En este volumen de cuentos, Horacio Quiroga logra una de las obras más importantes de las letras latinoamericanas internándose en las salvajes inmediaciones de la selva sudamericana para contar algunas de las historias infantiles más memorables.
Pocos escritores tienen el prestigio de resultar parte de tantas generaciones como el uruguayo Horacio Quiroga, un autor que a pesar de estar signado por la tragedia y una obra esencialmente oscura nos regaló este volumen de cuentos, Cuentos de la selva, teniendo en mente su experiencia de vida en la selva y el deseo de contarle nuevos relatos a sus hijos. Estas narraciones, al que otro gran escritor de su nacionalidad, Juan Carlos Onetti, refirió como “construidos de manera impecable”, tienen un espíritu vital donde animales y humanos mantienen una misteriosa convivencia, donde la vida y la muerte se corresponden como un devenir inevitable. Quizá por eso, se trata de un escritor parcialmente enmarcado en el estilo naturalista de finales del siglo XIX.
Un sendero de ocho caminos
Más allá del indiscutible núcleo que resulta ser la selva (y en particular la selva misionera), las historias de Cuentos de la selva están interconectadas por la presencia de animales parlantes y su interacción con el entorno humano a lo largo de ocho cuentos: “La tortuga gigante”, “Las medias de los flamencos”, “El loro pelado”, “La guerra de los yacarés”, “La gama ciega”, “Historia de dos cachorros de coatí y de dos cachorros de hombre”, “El paso del Yabebirí” y “La abeja haragana”.
En el momento en que Quiroga publica Cuentos de la selva en 1918 ya era una figura reconocida en el ambiente literario, debido principalmente a la publicación de la antología Cuentos de amor de locura y de muerte en 1917. Sin embargo, el escritor uruguayo contaba ya con varios ejercicios literarios y publicaciones que habían apuntalado su estilo cercano a la literatura de Edgar A. Poe o Guy de Maupassant, ganándose la vida a través de publicaciones que realizaba en revistas como Caras y caretas. En ese entonces decidió trasladar algunas de sus vivencias en la selva a través de unos cuentos para niños que redactó en la ciudad de Buenos Aires, viviendo en un pequeño apartamento ubicado sobre la calle Agüero luego del suicidio de su esposa en 1915.
Las intenciones del escritor eran realizar un texto de lectura destinado a la escuela primaria de Uruguay, pero este intento fue infructuoso debido a que el Consejo de Enseñanza rechazó al texto por “incorrecciones sintácticas”. Sin embargo, la publicación de este libro de cuentos no pasó inadvertida. Después de todo, se trataba en Latinoamérica de uno de los primeros libros de relatos destinado a un público infantil. Pero además, su tono amable y simple lo acerca a un registro oral con el que Quiroga ya había convivido en su estancia en la selva misionera al interactuar con los pueblos originarios de la región, sin renegar de recursos literarios que había perfeccionado desde la primera publicación (en 1905) y la influencia del cine que había aprendido a amar a través de los escritos críticos que publicó en numerosos diarios (lo cual lo llevó a incorporar recursos narrativos como la elipsis o el racconto, por ejemplo, en la literatura).
La temática de sus cuentos, que a menudo se centran en la interacción entre el hombre y la naturaleza, preanuncian un inédito –hasta el momento- interés por la preservación del medio ambiente en algunos de sus relatos. Al retrato negativo del hombre que en su afán por pescar arroja bombas en un río matando todo lo que hay (como en “El paso del Yabebirí”) o lo contamina con el paso de sus navíos (leer “La guerra de los yacarés”), se suma el deseo de convivencia entre ese mundo salvaje y la civilización, expresado en cuentos como “La tortuga gigante” o “Historia de dos cachorros de coatí y de dos cachorros de hombre”, por ejemplo.
Por otro lado, el valor literario también aparece en la filosofía con que Quiroga enlaza a esa polaridad del siglo XIX que era la “Civilización o barbarie” planteada por Domingo Faustino Sarmiento. Ante esta dicotomía del romanticismo, Quiroga no negaba los avances de la civilización, pero buscaba y fomentaba la convivencia entre la barbarie y la civilización proponiendo la posibilidad de una convivencia pacífica y solidaria (como finalmente sucede en el citado “La tortuga gigante” o “La guerra de los yacarés”). Si prestamos atención a los antagonistas que se nos presentan en el relato veremos que a menudo, cuando se trata de animales, cuentan con atribuciones con las cuales se suele presentar a un antagonista humano en su caricatura: torpe, bruto, prepotente y esencialmente malvado, se trata de una figura que actúa con violencia, como en el caso del tigre en “El loro pelado”. Otro elemento inteligente en la construcción del antagonista radica en que habitualmente se trata de predadores que resultan una amenaza tanto para el hombre como para la mayoría de los animales del ecosistema selvático elegido por Quiroga, obligando a una convivencia pacífica para combatir una adversidad.
En todo caso y más allá del breve análisis, se trata de cuentos que cumplen con la facultad de entretener y captar la imaginación de los niños, sin perder actualidad gracias a la clara, simple, pero sumamente elegante, pluma de Horacio Quiroga.
El autor
Si bien referir que la vida del autor de Cuentos de la selva puede tener mucho que ver con otros trabajos como Cuentos de amor de locura y de muerte (1917) o Los desterrados (1926), lo cierto es que se puede caer en una lectura facilista, sin relieves, sobre la figura de Quiroga. Sin embargo, la tentación parece inevitable cuando se advierte, como se mencionó al iniciar esta nota, como la tragedia y la pérdida ha atravesado su vida de forma casi constante. Horacio Silvestre Quiroga Forteza nació el 31 de diciembre de 1878 en la ciudad de Salto, Uruguay, en un hogar acaudalado con vínculos políticos con el poder. Dado que contrajo tos convulsa apenas pasaron dos meses, sus padres decidieron trasladarse a un entorno rural cercano a la ciudad de Salto y asoma la primera y temprana tragedia de su vida: en un paseo por el campo su padre, Prudencio Quiroga, se dispara accidentalmente un disparo de escopeta y muere en el acto.
Su formación estuvo a cargo de su madre, realizando sus estudios en la ciudad de Montevideo y destacándose en actividades deportivas, sintiendo especial afecto por el ciclismo. Sin embargo, su vocación artística se despertaba a raíz de su interés por la literatura y la fotografía, comenzando a colaborar en algunas publicaciones como La revista o La reforma entre los años 1894 y 1897. En 1896 ocurre una segunda perdida en su vida, la de su padrastro Asencio Barcos, que tras sufrir una hemorragia cerebral decide quitarse la vida de un disparo que es presenciado por el joven Quiroga al ingresar a su habitación. Sin embargo, estos hechos sombríos no cortan sus inquietudes creativas e incluso lo llevan a formarse en filosofía y conocer la pluma de un argentino que lo influenciaría de forma determinante en su labor creativa: Leopoldo Lugones. En 1898 tiene su primera incursión romántica con María Esther Jurkovski, pero el origen no judío de Quiroga impidió la relación debido a que los padres de la niña reprobaban esta relación y la condujeron a una separación inevitable.
