En la segunda mitad del siglo XVIII iniciaron lo que serían las primeras insurrecciones suramericanas en tierras bolivianas contra la administración de la Corona española a manos de los pueblos originarios del lugar. Estos levantamientos fueron iniciados por Tomás Katari, uno de sus más importantes líderes.
Antecedentes
El mestizo Blas Bernal había cometido varios abusos en contra de la comunidad indígena de Chayanta en 1777, como robos en la recaudación de sus impuestos y la apropiación del título de cacique que, por derecho, le pertenecía a Tomás Katari. Este último y su compañero Tomás Achu partieron hacia Buenos Aires para denunciar estos abusos con el virrey del virreinato del Río de la Plata, Juan José Vértiz. Este atendió a sus quejas y les prometió que investigaría el caso, por lo que Katari regresó satisfecho a su hogar.
El levantamiento
Al regreso de Katari y Achu en 1779, comenzó una nueva serie de altercados contra el corregidor de Chayanta y amigo de Bernal, Joaquín de Alós, quien encarceló a Katari en varias ocasiones y se negó a devolverle sus derechos, momentos donde el líder indígena logró salir de su arresto gracias a la turba enfurecida de sus seguidores que, equipados con palos y herramientas, demandaban su libertad. Así, Katari continuó con sus demandas, dentro de las cuales incluyó una reducción de los impuestos y el cese de las mitas, nombre que recibían los trabajos forzosos que su pueblo era obligado a realizar.
El episodio más violento y decisivo de las disputas ocurrió durante el último encarcelamiento de Katari, donde Alós, acompañado por un gran ejército, le disparó a Tomás Achu. El pueblo, enfurecido, asesinó a todos los soldados españoles y exigió la libertad de Katari a cambio de la vida y la posición política de Alós, quien se vio obligado a renunciar y huir.
La Audiencia de Charcas otorgó la libertad y reconoció el cargo de Katari, pero a la vez anunció una recompensa por su captura. Esto se efectuó en enero de 1781, donde un grupo de milicianos españoles lograron capturar al líder indígena y lo ataron de pies y manos para lanzarlos por un precipicio en Chataquilla. La noticia de su muerte se extendió por toda la comunidad, y otros líderes lograron continuar con la rebelión por varios meses más.