Derecho de acceso a la información

Si bien se lo asocia al derecho a solicitar y recibir información de entidades públicas, el derecho a la información va mucho más allá, e implica una comprensión más amplia: la promoción de la libertad de información puede coadyuvar la participación democrática y el buen gobierno, además de colaborar en el cumplimiento de otros derechos humanos.

Las Naciones Unidas, en una de sus primeras asambleas generales, afirmó que “la libertad de información es un derecho fundamental y… la piedra angular de todas las libertades a las que están consagradas las Naciones Unidas”. En otras palabras, es un derecho instrumental que puede ser utilizado para garantizar el cumplimiento de otros derechos esenciales del ser humano y es, además, la herramienta principal para la participación ciudadana en un sistema democrático ya que informa al electorado, asegura el rendimiento de cuentas del gobierno y el funcionamiento adecuado del proceso político.

Información y gobernabilidad

A través del acceso a la información se fortalece la confianza en las instituciones otorgándole transparencia a las operaciones que realiza el Estado, lo que favorece la efectividad del mismo en la atención de las necesidades y demandas públicas.

Esto sucede porque su función lo vuelve una herramienta vital en la lucha contra la corrupción -una de las amenazas más poderosas contra el desarrollo económico y social de cada país- ya que implementa efectivamente el control público en todos los actos del gobierno y así promueve mayor rendición de cuentas y hace posible revelar abusos, errores y debilidades en el sector público.

La diversidad en la información contribuye al fortalecimiento de las instituciones democráticas.

Por estas razones es que la Corte Interamericana de Derechos Humanos ha declarado que “el actuar del Estado debe encontrarse regido por los principios de publicidad y transparencia en la gestión pública, lo que hace posible que las personas que se encuentran bajo su jurisdicción ejerzan el control democrático de las gestiones estatales, de forma tal que puedan cuestionar, indagar y considerar si se está dando un adecuado cumplimiento de las funciones públicas.”

Información y libertad de expresión

En el sistema democrático los ciudadanos tienen derecho a ser oídos y a escuchar, a acceder a variadas fuentes de información y a participar de las instituciones democráticas y evaluarlas. Para participar y evaluar, los ciudadanos tienen que poder formar sus propias opiniones cosa que solo es posible si puede expresarse e informarse cabalmente sobre los asuntos públicos.

La libertad de expresión es indispensable para que los ciudadanos puedan participar de la vida política. Para que la participación no se agote con el ejercicio del derecho al voto, es preciso que los ciudadanos aprendan unos de otros, discutan, deliberen, lean, escuchen, investiguen y pregunten tanto a políticos como a especialistas. Es necesario que los ciudadanos comprendan para que puedan opinar con fundamentos y tomar las decisiones convenientes. Y solo se puede comprender cuando hay acceso a fuentes de información, variadas e independientes, de los estamentos gubernamentales.

La libertad de opinión y expresión fue reconocida en la Declaración Universal de los Derechos Humanos.

Derechos humanos

Tanto el derecho a la libre expresión como el de acceso a la información son considerados hoy como derechos humanos, derechos que pertenecen al ser humano solo por serlo. El reconocimiento internacional a esta condición llegó el 10 de diciembre de 1948, cuando la Asamblea General de la ONU sancionó la Declaración Universal de los Derechos Humanos. Así consta en su artículo 19: “Todo individuo tiene derecho a la libertad de opinión y expresión; este derecho incluye el de no ser molestado a causa de sus opiniones, el de investigar y recibir informaciones y opiniones, y el de difundirlas, sin limitación de fronteras, por cualquier medio de expresión”.

También en el artículo IV de la Declaración Americana de los Derechos y Deberes del Hombre se reconoce que cada persona tiene el derecho a la libertad de investigación, de opinión, y de expresión y difusión del pensamiento por cualquier medio.

Los especialistas en estos temas, sobre todo los juristas, utilizan distintas locuciones para referirse a ellos, sin hacer diferencias. Libertad de expresión, libertad de prensa y derecho a la información son, para algunos, diferentes modos de expresar lo mismo. Sin embargo hay quienes prefieren el concepto derecho a la información por considerar que incluye al conjunto de derechos relacionados con la pública expresión y comunicación de las ideas y noticias.

