Diversidad lingüística y poder político

Es evidente que existen implicaciones entre la lengua y el poder político. La lengua o la modalidad de lengua usada en el ejercicio del poder se convierte en prestigiosa y este prestigio es especialmente importante cuando el poder político se extiende por territorios donde se habla una lengua o variedad de lengua diferente.

Esta conexión entre lengua y poder político se advirtió ya en la Península con la expansión del castellano por territorios en que se hablaban otras lenguas neolatinas. Del mismo modo, con el descubrimiento de América la lengua española se impuso como lengua de los nuevos territorios.

La lengua se impone a los pueblos conquistados, al igual que se imponen la cultura y las costumbres. Los grandes imperios a lo largo de la historia han demostrado que el proceso de culturización de los pueblos sometidos es fundamental para la integración de estos. Sin embargo, este proceso puede conllevar la desaparición de las culturas y las lenguas autóctonas.

Durante la colonización, los grandes imperios acabaron con el habla de numerosas lenguas de pueblos originarios.

El análisis de la situación en España refleja distintas situaciones. Cataluña, con un pasado histórico y literario brillante, nunca ha dejado de hablar catalán. En el País Vasco, en cambio, el área de uso del euskera se había reducido progresivamente y parecía condenado a la extinción.

Además, en Cataluña, las lenguas en contacto, catalán y español, son dos lenguas neolatinas y, por lo tanto, la adquisición de una conociendo la otra es relativamente fácil; mientras que en el País Vasco, con dos lenguas sin relación de parentesco, sucede exactamente lo contrario.

Dado el carácter emblemático que para los vascos tiene su lengua, su defensa se convierte en una cuestión vital. En Galicia, el gallego, también lengua neolatina, ha tenido una historia similar a la del catalán.

España, al igual que gran parte de los Estados europeos, ha vivido un último siglo de reivindicaciones nacionalistas basadas en la lengua. Esto ha hecho que muchas lenguas no hayan desaparecido, sino que, por el contrario, se hayan desarrollado y actualmente sean lenguas de enseñanza, de estudio universitario, de cultivo literario y de uso político.

Convivencia de lenguas

Con frecuencia la coexistencia de lenguas en un mismo territorio se debe a factores históricos, como la conquista de un pueblo, pero también se produce por la presión cultural y económica, o se debe al movimiento migratorio hacia las zonas más industrializadas. En cualquier caso, el territorio presenta situación de bilingüismo o plurilingüismo, es decir, de convivencia de dos o más lenguas que, en teoría o de forma ideal, no presentan predominio de una sobre la otra.

Generalmente, la coexistencia de lenguas en un territorio se debe a factores históricos.

Sin embargo, esta coexistencia de lenguas se puede presentar de forma problemática, en especial cuando se da una situación de dominio entre los pueblos, y esto se traduce en opresión lingüística y falta de libertad en el uso de la lengua.

Cuando la convivencia de lenguas adquiere la dimensión de conflicto, se produce el fenómeno de la diglosia.

Bilingüismo

El bilingüismo es la situación en que se encuentra una comunidad que emplea dos lenguas distintas para cubrir exactamente los mismos cometidos comunicativos colectivos e individuales, públicos y privados.

Sin embargo, esta situación es teórica, ya que siempre una de las lenguas ejerce sobre la otra cierta influencia y, por tanto, el bilingüismo puede alcanzar un número infinito de grados.

Para que existiera un pueblo bilingüe real, todos los hablantes de ese pueblo deberían ser bilingües puros y para ello todos deberían usar las dos lenguas indistintamente y con igualdad de oportunidades.

El bilingüismo se produce cuando una comunidad emplea dos lenguas distintas para cubrir exactamente los mismos cometidos comunicativos colectivos e individuales, públicos y privados.

En realidad, esta situación no se da. Por lo general, los hablantes suelen ser monolingües, y si no lo son, una de las dos lenguas predominará en algunos usos y la otra en otros. Así, un hablante bilingüe adoptará la lengua materna, por ejemplo, para su comunicación familiar y la otra lengua, por ejemplo la enseñada en la escuela, para hablar con los compañeros, escribir una solicitud de empleo o dar una conferencia; esta situación ya no cumple con los requisitos del bilingüismo que se podría considerar puro.

El hecho de poder expresarse en dos lenguas no implica bilingüismo, sino plurilingüismo. El hablante plurilingüe piensa solo en una lengua y cuando sueña o se enfada usa esa lengua y no la otra (u otras) que también conoce; esto es signo de que esa es su lengua.

Los Estados en los que se habla más de una lengua no pueden ser calificados de bilingües o trilingües, ya que cada una de las lenguas tiene su propio dominio y cubre una determinada porción del territorio; se establecen, por tanto, áreas lingüísticas diferenciadas dentro del Estado, y las lenguas podrán ser todas oficiales en el ámbito general, cada una en su propia zona, o solo una para todo el territorio, pero este hecho no hace bilingüe un Estado. Será más adecuado hablar de Estados con dos o más lenguas.

