El Efecto Tequila

En la década del 90 varios países latinoamericanos experimentaron crisis externas y financieras con dramáticos efectos reales. Estas crisis generalmente tuvieron altos costos económicos y sociales además de retrocesos en el crecimiento. No obstante, el contagio regional sería otro efecto destacable; la crisis en un país repercutía negativamente sobre el precio del financiamiento y los flujos de capital de otros. Este fenómeno tuvo así su primera manifestación ostensible en la crisis mexicana de 1994-95: el denominado “Efecto Tequila”.

¿Qué se conoce como “Efecto Tequila”?

El “Efecto Tequila” fue una crisis iniciada en México que tuvo repercusiones mundiales. Sus causas estuvieron motivadas por una moneda sobrevalorada, grandes déficits en el sector público y una dependencia del gobierno mexicano hacia el financiamiento vinculado al dólar. Está considerada la primera gran crisis financiera de la economía globalizada, y conduciría a México al mayor declive económico registrado desde la Gran Depresión, con una caída de 6,2% en el Producto Bruto Interno (PBI).

La devaluación del peso –que se dio durante los primeros días del gobierno del presidente Ernesto Zedillo y fue conocida como el “error de diciembre”–, desencadenó una serie de acontecimientos que causaron alzas en las tasas de interés y obligaron al gobierno a pedir miles de millones de dólares en asistencia financiera al Tesoro de Estados Unidos y a organismos multilaterales.

Fotografía de la Plaza de la Constitución de la ciudad de México, informalmente conocida como “El Zócalo”.

¿Cuáles fueron los antecedentes a la crisis?

Durante la década de los 80 y principios de los 90, México recibió un fuerte flujo de capitales como consecuencia de aplicar un programa de estabilización y reformas estructurales. Aquellas reformas llevaron a un crecimiento económico, cuyo promedio fue de 3,1% por año entre 1989 y 1994. Recién en 1993 la inflación se redujo a un dígito por primera vez en dos décadas. México comenzó entonces a atraer más inversiones extranjeras debido a la ausencia de mayores restricciones al ingreso de capitales y las bajas tasas de interés en Estados Unidos.

Las repercusiones sociales que tuvo esta crisis fueron incalculables: en muchos casos se tradujeron en pérdidas económicas para las familias.

La importante liberación del sistema financiero implicó un aumento del crédito de tal proporción y velocidad que superó la capacidad de supervisión. La desaceleración del crecimiento económico en 1993 provocó que comenzaran a aumentar los préstamos poco transparentes que permitió rápidamente el crecimiento de una cartera irregular. Las principales causas del crecimiento de la deuda se debieron a un sector financiero sin restricciones ni control sobre las tasas, bancos privatizados sin una adecuada capitalización, respaldo ilimitado a las obligaciones de los bancos y supervisión bancaria débil. Estos factores hicieron posible el establecimiento de un sistema financiero vulnerable.

¿Cómo se originó la crisis?

La historia oficial sobre la crisis asegura que tuvo su origen en la decisión del gobierno del presidente Carlos Salinas de no devaluar el peso durante 1994. Para mantener el tipo de cambio se drenaron las reservas internacionales. Al mismo tiempo, el gobierno emitió deuda en dólares mediante los llamados Tesobonos, lo que provocó la insolvencia financiera del país. De esta manera, sobrevino la devaluación masiva y la quiebra de numerosas empresas y familias.

Ahora bien, existen diversas interpretaciones sobre lo sucedido. Algunos analistas enfatizan sobre la sobrevaluación del peso y la imposibilidad de sostener los elevados déficits de cuenta corriente. Otros, en cambio, consideran que las reformas llevadas a cabo en los años previos a 1994 justificaban las masivas entradas de capital, es decir, que éstas eran una manifestación de tales déficits de cuenta corriente; consideraban que en cuanto cesaran los acontecimientos políticos desestabilizadores el equilibrio macroeconómico se restauraría. Sin embargo, y pese a las distintas interpretaciones, lo cierto es que, después de la devaluación del peso ocurrida el 22 de diciembre de 1994, la posible sobrevaluación ya no era posible.

La crisis económica se manifestó principalmente como un problema de balanza de pagos, ocasionado por el exceso del gasto privado. La necesidad de evitar la fuga de capitales revelaría entonces un alza intensa en los tipos de interés.

¿Cuáles fueron sus repercusiones en la sociedad mexicana?

Las medidas de austeridad a que fue sometida la economía mexicana fueron muy severas y, como consecuencia, el PBI registró una caída del 6,9% en 1995. Esta caída tuvo, pues, múltiples manifestaciones que incidieron negativamente sobre el bienestar de la población. Muchos trabajadores perdieron su empleo, con lo cual la tasa de desempleo abierto urbano pasó de 3,7% en 1994 a 6,3% en 1995. Además, aquellos trabajadores que conservaron su empleo vieron reducido su salario en términos reales.

Más de 16 millones de mexicanos quedaron en la pobreza extrema, se desplomaron los salarios, y cerca de seis millones de personas debieron emigrar. Por su parte, la burguesía mexicana, hasta entonces notablemente dinámica, se vio afectada en sus cimientos, mientras que el gobierno, luego de poner el sistema de pagos en manos extranjeras, sometió la política económica del país a las finanzas de Estados Unidos.