Democracia y libertad de expresión

Tanto el que emite información como el que la recibe deben ser tenidos en cuenta, ya que el derecho que tiene el ciudadano a la información incluye el derecho a informar y a informarse. Esto significa que al cercenar a un individuo su derecho a expresarse, se está simultáneamente negando el derecho de otros a recibir información e ideas del sujeto censurado.

El vínculo que existe entre la democracia y la libertad de expresión es muy estrecho, la forma de vida democrática implica de por sí diálogo, tolerancia y respeto por el otro. Vale destacar también que el principio de soberanía popular, inherente a la democracia, presupone que los individuos pueden informarse, debatir con el objetivo de formar opinión y ejercitarse para participar directa o indirectamente en la formación de las leyes y en la conformación del gobierno. Para poder pronunciarse sobre los asuntos públicos y elegir sus representantes, es imprescindible que los ciudadanos estén informados.

En los regímenes democráticos la libertad de prensa constituye un pilar sobre el que se apoyan las demás libertades. Si no hay libertad de prensa o se encuentra limitada arbitrariamente, no puede hablarse de democracia genuina.

Sin la libre expresión de las ideas a través de los medios masivos de comunicación, no sería posible la crítica y el control de los actos de gobierno ni la expresión de desacuerdos por parte de los partidos opositores.

Cuando se cercena la libertad de expresión de un individuo, se está cercenando el derecho a acceder a la información de
sus conciudadanos.

Derecho a informar

El derecho a informar contempla tanto a quien brinda información (emisor) como a quien la recibe (receptor), es decir, incluye el derecho a informar y el derecho a ser informado.

El derecho a informar es el que tiene todo individuo a comunicar a los demás sus ideas, opiniones e información de la que tenga conocimiento. Es un derecho que por lo general está contemplado en las constituciones nacionales, pero también en pactos internacionales como el Pacto de San José de Costa Rica, que en su artículo 13, inciso 3, prohíbe la censura encubierta.

Las formas encubiertas de censura son variadas. En la actualidad la tecnificación hace que los medios de comunicación sean muy costosos de mantener. Su subsistencia depende de la publicidad y del acceso a las fuentes de información. Una forma de censura encubierta sería, entonces, que el Estado difundiera sus avisos solo en algunos medios, o que solo proporcionara información a los medios afines. Otra forma de censura encubierta sería el monopolio en el suministro de papel para los diarios. Esto podría llevar a que los periodistas o las empresas periodísticas decidieran no publicar información que comprometiera al gobierno, por miedo a represalias, como la quita de avisos publicitarios.

Existe también la llamada “censura previa”, que es aquella que se produce cuando funcionarios del gobierno designados para cumplir la función de censores, examinan libros, revistas, obras teatrales y todo tipo de forma de expresión pública con el objeto de autorizar su difusión, restringirla o prohibirla. Es un instrumento del que se valen los regímenes dictatoriales para controlar a los ciudadanos e impedir que difundan sus ideas.

De todos modos hay que tener en cuenta que el hecho de que se prohíba la censura no significa que quien informa no deba hacerse cargo de sus responsabilidades. Quien falte a alguna ley al expresar una opinión, será pasible de ser sancionado con las penas que establece la norma violada.

Derecho a ser informado

Este derecho es el que tiene todo individuo a acceder a fuentes de información. Comprende tanto a la prensa como a los ciudadanos. Para la prensa y los periodistas implica la posibilidad de acceder, por ejemplo, a informantes o documentos que les permitan realizar su tarea de informar. Para los ciudadanos en general este derecho comprende la posibilidad de acceder a diferentes medios de información y formar así su propia opinión.