Diglosia

La diglosia implica una evaluación de dos lenguas en términos de rango social: lengua A (lengua alta) y lengua B (lengua baja) a las que se asigna distintas funciones. La lengua A será la que se utilice en los actos públicos, en los contactos comerciales, en la enseñanza, en los grandes medios de comunicación y en la rotulación de los espacios urbanos; mientras que la lengua B quedará relegada al ámbito de las relaciones familiares, de los festivales folclóricos y, con algo de suerte, tendrá alguna presencia en las revistas y emisoras locales.

La diglosia implica una evaluación de dos lenguas en términos de rango social.

Por tanto, la lengua A será vehículo de cultura y patrimonio común, mientras que la lengua B, al verse reducida a una función social irrelevante, tenderá a desaparecer a pesar de ser la lengua propia de un pueblo.

Históricamente, la diglosia se ha producido en numerosas ocasiones y parece que es la causa de la extinción de muchas lenguas: el latín, por ejemplo, se impuso como lengua del Imperio (lengua A) y desplazó al umbro, al osco, al galo y a las lenguas peninsulares prerromanas (lenguas B), entre otras.

La presión que una lengua alta ejerce sobre otra socialmente baja es tan intensa que puede llegar a provocar la desaparición de la lengua baja. El proceso de sustitución es largo y complejo. La lengua hablada en la primera infancia y en el ámbito familiar suele mantenerse como lengua propia y personal a lo largo de toda la vida, incluso si se aprenden y usan otras lenguas con más prestigio social. Sin embargo, en una sociedad en la que convivan lenguas en una situación de diglosia, el cambio de una lengua a otra se suele producir de una forma más sencilla. Si un hablante de la lengua baja contrae matrimonio con un hablante de la lengua alta, incluso si ambos conocen las dos lenguas, es probable que adopten como lengua común la lengua socialmente más prestigiosa, y es probable también que sea esa la que transmitan a sus hijos, lo que significará que el hablante de la lengua baja acabará probablemente, con el tiempo, cambiando de lengua.

La diglosia puede ser combatida si se da la conciencia lingüística adecuada en los hablantes y en la sociedad. La defensa de la lengua B puede frenar su extinción, y esto será posible si esta se muestra como vehículo de cultura, como lengua de enseñanza en todos sus niveles y como lengua de los medios de comunicación.

La normalización lingüística es el conjunto de procesos que una comunidad lingüística inicia y desarrolla para construir las condiciones necesarias que aseguren el uso normal de su lengua y su estabilidad futura. Este proceso generalmente comporta la sustitución del uso de la lengua A por el de la lengua B en las funciones más públicas.

Tipos de gobierno

“Gobierno” hace referencia a la utilización del poder del Estado y a la conducción general de sus obligaciones. El gobierno es quien asume las responsabilidades del poder ejecutivo y reúne el poder político para dirigir las actividades de la sociedad. A continuación describiremos los tipos de gobierno más conocidos.

Monarquía

En esta forma de gobierno quien conduce la jefatura del Estado es un emperador, príncipe o rey que posee un poder hereditario y vitalicio. La monarquía se puede dar de dos maneras: constitucional y absoluta. En la absoluta quien gobierna ejerce de manera exclusiva los poderes estatales. En cambio, en las constitucionales, existen otros órganos dentro del gobierno que colaboran y participan en la labor del monarca.

 

La monarquía absoluta se caracteriza por la presencia de un rey o emperador que concentra todo el poder del Estado.

Autocracia

En esta forma de gobierno el poder fue adquirido de forma arbitraria por un grupo muy reducido de personas o por un partido político. Dentro de estos gobiernos se pueden dar dos variantes: los regímenes autoritarios y los totalitarios. En estos últimos, existe una concentración del poder absoluta en el aparato estatal. De esta manera, todas las actividades sociales pueden ser controladas. En los gobiernos totalitarios existe un partido político único que rechaza a quienes no aceptan sus decisiones y además es el que representa la voz oficial del Estado. Estos regímenes se dieron, por ejemplo, en la Alemania nazi, liderada por Hitler y en la Italia fascista de Mussolini.

En los regímenes autoritarios existe un pluralismo político limitado, por lo que puede haber otros partidos políticos, cercanos o no a los principios oficialistas. En estos regímenes, el partido oficialista cuenta con un líder carismático o bien existe un grupo que tiene la mayoría del poder en sus manos y es quien dirige al Estado. Este tipo de gobierno se dio en el siglo XX en las dictaduras que hubo en países de Latinoamérica.

 

Las dictaduras militares que hubo en el siglo XX en Latinoamérica son ejemplos de gobierno autocráticos.

Democracia

Del griego autoridad o poder del pueblo, la democracia reconoce en cada uno de los miembros de la comunidad el derecho a ser partícipe en la conducción y gestión de las cuestiones públicas. Estos gobiernos se caracterizan por la existencia de la pluralidad en cuestiones ideológicas y políticas. Además, se celebran periódicamente elecciones libres, existe un estado de derecho, elevada participación ciudadana y los conflictos son solucionados por vías pacíficas.

 

Barack Obama es el primer presidente afroamericano de la historia de los Estados Unidos. Fue elegido el 4 de noviembre de 2008.