Relato de un náufrago

Este tremendo relato de supervivencia y humanismo revela también una de las facetas narrativas más intensas de Gabriel García Márquez, conjugando ficción y realidad sobre ese personaje que pasó diez días en una balsa: Luis Alejandro Velasco.

“Relato de un náufrago que estuvo diez días a la deriva en una balsa sin comer ni beber, que fue proclamado héroe de la patria, besado por las reinas de la belleza y hecho rico por la publicidad, y luego aborrecido por el gobierno y olvidado para siempre.”: ese es el título completo de esta obra que constituye una de las muestras del singular estilo de Gabriel García Márquez, el gran escritor colombiano que se encuentra entre las plumas más respetadas del siglo XX. Esta narración donde el escritor afirma su singular estilo, encuentra la particularidad de ser una obra que no se puede desligar de ninguna forma de la realidad, que a menudo ofrece una relectura sobre lo acontecido.

Pero ¿en qué consiste la obra? Tal como lo dice el extenso título completo (prácticamente un irónico epígrafe, recordemos la trayectoria periodística del escritor) se trata de un relato donde un personaje con nombre y apellido, Luis Alejandro Velasco, sobrevive sin ningún tipo de vívere arriba de una balsa. El relato se enmarca dentro del género denominado “no-ficción”, tomando un hecho de la realidad y explotándolo en un mundo ficcional donde personaje y persona se encuentran a menudo superpuestos. Esto quiere decir que Velasco no sólo es un náufrago que fue enterrado el mes de agosto del año 2000 en Bogotá, es también el personaje inmortal que sobrevive en la obra literaria a los múltiples pormenores que se le presentan en el mar Caribe. Aquí, más que a la persona Velasco, se asemeja a cualquier protagonista ficcional.

Gabriel García Márquez.

EL RELATO DEL RELATO

Relato de un náufrago apareció originalmente en el año 1955 a través de las hojas del diario El espectador, de Colombia. Fue publicado en 14 entregas consecutivas bajo el título “La verdad sobre mi aventura” que, para afirmar el verosímil, iba firmado por el mismo Luis Alejandro Velasco. El texto estaba basado en las experiencias que había sufrido este sobreviviente de la tormenta en el Caribe que había azotado al destructor colombiano Caldas, provocando la desaparición de 8 marineros. O, al menos, esa era la versión oficializada.

El náufrago, que había pasado diez días en una balsa sin bebida ni comida alguna, había sido recibido con toda la pompa: condecorado de forma ilustre, declarado héroe nacional, besado por la reinas de la belleza e incluso había aparecido en varios comerciales. Pero, una vez trascendió la verdad a través de las entregas que iba realizando García Márquez, resultó tener consecuencias tanto para el náufrago como para el escritor. Es necesario contextualizar que en ese momento la libertad de prensa en Colombia se encontraba limitada por estar bajo el yugo de la dictadura militar del general Gustavo Rojas Pinilla, y por esta razón las consecuencias de la verdad fueron aún más impactantes.

¿En qué consistía esa “verdad”?: pues, a través del relato de Velasco se daba a conocer que no existió una tormenta tropical. El naufragio del Caldas se había dado por fuertes vientos regionales y una carga demasiado abultada de distintos aparatos domésticos como heladeras, estufas o lavarropas, que habían cargado los marineros en el puerto de Mobile en Alabama. Tal como plantea su autor en la autobiografía Vivir para contarlo, la causa de que ocho marinos se cayeran por la borda respondió a “la sobrecarga de aparatos domésticos mal estibados en la cubierta de una nave de guerra”. Entonces, lo que aparecía como un relato de supervivencia y aventuras, también se había transformado en un relato de denuncia contra la corrupción. La trascendencia de esta nueva versión llevo al gobierno de Pinilla a emitir nuevos comunicados indicando que la única versión oficial era la correspondiente a la tormenta tropical, pero no por ello censuró la versión que García Márquez publicaba en El Espectador. Más bien, las consecuencias se vieron poco después: el escritor comenzó a sufrir el acoso de personas cercanas al poder que le manifestaban que le hacía el “juego” al comunismo, mientras que el glorioso sobreviviente fue expulsado terminantemente de la marina.

A largo plazo las consecuencias inmediatas fueron aún más graves, sintiéndose amenazado García Márquez se exilió a París mientras que el náufrago tuvo que sobrevivir en el anonimato en base a empleos mal pagos.

