Hamlet es una de las obras artísticas más importantes de la historia de la humanidad. Sin embargo, entre tanta solemnidad, es también una tragedia pasional que habla de la venganza y nos pone en la piel una serie de dilemas que llegan intactos hasta nuestros días.
A esta altura no es necesario presentar a Hamlet. Aún si no supiéramos de qué se trata, tenemos conocimiento de que se trata de algo importante. La cuestión es ver que es este “algo”. Se trata de una obra teatral escrita por el dramaturgo inglés William Shakespeare hace más de 400 años y eso no le hace perder vigencia. En absoluto. La forma en que fue gestada en su momento la hacía una obra arriesgada y moderna, sus personajes se hundían en dilemas universales que atravesaron las fronteras del tiempo y el espacio y, además, resultó en una profunda interpretación sobre los alcances del teatro (y el arte) en la realidad.
Si acaso ignoran a Hamlet pueden tener conocimiento de El rey león de Disney, que contiene varios de los focos argumentales de esta obra o, quizá, se hayan cruzado con algún capítulo de Los Simpsons (entre otros dibujos animados conocidos) donde aparece representado en un tono cómico. Esta es la razón por la cual la historia de Hamlet es conocida por varias personas sin que hayan leído o visto la representación: forma parte de la cultura popular y la universalidad de sus dilemas se encuentran afincados de tal forma que resulta prácticamente imposible que alguien no conozca al ya mítico “ser o no ser”.
Para quienes no lo conozcan a pesar de todo, aquí profundizaremos sobre esta obra, la más famosa de William Shakespeare y la que cuenta con su personaje más famoso, precisamente, Hamlet.
Origen
Para realizar su obra Shakespeare se basó en varios trabajos donde los núcleos del relato ya figuraban. La temática del héroe actuando como un tonto se remonta a leyendas indo europeas que datan del siglo IX, finalmente escritas por Saxo Grammaticus alrededor del año 1200 en la Gesta Danorum. En este relato su protagonista, llamado Amleth, se hace pasar por loco para vengar el asesinato de su padre. Otra fuente que se cree que utilizó Shakespeare para realizar su obra es Ur-Hamlet, un relato hipotético que aparentemente incluyo por primera vez a un fantasma en una obra, cuyo autor se cree que fue Thomas Kyd o el mismísimo Shakespeare. Sin embargo, a pesar de las semejanzas, en el Hamlet de Shakespeare aparecen dos rasgos distintivos fundamentales: en primera instancia, a diferencia de las versiones anteriores no hay un narrador omnisciente y, en segunda instancia, el estado melancólico de Hamlet y la falta de un plan de acción concreto a la hora de efectuar su venganza.
Vengar la sangre
El argumento de Hamlet se puede sintetizar de la siguiente forma: una vez asesinado el Rey Hamlet a manos de su hermano Claudio, éste asume el trono y se casa con Getrudis, esposa del difunto rey y madre del príncipe Hamlet. El espectro del padre aparece ante su hijo, el príncipe, y le pide que vengue a su asesino sin dañar a Gertrudis. La forma en que se gesta esta venganza y los tópicos que explora para consumarla, llevando a la tragedia del quinto acto, son el núcleo de esta obra donde aparecen temas como la traición, la venganza, el incesto, la corrupción y el sexo, a menudo expresados en diálogos por los mismos personajes utilizando soliloquios. Algunos de los temas que podemos distinguir son los siguientes:
La locura. Aparece tanto de forma real como fingida y se encuentra en el corazón de la obra. El dilema central en torno a este tema gira en torno a si Hamlet realmente se ha vuelto “loco” o si es todo una actuación. Se trata de una de las preguntas que no tienen una respuesta explícita. Sin embargo, la ambigüedad y la complejidad de estado mental de Hamlet y su comportamiento errático resulta convincente, complementándose con la atmósfera de incertidumbre de la obra. El descenso de Ofelia a la locura y el suicidio es completamente diferente. La crítica sostiene que este personaje se quiebra por la presión abusiva de Hamlet y el peso de las fuerzas patriarcales, llevándola a su triste desenlace.