Un complemento fundamental para el cumplimiento de este derecho es la protección de las fuentes de información periodística. Difícilmente una investigación periodística podría prosperar si no contara con la ayuda de alguien que se niega a darse a conocer públicamente por temor a represalias. De modo que, si el periodista no pudiera garantizar el secreto a su informante, seguramente lo perdería. Por eso el secreto a las fuentes de información periodística está garantizado, en muchos casos, por las constituciones nacionales.

Para que la democracia funcione como tal, los ciudadanos deben tener libertad de acceso a diversos medios de comunicación.
CENSURA

El sistema democrático permite que los ciudadanos gocen del derecho a informarse sin restricciones, eligiendo la fuente según sus preferencias. Las dictaduras, por el contrario, cercenan los derechos de los ciudadanos mediante (entre otros recursos) la censura. Esta no se limita solo al examen de contenidos vinculados a los temas políticos. Los censores en estos regímenes gozan también del poder de decidir qué es lo bueno y lo malo respecto a costumbres, los gustos y las elecciones personales de los ciudadanos. Son ellos los que deciden lo que los ciudadanos están capacitados para ver, oír o leer.

Oesterheld, el aventurador

Héctor Germán Oesterheld es la figura que revolucionó la historieta de aventuras en nuestro país. Los protagonistas de sus historias son hombres comunes que se ven transformados a raíz de un suceso extraordinario. El escritor Juan Sasturain nos acerca una mirada sobre este gran aventurero de la historieta argentina.

Por Juan Sasturain

En los sueños comienzan las responsabilidades” (Delmore Schwartz).

Héctor Oesterheld fue un notable contador de aventuras y, por sobre todas las cosas, un hombre bueno y sensible. En ese orden o en otro: un hombre bueno que manifestaba su sensibilidad contando aventuras, si se quiere. Un hombre sensible que contaba aventuras que no necesariamente “terminaban bien” pero que dejaban en claro que había razones suficientes para sentirse cerca de sus personajes buenos. Es decir: sus buenos no necesariamente ganaban.

Otra manera más precisa de decirlo: Oesterheld era un hombre ético que además escribía. La vida no era para él una cuenta de resultados o una carrera por llegar antes o ser el mejor. No buscó ni la riqueza ni el poder. Quiso ser coherente, escribir y vivir de acuerdo y sin contradicción con lo que creía. Eso es muy valioso y cuesta caro. Y se gana respeto y admiración y memoria como esta; pero se paga como en su caso, con la muerte violenta.

Este hombre digno, bueno y coherente, que fue el mejor escritor de aventuras que dio este país, además de un ejemplo para muchos de nosotros, murió asesinado como un perro.

Aventurarse

Cuando Oesterheld escribía –desde los primeros cuentitos infantiles en La Prensa o la colección Bolsillitos, a sus historietas militantes puras de los últimos meses de la clandestinidad– no imaginaba ni inventaba ni conjeturaba; Oesterheld aventuraba. Toda su vida fueron formas de aventurar. Aventurar es imaginar, suponer, proponer con riesgo: poner la convicción y el cuerpo detrás de la imaginación, de la invención. Es decir, hacerse cargo de lo que se crea (y se cree). Oesterheld fue un aventurador. Uno que concibió la vida como una aventura y la vivió hasta las últimas consecuencias.

Vale la pena recordar que para Oesterheld y sus lectores deslumbrados, y en muchos casos consecuentes –los que teníamos 12 años, por ejemplo, cuando vimos a Juan Salvo golpearse el pecho como Tarzán bajo la nevada en la puerta de su casa–, la aventura no es el pelotudeo (irresponsable o no) de vivir peligrosa o gratuitamente fuera de reglas o de fronteras conocidas; metiéndose en líos o cambiando de trenes, de minas, de camas o de causas, sino otra cosa un poco más sutil: tener una aventura es encontrarse en una coyuntura en que está comprometido el sentido último de la vida personal y reconocerlo.

Es decir: no es algo que simplemente le pase a alguien sino que es algo que alguien elige que le pase.