Según numerosos economistas, en México la crisis bancaria fue propiciada porque los nuevos dueños de los bancos, que surgieron del proceso de privatización, llevaron a cabo operaciones altamente riesgosas e inclusive fraudulentas. La inexperiencia de los nuevos banqueros y la inexistencia de información crediticia sobre los agentes propiciaron que los bancos tomaran decisiones equivocadas sobre el otorgamiento de créditos. Todo esto se debió a la falta y las deficiencias de la regulación existente en ese momento.

¿Cuáles fueron sus efectos en Latinoamérica?

La crisis mexicana causó preocupación entre varios inversionistas, temerosos de que fenómenos similares se propagaran rápidamente por el mundo. De hecho, varios países vieron cómo las entradas de capital que habían recibido se redujeron súbitamente, y experimentaron caídas en sus reservas internacionales y en sus mercados de valores, así como también presiones sobre sus tipos de cambio. En particular, Brasil, Filipinas y, sobre todo, Argentina fueron severamente afectados.

En Argentina, por ejemplo, durante 1995, el PBI cayó 4,6% y, en el caso del producto industrial, la caída llegó a 6,7%. El desempleó se incrementó de una tasa de 12,5% en octubre de 1994 a otra de 18,5% en mayo de 1995. Con todo, la inversión privada interna cayó 16% y el crédito bancario al sector privado, 5,5% en términos reales. Finalmente, la gravedad de las presiones sobre el régimen cambiario se reflejó en un incremento significativo en el diferencial de las tasas de interés entre deuda denominada en pesos y aquella denominada en dólares.

La crisis se propagó rápidamente por toda Latinoamérica. El pánico de lo que había pasado en México se extendió a otros países, que de la noche a la mañana se vieron escasos de fondos y endeudados a corto plazo.

¿Qué medidas tomaría el gobierno mexicano para intentar paliar esta crisis?

La crisis estalló en 1994 bajo la forma de una devaluación a nivel macro, que respondía a la imposibilidad de mantener los niveles deseados de tipo de cambio y a una profunda caída del nivel de reservas internacionales. La primera tarea que el gobierno de Zedillo debía desplegar era la estabilización del tipo de cambio y la restitución de esos activos internacionales. Ello implicaba un profundo ajuste de la demanda, cuyos efectos serían devastadores para el sistema bancario.

El presidente mexicano Carlos Salinas (esquina superior izquierda) junto a sus pares estadounidense y canadiense George H. W. Bush y Brian Mulroney, durante la ceremonia inicial del Tratado de Libre Comercio de América del Norte.

De acuerdo con el investigador Henio Millán Valenzuela (1999), las principales medidas adoptadas por el gobierno fueron: “el alza en las tasas de interés, mediante una política monetaria restrictiva que redujo el nivel de la economía; el incremento de tasas impositivas que gravaban el gasto (Impuesto al Valor Agregado); y la reducción del gasto público, en términos reales. Con tales acciones se buscó reducir el gasto en consumo y en la inversión para aumentar los niveles de ahorro privado, por un lado; y por el otro, convertir en superávit, el déficit público: es decir, aumentar el ahorro interno de tal forma que se reflejara en una disminución del externo, representado por el saldo negativo en la cuenta corriente de la balanza de pagos.”

Esta situación aunada a la caída de las reservas internacionales y el creciente déficit en cuenta corriente, generaron la especulación de los inversionistas y la fuga de capitales. No obstante, este conjunto de medidas propiciaron una enorme caída en la demanda agregada, que se tradujo en una disminución del PBI de más del 6%, la cual no se registraba desde la crisis de 1929. De esta forma, numerosas personas perdieron su empleo; las empresas vieron cómo sus ventas disminuían, mientras el ingreso personal disponible caía estrepitosamente por el aumento en los impuestos además de los precios y, en muchos casos, por la disminución de los ingresos nominales.

Oficinas de la Bolsa Mexicana de Valores, en Paseo de la Reforma.
Sede central del Fondo Monetario Internacional en Washington D. C., Estados Unidos.

¿Cómo se logró salir de la crisis?

Como vimos, la crisis se concretó en 1995 a raíz de una devaluación abrupta como medida inevitable ante la imposibilidad de mantener los niveles deseados de tipo de cambio y a una profunda caída del nivel de reservas internacionales. A ello se sumaría un repunte de la inflación provocado por la devaluación.

Ante esta situación, la ayuda de Estados Unidos, de los Organismos Internacionales y de otros países no se hizo esperar. Por ejemplo, Estados Unidos intervino rápidamente comprando pesos del mercado para evitar una mayor devaluación del peso. De hecho, el presidente estadounidense Bill Clinton solicitó al congreso de su país enviar un paquete de rescate. Así, se enviaron de los Estados Unidos $20 mil millones de dólares, a los cuales se les añadieron casi $30 mil millones más: $17 mil millones del Fondo Monetario Internacional, $10 mil millones del Bank for International Settlement, mil millones del Banco de Canadá, y mil millones más provenientes de diversos países latinoamericanos, entre los cuales se hallaban Argentina y Brasil, cuyas economías habían sido severamente afectadas por los efectos de la crisis mexicana.

En resumen, la reactivación económica de México después de la crisis de 1994 no se hizo esperar, apoyada por la ayuda internacional. Sin embargo, el efecto social de la misma se prolongó por mucho más tiempo, afectando a una gran parte de la población que vio, de la noche a la mañana, que sus ingresos se habían reducido drásticamente y que, a su vez, se encontraba en la imposibilidad de afrontar sus compromisos financieros.

De haber mediado una política económica más prudente y acciones responsables en materia de supervisión y regulación bancaria, el colapso del sistema financiero mexicano hubiera sido, en buena medida, evitable.