David Beckham

Beckham, nacido en la localidad de Leytonstone el 2 de mayo de 1975, lo fue todo en el Manchester United, club que lo acogió en el año 1991 en sus equipos inferiores.

En 1993 firmó su primer contrato profesional y dos años después jugó como cedido cinco partidos con el Preston North End, poco antes de disputar su primer partido en la Premier League con el Manchester ante el Leeds. En 1996 debutó con la selección inglesa ante Moldavia y vivió su primer gran año deportivo. Ganó la FA Premiership, la Cup y fue designado mejor jugador joven del Reino Unido.

En la Copa del Mundo de Francia 98 le tocó vivir el aspecto menos agradable de la fama. Fue expulsado en el partido de octavos de final ante Argentina por una agresión a Simeone, su selección fue eliminada, se le responsabilizó de la derrota y su imagen pública y publicitaria se resintió notablemente. Fue un breve paréntesis, ya que en 1999 consiguió el mayor éxito de su carrera al ganar la Liga de Campeones en una apasionante final que se disputó en Barcelona. Cuando el reloj marcaba el minuto 90, el Bayern de Munich ganaba por 1-0 y el título parecía suyo. Dos goles en el tiempo de prórroga dieron el triunfo a los ingleses y encumbraron a Beckham a la élite futbolística. Por si fuera poco, la UEFA lo designó jugador más valioso de la competición.

Beckham ganó la UEFA Champions League en 1999, defendiendo los colores del Manchester United.

En julio de ese mismo año se casó con Victoria Adams, una de las integrantes de las Spice Girls, grupo musical británico, con la que mantenía una larga relación y tenía un hijo en común. En 2001 fue nombrado Deportista del Año por la asociación de escritores deportivos británicos, Personalidad del Año por la redacción de deportes de la BBC y segundo mejor jugador del mundo por la FIFA. El Manchester utilizó el carisma de Beckham para introducirse en el, futbolísticamente hablando, inexplorado mercado asiático y la marca de ropa deportiva Adidas lo convirtió en su principal imagen publicitaria.

Victoria Adams, ex cantante de las Spice Girls y esposa de David Beckham.

Con el Manchester United ganó, además del campeonato de la UEFA de 1999, seis ligas (1996, 1997, 1999, 2000, 2001 y 2003), dos copas (1996 y 1999) y una Charity Shield (1997). Con el Real Madrid se impuso en la Supercopa de España de 2003.

David Beckham, símbolo indiscutible del poderío económico y social del Manchester United durante un decenio, fichó en el verano de 2003 por el Real Madrid. El presidente del club madrileño, Florentino Pérez, consumada así una política encaminada a formar una plantilla, que la prensa calificó de “galáctica”, integrada por varios de los mejores futbolistas del mundo, incluidos el brasileño Ronaldo, el francés Zinedine Zidane y el portugués Luis Figo, todos ellos ganadores del “Balón de Oro”, el galardón anual que designa al mejor jugador europeo.

Mundial de fútbol Brasil 2014

Entre los días 12 de junio y 13 de julio de 2014, Brasil acogió la XX edición del que puede considerarse como principal evento deportivo mundial después de los Juegos Olímpicos: la Copa Mundial de la Federación Internacional de Fútbol Asociación (FIFA), más popularmente conocida como Mundial de fútbol. En esta ocasión, la decepción de la hinchada local, que vio relegado su equipo a la cuarta plaza del torneo, solo tuvo parangón con la euforia de los seguidores alemanes, cuya selección se proclamó campeona del mundo por cuarta vez.

Un desafío económico para Brasil

Las grandes citas deportivas suelen ser ocasión para publicitar los logros materiales alcanzados por los países organizadores; en este sentido, aún queda cercano el recuerdo de los Juegos Olímpicos de Pekín 2008, que sirvieron de escaparate a la potencia económica de la nueva China.

Otro tanto ocurrió con el Mundial de Brasil 2014, puesto que la República brasileña, primera potencia económica de América Latina, figura en el llamado Grupo de los BRIC (Brasil, Rusia, India y China), estados con un acelerado crecimiento del producto interior bruto (PIB) que están llamados a ganar un protagonismo creciente en el mundo global de las próximas décadas.

Gracias a este crecimiento material pudo afrontar Brasil el elevado coste del Mundial, cifrado oficialmente por el gobierno brasileño en 28.000 millones de reales (alrededor de 13.000 millones de euros). Ese monto fue dedicado tanto a la edificación o reforma de los estadios donde se jugaron los partidos, como a la construcción de nuevos viales y otras obras públicas.

Estadio Maracaná, sede de la final de la Copa.

A pesar de la euforia deportiva, y aun patriótica, suscitada por el Mundial en buena parte de la sociedad brasileña, esta no fue ajena a las críticas por el inmenso desembolso crematístico que supuso el evento, y al cual deben sumarse los gastos generados por los Juegos Olímpicos de 2016, con sede en Río de Janeiro. Sobre todo si se consideran los escándalos de corrupción que rodearon, entorpecieron y en buena medida desprestigiaron los preparativos de ambos eventos.

Con ocasión de la Copa de Confederaciones, disputada en Brasil en junio de 2013, estallaron en el país multitudinarias protestas que denunciaban la inmensa diferencia entre el presupuesto dedicado a los fastos futbolísticos y el gasto público en programas sociales, así como las prácticas fraudulentas que impregnaban todas las esferas de la vida política y administrativa del país. Tal dimensión alcanzó este movimiento que la presidenta de la República, Dilma Rousseff, se vio obligada a promulgar una severa ley anticorrupción, acompañada de la promesa de una reforma constitucional que consolidara los derechos civiles y sociales.