Sus inquietudes bohemias y su búsqueda de perfeccionarse en el arte literario lo llevaron a utilizar la cuantiosa herencia que había recibido de su padrastro para dirigirse a la ciudad de París en el año 1900. Su retorno tras cuatro meses allí fue visto por sus amistades como un fracaso, siendo encontrado en un estado calamitoso respecto al joven que había ido al viejo continente.
Ese año se reencuentra con el grupo de intelectuales salteños que con- En el año 1911 nace la primera hija de la pareja, Eglé Quiroga, y en 1912 nace su hijo, Darío Quiroga. Con ellos convive en ese entorno selvático y comienza a elaborar desde la oralidad algunos de los relatos que luego formaran parte de Cuentos de la selva, buscando entretenerlos. Pero esta vida idílica en un entorno rústico no agradó de la misma manera a su esposa, con la cual discutía diariamente, y finalmente decidió quitarse la vida en 1915 tomando una dosis fuerte de sublimado que la condujo a una lenta agonía de ocho días. Esta muerte lo llevó a una profunda depresión de la cual lo rescató el amor por sus hijos y en 1916 decide volver a Buenos Aires para trabajar en su oficio de escritor. Manuel Gálvez le solicita un libro en 1917 y Quiroga decide editarlo con cuentos que ya había publicado en distintas revistas, dando lugar a Cuentos de amor de locura y de muerte. En 1918 afirma su calidad literaria con Cuentos de la selva, un compilado de historias para niños que había gestado para entretener a sus hijos durante su vida en Misiones.
Esta etapa en Buenos Aires sería particularmente prolífica a raíz de la edición de un nuevo libro de cuentos El salvaje (1919), la obra teatral Las sacrificadas (1920) y el volumen Anaconda y otros cuentos (1921). Al mismo tiempo colaboraba con distintos diarios de importancia como La Nación, lo cual contribuyó a darle mayor popularidad, permitiéndole acceder a raíz de su prestigio a distintos cargos políticos. Pero además, en esta etapa descubre su amor por el cine y comienza a desempeñarse como un crítico especializado, convirtiéndose en uno de los pioneros del oficio. En esos años retorna a la selva y se enamora de Ana María Palacio, de 17 años, pero la negativa de los padres atentará contra está posibilidad, llevándose a su hija lejos de allí para que no se consume ese amor.
En 1926 decide volver a Buenos Aires, donde es homenajeado por distintas figuras de la cultura y en 1927 publica el volumen de cuentos Los desterrados. Ese año se enamora de María Elena Bravo, una compañera de su hija que aceptó casarse con él y en 1928 tiene una nueva hija con esta pareja, María Elena o “Pitoca”.
En 1932 decide retirarse nuevamente a la selva misionera junto a su nueva esposa y su hija, en busca de encontrar la tranquilidad que no encontraba en la ciudad. Sin embargo, no se trató de una convivencia pacífica y estuvo signada por constantes discusiones donde el eje era el rechazo a esa vida en la selva. Esta etapa conflictiva daría lugar al volumen de cuentos Más allá (1935).
1935 sería un año negativo para Quiroga, quien luego de que le diagnosticaran hipertrofia de próstata se encontraría solo y enfermo en Misiones a raíz del abandono de su esposa e hija. Sin embargo, los dolores lo llevarían a residir en Buenos Aires para que traten sus dolores, siéndole diagnosticado en 1937 cáncer de próstata, que a esa altura ya era intratable e inoperable. Permaneció en el hospital de clínicas con la compañía de un paciente que padecía elefantitis, que debido a sus deformaciones era ocultado a la mayoría de la gente. Fue la ayuda del paciente lo que llevo a Quiroga a poder finalmente consumar el suicidio para evitarse los dolores del cáncer, tomando un vaso de cianuro.
Obras de Horacio Quiroga
Poesía:
• Los arrecifes de coral (1901)
Cuentos:
• El crimen del otro (1904)
• Los perseguidos (1905)
• Cuentos de amor de locura y de muerte (1917)
• Cuentos de la selva (1918)
• El salvaje (1920)
• Anaconda (1921)
• El desierto (1924)
• Los desterrados (1926)
• Pasado amor (1929)
• Más allá (1935)
Novelas:
• Historia de un amor turbio (1908)
• Pasado amor (1929)
Un día de 1914, en fecha cuyos datos precisos aquí son irrelevantes, un hombre atlético y corpulento descendió de los árboles colgando de una liana, y con el impulso de su espíritu salvaje se metió en las librerías. Era Tarzán, el rey de los monos y desde ese momento habitante infaltable del anaquel destinado a las novelas de aventura en todas las librerías del mundo.
Creado por el escritor Edgar Rice Burroughs, Tarzán protagonizaba la primera novela de una saga que alcanzaría los 24 títulos e inspiraría 89 películas, diversas historietas y varias series de televisión.
La historia
Hijo de un lord inglés y una dama inglesa, John Calyton III, Lord de Greystoke, nació a fines del siglo XIX en un lugar de la selva africana donde sus padres fueron abandonados. Al año de vida queda huérfano y es adoptado y criado por una tribu de monos, los mangani, surgida de la imaginación del autor y que mezcla características de gorilas, chimpancés y homínidos. Ellos lo rebautizan Tarzán, que en la forma de lenguaje primitivo en la que se comunican, significa piel blanca.
Los títulos
Tarzán de los monos (1912) El regreso de Tarzán (1913) Las fieras de Tarzán (1914) El Hijo de Tarzán (1914) Tarzán y las joyas de Opar (1916) Historias de la Jungla (1919) Tarzán el indómito (1920) Tarzán el terrible (1921) Tarzán y el león dorado (1922/1923) Tarzán y los hombres hormiga (1924) Tarzán y los gemelos (1927) Tarzán, Señor de la jungla (1927/1928) Tarzán y el Imperio Perdido (1928) Tarzán en el centro de la tierra (1929) Tarzán el invencible (1930/1931) Tarzán Triunfante(1931) Tarzán y la ciudad de oro (1932) Tarzán y el hombre león (1933/1934) Tarzán y los hombres Leopardo (1935) La búsqueda de Tarzán (1935/1936) Tarzán y la ciudad prohibida (1938) Tarzán el Gran Jeque (1939) Tarzán y los náufragos (1941) Tarzán y la Legión Extranjera (1947)
Tarzán, que ha heredado de sus padres una gran inteligencia, recibe de los monos una formación atlética y una serie de habilidades que le permiten adaptarse a las condiciones de vida en que las circunstancias lo colocaron. Pero la inesperada aparición de otros hombres, quienes sorprendidos lo encuentran viviendo como señor de la selva, modifica su vida. Sobre todo por el impacto que le produce una mujer…
Es así que aprende francés e inglés y llega al “mundo civilizado” para conocer sus orígenes. Sin embargo rechaza la oferta de esa civilización que no comparte, y regresa al mundo que conoce y ama, la jungla.