EL LEGADO

Como vemos, la escritura de los artículos en El espectador fueron polémicos y determinaron consecuencias inmediatas para sus actores. Sin embargo, no termina aquí. Si bien en el año 55 García Márquez era un joven y conocido periodista, apenas conocido tímidamente como escritor (La hojarasca se publicó ese mismo año y había publicado algunos cuentos en ese mismo diario), a finales de la década del 60 su situación era bastante distinta. La publicación de Cien años de soledad en 1967 había implicado su consagración definitiva y había cobrado fuerza la corriente literaria denominada como “Boom latinoamericano”, que disparó el interés por las obras de los escritores más reconocidos de Latinoamérica. Ante las necesidades editoriales, se compila el material surgido de El espectador en el 55 y se le da un nuevo formato de novela, con un prólogo que redefine el marco de la obra.

Sin embargo, en este mismo prólogo García Márquez no dejaría de manifestar su parecer respecto a la nueva publicación del relato, aunque esta vez con su nombre y apellido:
“Si ahora se imprime en forma de libro es porque dije sí sin pensarlo muy bien, y no soy hombre con dos palabras. Me deprime la idea de que a los editores no les interese tanto el mérito del texto como el nombre con que está firmado, que muy a mi pesar es el mismo de un escritor de moda”

En este mismo prólogo comenta lo que fue del náufrago y su actual aspecto y trabajo, con lo cual redimensionaba lo acaecido tras la publicación de los artículos en el 55. Por otro lado, tras la publicación del libro el autor decidió cederle los derechos a Velasco por “motivos humanitarios” y porque entendía que el relato correspondía a la persona que lo había experimentado. Sin embargo, esta condición no iba a extenderse por tanto tiempo: el anuncio de la posibilidad de una adaptación cinematográfica con estrellas taquilleras anunciada en los medios, llevó al Nobel colombiano a detener la publicación del libro y a luchar por la propiedad intelectual del texto. El hecho de que Velasco se viera impedido de negociar la propiedad intelectual de Relatos de un náufrago lo llevó a demandar al escritor colombiano y, en un mediático enfrentamiento legal, García Márquez quedo como el único dueño de los derechos del libro.

El náufrago murió finalmente a los 66 años producto de un tumor, pero antes de morir decidió dejar en claro que se arrepentía de la demanda realizada contra el escritor: “Le pido perdón a Gabo porque considero que perjudiqué su imagen. Fue por eso que me quitó los derechos. Espero que sea el momento para que las regalías que tú me has cobrado por tanto años me ayuden en los gastos que no sufraga la sanidad de las Fuerzas Militares de Colombia”.

EL VALOR LITERARIO

Si bien no se encuentra entre las obras más importantes del autor, lo cierto es que se trata de un relato donde se resaltan las virtudes creativas de García Márquez. La elegancia de la adjetivación, la ficcionalización de algunos pasajes donde se advierte su sello y una estructura donde los detalles aparecen reorganizados para generar el suspenso necesario, son algunos de los recursos que demuestran la maestría del autor para volcar su experiencia literaria en una experiencia real.

Día internacional del libro: el rol y el futuro de los E-books

“Leer o no leer”, esa es la cuestión. ¿Qué es más importante: la lectura o los libros? El 23 de abril se celebra el Día Internacional del Libro y, en pleno siglo XXI, asistimos al surgimiento de nuevas formas de lectura (muchas veces potenciadas por las TIC). A continuación presentaremos cómo las nuevas tecnologías, a través de e-readers y tablets, están en condiciones de imponer –luego de 500 años del legado de Gutenberg– un nuevo lenguaje corporal de lectura en la educación.

Por Educ.ar

A partir del momento en que Johannes Gutenberg inventó la imprenta, las formas de comunicación se transformaron para siempre. ¿Qué pasará con la aparición de los libros electrónicos? Hace una década era inimaginable pensar una situación de lectura con un e-reader asociada a una novela de, por ejemplo, 1000 páginas. Sin embargo, las mejoras tecnológicas, desarrolladas a partir de los requerimientos de los usuarios, hicieron de los e-books una alternativa válida para que más de un lector se encuentre cómodo disfrutando de un cuento, un ensayo o un artículo periodístico digital.

¿Cuál es la potencialidad del libro electrónico? En una entrevista con educ.ar, el responsable del Sistema Nacional de Bibliotecas Públicas de Chile, Gonzalo Oyarzún, señaló que “el e-book es un libro como cualquier otro”, aunque agregó que “la gracia del e-book es la capacidad de compartir”. En ese sentido, los libros electrónicos abren la posibilidad de compartir anotaciones de manera amplia, inmediata y colectiva, lo que los diferencia de los comentarios manuscritos que suelen poblar el margen de los libros impresos. ¿Es entonces el e-book un cambio trascendental? Es probable que aquí y ahora no se perciba como algo histórico, pero sin dudas deja en evidencia una manera diferente de leer que repercutirá en las nuevas generaciones.

