Oesterheld, el aventurador

Héctor Germán Oesterheld es la figura que revolucionó la historieta de aventuras en nuestro país. Los protagonistas de sus historias son hombres comunes que se ven transformados a raíz de un suceso extraordinario. El escritor Juan Sasturain nos acerca una mirada sobre este gran aventurero de la historieta argentina.

Por Juan Sasturain

En los sueños comienzan las responsabilidades” (Delmore Schwartz).

Héctor Oesterheld fue un notable contador de aventuras y, por sobre todas las cosas, un hombre bueno y sensible. En ese orden o en otro: un hombre bueno que manifestaba su sensibilidad contando aventuras, si se quiere. Un hombre sensible que contaba aventuras que no necesariamente “terminaban bien” pero que dejaban en claro que había razones suficientes para sentirse cerca de sus personajes buenos. Es decir: sus buenos no necesariamente ganaban.

Otra manera más precisa de decirlo: Oesterheld era un hombre ético que además escribía. La vida no era para él una cuenta de resultados o una carrera por llegar antes o ser el mejor. No buscó ni la riqueza ni el poder. Quiso ser coherente, escribir y vivir de acuerdo y sin contradicción con lo que creía. Eso es muy valioso y cuesta caro. Y se gana respeto y admiración y memoria como esta; pero se paga como en su caso, con la muerte violenta.

Este hombre digno, bueno y coherente, que fue el mejor escritor de aventuras que dio este país, además de un ejemplo para muchos de nosotros, murió asesinado como un perro.

Aventurarse

Cuando Oesterheld escribía –desde los primeros cuentitos infantiles en La Prensa o la colección Bolsillitos, a sus historietas militantes puras de los últimos meses de la clandestinidad– no imaginaba ni inventaba ni conjeturaba; Oesterheld aventuraba. Toda su vida fueron formas de aventurar. Aventurar es imaginar, suponer, proponer con riesgo: poner la convicción y el cuerpo detrás de la imaginación, de la invención. Es decir, hacerse cargo de lo que se crea (y se cree). Oesterheld fue un aventurador. Uno que concibió la vida como una aventura y la vivió hasta las últimas consecuencias.

Vale la pena recordar que para Oesterheld y sus lectores deslumbrados, y en muchos casos consecuentes –los que teníamos 12 años, por ejemplo, cuando vimos a Juan Salvo golpearse el pecho como Tarzán bajo la nevada en la puerta de su casa–, la aventura no es el pelotudeo (irresponsable o no) de vivir peligrosa o gratuitamente fuera de reglas o de fronteras conocidas; metiéndose en líos o cambiando de trenes, de minas, de camas o de causas, sino otra cosa un poco más sutil: tener una aventura es encontrarse en una coyuntura en que está comprometido el sentido último de la vida personal y reconocerlo.

Es decir: no es algo que simplemente le pase a alguien sino que es algo que alguien elige que le pase.

El disparador es lo que se llama una situación límite, en la que el hombre puesto a decidir opta o puede optar entre la verdad, el sentido, o la burocrática alternativa de quedarse en el molde. Y ese es el héroe de Oesterheld. El héroe no existe antes de que las cosas sucedan, no tiene un físico ni una aptitud ni una cualidad particular: es un hombre común al que las circunstancias ponen a prueba y, en su reacción, se revela para los demás y sobre todo para sí mismo como un héroe.

Es el que está a la altura del desafío –miedo incluido, derrota incluida– y sigue ahí, se hace cargo de lo que cree, de lo que sueña, de sus convicciones y, sobre todo y como disparador, de sus sentimientos.

En Oesterheld el punto de partida es siempre la cotidianidad: la vida común, el hombre o el muchacho comunes, los afectos, la casa, el trabajo, el oficio, el barrio, la familia, los amigos, la diversión; también la rutina. De ahí sale el tipo, salgo yo, sale él. Y le pasa algo, se encuentra con algo o con alguien y todo se le revela, se le da vuelta la vida, que se convierte en otra cosa.

El doctor Forbes, Cirilo Zonda, Caleb Lee, Rolo Montes, Bob Gordon, el jubilado Luna, Ezra Winston, Juan Salvo y sus compañeros de truco antes, y el guionista que escribe en la noche, después… el mismo Ernie Pike. Todos, al asumir la realidad nueva se transforman. En eso consiste la aventura.

A veces se encuentran con una circunstancia extrema –la guerra, la Invasión–; con un hombre excepcional (moralmente ejemplar, de una pieza) como Kirk, Rockett o Ticonderoga; o simplemente con alguien poseedor de una sabiduría especial, fruto de experiencias más allá de lo humano convencional como Sherlock Time, Mort Cinder o el Eternauta de la segunda parte. Ese contacto es el hecho clave.

La parábola de Oesterheld –de persona a personaje y de nuevo a persona, indisolublemente ligados– está mostrada de un modo ejemplar en la evolución del guionista receptor de la historia en El Eternauta original (y en sus avatares posteriores). Porque si bien Juan Salvo, que pasa de simple padre de familia a combatiente heroico contra la Invasión, es el típico héroe oesterheldiano surgido de las circunstancias, no cabe duda de que, en este caso, el receptor del relato –como le sucedía a Ernie Pike– también se modifica.

El guionista narrador deberá contar lo que le contaron como única manera de tratar de evitarlo… Lo notable es que en El Eternauta II Germán ya no es el guionista receptor sino el coprotagonista: “se metió en la historieta”, y ya no lo vienen a buscar para que cuente sino que lo vienen a buscar para que pelee… Paradójica, penosa o maravillosamente, en el último episodio de El Eternauta –que se realizó sin la participación de Oesterheld, ya desaparecido por la dictadura– aparece y “actúa” Germán, devenido personaje independiente, aunque ya el autor que figuraba en la tapa no esté más… Elaventurador había pasado de la historia cotidiana a la historieta y de esta a la historia a secas.

Unos cuentan para vivir y él lo hizo –y tan bien– durante muchos años; otros, viven solo para contarlo o cuentan después lo que no supieron vivir. Alguien tiene que vivir para contar lo que otros hicieron. En su caso, ejemplar, murió para que contemos cómo vivió hasta sus últimas consecuencias lo que contaba.

Juan Sasturain es periodista, guionista de historietas, escritor y conductor de TV (Ver Para Leer yContinuará, este último por Canal Encuentro). En la década de 1980 dirigió la célebre revista Fierro. Publicó las novelas Manual de perdedores I y II, Arena en los zapatos, Los sentidos del aguaParecido S.A.,Los dedos de Walt DisneyBrooklin & Medio y La lucha continúa. Entre sus libros de relatos se cuentan El día del arqueroEl domicilio de la aventuraZenitramLa mujer ducha y Buscados vivos. Nació en González Chávez, provincia de Buenos Aires. Licenciado en Letras, fue docente en las universidades de Buenos Aires y de Rosario. Como periodista, ha colaborado en ClarínLa OpiniónHum®, y Página/12, entre otros medios.

Fuente: http://www.educ.ar/sitios/educar/recursos/ver?id=109052&referente=docentes

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