La venganza. Hamlet parece encaminarse a ser una obra tradicional con una venganza sangrienta de por medio, pero luego se detiene. El centro de la obra no está focalizado en la venganza exitosa sobre el asesino de su padre, sino en la lucha interior de Hamlet para llevar a cabo su plan. Si bien culmina con un baño de sangre típico de las tragedias de venganza, la infame demora de Hamlet la apartaba de todo lo que se había visto antes. Otro elemento notable de la obra es como entrecruza tres planes de venganza que implican a hijos buscando vengar a los asesinos de sus padres: Hamlet (contra el Rey Claudio), Laertes (contra Hamlet, por la muerte de Polonio) y Fortinbras (contra el reino de Dinamarca, por la muerte de su padre en manos del Rey Hamlet). Finalmente, la obra cuestiona la validez y utilidad de la venganza. Por otro lado, la forma en que se desempeñan Laertes y Fortinbras para vengarse pone en evidencia la demora y el conflicto interior de Hamlet para ejecutar su plan.
Hamlet: (…)“¡Oh! ¡Si está demasiado sólida masa de carne pudiera ablandarse y liquidarse, disuelta en lluvia de lágrimas! ¡Ó el Todopoderoso no asestara el cañón contra el homicida de sí mismo! ¡Oh! ¡Dios!, ¡Oh! ¡Dios!, ¡Cuán fatigado ya de todo, juzgo molestos, insípidos y vanos los placeres del mundo! Nada, nada quiero de él: es un campo inculto y rudo, que solo abunda en frutos groseros y amargos” (Acto I, Escena V)
“Hamlet: ¡Oh!, ¡Dios!
Fantasma: Venga su muerte: venga un homicidio cruel y atroz
Hamlet: ¿Homicidio?
Fantasma: Sí, homicidio cruel, como todos lo son; pero el más cruel y el más injusto y el más aleve.”
(Acto I, Escena XII)
La mortalidad. Las meditaciones de Hamlet sobre llevar a cabo el suicidio, especialmente el soliloquio de “Ser o no ser”, es legendario y continúa levantando discusiones sobre el valor de la vida y el misterio de la muerte. Sin embargo, Hamlet no se suicida. Es Ofelia quien lo hace sin haberlo mencionado, como resultado de una combinación de locura y desamparo. La muerte se cierne sobre toda la obra, desde la escena de confrontación con un fantasma hasta el baño de sangre de la escena final, que deja a casi todos los personajes principales muertos. Él es al mismo tiempo seducido y repelido por la idea del suicidio pero, en la escena con los sepultureros también demuestra fascinación por la realidad física y palpable de la muerte. En cierto sentido, la obra puede ser vista como un dialogo entre Hamlet y la muerte.
“Hamlet: ¡Ser, o no ser, es la cuestión!— ¿Qué debe más dignamente optar el alma noble entre sufrir de la fortuna impía el porfiador rigor, o rebelarse contra un mar de desdichas, y afrontándolo desaparecer con ellas? Morir, dormir, no despertar más nunca, poder decir todo acabó; en un sueño sepultar para siempre los dolores del corazón, los mil y mil quebrantos que heredó nuestra carne, ¡quién no ansiara concluir así! ¡Morir… quedar dormidos… Dormir… tal vez soñar!” (Acto III, Escena I)
Religión. Si bien no se trata de una obra temática centrada en la religión, registra varias de las ideas religiosas y espirituales del siglo XVI. La cuestión más relevante tiene lugar en los efectos de la Reforma Protestante y las ideas cristianas sobre la mortalidad y la vida después de la muerte, cuyas implicaciones cobran mayor valor debido a la aparición de un fantasma dentro de la obra. Además resulta interesante la forma en que entrelaza posturas contradictorias en torno al asesinato, el suicidio y la venganza, debatiéndose a menudo entre el catolicismo y el protestantismo.
“Fantasma: Yo soy el alma de tu padre: destinada por cierto tiempo a vagar de noche y aprisionada en fuego durante el día; hasta que sus llamas purifiquen las culpas que cometí en el mundo.” (Acto I, Escena XII)
Arte. Los críticos literarios indican que se podría considerar a Hamlet como una de las obras más “autoreflexivas” de Shakespeare. En Hamlet aparece la autoconciencia en torno a la actividad teatral y se intenta dejar en claro a la audiencia que lo que están viendo es, en efecto, teatro. Frecuentemente a lo largo de la obra Hamlet toma distintos roles, explorando ideas sobre la naturaleza humana del personaje. Además, la obra de Shakespeare explora el poder del teatro. En el momento en que Hamlet organiza a un grupo de interpretes para ejecutar “El asesinato de Gonzago” o “La ratonera”, una obra que imita el asesinato de su padre en manos de Claudio, él espera que la obra refleje la verdad y logre conmover o poner en evidencia al asesino.