El disparador es lo que se llama una situación límite, en la que el hombre puesto a decidir opta o puede optar entre la verdad, el sentido, o la burocrática alternativa de quedarse en el molde. Y ese es el héroe de Oesterheld. El héroe no existe antes de que las cosas sucedan, no tiene un físico ni una aptitud ni una cualidad particular: es un hombre común al que las circunstancias ponen a prueba y, en su reacción, se revela para los demás y sobre todo para sí mismo como un héroe.

Es el que está a la altura del desafío –miedo incluido, derrota incluida– y sigue ahí, se hace cargo de lo que cree, de lo que sueña, de sus convicciones y, sobre todo y como disparador, de sus sentimientos.

En Oesterheld el punto de partida es siempre la cotidianidad: la vida común, el hombre o el muchacho comunes, los afectos, la casa, el trabajo, el oficio, el barrio, la familia, los amigos, la diversión; también la rutina. De ahí sale el tipo, salgo yo, sale él. Y le pasa algo, se encuentra con algo o con alguien y todo se le revela, se le da vuelta la vida, que se convierte en otra cosa.

El doctor Forbes, Cirilo Zonda, Caleb Lee, Rolo Montes, Bob Gordon, el jubilado Luna, Ezra Winston, Juan Salvo y sus compañeros de truco antes, y el guionista que escribe en la noche, después… el mismo Ernie Pike. Todos, al asumir la realidad nueva se transforman. En eso consiste la aventura.

A veces se encuentran con una circunstancia extrema –la guerra, la Invasión–; con un hombre excepcional (moralmente ejemplar, de una pieza) como Kirk, Rockett o Ticonderoga; o simplemente con alguien poseedor de una sabiduría especial, fruto de experiencias más allá de lo humano convencional como Sherlock Time, Mort Cinder o el Eternauta de la segunda parte. Ese contacto es el hecho clave.

La parábola de Oesterheld –de persona a personaje y de nuevo a persona, indisolublemente ligados– está mostrada de un modo ejemplar en la evolución del guionista receptor de la historia en El Eternauta original (y en sus avatares posteriores). Porque si bien Juan Salvo, que pasa de simple padre de familia a combatiente heroico contra la Invasión, es el típico héroe oesterheldiano surgido de las circunstancias, no cabe duda de que, en este caso, el receptor del relato –como le sucedía a Ernie Pike– también se modifica.

El guionista narrador deberá contar lo que le contaron como única manera de tratar de evitarlo… Lo notable es que en El Eternauta II Germán ya no es el guionista receptor sino el coprotagonista: “se metió en la historieta”, y ya no lo vienen a buscar para que cuente sino que lo vienen a buscar para que pelee… Paradójica, penosa o maravillosamente, en el último episodio de El Eternauta –que se realizó sin la participación de Oesterheld, ya desaparecido por la dictadura– aparece y “actúa” Germán, devenido personaje independiente, aunque ya el autor que figuraba en la tapa no esté más… Elaventurador había pasado de la historia cotidiana a la historieta y de esta a la historia a secas.

Unos cuentan para vivir y él lo hizo –y tan bien– durante muchos años; otros, viven solo para contarlo o cuentan después lo que no supieron vivir. Alguien tiene que vivir para contar lo que otros hicieron. En su caso, ejemplar, murió para que contemos cómo vivió hasta sus últimas consecuencias lo que contaba.

Juan Sasturain es periodista, guionista de historietas, escritor y conductor de TV (Ver Para Leer yContinuará, este último por Canal Encuentro). En la década de 1980 dirigió la célebre revista Fierro. Publicó las novelas Manual de perdedores I y II, Arena en los zapatos, Los sentidos del aguaParecido S.A.,Los dedos de Walt DisneyBrooklin & Medio y La lucha continúa. Entre sus libros de relatos se cuentan El día del arqueroEl domicilio de la aventuraZenitramLa mujer ducha y Buscados vivos. Nació en González Chávez, provincia de Buenos Aires. Licenciado en Letras, fue docente en las universidades de Buenos Aires y de Rosario. Como periodista, ha colaborado en ClarínLa OpiniónHum®, y Página/12, entre otros medios.

Fuente: http://www.educ.ar/sitios/educar/recursos/ver?id=109052&referente=docentes

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