Allí vive nuevas aventuras a través de 23 volúmenes que el autor escribe hasta 1941, cuando se publica Tarzán y los náufragos, cerrando la saga con tres emocionantes relatos de uno de los ciclos más leídos, versionados, admirados y copiados en la historia de la cultura popular. En la primera de ellas, Tarzán escapa de ser llevado a Estados Unidos como atracción circense; en la segunda, se enfrenta a un famoso boxeador que va a África en busca de aventuras y a una tribu de caníbales; en la tercera, resuelve un enigmático caso de espionaje durante la segunda guerra mundial.
De la literatura al cine
De acuerdos a los datos que proporciona la Internet Movie Database, desde 1918 hasta 2010 se hicieron ochenta y nueve películas sobre Tarzán. Así el personaje alcanza el cuarto lugar en el ranking de los que más han sido llevados a la pantalla grande, sólo superado por Sherlock Holmes, Drácula y Frankenstein.
La primera se filmó en 1918, y fue una adaptación poco ortodoxa de la novela Tarzán de los monos. Por primera vez en la corta historia del cine una película superaba el millón de dólares de taquilla.
Semejante éxito alentó la secuela y muy pronto se realizó el segundo título: El romance de Tarzán. La tercera fue La venganza de Tarzán y en ella se cambió al protagonista de las anteriores, Elmo Lincoln, por el actor Gene Pollar.
De acuerdo con la modalidad de la época en 1920 se realizó el primer serial sobre una cuidada adaptación de la novela El hijo de Tarzán, con el protagónico a cargo de P. Dempsey. Se trataba de 15 capítulos que totalizaban 253 minutos de película.
En 1932 fue Johnny Weissmuller quien se puso la piel de Tarzán. Sin experiencia como actor, pero con una fama ganada como nadador olímpico, con varias medallas de oro en su haber, Weissmuller debuta como Tarzán en Tarzán de los monos, primera película sonora sobre este personaje, por tanto la primera en que se escuchó su voz. Después haría otras once películas convirtiéndose en el indiscutible y único Tarzán para toda una generación.
El siguiente actor que representó a Tarzán en el cine fue Lex Baker, quien protagonizó dignamente cinco películas, aunque sin llegar a convencer a los seguidores del rey de la jungla. Entre 1955 y 1960 el actor Gordon Scott representó seis veces el papel de Tarzán, y por eso mismo tiempo Jock Mahoney, Denny Miller y Mike Henry, también probaron suerte en el papel aunque sin mayor trascendencia.
Los ´80 no fueron una buena década para el personaje creado por Edgard Rice Burroughs. Una película de estética softcore se estrenó en 1982 con Bo Derek como mayor atractivo interpretando a Jane. Dos años después se estrena Greystoke: The Legend Of Tarzan, Lord Of The Apes, con el popular actor Christopher Lambert en el papel central. El film resultó interesante pero sin el encanto de las viejas producciones.
En 1999 la Disney estrenó la versión más exitosa de todos los tiempos con el escueto título de Tarzán; se trata de una animación con diseños técnicamente impecables y un guión flojo.
Del cine a la tele
En 1966 subió a la pantalla chica la serie Tarzán, que consigue a través de la identificación con su protagonista, Ron Ely, llevar nuevamente el personaje a la cima de la popularidad. Sobre esta serie hay un dato sumamente curioso: se grabaron sólo 57 capítulos en dos años y luego se levantó por no alcanzar los objetivos de rating que se habían propuesto sus productores. Pero la repetición de esos 57 capítulos la transformaron en un éxito en todo el mundo. Llegados los ´90 se conoció la serie Tarzán, potagonizada por Wolf Larson, con altibajos en el rating lo que llevó a su cancelación después de tres temporadas irregulares. En 1996 la televisión insistió con el tema emitiendo Tarzan the Epic Adventures, con Joe Lara haciendo de Tarzán, pero bastó una temporada para determinar su fracaso y bajarla de la programación.
Y también a la historieta
De todas las versiones de historieta que se han hecho de Tarzán, se destacan con brillo propio las de Harold Foster y la de Burne Hogarth.
Foster la creó para United Fature Syndicate, comenzando a publicarse en varios diarios de Estados Unidos el 7 de enero de 1929. Se trataba de la adaptación de la primera novela de Burroughs, a cuyo final llegó con la entrega del 16 de marzo del mismo año. Dado el éxito, le encargaron al dibujante una adaptación de la segunda novela, pero se negó y su lugar fue ocupado por Rex Maxon, de quien se publicó la primera entrega el 15 de marzo de 1931.
Cinco años después tuvo su oportunidad el dibujante Burne Hogarth, quien impuso a su trabajo un dinamismo barroco que provocó gran agitación, inédita hasta entonces en la historieta. Hogarth continuó produciendo esta página dominical durante doce años, en dos periodos, de 1937 a 1945, y de 1947 a 1950.
Después de 22 años, Burne Hogarth reapareció con el personaje que le había dado una gran popularidad, haciendo Tarzán de los monos, un libro de historieta de tapa dura y gran formato que se editó en once idiomas, y es considerado una de las primeras novelas gráficas. El éxito lo llevó cuatro años más tarde a publicar Jungle Tales of Tarzan utilizando técnicas que hasta entonces no se habían aplicado.
El autor
Una noche de 1911 el escritor Edgard Rice Burroughs, agobiado por su complicada situación económica, busca refugio en su imaginación y allí encuentra a Tarzán, el Hombre Mono, quien llega batiendo parche sobre su pecho para cambiar definitivamente la suerte de su mentor.
Es que la vida del literato nacido en Chicago el 1 de setiembre de 1875, había llegado hasta ese momento mostrándole sólo fracasos.
Después de pasar por la Harvard School de su ciudad natal, trabajó como vaquero en un rancho durante dos años, al cabo de los cuales ingresó en la Philips Academy, de la que fue expulsado por no adaptarse a sus exigencias disciplinarias. Pasó entonces un periodo de entrenamiento en la Academia Militar de Michigan y luego se incorporó al Séptimo de Caballería de los Estados Unidos. Por pedido propio se lo envió al peor de los destinos, Fort Grant, un lugar salvaje en el desierto de Arizona. Allí se nutrió con las historias de hombres que habían participado en las guerras contra comanches y apaches, historias que luego utilizaría en un ciclo de novelas sobre el tema.
Cuando consideró agotada esta etapa de su vida, abandonó el ejército y se casó con Emma Centennia Hubert. De ahí en adelante a pesar de sus esfuerzos por encontrar estabilidad para su hogar, desempeñó diversas tareas en distintos lugares: fue vaquero nuevamente; policía en Salt Lake City, carnicero en Pocatello, Idaho; buscador de oro; y revisor de avisos de venta para la Roebuck and Co. Mientras trabajaba allí escribió un relato y lo envió a la revista All Story Magazine. El relató gustó al editor que lo publicó entre febrero y julio de 1912, en seis entregas con el título La princesa de Marte. Para entonces ya había comenzado a pergeñar Tarzán, y aprovechando los 400 dólares que le reportó la publicación de su primera obra, le dedicó tiempo a la escritura y logró que en octubre del mismo año la misma revista comprara los derechos de la novela y comenzara a publicarla como un folletín, para que, finalmente en 1914 la editara con formato de libro la Casa Mc. Clurg and Company, convirtiéndose en el mayor éxito editorial del año.
