La revolución rusa

La revolución rusa fue uno de los acontecimientos decisivos de la historia del siglo XX. De hecho, y tal como escribió el historiador Eric Hobsbawm, “la revolución fue universalmente reconocida como un suceso que conmocionó al mundo”, al punto que sigue siendo objeto de estudio y uno de los hechos más apasionadamente discutidos por la historia contemporánea. Inducida por la Primera Guerra Mundial, la revolución tuvo dos fases claramente separadas: la primera, en febrero de 1917, en la cual se consigue, tras la caída del régimen zarista, la proclamación de otro régimen de origen burgués y constitucional que no solucionaría los problemas del país. La segunda fase se da en octubre y en ella un partido marxista, el bolchevique, conquista el poder político; será la primera vez en la que triunfa una revolución comunista en todo un país.

Cartel que representa la Revolución Rusa.

EL IMPERIO ZARISTA

La autocracia zarista gobernaba un enorme país atrasado en el que la industrialización sólo había alcanzado a algunos núcleos urbanos. La ineficacia de esa monarquía se reflejaría cuando en 1905 el Imperio cae derrotado en la guerra contra Japón que pondría fin a la expansión rusa en Extremo Oriente. Ese mismo año, una revolución fallida sacudió los cimientos del régimen zarista y puso en evidencia la inestabilidad de las bases en las que se sustentaba.

A partir de ese momento, Rusia viviría importantes transformaciones económicas. Aunque los campesinos analfabetos seguían siendo mayoría, las reformas de Sergei Witte, ministro del zar Nicolás II, favorecieron una intensa industrialización urbana y el nacimiento de un proletariado pobre y combativo. Esta sociedad en transformación chocaba con una autocracia en la que el poder absoluto del Zar se sustentaba en la todopoderosa Ojrana, el cuerpo de la policía secreta del régimen desde finales del siglo XIX.

Por lo demás, diversos grupos clandestinos luchaban contra la monarquía rusa. Entre ellos, destacaba un pequeño grupo de marxistas revolucionarios dirigidos por Lenin (Vladimir Illich Uliánov): los bolcheviques, representaban una facción del Partido Socialdemócrata Ruso en el que confluía una visión radical del marxismo con la disciplina de una organización clandestina. Tras la derrota de la Revolución de 1905, los bolcheviques mantenían su estrategia por el establecimiento de una dictadura de obreros y campesinos demandando, en el plano organizativo, mantener las estructuras clandestinas del partido. Todo esto conduciría a la escisión de los mencheviques (miembros de la minoría), quienes pretendían tratar de formar un partido legal y abogar por una liquidación progresiva del zarismo hacia una revolución burguesa, en la que el tercer Estado compartiera el poder.

¿Sabías qué...?
Lenin sobrevivió a un intento de asesinato en agosto de 1918.
Batallón de soldados rusos en un entrenamiento durante la Primera Guerra Mundial.

En este contexto, el inicio de la Primera Guerra Mundial fue dañino para Rusia. Toda la economía se orientó en abastecer al frente, con lo cual las consecuencias pesaron sobre obreros y campesinos que vieron más recortados sus ingresos y, además, fueron movilizados para el frente. La situación del ejército ruso era lamentable, estaba mal abastecido y las comunicaciones impedían cualquier ataque serio al enemigo. La carestía llevaría así a una subida espectacular de los precios y a la congelación de los salarios, lo que aumentaría las protestas. De esta manera, en un país atrasado, el esfuerzo bélico y la escasez de alimentos y combustible derrumbarían la moral de guerra de la población; habría que añadir, además, el número de muertos que hacia finales de 1916, se estimaba en tres millones de rusos. Rusia se convirtió en el caldo de cultivo perfecto para la agitación revolucionaria.

