Motín de Figueroa

Fue un intento de rebelión contra la Primera Junta de Gobierno de Chile, liderado por el teniente coronel Tomás de Figueroa y Caravaca el 1° de abril de 1811. Su objetivo era impedir las elecciones del Primer Congreso Nacional de Chile y restablecer el orden colonial. Sin embargo, la sublevación fue sofocada por las tropas leales a la Junta. Este hecho marcó el inicio de la guerra de la independencia de Chile y la disolución de la Real Audiencia.

Torreón del Barro, Valdivia, Chile. Atribución imagen: Diego Delso, Torreón del Barro, Valdivia, Chile, CC BY-SA 3.0

Gestación

Los sectores más radicales del bando realista, incluyendo a los españoles Nicolás de Chopitea y Manuel Matta, planeaban sublevar las tropas de Santiago, ponerlas bajo la dirección de un general español leal al gobierno colonial, con el objetivo de restaurar el orden anterior a la instalación de la Primera Junta. En ese momento, esos grupos y los independentistas más extremistas eran los únicos que comprendían la importancia de este evento. Para la mayoría de los chilenos, la Junta era considerada algo temporal que gobernaría hasta que el rey de España fuese liberado por Napoleón. Los conspiradores concibieron este plan considerando la cercanía de la elección de diputados de la ciudad de Santiago al Primer Congreso Nacional, que debía realizarse antes de 15 de abril de 1811.

Desarrollo

Por mandato del gobierno, un grupo de 130 soldados del cuartel San Pablo tenía la orden de marchar hacia Argentina, pero se negaron la noche de 31 de marzo de 1811, y dos de ellos resultaron muertos por disparos. Esta situación hostil provocó de manera anticipada la sublevación, que se inició la mañana del 1° de abril de 1811. Los soldados del cuartel de San Pablo desconocieron el mando de Juan de Dios Vial y Juan Miguel Benavente, proclamando su lealtad al rey y rechazando a la Junta. Tomás de Figueroa respondió al llamado de la tropa y acudió a la Real Audiencia para presentar sus demandas, pero fue enfrentado por tropas leales a la Junta. Tras un intercambio de disparos los sublevados, se dispersaron y dejaron diez muertos en la plaza, mientras que el bando gobiernista tuvo dos bajas. Figueroa se refugió en el convento de Santo Domingo, pero fue adelantado y capturado por las tropas gobiernistas para ser procesado rápidamente.

JUICIO

Tomás de Figueroa fue enjuiciado por los miembros de la Junta de Gobierno y condenado a muerte. Aunque Figueroa murió sin delatar a nadie, se culpó a la Real Audiencia, que fue suprimida en junio de 1811. También se desterró a los españoles Nicolás de Chopitea y Manuel Matta y se confiscaron sus bienes. El motín de Figueroa tuvo importantes consecuencias políticas, pues aceleró el proceso de ruptura con España y fortaleció el bando independentista.

¿Sabías qué?
La vida de Tomás de Figueroa inspiró una leyenda romántica que se relación con el torreón del Barro en Valdivia, Chile. Según la leyenda, Figueroa se enamoró de una joven valdiviana llamada María, que lo visitaba en secreto y le llevaba comida y cartas cuando él estaba preso en el torreón. Un día, Figueroa logró escapar de la prisión disfrazado de fraile y reunió con María, pero fueron descubiertos por los soldados españoles, que los persiguieron hasta el río Calle Calle. Allí Figueroa y María se lanzaron al agua abrazados y desaparecieron entre las olas, prefiriendo morir juntos que vivir separados.

El aguardiente: la bebida de la discordia

En 1764 la aduana aprobó un impuesto vinculado al cobro de las llamadas alcabalas. El Decreto afectó a los pequeños productores y comerciantes de aguardiente. Ante la medida que dictó la metrópoli el pueblo se alzó en los barrios de Quito, logró el control de la ciudad y obligó a los funcionarios a refugiarse en los conventos. Aunque se lograron algunas conquistas propuestas, como ocurrió con la Rebelión de las Alcabalas dos siglos antes, se aceptaron las negociaciones y se restableció el estanco. Estos hechos se conocieron como la Rebelión de los Estancos.