Burroughs siguió escribiendo hasta convertirse en uno de los más prolíferos escritores estadounidenses, además de cubrir a los 66 años de edad, como corresponsal de guerra para el Los Ángeles Time, la Segunda Guerra Mundial.
Murió en Encino, California, el 19 de marzo de 1950.
Desde pequeños, nuestra introducción a los relatos viene de la mano del universo fantástico. Los cuentos de hadas están poblados de criaturas que adoramos, nos aterrorizan y nos llevan suavemente al mundo de la imaginación y la fantasía. Conozcamos en detalle a estos personajes que nos encantaron desde la niñez.
“Había una vez…” son tres palabras que quedaron grabadas para siempre en nuestra memoria escuchando cuentos de hadas. Lo maravilloso pasó a formar parte de nuestra vida desde que tenemos uso de razón pero, si debemos remontarnos a los orígenes de estos relatos de fantasía, indefectiblemente tenemos que comenzar con los mitos.
DIFERENCIA ENTRE MITO, LEYENDA Y CUENTO MARAVILLOSO
Los mitos son relatos anónimos tradicionales, transmitidos de generación en generación. Es una narración transformada por la fantasía de los pueblos a lo largo del tiempo en la que aparecen elementos maravillosos que explican determinados sucesos. El origen del universo, de los seres humanos y los fenómenos naturales son explicados a través de estas narraciones que todavía nos deleitan; son la cosmovisión, el registro de una cultura.
A diferencia de los mitos, las leyendas son hechos que tienen una base real y se relacionan con el pueblo que le dio su origen; debido a esto, suelen aparecer descripciones detalladas de la geografía. Las leyendas tratan de dar una explicación acerca de la existencia o el origen de algunos seres, de la Madre Tierra, de los territorios, etc. El conflicto entre los seres reales se soluciona con la intervención de fuerzas sobrenaturales como dioses, duendes, magos y elementos de la naturaleza con poderes especiales.
¿Sabías qué...?
La tradición oral de los cuentos de hadas llegó mucho antes que la forma escrita.
En tanto, se llama cuento de hadas o maravilloso a todo tipo de narraciones que incluyen aventuras maravillosas, aún cuando muchas veces las hadas no aparecen en el cuento. Muchos cuentos de este tipo coinciden con algunos mitos. La diferencia está en que los protagonistas del mito son seres divinos, mientras que en el cuento son seres humanos, aunque aparezcan seres sobrenaturales como adversarios o ayudantes mágicos. Además, los mitos son historias con un componente sagrado en el que se cree, lo que no ocurre con los cuentos. Pero entre ambos hay manifestaciones comunes que se remontan a tiempos muy lejanos ya que algunas prácticas culturales se revelan en los cuentos; la creencia de que la vida estaba ligada a un objeto exterior, por ejemplo.
Las relaciones entre mitos y cuentos es un hábito muy extendido ya que ambos forman parte de una herencia cultural remota. Los mitos y cuentos se diferencian en su función social; el mito sacraliza y el cuento entretiene. Además, los mitos tienden al desenlace trágico mientras que los cuentos maravillosos tienen un final feliz la mayoría de las veces.
Las características principales de los cuentos maravillosos son:
• Espacio y tiempo indeterminados: los hechos suceden en lugares indefinidos como “un país lejano”. No hay datos precisos para fijar la acción en una época determinada.
• Pocas descripciones: los personajes y los escenarios son mínimamente caracterizados, quizá algún rasgo destacado como único atributo.
• Uso de fórmulas y repeticiones: muchos cuentos comienzan con fórmulas fijas, como “Había una vez…” y se suelen reiterar algunos elementos: el protagonista tiene que pasar por tres pruebas o recibe tres regalos o dones. Esto tal vez se deba a las exigencias que implican su trasmisión oral.
LITERATURA INFANTIL Y JUVENIL: CRIATURAS FANTÁSTICAS, AVENTURA E IMAGINACIÓN
En la segunda mitad del siglo XVIII aparecía la literatura infantil como género independiente y se iría desarrollando con el correr del siglo XX.
En sus primeros tiempos eran pocos los que tenían acceso a los libros y a la lectura: leer era un privilegio. La cultura estaba enclaustrada en palacios y monasterios, y los pocos libros a los que se tenía acceso pretendían inculcar buenas costumbres y creencias religiosas.
Charles Perrault publicó en Francia sus famosos Cuentos de mamá Ganso –el título de origen era Cuentos de antes pero con este subtítulo es conocido en todo el mundo– en los que compilaba relatos populares franceses, italianos y de la tradición de leyendas célticas. “Piel de asno”, “Pulgarcito”, “El gato con botas”, “La Cenicienta” y “Caperucita Roja” aparecen en esta obra. Con estos cuentos maravillosos Perrault introdujo el mundo de las hadas en la literatura infantil. Siguiendo las huellas de Perrault, se hicieron populares Madame D’Aulnoy y Madame Leprince de Beaumont; esta última escribió “El almacén de los niños”, un volumen en el que se incluye una de las narraciones más admirables de la literatura fantástica, “La Bella y la Bestia”.
Pero las historias que realmente triunfaron en toda Europa fueron las de Las mil y una noches, que se tradujeron al francés en once tomos. Los filósofos y pensadores de la época comenzaron a considerar que el niño necesitaba su propia literatura.
A comienzos del siglo XIX, se aprecia un auge de la fantasía. Los escritores buscarían inspiración en la literatura popular rastreando en cada lugar de sus respectivos países antiguas leyendas que recuperarían para los niños. Así surgieron grandes escritores que se convertirían en clásicos de la literatura infantil.
Los hermanos Jacob y Wilhelm Grimm escribieron sus Cuentos para la infancia y el hogar, en los que aparecen personajes que se harían famosos en todo el mundo: Pulgarcito, Barba Azul, Blancanieves… o Cenicienta y Caperucita, que ya se habían hecho conocidas en la versión de Perrault del siglo anterior.
Hans Christian Andersen fue el gran continuador de la labor de los hermanos Grimm; sus Cuentos para niños gozaron de un éxito impresionante y durante toda su vida no dejaría de publicar relatos en los que conjugaba su sensibilidad para tratar los sentimientos de los más variados personajes —La sirenita, El patito feo, El soldadito de plomo, La vendedora de fósforos y tantos otros— con la más alta calidad literaria.
Pero la suprema combinación de fantasía y humor la aportaría Lewis Carrol con su “Alicia en el país de las maravillas”. Oscar Wilde continuaría la tradición romántica de los cuentos de hadas con sus obras “El príncipe feliz”, “El gigante egoísta” y “El ruiseñor y la rosa”, entre otros.
E. T. A. Hoffmann escribió Cuentos fantásticos en los que lo extraordinario se unía a lo maravilloso, como ocurría en “El cascanueces” o “El cántaro de oro”. Otro de los grandes protagonistas de la literatura infantil universal aparece también por esas fechas: “Pinocho”, del escritor italiano Carlo Collodi, un muñeco de madera que termina convirtiéndose en un niño de carne y hueso. Collodi consiguió un personaje atractivo y universal que adelantaba las nuevas tendencias de la literatura infantil del siglo XX.