Al descontento social, se le unió la impopularidad del zar Nicolás II, que se había puesto personalmente al frente del ejército ruso y que era considerado por la población como el responsable máximo de la catástrofe de la guerra. En estas circunstancias, la oposición demócrata se vería obligada a pedir una monarquía constitucional; la situación sería tan desesperada que en 1917 estalla una revolución que acaba con el poder del zar.

Zar Nicolas II junto a su tropa.

EL PRIMER ACTO REVOLUCIONARIO: FEBRERO DE 1917

Antes de continuar se debe tener presente que las fechas utilizadas a lo largo de este artículo están basadas en el calendario ortodoxo, que lleva 13 días de retraso con respecto al calendario occidental. En marzo de 1917 (febrero en el calendario juliano), las protestas espontáneas de la población de Petrogrado (San Petersburgo), derivaron en una insurrección revolucionaria iniciada con una huelga de metalúrgicos y obreros textiles. Estos movimientos de protesta aumentarían considerablemente día a día, a lo que el zar no le da importancia; no es consciente de que en caso de una sublevación, las tropas con las que contaba en San Petersburgo eran de reciente reclutamiento, por lo tanto, de dudosa fidelidad. Los días 26 y 27 de febrero serían claves: tras días de movilizaciones, el zar movilizó la guarnición militar de la ciudad para sofocar la rebelión. Los soldados resistieron las primeras tentativas de confraternización y mataron a muchos manifestantes. Sin embargo, durante la noche, parte de la compañía se sumaría progresivamente a los insurgentes, que pudieron de esta forma armarse mejor. Todos los regimientos de la guarnición de Petrogrado se unirían a la revuelta. Fue el triunfo de la revolución. Bajo la presión del Estado Mayor, el zar Nicolás II abdicó el 2 de marzo.

Rebeldes durante la Revolución Rusa

En pocos días la autocracia zarista se derrumbó. Dos poderes contrapuestos: el gobierno provisional liberal burgués y los soviets de obreros y soldados pugnarían por el poder en los meses posteriores. La tragedia de la guerra mundial seguía golpeando al pueblo ruso. Tres acontecimientos marcarían el fin del zarismo:

• La negativa de los diputados de disolver el parlamento y la conformación de un Comité provisional de la Duma Estatal, formado por los partidos burgueses liberales del Bloque Progresista, encargado de convocar elecciones a una Asamblea Constituyente y tratar de restablecer el orden.

• La constitución del Soviet de Petrogrado de Diputados Obreros y Soldados, usualmente llamado Soviet de Petrogrado, establecido como representante de los trabajadores de la ciudad y de los soldados de la guarnición de la capital, controlado por los partidos obreros (mencheviques, bolcheviques y socialistas revolucionarios).

• El rechazo al trono de Miguel Romanov, Gran Duque de Rusia y hermano del zar, quien detentaba los derechos sucesorios. La dinastía Romanov llegaría a su fin y se proclamaba la República.

LOS INICIOS DEL GOBIERNO PROVISIONAL

El periodo posterior a la abdicación del zar fue entusiasta, pero de confusión. Ante el vacío de poder, el gobierno provisional sucedió al zarismo rápidamente, mientras que la revolución ganaba profundidad y la masa de trabajadores y campesinos se politizaba. Durante ese tiempo Rusia viviría una situación en la cual se vería inmersa en una “dualidad de poderes”. Dos instituciones pugnarían por dominar una situación caótica marcada por la guerra, la crisis económica y el derrumbamiento de las instituciones políticas. Por un lado, el Gobierno provisional controlado por los liberales moderados del Partido Democrático Constitucional (KD o Kadete). Encabezado por Mijaíl Rodzianko, un ex oficial del zar, monárquico y rico terrateniente, desde el 15 de marzo su dirección fue tomada por Georgi Lvov, un liberal progresista. Este gobierno establecería las libertades políticas, pero decidió esperar a que la Asamblea Constituyente que debía elegirse abordara las cuestiones de mayor importancia. Los soviets surgirían por toda Rusia, dominados por los mencheviques y los socialistas revolucionarios; aunque tenían gran apoyo popular, los mencheviques renunciarían a tomar el poder pues dudaban de la madurez rusa para emprender una revolución social radical.