Otro motivo de polémica constituyeron los desalojos forzados de numerosas personas que vivían en barrios pobres -las favelas- cercanos a los escenarios deportivos del Mundial. La medida fue muy criticada por distintas organizaciones defensoras de los derechos humanos, y añadió nuevos motivos de polémica en torno al evento deportivo.

La “Brazuca”

La FIFA recurrió a las nuevas tecnologías para garantizar la certeza de las decisiones arbitrales y la justicia de los resultados deportivos, evitando las polémicas que han acompañado en ediciones anteriores a jugadas de resultado incierto y trascendencia decisiva.

El Mundial 2014 fue el primero en utilizar balones inteligentes, capaces de indicar si han traspasado por completo la línea de gol. Para servir esta información, el balón disponía en su interior de un sistema electrónico de apenas 1,5 cm, que enviaba señales de radio a una computadora, la cual remitía el dato a un reloj de pulsera especial que llevaba el árbitro en su muñeca. Todo este proceso se efectuaba en menos de un segundo. El sistema fue probado con éxito en 2005, con ocasión de la Copa Mundial Sub-21 disputada en Lima (Perú).

El modelo de balón inteligente usado en Brasil recibió el nombre de Brazuca y fue desarrollado por dos conocidas empresas alemanas, dedicada una a la computación, la otra al diseño y fabricación de material deportivo.

La Brazuca fue la pelota utilizada en todos los partidos del mundial.

Sedes y participantes

Por lo que respecta a los escenarios de la competición deportiva, el Mundial de Brasil tuvo 12 sedes, las ciudades de Belo Horizonte, Brasilia, Cuiabá, Curitiba, Fortaleza, Manaos, Natal, Porto Alegre, Recife, Río de Janeiro, Salvador y Sao Paulo.

Participaron en la competición 32 selecciones en representación de otras tantas federaciones nacionales de cinco continentes, agrupadas en ocho grupos para la fase de liguilla: A (Brasil, Croacia, México y Camerún), B (España, Holanda, Chile y Australia), C (Colombia, Grecia, Costa de Marfil y Japón), D (Uruguay, Costa Rica, Inglaterra e Italia), E (Suiza, Ecuador, Francia y Honduras), F (Argentina, Bosnia-Herzegovina, Irán y Nigeria), G (Alemania, Portugal, Ghana y Estados Unidos) y H (Bélgica, Argelia, Rusia y Corea del Sur).

Los partidos fueron dirigidos por un plantel internacional de 25 árbitros.

Los equipos favoritos

El campeonato se presentaba más reñido que en competiciones anteriores, con varios aspirantes de peso a ganar el título mundial.

Brasil es la selección nacional con más copas del mundo en su haber: ha ganado el trofeo en cinco ocasiones, pero la última fue en 2002, por lo que la afición canarinha, que apoyó masivamente a sus jugadores, consideraba este Mundial como una ocasión de oro para seguir encabezando la lista de campeones.

España, por entonces vigente campeona del mundo y de Europa; Argentina, que suma dos copas mundiales y cuenta en sus filas con Lionel Messi, considerado el mejor jugador del mundo; y Alemania, tricampeona y siempre poderosa, eran los tres rivales más temidos del país anfitrión en la lucha por el triunfo.

Lionel Messi fue nombrado el mejor jugador del torneo, pero no pudo alzarse con el trofeo.

A la zaga de los anteriores figuraba el país europeo con más entorchados futbolísticos, Italia, cuatro veces campeona del mundo, que no contaba en esta edición con un equipo de la categoría de ocasiones anteriores pero siempre es un adversario temible, sobre todo por su dominio del juego táctico. A su nivel se encontraba un grupo de selecciones de potencial nada desdeñable, como Portugal (con Cristiano Ronaldo, Balón de Oro de 2013, que disputa a Messi la supremacía mundial individual), Inglaterra, Francia (como la anterior, una vez campeona del mundo), Holanda (en tres ocasiones subcampeona) y Uruguay (bicampeona), pero que de entrada no parecían candidatas al título.

El desenlace

La gran sorpresa de la primera fase fue la eliminación de España, que perdió con poca gloria su entorchado mundial, derrotada contundentemente por Holanda (1-5) y Chile (2-0), aunque se despidió con un triunfo intrascendente contra Australia (3-0). El otro sobresalto estuvo en el grupo D, donde Inglaterra e Italia se quedaron en la cuneta, desbancadas de la clasificación por Costa Rica y Uruguay.

Una vez resueltas las eliminatorias de octavos y cuartos, las semifinales fueron disputadas por las selecciones de Alemania, Brasil, Holanda y Argentina. Los germanos se deshicieron con una facilidad humillante de Brasil, a la que vapulearon ante su público por 7-1. Por su parte, los argentinos tuvieron que recurrir a la tanda de penaltis para superar a Holanda, tras acabar el tiempo reglamentario con empate a cero.

La frustración de la hinchada canarinha tocó fondo en la final de consolación, cuando su equipo se vio desbordado por los jugadores holandeses, que se impusieron por 0-3.

La gran final se disputó en el impresionante -y legendario- marco escénico del Estadio Maracaná de Río de Janeiro. En el primer tiempo, la maestría táctica de Javier Mascherano y las apariciones repentinas de Lionel Messi mantuvieron a los alemanes un tanto remisos, carentes del empuje ofensivo demostrado en partidos anteriores. Sin embargo, la fuerza y disciplina de los germanos, unida a la calidad de sus principales jugadores, acabaron imponiéndose en el segundo período, ampliado en la prórroga. El único gol del partido fue marcado por Götze en el minuto 113 de juego. Una diana para Alemania, pues le valió su cuarto campeonato mundial de fútbol.