Por otra parte, hacia 1904, James M. Barrie publicó en Londres uno de los cuentos más famosos del mundo, Peter Pan, la historia del niño eterno que no quiere crecer.
Algunos libros han significado un punto de referencia fundamental, tanto para los niños como para los adultos, como bien lo ejemplifica El principito, de Antoine de Saint-Exupéry. Escritores como Michael Ende en Momo y La historia interminable y Selma Lagerlöf (premio Nobel de Literatura) con El maravilloso viaje de Nils Holgersson a través de Suecia, han revolucionado la literatura infantil con su creatividad y su fantasía.
La literatura infantil se nutre también de las aventuras. El género de aventuras es una narración que deriva directamente de la épica, y consta de andanzas protagonizadas por uno o más héroes. Dado que no cuenta con una ambientación específica, genera argumentos de variada temática. Las tramas suelen representar un modelo legendario nacido en las antiguas sagas mitológicas. En este género se suele buscar la máxima atención de los lectores, prolongando situaciones peligrosas, posponiendo una solución. Los personajes arquetípicos de la aventura recrean el juego romántico, el compromiso con los valores morales y la lucha por restaurar la justicia.
Dada las posibilidades del relato fantástico, los personajes y situaciones que se plantean suelen constituir un desafío a la imaginación. Una de las manifestaciones más increíbles de ello es el despliegue de criaturas fantásticas en la trama de las historias. Veremos algunas de ellas para conocerlas mejor y apreciar cada uno de sus detalles.
MITAD HUMANO, MITAD ANIMAL
Nuestra relación con los animales es antiquísima. No existen prácticamente historias en las que no estén incluidos. Tal vez por ello algunas criaturas fantásticas fusionan características animales con características humanas, como en el caso del Minotauro en la mitología griega.
Una de las criaturas fantásticas más conocidas es el centauro, un ser con cuerpo de caballo y el torso, brazos y cabeza de hombre. Vive en equilibrio con la naturaleza por lo que se lo encuentra inmerso en ella. Son seres de gran fuerza y su sociedad está formada por tribus. El antropólogo y escritor Robert Graves teorizó con que los centauros de la mitología griega habían sido producto de una secta prehelénica que pudiera considerar al caballo un tótem. Otros postulan que podrían provenir de la primera reacción de una cultura que no hubiera montado caballos –como el mundo egeo minoico– hacia los nómadas que sí lo hacían; tales jinetes parecerían mitad hombres mitad caballos. Las hembras de la especie se llaman centáurides.
¿Sabías qué...?
J. K. Rowling redactó los primeros párrafos de Harry Potter y la piedra filosofal en servilletas en un viaje a Escocia.
Las sirenas también entran en esta hibridez entre humano y animal: son hermosas mujeres-pez con una voz muy bella. Una historia dice que habrían sido seres humanos en el pasado, pero fueron convertidos en pez por poderes desconocidos; su parte inferior es la de un pez con cola y escamas. Los machos son conocidos como tritones, y sus poblados están instalados en acantilados y arrecifes. Las sirenas suelen salir a la superficie y tumbarse sobre rocas a entonar sus cantos. El canto de la sirena es único. Según la leyenda, muchos marineros encontraron la muerte al escuchar ese canto tan sugerente pues sus embarcaciones encallaban entre las rocas. La sirena representa la seducción y la esclavitud a los placeres carnales.
CRIATURAS BASADAS EN ANIMALES
Muchos seres fantásticos son una composición de diferentes animales conocidos.
El unicornio es un animal mágico de carácter noble, puro y espiritual. Su aspecto es el de un caballo joven, generalmente blanco, con un cuerno en espiral. Ha sido símbolo de la inocencia y la fortaleza en varias culturas. Sin embargo, a pesar de los numerosos textos que lo nombran, su procedencia no está clara. Se cree que son inmortales, su longevidad es debida a la magia de su cuerno del que se piensa que es magia en estado puro. Es resistente a los conjuros maléficos y al veneno; puede transportarse si percibe peligro. Es un ser retraído que permite pocos contactos. Solamente se muestra ante doncellas de corazón puro, este hecho es aprovechado para capturarlos. Una vez que el unicornio permite que se lo toque se convierte en una montura tan leal que protege a su jinete con su propia vida.
Los dragones son inmensos reptiles alados pertenecientes a una de las razas más antiguas que existe en la mitología. Son famosos por su enorme figura y por sus cualidades mágicas. El poder de un dragón va en aumento con los años, de manera que los dragones adultos son, posiblemente, las criaturas más poderosas dentro del mundo mitológico. Son seres independientes que rara vez viven en comunidad. Prefieren tener su propia guarida, generalmente una cueva grande, donde guardar sus pertenencias y preciados tesoros. Su piel es escamosa y con los años se va haciendo más dura.
Independiente de su inteligencia, un dragón es un ser con los sentidos muy agudos y se caracterizan por su ataque a través del aliento. El vuelo del dragón es ágil a pesar de su gran tamaño; es un ser mágico que tiene la capacidad de lanzar conjuros. Durante los años se han definido dos grupos principales entre los dragones: los buenos y los malvados.
Pero en este punto tenemos que hacer una distinción entre la concepción del dragón occidental y el dragón oriental. En Oriente el aspecto del dragón varía, es una fusión de serpiente y ave pero, además, es una representación del poder. Se consideran seres favorables y benévolos, símbolos de dominio espiritual y temporal asociados con la sabiduría, el vigor y las fuerzas creadoras de la naturaleza. Sus adoradores los reverencian en los inmensos templos que existen dedicados a ellos. Antiguamente, los chinos se creían descendientes de los dragones, y los nacidos en el año chino del dragón gozan con una bendición preferente pues disfrutarían de buena salud, riqueza y una larga vida.
Un pegaso es un caballo alado de naturaleza mágica: inteligente, sensible y salvaje. Se trata de una criatura muy tímida –al igual que el unicornio– que sólo puede ser domada por jinetes de buen corazón. Detectan el mal y no sirven a quien intenta domarlos con fines viles. Suelen ser blancos, aunque también se conocen pegasos marrones y negros, todos seres afables y nobles.
Cuenta la leyenda que Perseo, hijo de Zeus, decapitó a Medusa, una de las tres gorgonas, y de su cuello brotó Pegaso. A pesar de los intentos que muchos hicieron por domarlo, sólo Belerofonte lo consiguió gracias a una brida mágica que le ofreció la diosa Atenea en sueños. Belerofonte y Pegaso cosecharon grandes proezas, hasta que Belerofonte se comparó con los mismos dioses y trató de volar hasta el monte Olimpo para unirse a ellos. Pegaso derribó a Belerofonte antes de conseguirlo y Zeus lo recompensó dándole alojamiento en los establos del Olimpo, otorgándole el rayo y el trueno como símbolos de su poder. Pegaso pasó a ser una constelación que se encuentra entre la constelación de Piscis y la de Andrómeda.