¿Y en la escuela? En los países desarrollados, los e-readers llegaron al aula. El uso de las nuevas tecnologías en la escuela es cada día menos extraño, puesto que la brecha digital se acorta en forma permanente. En la Argentina, la Biblioteca de Libros Digitales de educ.ar ofrece textos, manuales y libros de distintas disciplinas para descargar en PDF o en e-pub para e-books. En línea con el Programa Conectar Igualdad, el objetivo es crear un banco ilimitado de recursos para que docentes y alumnos puedan, a través de sus netbooks, acceder a material educativo multimedia.

¿Esto significa que van a desaparecer las bibliotecas con libros impresos?

Es difícil pensar en esa posibilidad puesto que el universo digital llegó con una idea de convergencia; es decir, para complementar un ecosistema con recursos que existen en la actualidad. De esta manera, los libros digitales llegan al mundo educativo y cotidiano no para reemplazar lo existente, sino para construir el lenguaje de las nuevas tecnologías, en el que el conocimiento ya no se adquiere solo mediante los libros de papel. A partir de esta premisa, podemos observar las ventajas de accesibilidad y contenidos multimedia que ofrecen tanto los e-readers como las tablets.

E-books, e-readers y tablets

En lo cotidiano, muchas personas suelen referirse al término e-book sin diferenciar la obra del soporte o artefacto (algo similar a lo que sucede con el “libro” y la “obra”). Sin embargo, lo correcto sería hablar de e-book cuando se habla del contenido y de e-reader cuando se habla del gadget o “cacharro” (al decir de los españoles).

Otro tanto suele darse entre las tablets y los e-readers. La diferencia principal entre ambos dispositivos está en la facilidad de lectura que brinda la pantalla de los e-readers, dado que la tinta electrónica no cansa la vista. De esta manera, se diferencia de la pantalla LCD que poseen las tabletas, las cuales permiten comprar libros, cómics y revistas. Sin embargo, técnicamente, la tablet no es un e-reader, sino una computadora con la que se pueden realizar operaciones más sofisticadas además de leer.

Preparación cultural más allá de la escuela

Históricamente, la tecnología se desarrolló como consecuencia de hábitos y costumbres. En su libro Técnica y civilización (Madrid, Editorial Alianza, 1982), Lewis Mumford plantea cómo los monasterios fueron la base para la regularización de la vida cotidiana en la Edad Media; en ese momento la creación del reloj mecánico permitió el establecimiento de una rutina formal de plegarias y devociones. En esa línea, el e-book nació a partir de las nuevas formas de consumo en la era digital, en la cual la lectura (de libros, de sitios de noticias y en las redes sociales) se ofrece a manera de pequeñas cápsulas.

Roberto Igarza, en su libro Burbujas de ocio, nuevas formas de consumo cultural (Buenos Aires, Editorial La Crujía, 2009) explica el surgimiento de lo que denomina “cápsulas” de consumo, que se presentan como pequeños espacios de disfrute que hay entre una actividad y otra. Tal consumo es propio de un cuerpo que ya no se sienta toda una tarde en un sillón con un libro en la mano, sino que lee pequeñas dosis en distintos momentos del día (en la oficina, en el transporte público o en diferentes espacios del hogar).

De esta manera, y teniendo como marco el Día Internacional del Libro, estamos en condiciones de decir que los e-readers llegaron para darles comodidad a los cuerpos que quieren leer muchas cosas al mismo tiempo y en cualquier lugar. El libro electrónico llegó para complementar el universo de dispositivos móviles que permiten leer y compartir en pequeñas dosis; ya no trasladando en la mochila o en la cartera solamente un libro, sino la infinidad de lecturas que ofrece internet.

Fuente: http://www.educ.ar/sitios/educar/recursos/ver?id=103424&referente=estudiantes

Roberto Arlt: El juego, la calle y la rabia

Roberto Arlt es, sin duda, uno de los escritores que mejor supo reflejar la ebullición de Buenos Aires en los comienzos del siglo XX. Sus textos dan cuenta de una ciudad en constante mutación, producto de un nuevo entramado social que modifica de manera inevitable a sus habitantes. En educ.ar nos internamos en la tumultuosa Buenos Aires de Arlt a través de uno de sus libros emblemáticos: El juguete rabioso y de un desarrollo en Google Earth que recupera fragmentos de su obra.