El Gobierno provisional era un gobierno débil. Sus primeras medidas fueron decretar una amnistía política, la promesa de convocar una Asamblea constituyente y la intención de continuar la guerra; se vería desbordado tanto por los partidarios de restablecer el régimen zarista como por las masas populares, quienes veían insuficientes esas medidas y pedían, sobre todo, la firma de la paz. El Gobierno debía enfrentarse con pueblos que pedían una mayor autonomía o, incluso, la independencia. Los soviets irían adquiriendo cada vez mayor poder y controlarían todas las comunicaciones. En este clima político se produce el regreso del exilio de Lenin. Líder de los bolcheviques, hace públicas sus ideas en las llamadas Tesis de abril, afirmando que la burguesía ya no era capaz, en los países recientemente industrializados, de asumir el papel revolucionario que había desempeñado en el pasado. Consideraba que sólo se podría detener la guerra y asegurar las conquistas de la Revolución de Febrero dando todo el poder a los sóviets. Se negaba a prestar cualquier tipo de apoyo al Gobierno Provisional, demandó la confiscación de las tierras y su posterior redistribución entre los campesinos, el control obrero sobre las fábricas y la transición inmediata a una república de sóviets.

Entretanto, la guerra continuaba y los desastres que padecía el pueblo ruso minaron la fortaleza de las posturas más moderadas que virarían al extremismo. Hacia mediados de julio, los soldados, hartos la guerra, empezaron a desertar; el frente ruso fue desmoronándose. La situación también se agravaría debido a una espectacular subida de precios, lo que provocaría protestas obreras y un clima de gran tensión social. Los movimientos independentistas se extenderían por Polonia, Finlandia, el Cáucaso y Ucrania y gran parte de la alta burguesía se opondría a la aprobación de nuevos impuestos sobre la producción para financiar la guerra.

El 3 de julio se produce un levantamiento obrero por las derrotas en la ofensiva que el entonces Ministro de Guerra Aleksandr Kérenski manda en Galitzia. Éste sería duramente reprimido, en especial sobre los bolcheviques: muchos líderes, entre ellos Lenin, tuvieron que partir al exilio. Los regimientos de artilleros que habían apoyado la revolución se disolvieron, siendo enviados al frente en pequeños destacamentos, al tiempo que los obreros eran desarmados. Como consecuencia de este levantamiento, Giorgi Lvov es sustituido por Kérenski.

Lenin, durante la Revolución Rusa en 1917.

Kérenski subiría al poder el 17 de julio. Sin embargo, no tendría poder real debido a un gobierno cada vez más orientado a la izquierda y cada vez más necesitado de ceder ante el sóviet de Petrogrado. De hecho, debió soportar el Golpe de Estado organizado por el general Lavr Kornílov, quien intentaría restaurar el régimen zarista. Para sofocar el alzamiento militar, Kérenski solicitaría la ayuda de todos los partidos revolucionarios, aceptando la liberación y el rearme de los bolcheviques. Con ello perdería el apoyo de la derecha, que no le perdonó el haber sofocado el intento de golpe; tampoco obtendría apoyo desde la izquierda, que lo consideraría demasiado indulgente en cuanto a las represalias hacia los cómplices de Kornílov; mucho menos tendría el apoyo de la extrema izquierda bolchevique. Kerenski, solo, se muestra impotente frente a un clima social insostenible: bajo esta situación se produce el levantamiento de octubre.

Lenin arengando en el Congreso Soviético durante la Revolución Rusa.