SERES FANTÁSTICOS HUMANOIDES
Los elfos son humanoides de apariencia frágil y delicada, orejas puntiagudas, piel pálida y ojos almendrados. Viven cientos de años y a pesar de ser menos corpulentos que los humanos, tienen mayor destreza en sus movimientos. Un elfo puede pasar desapercibido en un bosque ya que son grandes conocedores del lugar. Tienen desarrollada la visión nocturna y es famosa su habilidad con el arco. Los elfos suelen vivir en campamentos de no más de 200 elfos y en su sociedad existen pocas normas.
El gigante es una criatura que se caracteriza por poseer un tamaño y fuerza descomunales. Aparece en infinidad de leyendas. Los antiguos creían que eran capaces de romper montañas y provocar avalanchas, o de secar un río entero bebiendo de su caudal.
Fueron creados del Caos en el mismo momento en el que se definieron los cuatro elementos de la vida, el bien y el mal. Durante siglos, los dioses intentarían someter a los gigantes y esto derivaría en violentas e interminables batallas. Se pensaba que los terremotos y aludes eran consecuencia de las brutales luchas de los gigantes. Con el tiempo, consiguieron desterrarlos a la Tierra definitivamente, aunque no todos los gigantes corrieron la misma suerte. Algunos se sometieron a la voluntad de los dioses y se les permitió permanecer en el cielo y en las nubes. Se extendieron por todo el mundo, por lo que aparecen en las leyendas de prácticamente todas las culturas que se conocen.
Una de las razas de gigante más conocida en la mitología griega son los cíclopes. Gigantes de un solo ojo dedicados a la herrería, forjadores de los rayos de Zeus y de las más increíbles armas de los dioses.
El principal rasgo de un gigante es su tamaño: se pueden encontrar ejemplares de unos 4 metros hasta los que pueden rozar los cien. Son seres solitarios, pero se unen para las cacerías y los saqueos. Prefieren las luchas cuerpo a cuerpo y confían en su fuerza. Se dice que la única forma de acabar con un gigante es cortándole la cabeza, aunque un golpe certero como el que lanzó David a Goliat puede ser efectivo, por más difícil de lograr.
Duendes. Su nombre se deriva del árabe duar, el que habita, el habitante. A veces también son llamados trasgu. Estos seres pequeños suelen vivir en los bosques. En cuanto a su personalidad, pueden ser tímidos, discretos y silenciosos pero otras veces les gusta bromear usando los objetos que poseen los seres humanos. Generalmente son nobles y serviciales pero también existen algunos que pueden ser bastante pícaros. Les encanta danzar en verano bajo la luz de la luna y se dice que en invierno bailan junto a las casas y juegan con los grillos mientras la gente duerme.
Hace mucho tiempo las personas creían que los duendes ayudaban a que el trigo madurara, que todo lo verde creciera y que pintaban el bosque de distintos colores a la llegada del otoño. También creían que si se enojaban, las flores se morían y las cosechas se dañaban, por lo que las primeras flores, los primeros frutos y las primeras espigas de trigo eran dejados sobre una piedra plana como regalo para los duendes y antes de comer, les echaban un poco de pan o gotas de leche o cerveza en la chimenea. Al estar compuestos de materia más sutil que física, permanecen siendo invisibles y, cuando lo desean, se manifiestan ante los humanos en las horas que no hay luz solar.
Existe una variedad increíble de duendes, aunque su número ha disminuido ya que también a ellos les afecta el progreso de los hombres. Se dice que en lugares alejados de las ciudades todavía es posible encontrarlos.
La palabra hada procede del latín “fata“, derivado a su vez del vocablo “fatum“, que significa el hado o el destino. En la Edad Media eran definidas como divinidades o fuerzas desconocidas que obraban irresistiblemente sobre las demás divinidades y sobre los hombres y los sucesos. El término “fée” del francés, tiene similar procedencia, y de él derivaron las palabras inglesas fey y fairie, que con el correr de los tiempos sufrieron variaciones en su ortografía pasando por: fayerye, fayre, faerie, faery y fair.
En su definición etimológica, se entiende por hada al ser fantástico con forma de mujer a la cual se le atribuyen poderes mágicos. Para los sajones la palabra “ferie” hace referencia al mundo de las hadas como entidad, se refiere a un lugar geográfico. En español se convierte en “féerico“, que significa maravilloso o fantástico, aplicándolo a, por ejemplo, la música féerica o de las hadas.
El mundo de la hadas es una mezcla de embeleso, belleza, pero también de fealdad, de superficialidad, de humor, malicia, alegría e inspiración, de recelo, risa, amor y tragedia. Es mucho más rico de lo que, por lo general, nos induce a creer la literatura infantil y es, además, un mundo en el que hay que penetrar con suma cautela, pues no hay nada que más enoje a las hadas que los seres humanos que se mueven curiosamente por sus dominios. Bajo su embrujo puede desarrollarse el amor y también el abandono y la muerte. Al igual que los humanos viven en un universo de contradicciones.
William Shakespeare, en su obra Hamlet, sentencia que existen sobre la Tierra más cosas de las que alcanza a percibir la imaginación; lo fantástico es invisible a los ojos. La creencia en la existencia de las hadas es común a las más diversas culturas, encontrando su origen en los mitos y leyendas de cada una de ellas.
Una de las tantas historias sobre ellas sostiene que son ángeles caídos o idólatras muertos, que no han sido suficientemente buenos para entrar en el paraíso ni tan malos como para entrar en el infierno, obligados a vivir a mitad de camino.
Otro relato cuenta que cierta vez estaba Eva a orillas de un río bañando a sus hijos cuando escuchó que Dios le habló. Temerosa, ocultó a los hijos que todavía no había bañado, para que Él no los viera. Dios entonces le preguntó si con ella estaban todos sus hijos y Eva respondió que sí. Entonces Dios le advirtió que aquellos que había ocultado, quedarían ocultos para siempre a los ojos de los hombres y fueron esos niños los que se convirtieron en hadas o elfos.
La ubicación de estos seres elementales ha sido inconstante con el correr de los tiempos y las culturas. Para los irlandeses, alguna vez se han encontrado en el horizonte y otras bajo sus propios pies, alguna vez en tierras montañosas y otras en una isla mágica en el medio del mar, o debajo del océano. Para otras culturas, en cambio, se los puede encontrar en el ambiente natural, en una planta, un árbol, la tierra, un lago, en la brisa, el sol, en el perfume de las flores y todo lo natural que nos rodea. En una palabra, el aire, el agua, la tierra y el fuego son los cuatro elementos que contienen a los Espíritus Elementales. Incluso existe un tipo de hadas conocidas como Damas Verdes que cuidan un árbol específico durante toda su vida: por lo general son árboles antiquísimos.
En el mundo mágico, existen protagonistas destacados que no pertenecen a la categoría de criaturas fantásticas: son los hechiceros y brujas. Ellos son seres humanos que cuentan con poderes especiales, instrumentos y conocimientos profundos. Como los seres humanos, pueden trabajar para el bien o para el mal ya que, al igual que nosotros, pueden utilizar su talento de una u otra forma.