Por Tomás Fernández

Roberto Arlt nació en la ciudad de Buenos Aires en 1900, un año después que Jorge Luis Borges, y murió en esa misma ciudad en 1942. En esos años, la ciudad pasó de ser una “gran aldea” de unos 700.000 habitantes a alcanzar los 2.500.000, cifra que, con un ligero crecimiento a fines de los 40, se mantiene hasta la actualidad.

Roberto Arlt

Esa ciudad en constante ebullición es una presencia de cuerpo completo en la narrativa de Arlt. Un ejemplo perfecto es El juguete rabioso (1926). En esta, la primera gran novela urbana argentina, el mayor protagonista es –junto con el narrador Silvio Astier–, la Buenos Aires moderna. La clara evolución narrativa de Arlt entre el primer capítulo de la novela, escrito probablemente en torno a 1919, y los siguientes, especialmente el tercero y el cuarto –sin duda de mediados de la década del 20, cuando el autor ya ha adquirido la destreza extraordinaria que se apreciará luego en Los siete locos y Los lanzallamas–, se manifiesta también en la perspectiva sobre Buenos Aires: al principio amable escenario de aventuras esperanzadas, la ciudad se convierte irremisiblemente en una figura maligna para quienes deben aceptar trabajos poco motivadores.

A lo largo de El juguete rabioso, Arlt narra hechos muy situados geográficamente, en los que no aparece lo típico sino lo específico de una situación ligada a un lugar concreto. La novela se inicia en el cuchitril de un zapatero a 100 metros de Plaza Flores, y se cierra, dos años más tarde, en ese mismo barrio. Pero Flores se ha convertido en un lugar tétrico y comercializado, sin el aire de aventura o romanticismo del primer capítulo. Esta diferencia no se explica por los cambios históricos ocurridos entre 1912 y 1914, sino por la frecuentación de espacios distintos: por un lado el de la niñez/juventud esperanzada; por el otro el de la juventud/madurez que debe aceptar trabajos tristes. A los 14 años, Astier soñaba con ser un inventor famoso y creía en el amor eterno (primer capítulo); ese mismo Astier se siente un dios cuando, a los 16 años (en el cuarto capítulo), logra venderles unos pocos kilos de papel a los comerciantes del barrio.

El ambiente no podría influir de manera más explícita sobre la (de)formación de un carácter. Y ese carácter no tendría ningún sentido, es más, sería absolutamente incomprensible, de no ser por la fuerte presencia, material y simbólica del espacio urbano concreto.

Aquí la urbe queda definida como infierno de los pobres y aplanadora de conciencias, pero a la vez creadora de una marginalidad social de gran interés narrativo. Este demi-monde será muy fructífero en la futura producción de Arlt. Ya en El juguete rabioso, y sobre todo en el tercer y cuarto capítulo, aparecen “raros” de claro corte arltiano: homosexuales, mendigos, macrós, rengos. Allí está el germen de los marginales que luego poblarán la narrativa arltiana: linyeras, prostitutas, locos, revolucionarios, fanáticos religiosos, asesinos, falsificadores, ladrones, castrados, jorobados, bizcas. Y todos estos marginales, vale la pena subrayar, son un subproducto de la urbanización creciente. Por supuesto, también en el campo hay asesinos y locos; pero su interacción plena, en tanto bajo fondo social, solo se vuelve compleja y matizada con el surgimiento de una pareja complejidad urbana. Este desfile de personajes sería absolutamente impensable en una novela argentina de principios del siglo XIX. Por eso en Arlt, más que en ningún otro autor, el lector siente la vibración de una Buenos Aires vital y concreta.

La ciudad no es un escenario vacío sino un monstruo por momentos encantador, por momentos peligroso, que engendra modos específicos del ser urbano. El joven Astier, para salvarse, debe huir de ese monstruo y, como el protagonista de Sobre héroes y tumbas, emigra hacia la Patagonia. Arlt, en cambio, encuentra una solución alternativa: consigue un trabajo de periodista en el diario El Mundo y, desde sus aguafuertes y su narrativa, le da una forma simbólica de extraordinaria vitalidad a ese monstruo infinito que es Buenos Aires.

La Buenos Aires de Roberto Arlt

El vínculo entre Roberto Arlt y las calles de la ciudad de Buenos Aires es más que una bella anécdota: es central en su obra. Continuamente aparecen referencias a la geografía porteña, y en este artículo rescatamos algunos de sus principales hitos en El Juguete rabioso (1926), Aguafuertes porteñas (1933) y El Jorobadito (1933). Te proponemos que releas estas y otras obras, busques más ubicaciones y las compartas en la sección comentarios.

Fuente: http://www.educ.ar/sitios/educar/recursos/ver?id=103556&referente=estudiantes

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