“Hamlet: Dirás este pasaje en la forma que te le he declamado yo: con soltura de lengua, no con voz desentonada, como lo hacen muchos de nuestros cómicos; más valdría entonces dar mis versos al pregonero para que los dijese. (Acto III, Escena VIII)
La mentira y el engaño. Hamlet, más que ningún otro personaje, odia el engaño y está obsesionado con la honestidad. La ironía se presenta cuando Hamlet, un buscador absoluto de la verdad, queda atrapado en un mundo político donde el engaño es parte necesaria de la vida. Este contraste es un tormento para Hamlet. Todos los personajes de la obra engañan a algún otro personaje por propósitos que van del amor a la venganza o el asesinato.
“Hamlet: (…) ¡Oh! ¡Malvado! ¡Halagüeño y execrable malvado! Conviene que yo apunte en este libro… Sí… Que un hombre puede halagar y sonreírse y ser un malvado; a lo menos, estoy seguro de que en Dinamarca hay un hombre así (…) (Acto I, Escena XIII)”
Sexo. La preocupación de Hamlet respecto a la sexualidad femenina domina gran parte de la obra. El joven príncipe está disgustado por el apetito sexual de su madre y su actitud infecta, eventualmente, su relación con Ofelia y todas las mujeres en general. En la obra la sexualidad aparece frecuentemente asociada al engaño, el pecado y los vicios de un mundo entrado en decadencia. De acuerdo a Hamlet, la sexualidad femenina hace que todo el mundo parezca “un jardín sin cuidar, echado a perder, invadido hasta los bordes por hierbas infectas”.
“Hamlet: (…) ¡Rebelde infierno! Si así pudiste inflamar las médulas de una matrona, permite, permite que la virtud en la edad juvenil sea dócil como la cera y se liquide en sus propios fuegos (…) (Acto III, Escena XXVI)”
Género. La actitud de Hamlet hacia las mujeres es notoriamente sexista y parece derivar del disgusto que le ocasiona la sexualidad de su madre y la aparente infidelidad a su padre. Este elemento eventualmente termina incluyendo a todas las mujeres, especialmente Ofelia, que parece no tener poder o control sobre su propio cuerpo. En cierto sentido la obra considera algunas nociones sobre la masculinidad o la ausencia de ésta. Claudio le advierte a Hamlet que su lamento es “poco masculino” y el príncipe se refiere a sí mismo como una “mujer promiscua” cuando se ve impedido de vengar la muerte de su padre que, nuevamente, plantea la relación entre las mujeres y el engaño. Sin embargo, la obra no parece estar de acuerdo con este punto de vista de Hamlet: hacia el final la culpa de su madre permanece en la ambigüedad y el suicidio de su amante inspira lastima. Antes que sobre la naturaleza de las mujeres, la actitud de Hamlet revela elementos de su personalidad.
“Hamlet: (…) Ella, que se le mostraba tan amorosa como si en la posesión hubieran crecido sus deseos. Y no obstante, en un mes… ¡Ah! no quisiera pensar en esto. ¡Debilidad! ¡Tú tienes nombre de mujer! (…) (Acto I, Escena V)”
Familia. Se trata de un tema significativo por la forma en que trata la cuestión del incesto- el casamiento de Gertrudis con el hermano de su esposo, la fijación de Hamlet con su madre e incluso la obsesión de Laertes con la sexualidad de Ofelia. También es importante notar como la obra se ocupa de cómo la política impacta en la dinámica de las relaciones familiares, sobre todo cuando la harmonía domestica es sacrificada para una ganancia política. También es importante el hecho de que Hamlet involucra tres núcleos argumentales que giran en torno a hijos vengando la muerte de sus padres.
“Hamlet: (…) Se ha casado, en fin, con mi tío, hermano de mi padre; pero no más parecido a él que yo lo soy a Hércules. En un mes… enrojecidos aún los ojos con el pérfido llanto, se casó. ¡Ah! ¡Delincuente precipitación! ¡Ir a ocupar con tal diligencia un lecho incestuoso! (Acto I, Escena V)”