LA FANTASÍA EN NUESTROS DÍAS
Los seres fantásticos en la literatura son numerosos, tantos como la imaginación alcanza; de los más oscuros a los más luminosos. Jorge Luis Borges, escritor argentino especialista en literatura medieval e inglesa, publicó un pequeño Bestiario junto a Margarita Guerrero; el Manual de Zoología fantástica de 1957. En publicaciones posteriores cambiaría su nombre a El Libro de los Seres Imaginarios y se añadirían 34 textos más. En éste, además de incluir animales y bestias del folklore conocido, se incluyeron seres imaginados y soñados por artistas y escritores; entre ellos Franz Kafka y Edgar Allan Poe.
Por su parte, el artista contemporáneo Ciruelo –Gustavo Cabral, ilustrador argentino nacido el 20 de julio de 1963 y uno de los máximos referentes sobre fantasía épica– es uno de los más célebres especialistas en dragones.
Con todo, los géneros de terror y épico nos enseñan las más alucinantes criaturas, desde Alien, el octavo pasajero –creado por H. R. Giger–, hasta los hipogrifos, basiliscos, fénix e innumerables seres de Harry Potter y El Señor de los Anillos o los fantásticos seres de Avatar.
El género de fantasía está proliferando rápidamente en la actualidad ya que el mismo nos lleva a mundos increíbles y está saturado de infinitas posibilidades: la utopía está al servicio del relato que nos sumerge en un universo en donde magos, brujas, hadas y seres fantásticos conviven recorriendo el camino del héroe con cada lector o espectador. En un mundo en el que la lógica vuelve árida a la imaginación infantil, estas historias nos regresan a la niñez y cargan de sentido nuestra vida despertando los sueños dormidos.
El 24 de junio se cumple un nuevo aniversario del nacimiento del titiritero y escritor argentino Javier Villafañe. Murió el 1 de abril de 1996.
Por Alejo Prudkin
Un escucha de oficio
“Javieres habrá muchos. Pero un Javier como el que vive en Buenos Aires, en la casa de Almagro, hay uno solo” (Laura Devetach, La casa de Javier, Colihue, 1990).
Javier Villafañe nació el 24 de junio de 1909, en el barrio de Almagro, Buenos Aires. Desde niño anidó un especial gusto por la escucha de relatos –ya fueran clásicos narrados por su madre, o populares por una empleada española–; por sentir y palpitar la poesía callejera, y se maravillaba con el mundo de los títeres. Personajes como el clown norteamericano Frank Brown, o como el titiritero Dante S. Verzura, impresionaron y estimularon la imaginación de un chico que soñaba en grande.
Con un paso esquivo por los rígidos marcos de la escuela primaria y secundaria, su juventud estuvo signada por lecturas punzantes, la visita asidua a espectáculos de títeres y marionetas en el barrio de La Boca –comandados por artistas de origen italiano como Bastián de Terranova, Carolina Ligotti y Vito Cantone–, por sus primeras novias y el cultivo de la amistad con individuos de la talla de Enrique Wernicke, José Luis Lanuza y Juan Pedro Ramos. Cabe destacar que este último se irá perfilando como su primer compañero de viajes y andanzas.
La(s) vuelta(s) al mundo
Cumplido el servicio militar obligatorio, donde materializa sus primeras piezas literarias –como Don Juan Farolero, publicado en 1936–, y ya empleado de Obras Sanitarias de la Nación, a los 24 años asiste a una escena determinante para su vida. Transcrita por su amigo Pablo Medina, en Javier Villafañe. Antología. Obra y Recopilaciones (Sudamericana, 1990), el propio Villafañe comenta:
“Un día estábamos en el balcón de la casa de mi hermano, Oscar, en la calle Azcuénaga, con Juan Pedro Ramos, el poeta y amigo, y pasó un carro conducido por un viejo, y sobre el heno que llevaba iba un muchacho mirando el cielo mientras masticaba un pastito largo y amarillo. Pensamos en ese momento con Juan qué hermoso sería poder viajar toda la vida en un carro y que el caballo nos llevara adonde quisiera”.
Seducidos por el ideal de libertad, por la voluntad artística y la celebración de la vida, ambos compañeros dan origen a “La Andariega”, aquella mítica carreta devenida hogar y teatro de títeres ambulante. Nacida de un carro hielero y remozada por manos propias y amigas, se pobló de personajes legendarios como el mentado Maese Trotamundos.
Un creador trashumante
“Un día llegó a la ciudad un titiritero. Un hombre que tenía barba y había caminado el mundo con sus títeres” (Javier Villafañe, El caballo celoso, Colihue, 1993).
Habiendo perfeccionado la confección y el manejo de los títeres, y con aportes artísticos de Emilio Pettorutti, Raúl Soldi, Carybé, Enrique Molina y Norah Borges, entre otros, Ramos y Villafañe dan su primera función en un baldío del barrio de Belgrano, el 22 de octubre de 1935.
Primero hacia el sur de la provincia de Buenos Aires, en compañía de Juan Pedro Ramos, y luego hacia el norte –donde quedaría particularmente impactado por la gente, la fauna y la geografía entrerrianas–, acompañado fugazmente por Justiniano Orozco López, Villafañe da comienzo a su infinito derrotero de artista ambulante. A esos primeros viajes seguirían otros por el interior profundo de la Argentina y países como Chile, Bolivia, Paraguay y Uruguay, en gran parte acompañado por su amigo Liberto Fridman.
Con el tiempo llegaron sus distintas nupcias, sus hijos, el oficio periodístico y una profusa obra literaria. Pero nunca se truncó su vida andariega. Sus pies y “sus manos” hollaron Europa, África y América. En 1967 se exilia en Venezuela, hace escuela en la Universidad de Los Andes (ULA) y desde allí se lanza a los caminos manchegos tras los pasos de Don Quijote. En Venezuela, España y donde lo encuentre el tiempo, se dedica a recuperar cuentos e historias de niños y reyes. “Yo les robo cosas a los niños. Aunque en realidad no debería decir robar, porque las cosas no tienen dueño. ¿Acaso la palabra no anda en el aire y es de todos?”, supo comentar con picardía (Pablo Medina, Javier Villafañe. Antología. Obra y Recopilaciones, Sudamericana, 1990).
La(s) casa(s) de Javier
“Toda mi vida fue buscar el lugar donde quería morir. Aún sigo viajando” (Javier Villafañe, “El anciano viajero” en Los ancianos y las apuestas, Sudamericana, 1990).
En 1980 se muda a España y en 1984 retorna a nuestro país. Nunca dejó de crear, de vivir con plenitud y de viajar. Poeta, titiritero, amigo, conversador y amante de la vida, fue reconocido por reyes y plebeyos, y supo cultivar la amistad de grandes figuras como Federico García Lorca, Julio Cortázar y Atahualpa Yupanqui. El 1 de abril de 1996, la muerte lo busca y encuentra, como ya había prefigurado poéticamente en “El viejo titiritero y la muerte” (en Los ancianos y las apuestas, Sudamericana, 1990).
Bibliografía utilizada:
-Devetach, Laura. La casa de Javier. Buenos Aires, Colihue, 1990.
-Medina, Pablo. Javier Villafañe. Antología. Obra y Recopilaciones. Buenos Aires, Sudamericana, 1990.
