadanos. Así, existía una aristocracia formada por nobles de nacimiento, los genoi, primero militares y después terratenientes, que ostentaban los títulos de eupátridas (bien nacidos) y hippeis (caballeros). Con la evolución comercial de la polis, la aristocracia de sangre se convirtió en una plutocracia del dinero, enfrentada a los representantes de la demos, artesanos, comerciantes y campesinos libres.
Las reformas militares desempeñaron un papel esencial en la quiebra del poder aristocrático en favor de la demos. Así, al imponerse las formaciones de hoplitas por su superioridad bélica respecto a la guerra aristocrática, permitieron el acceso al arte militar de ciudadanos que no pertenecían al estamento nobiliario, pero que tenían posibilidades económicas de adquirir armamento y ausentarse de su ciudad para prestar el servicio militar.
Los ciudadanos eran divididos en diacros, pobladores de la montaña; paralios, navegantes de la costa; y pedios, campesinos. Los metecos eran extranjeros que vivían en el país; estaban excluidos de los derechos políticos y de la propiedad inmobiliaria, pero soportaban las mismas cargas militares y fiscales que los ciudadanos, aunque podían practicar sus cultos y estaban protegidos por la ley. En último lugar quedaban los esclavos. Estos no poseían ningún derecho y eran empleados en los trabajos domésticos y en el campo.
Después de la Ley de Ciudadanía de Pericles (451 a.C.), la categoría de ciudadanos se extendió a todos aquellos individuos cuyos progenitores eran naturales del Ática, pues, anteriormente, bastaba con que lo fuera uno de ellos para que el hijo, habitante también del Ática, pudiera ser considerado ciudadano. Esta ley provocó la pérdida de los derechos civiles de numerosos atenienses de madre extranjera y reportó ventajas económicas para una minoría.