Con pasajes donde la belleza aparece resaltada a través de la palabra, la poesía constituye una de esas expresiones que movilizan sentimientos a través de cada renglón, arrancando mundos interiores que conmueven al lector.
Antes de que procedamos a decirles que la poesía es un género literario y blah, blah, blah, veamos el ejemplo de una pequeña poesía:
XXI
¿Qué es poesía?, dices mientras clavas
en mi pupila tu pupila azul.
¡Qué es poesía!, ¿Y tú me lo preguntas?
Poesía…eres tú.
Gustavo Adolfo Bécquer
El siglo XIX nos puede resultar lejano, pero el significado amoroso y pasional de esta poesía queda al descubierto sin que sea necesario explicarlo. El móvil sentimental se entiende sin que contextualicemos más que con el autor de la poesía y en cada imagen nos figuramos algo en función de lo que nos describe el poeta. Y esa es la belleza de este género: las imágenes que genera son universales y transforman a la realidad en algo bello desde el punto de vista estético.
UN GÉNERO MILENARIO
Pero para continuar donde estábamos, definamos: la poesía es un género literario que hace uso de la palabra como medio para manifestar el sentimiento estético en formas bien definidas desde lo estructural, que puede ser ya sea en verso o en prosa. Su definición más exacta la comprende dentro de los textos líricos y su origen etimológico viene del griego poiesis, que significa «crear» y se refiere a todo trabajo artesanal, incluido el que realiza un artista. Al referirse a los textos líricos en su Poética, Aristóteles indica que se trata de textos donde el autor expresa sentimientos y visiones personales. Se tiende a creer que sólo son poesía aquellos textos que se encuentran en verso (como la poesía que vimos de Bécquer), pero esto no es así. Hay conocidos casos de poesía en prosa:
“(…) Descontento de todos, descontento de mí, quisiera rescatarme y cobrar un poco de orgullo en el silencio y en la soledad de la noche. Almas de los que amé, almas de los que canté, fortalecedme, sostenedme, alejad de mí la mentira y los vahos corruptores del mundo; y vos, Señor, Dios mío, concededme la gracia de producir algunos versos buenos, que a mí mismo me prueben que no soy el último de los hombres, que no soy inferior a los que desprecio.”
Charles Baudelaire, “A la una de la mañana”, El spleen de París, 1869.
Celebrado el 21 de marzo en todo el mundo desde el 2001, fue un día propuesto por la Unesco para consagrar la palabra esencial y la reflexión sobre el tiempo, divulgando esta actividad en importantes capitales de todo el mundo como Bogotá, París o Buenos Aires. Al referirse a su celebración en el año 2001, la directora general de la Unesco, Irina Bokova, mencionó que “En un mundo que está en plena mutación, sacudido por un vértigo de cambios y transformaciones sociales, los poetas acompañan los movimientos cívicos y atinan tanto a sacudir las conciencias por las injusticias del mundo como a conmoverlas por su belleza.”
La primera manifestación poética de la que se tiene registro data de miles de años antes de Cristo y se circunscribe a la denominada como poesía tradicional, una expresión que se transmitía oralmente y pasaba por continuas adaptaciones y reinvenciones que se difundían y se hacían perdurables. Por lo general eran cantadas y contaban inicialmente con temáticas religiosas y rituales, que luego dieron lugar a otras temáticas como las tareas realizadas, el paso del tiempo, la muerte o el amor. Hacia el Medioevo esta forma de poesía fue particularmente fructífera a través de las jarchas, las moaxajas o los villancicos castellanos.
Estos primeros escritos llevaban el alma del pueblo en cada estrofa, cada verso; las emociones eran moldeadas en palabras que se convertían en canciones. Con el tiempo, fueron diferenciándose hasta ser reconocibles por rasgos compartidos. La poesía épica también encuentra un origen remoto en obras fundamentales como la Epopeya de Gilgamesh, de origen Sumerio, que data del segundo milenio antes de Cristo, o la Ilíada y la Odisea de la cultura helénica, que datan del siglo VIII antes de Cristo.