-Villafañe, Javier. Los ancianos y las apuestas. Buenos Aires, Sudamericana, 1990.
-Villafañe, Javier. El caballo celoso. Buenos Aires, Colihue, 1993.
Héctor Germán Oesterheld es la figura que revolucionó la historieta de aventuras en nuestro país. Los protagonistas de sus historias son hombres comunes que se ven transformados a raíz de un suceso extraordinario. El escritor Juan Sasturain nos acerca una mirada sobre este gran aventurero de la historieta argentina.
Por Juan Sasturain
“En los sueños comienzan las responsabilidades” (Delmore Schwartz).
Héctor Oesterheld fue un notable contador de aventuras y, por sobre todas las cosas, un hombre bueno y sensible. En ese orden o en otro: un hombre bueno que manifestaba su sensibilidad contando aventuras, si se quiere. Un hombre sensible que contaba aventuras que no necesariamente “terminaban bien” pero que dejaban en claro que había razones suficientes para sentirse cerca de sus personajes buenos. Es decir: sus buenos no necesariamente ganaban.
Otra manera más precisa de decirlo: Oesterheld era un hombre ético que además escribía. La vida no era para él una cuenta de resultados o una carrera por llegar antes o ser el mejor. No buscó ni la riqueza ni el poder. Quiso ser coherente, escribir y vivir de acuerdo y sin contradicción con lo que creía. Eso es muy valioso y cuesta caro. Y se gana respeto y admiración y memoria como esta; pero se paga como en su caso, con la muerte violenta.
Este hombre digno, bueno y coherente, que fue el mejor escritor de aventuras que dio este país, además de un ejemplo para muchos de nosotros, murió asesinado como un perro.
Aventurarse
Cuando Oesterheld escribía –desde los primeros cuentitos infantiles en La Prensa o la colección Bolsillitos, a sus historietas militantes puras de los últimos meses de la clandestinidad– no imaginaba ni inventaba ni conjeturaba; Oesterheld aventuraba. Toda su vida fueron formas de aventurar. Aventurar es imaginar, suponer, proponer con riesgo: poner la convicción y el cuerpo detrás de la imaginación, de la invención. Es decir, hacerse cargo de lo que se crea (y se cree). Oesterheld fue un aventurador. Uno que concibió la vida como una aventura y la vivió hasta las últimas consecuencias.
Vale la pena recordar que para Oesterheld y sus lectores deslumbrados, y en muchos casos consecuentes –los que teníamos 12 años, por ejemplo, cuando vimos a Juan Salvo golpearse el pecho como Tarzán bajo la nevada en la puerta de su casa–, la aventura no es el pelotudeo (irresponsable o no) de vivir peligrosa o gratuitamente fuera de reglas o de fronteras conocidas; metiéndose en líos o cambiando de trenes, de minas, de camas o de causas, sino otra cosa un poco más sutil: tener una aventura es encontrarse en una coyuntura en que está comprometido el sentido último de la vida personal y reconocerlo.
Es decir: no es algo que simplemente le pase a alguien sino que es algo que alguien elige que le pase.
El disparador es lo que se llama una situación límite, en la que el hombre puesto a decidir opta o puede optar entre la verdad, el sentido, o la burocrática alternativa de quedarse en el molde. Y ese es el héroe de Oesterheld. El héroe no existe antes de que las cosas sucedan, no tiene un físico ni una aptitud ni una cualidad particular: es un hombre común al que las circunstancias ponen a prueba y, en su reacción, se revela para los demás y sobre todo para sí mismo como un héroe.
Es el que está a la altura del desafío –miedo incluido, derrota incluida– y sigue ahí, se hace cargo de lo que cree, de lo que sueña, de sus convicciones y, sobre todo y como disparador, de sus sentimientos.
En Oesterheld el punto de partida es siempre la cotidianidad: la vida común, el hombre o el muchacho comunes, los afectos, la casa, el trabajo, el oficio, el barrio, la familia, los amigos, la diversión; también la rutina. De ahí sale el tipo, salgo yo, sale él. Y le pasa algo, se encuentra con algo o con alguien y todo se le revela, se le da vuelta la vida, que se convierte en otra cosa.
El doctor Forbes, Cirilo Zonda, Caleb Lee, Rolo Montes, Bob Gordon, el jubilado Luna, Ezra Winston, Juan Salvo y sus compañeros de truco antes, y el guionista que escribe en la noche, después… el mismo Ernie Pike. Todos, al asumir la realidad nueva se transforman. En eso consiste la aventura.
A veces se encuentran con una circunstancia extrema –la guerra, la Invasión–; con un hombre excepcional (moralmente ejemplar, de una pieza) como Kirk, Rockett o Ticonderoga; o simplemente con alguien poseedor de una sabiduría especial, fruto de experiencias más allá de lo humano convencional como Sherlock Time, Mort Cinder o el Eternauta de la segunda parte. Ese contacto es el hecho clave.
La parábola de Oesterheld –de persona a personaje y de nuevo a persona, indisolublemente ligados– está mostrada de un modo ejemplar en la evolución del guionista receptor de la historia en El Eternauta original (y en sus avatares posteriores). Porque si bien Juan Salvo, que pasa de simple padre de familia a combatiente heroico contra la Invasión, es el típico héroe oesterheldiano surgido de las circunstancias, no cabe duda de que, en este caso, el receptor del relato –como le sucedía a Ernie Pike– también se modifica.
El guionista narrador deberá contar lo que le contaron como única manera de tratar de evitarlo… Lo notable es que en El Eternauta II Germán ya no es el guionista receptor sino el coprotagonista: “se metió en la historieta”, y ya no lo vienen a buscar para que cuente sino que lo vienen a buscar para que pelee… Paradójica, penosa o maravillosamente, en el último episodio de El Eternauta –que se realizó sin la participación de Oesterheld, ya desaparecido por la dictadura– aparece y “actúa” Germán, devenido personaje independiente, aunque ya el autor que figuraba en la tapa no esté más… Elaventurador había pasado de la historia cotidiana a la historieta y de esta a la historia a secas.
Unos cuentan para vivir y él lo hizo –y tan bien– durante muchos años; otros, viven solo para contarlo o cuentan después lo que no supieron vivir. Alguien tiene que vivir para contar lo que otros hicieron. En su caso, ejemplar, murió para que contemos cómo vivió hasta sus últimas consecuencias lo que contaba.
* Juan Sasturain es periodista, guionista de historietas, escritor y conductor de TV (Ver Para Leer yContinuará, este último por Canal Encuentro). En la década de 1980 dirigió la célebre revista Fierro. Publicó las novelas Manual de perdedores I y II, Arena en los zapatos, Los sentidos del agua, Parecido S.A.,Los dedos de Walt Disney, Brooklin & Medio y La lucha continúa. Entre sus libros de relatos se cuentan El día del arquero, El domicilio de la aventura, Zenitram, La mujer ducha y Buscados vivos. Nació en González Chávez, provincia de Buenos Aires. Licenciado en Letras, fue docente en las universidades de Buenos Aires y de Rosario. Como periodista, ha colaborado en Clarín, La Opinión, Hum®, y Página/12, entre otros medios.