LA REVOLUCIÓN BOLCHEVIQUE

La situación excepcional de la guerra, el derrumbamiento del aparato del Estado con deserciones masivas de soldados, el descrédito de las opciones más moderadas y el activismo disciplinado de los bolcheviques explica cómo una minoría marxista radical consiguió hacerse con el poder en las capitales rusas hacia octubre de 1917. Tras muchas dudas por parte de los dirigentes bolcheviques, Lenin decidió actuar; la coyuntura era oportuna por el descrédito y el aislamiento del Gobierno provisional. La operación fue rápida: la noche del 25 de octubre guardias rojos y soldados afines se hicieron con el control de San Petersburgo, la capital de invierno. Desde el acorazado Aurora se controló el Palacio de Invierno, sede del Gobierno. El gobierno de Kerenski huye y los bolcheviques se hicieron con el poder en Petrogrado y otras ciudades del país. Los soviets aumentarían su importancia y fueron la base para la creación del nuevo Estado.

Marcha en Petrogrado (actual San Petersburgo) durante la Revolución Rusa.

El Gobierno provisional fue destituido y sus miembros huyeron o fueron arrestados. Lenin se puso al frente de un gobierno de los Comisarios del Pueblo basado en un partido de doscientos mil miembros que proclamaba su dominio sobre un Estado de más de ciento setenta millones de habitantes. El Congreso de los soviets reunido en aquel momento decidió apoyar y aceptar al nuevo gobierno. Sin embargo, muchos mencheviques y socialistas revolucionarios protestaron y dimitieron antes de aprobar un golpe de Estado ilegal. Los sóviets ratificarían la creación de un Consejo de Comisarios del Pueblo, constituido en su totalidad por bolcheviques, como base del nuevo gobierno, a la espera de la celebración de una asamblea constituyente. Una vez llegados al poder, los bolcheviques tendrían que hacer frente a graves problemas tanto económicos como sociales, crear nuevas instituciones, lograr la paz en la Primera Guerra Mundial, y, ante todo, afrontar una guerra civil en el interior contra los que no son partidarios de su régimen.

En las horas siguientes, el nuevo ejecutivo aprobaría dos decretos con los que buscaba el apoyo de las clases trabajadores:

• Uno de los primeros decretos fue, tal y cómo había prometido Lenin, la salida de Rusia de la Primera Guerra Mundial. Para ello se firma una paz provisional con los imperios centrales que, finalmente, se concretaría el 3 de marzo de 1918 con el Tratado de Brest-Litovsk. Lenin veía en ello la única posibilidad de que se consolidara la revolución bolchevique en Rusia.

• En tanto, sobre la tierra, se decreta la anulación de la deuda de los campesinos y el reparto, sin indemnización, de las grandes propiedades. En otro orden de cosas se suprimen títulos y privilegios: todos serían considerados ciudadanos de la República Soviética de Rusia.

Lenin trataba así de afianzar su poder. Sin embargo, hacia enero de 1918, no pudo evitar que se celebrasen las prometidas elecciones a la Asamblea Constituyente. El resultado fue claro: los bolcheviques sólo consiguieron un cuarto de los diputados en una asamblea donde los socialistas revolucionarios eran mayoritarios. La respuesta del gobierno de los Comisarios del Pueblo fue fulminante: la Guardia Roja disolvió la Asamblea el 5 de enero de 1919. En adelante, el gobierno de Lenin basó la legitimidad de su gobierno en los soviets, controlados férreamente por los bolcheviques. Se trataba de justificar la dictadura comunista y presentarla como una democracia basada en los soviets.

Lenin arengando en el Congreso Soviético durante la Revolución Rusa.

Desde un principio, los comunistas, como empezaban a ser denominados los bolcheviques, fueron estableciendo las bases de la dictadura. En diciembre de 1917, antes de la disolución de la Asamblea, un decreto había creado la Cheká, la primera de las organizaciones de inteligencia política y militar soviética, dirigida por Feliks Dzerzhinsky. Las demás fuerzas políticas, incluyendo a mencheviques y socialistas revolucionarios, serían prohibidas y perseguidas.