Según su temática podemos dividir a la poesía de la siguiente forma:
1. Poesía lírica pura
• balada – poesía folclórica que expresa emociones especialmente el amor.
• elegía – poesía triste que habla de una persona que ha muerto.
• himno – poesía de alabanza por algo o alguien en un tono elevado (los dioses, un héroe, un suceso importante)
• oda – poesía que alaba una cosa, persona o situación.
• sátira – poesía que critica o se burla de alguien o algo
2. Poesía narrativa
• épica – poesía de actuaciones heroicas – clásica y europea y americana
• heroica – poesía alabando un héroe o grupo de héroes (con tendencia nacionalista)
• romance – poesía tradicional – histórica o folclórica con una gran variedad de temas
3. Poesía dramática:
Se trata del drama, y como tal comprende a géneros como la tragedia, la comedia, la farsa y la pieza teatral.
POESÍA LÍRICA
Por lo general es frecuente entender a la poesía como la poesía lírica aunque, como vimos, esto no es así porque existen otras formas que escapan a esta convención. La complejidad de la poesía lírica, subgénero que ahonda en los sentimientos y la subjetividad del poeta ha sido analizada numerosas veces, llevando a que debamos tener en cuenta su estructura.
Empecemos definiendo su unidad esencial, es decir, el verso: se trata de cada línea de la composición poética con unidad de ritmo y separada por pausas. Teniendo en cuenta nuestra definición de verso entendemos que un poema o poesía es un conjunto de versos ya que cada renglón es un verso. Por otro lado el ritmo con el que está compuesta la poesía depende de los acentos, las pausas y la medida o métrica de los versos. El concepto de métrica, que es uno de los responsables de estructurar el poema, es la cantidad de sílabas poéticas de un verso. Veamos el siguiente poema:
Mendiga voz
Y aún me atrevo a amar
el sonido de la luz en una hora muerta,
el color del tiempo en un muro abandonado.
En mi mirada lo he perdido todo.
Es tan lejos pedir. Tan cerca saber que no hay.
Alejandra Pizarnik, Los trabajos y las noches, 1965.
Como vemos se trata de un poema que cuenta con cinco versos divididos en dos estrofas. ¿Qué es una estrofa?: es el grupo de versos que se repite a lo largo de la composición poética. Hay estrofas regulares formadas por versos de la misma medida y estrofas irregulares, formadas por versos de distinta medida. En este caso se trata de dos estrofas irregulares.
Llamamos rima a la coincidencia total o parcial de sonidos a partir de la última vocal acentuada:
Quiero morir cuando decline el día,
En alta mar y con la cara al cielo;
Donde parezca sueño la agonía,
Y el alma, un ave que remonta el vuelo.
Manuel Gutiérrez Nájera, Para entonces, Poesías de Manuel Gutiérrez Nájera Vol. 1, 1912.
La rima es consonante cuando a partir de la última vocal acentuada coinciden vocales y consonantes:
Yo soy como las gentes que a mi tierra vinieron (a)
-soy como la raza mora, vieja amiga del sol – (b)
Que todo lo ganaron y todo lo perdieron. (a)
Tengo el alma de nardo del árabe español. (b)
Manuel Machado, Adelfos, Antología poética, 2003.
La rima es asonante cuando sólo coinciden las vocales:
Niña morena y ágil, nada hacia ti me acerca. (a)
Todo de ti me aleja, como del mediodía. (b)
Eres la delirante juventud de la abeja, (a)
La fuerza de la ola, la fuerza de la espiga. (b)
Pablo Neruda, “19”, Veinte poemas de amor y una canción de-sesperada, 1924.
Hay versos que no tienen rima, llamados blancos o sueltos:
Te recuerdo como eras en el último otoño. (blanco)
Eras la boina gris y el corazón en calma.