Yelena Isinbáyeva

Yelena Isinbáyeva nació el 3 de junio de 1982 en Volgogrado (antigua Stalingrado), ciudad de la Unión Soviética que hoy se halla en territorio de la Federación Rusa.

Siendo niña se inició en la práctica de la gimnasia, disciplina a la que atribuye su gran elasticidad. Sin embargo, un excesivo crecimiento la obligó a cambiar de deporte. A los 15 años comenzó su andadura en el atletismo, en una de cuyas modalidades técnicamente más complejas iba a especializarse, el salto con pértiga.

El debut internacional de Isinbáyeva tuvo lugar en los mundiales junior de Annecy (Francia), en 1998, en los que ya saltó por encima de los cuatro metros, aunque sin obtener medalla. Al año siguiente alcanzó los 4,20 m en el campeonato nacional ruso.

Apenas tenía 19 años cuando, tras haber ganado tres mundiales junior, debutó en competiciones internacionales absolutas con un séptimo puesto en el Campeonato del Mundo Indoor de Lisboa (2001). Pronto obtuvo sus primeras medallas en este tipo de certámenes, sendas platas en los campeonatos de Europa de Munich, en 2002, y en el mundial indoor de Birmingham, en 2003, y ese mismo año, el bronce en el Campeonato del Mundo de París. Fueron el preludio a su primera plusmarca mundial, obtenida en Gateshead (Reino Unido) en julio de 2003, cuando la atleta rusa alzó el listón hasta los 4,82 m; meses después (febrero de 2004) hizo lo propio con el récord del mundo indoor, que dejó en 4,83 m. En apenas dos años, Isinbáyeva había mejorado su marca personal en 61 cm, progresión que puede calificarse de espectacular.

Isinbáyeva ganó su primera medalla de oro en un campeonato mundial senior en la edición indoor de Budapest de 2004. Desde entonces y hasta 2008, su supremacía ha sido incontestable, como atestiguan una decena de oros consecutivos en campeonatos mundiales y de Europa (cuatro indoor y otros tantos al aire libre) y en los Juegos Olímpicos de Atenas (2004) y Pekín (2008). En este mismo período batió 14 veces la plusmarca mundial al aire libre y otras 10 el récord indoor.

Logró la medalla de oro en los Juegos Olímpicos de Atenas 2004, y revalidó su título cuatro años más tarde, en Beijing. (Foto: AFP)

Su fallida participación en el Campeonato Mundial de Berlín de 2009, en el que quedó descalificada, alzó rumores sobre el inicio de su ocaso deportivo, pese a que ese mismo año había superado en dos ocasiones consecutivas su propia plusmarca indoor, que alcanzó los cinco metros. Estas suposiciones fueron pronto desmentidas con un nuevo récord mundial al aire libre, obtenido en el Mitin de Zurich: 5,06 m.

A unas condiciones físicas admirables, rebosantes de fuerza y agilidad, Isinbáyeva suma la depurada técnica en el salto que perfeccionó junto a su entrenador, Vasili Petrov, antiguo preparador de otro mito de la pértiga, el ucraniano Sergéi Bubka. Según Petrov, las posibilidades de su pupila no estaban agotadas con las plusmarcas mencionadas, pues situaba su techo máximo de salto entre los 5,15 y los 5,20 m, una altura jamás soñada por ninguna atleta femenina. Téngase en cuenta que la plusmarquista mundial precedente, la también rusa Svetlana Feofanova, dejó el listón en 4,88 m, 18 cm menos que la marca actual.

Isinbáyeva ostenta el récord mundial, con una marca de 5,06 m.

Los triunfos de Isinbáyeva han sido reconocidos por la Federación Internacional de Atletismo con la nominación a la mejor atleta del año en 2004, 2005 y 2008, y con el Premio Laureus a la mejor deportista femenina del año en 2007 y 2009. El día 2 de septiembre de 2009 se le otorgó el Premio Príncipe de Asturias de los Deportes.