En tus ojos peleaban las llamas del crepúsculo (blanco)
y las hojas caían en el agua de tu alma.
Pablo Neruda, “6”, Veinte poemas de amor y una canción desesperada, 1924.
Según el número de sílabas que tengan los versos, reciben distintos nombres. Se agrupan además en dos categorías: de arte menor (menos de diez sílabas) y de arte mayor (más de diez sílabas).
Las sílabas de una poesía no siempre se cuentan igual que en la prosa (o sea, la sílaba poética no es lo mismo que la sílaba común que conocemos). La medida de un verso depende de varios factores (de varias cosas) a saber:
1) La acentuación de la última palabra del verso:
a. Si la última palabra es aguda se cuenta una sílaba más.
¿No es verdad, ángel de amor 7 + 1 = 8
que en esta apartada orilla
más pura la luna brilla
y se respira mejor? 7 + 1 = 8
José Zorrilla, fragmento de Don Juan Tenorio, 1844
b. Si es grave, no se altera el número de sílabas.
c. Si es esdrújula, se cuenta una sílaba menos.
En una cajita de fósforos (10-1= 9)
se pueden guardar muchas cosas.
María Elena Walsh, “En una cajita de fosforos”, El reino del revés, 1976.
O sea, si la última palabra del verso es grave se deja igual; si es aguda se cuenta una sílaba más y si es esdrújula se cuenta una menos.
2) Licencias poéticas:
a. Cuando en un verso se tiene una palabra terminada en vocal y la que le sigue empieza con vocal, se puede utilizar en una misma sílaba. Eso se llama sinalefa.
El cielo es de cielo,
la nube es de tiza.
La cara del sapo
me da mucha risa.
María Elena Walsh, canción Así es.
b. Hiato es la licencia contraria a la sinalefa; se cuentan dos sílabas donde la sinalefa marca una. ¿Y en qué se diferencian de la sinalefa? En que se pronuncian las dos por separado, por necesidades del poeta, generalmente están acentuadas una o ambas vocales. O sea, son dos vocales que no forman diptongo.
De la pasada edad, ¿qué me ha quedado?
¿O qué tengo yo, a dicha, en la que espero
sin ninguna noticia de mi hado?
Andrés Fernández de Andrada, fragmento de la Epístola moral a Fabio.
c. La sinéresis consiste en formar diptongo con las vocales que no lo constituyen naturalmente para perder una sílaba.
Vi-no, sen-ti-mien-to, gui-ta-rra y poe-sía (12 sílabas)
Manuel Machado, “Cantares”, Antología poética, 2003.
d. La diéresis es la licencia opuesta a la sinéresis y consiste en la disolución de un diptongo en dos sílabas. (La diéresis, ya saben ustedes, se marca con dos puntitos sobre la u)
Y mientras miserable- (encabalgamiento)
mente se están los otros abrasando
con sed insacïable (diéresis)
del animoso mando,
tendido yo a la sombra esté cantando.
Fray Luis de León, Oda a la vida retirada.
A veces el poeta quiebra esta regla y hace que un verso continúe en el siguiente, sin pausa. Esto recibe el nombre de versos encabalgados o encabalgamiento.
Por último tenemos las pausas. Cada verso o línea pide al final una breve pausa que se llama pausa final.
En los versos de más de diez sílabas se produce otra pausa llamada cesura; esta pausa es interior y divide al verso en dos partes llamadas hemistiquios.
La princesa está triste…// ¿qué tendrá la princesa?
Los suspiros se escapan // de su boca de fresa,
que ha perdido la risa, // que ha perdido el color.
La princesa está pálida// en su silla de oro,
está mudo el teclado // de su clave sonoro;
y en un vaso, olvidada // se desmaya una flor.
Rubén Darío, “Sonatina”, Prosas profanas y otros poemas, 1896