La hacienda se consolida

Al producirse la disminución de la producción textil, motivado por la baja demanda existente, la tierra adquirió mayor valor. Los precios del suelo subieron y su posesión se concentró en escasas manos, especialmente en las de los blancos acaudalados. Se convirtió así la agricultura en una de las actividades más importantes en la economía colonial. Al convertirse la tierra en un bien codiciado se iniciaron las expropiaciones forzosas a los indígenas, mediante compraventas desfavorables e injustos desalojos a sus ancestrales dueños.

¿Sabías qué...?
Las consignas utilizadas por los sublevados en la Rebelión de los Estancos fueron: ¡Viva el Rey! ¡Mueran los chapetones! ¡Abajo el mal gobierno!

La agricultura de pequeñas parcelas se transformó en agricultura extensiva, de cultivos más grandes. De este modo, comenzaron a aparecer las haciendas, donde se sembraba, se criaba el ganado y se realizaban producciones rudimentarias de panela y aguardiente de caña. El dueño de una hacienda era considerado un terrateniente. A los que tenían las mayores cantidades de tierra o más de una hacienda, se les llamó latifundistas o dueños del latifundio.

Por su parte, los indígenas, que fueron despojados de sus parcelas, y que tenían que pagar impuestos al gobierno y diezmos a la iglesia, trabajaron como peones para los hacendados y latifundistas. Los peones eran retenidos en sus labores mediante el endeudamiento que contraían con los propietarios, viéndose obligados a permanecer en sus labores. Esto es lo que se conoció como concertaje.

Concertaje

El concertaje es un contrato mediante el cual un indígena estaba obligado a realizar trabajos agrícolas de manera vitalicia y hereditaria, sin recibir salario o recibiendo una remuneración mínima. Los trabajadores o peones que vivían en las haciendas con sus familias se “concertaban” (es decir, se comprometían) con los dueños para el trabajo. No recibían el salario porque estaban endeudados con sus patrones. Pedían adelantos de dinero al patrón para poder pagar impuestos y compromisos religiosos, cómo bautizos, matrimonios, entierros y otros. De esta manera se convertían en dependientes de los hacendados y terratenientes.

Para mediados del siglo XVIII la economía se sustentó en la producción de las haciendas. Sus productos abastecían los mercados locales y regionales. Las pequeñas parcelas, conocidas como obrajes, fueron, progresivamente, integradas a las haciendas y latifundios. Por su parte la producción textil, que estaba muy deprimida, se comercializaba en mercados locales y en la zona del valle del Cauca, al sur de lo que hoy conforma el territorio colombiano.La realidad va cambiando

La tierra adquirió gran valor por la decadencia de la producción textil.

La Costa ecuatoriana creció

Aparejada al desarrollo de la agricultura creció la producción cacaotera y de otros cultivos en la Costa ecuatoriana, fundamentalmente en Guayaquil. De esta manera también aumentó el comercio y la actividad portuaria. El empleo para pardos, mestizos costeños e indígenas provenientes de la Sierra, aumentó considerablemente en las ciudades. En las décadas siguientes se intensificó el comercio con Perú y Nueva España (México).

En la Sierra Sur también creció la economía y, por ende, la población. Ciudades como Loja y Cuenca adquirieron renombre. En sus alrededores proliferaron las haciendas medianas y pequeñas donde se criaba ganado y se cultivaban el algodón, las frutas, los granos y la caña de azúcar. Allí las exportaciones estaban monopolizadas por comerciantes leales a los colonialistas españoles.

La Rebelión de los mestizos

La Rebelión de los Estancos fue un movimiento liderado por los mestizos quiteños.

El Siglo de las Luces, el siglo de las sombras

Ecuador constituyó un ejemplo de la confluencia, en un mismo territorio, de dos fenómenos característicos del siglo XVIII: por una parte el aumento de la miseria y las penurias en la población, y, por otra, un florecimiento de la cultura, el arte y la ciencia. La crisis generada por la disminución de la producción textil y de otros sectores económicos en la Sierra, produjo pobreza, descontento en la sociedad y aumentó los conflictos existentes entre los eclesiásticos y el poder civil. Estas contradicciones respondieron al incremento de las riquezas de la Iglesia, aparejado a su gran influencia sobre las personas.

Colonialistas y eclesiásticos explotaron a los indígenas.

La presidencia, entre 1728 y 1734, de Dionisio Alcedo y Herrera, político de tendencia borbónica, al frente de la Real Audiencia, intentó limitar el poder de la Iglesia, reformando la administración. En este contexto llega a Quito la Misión Geodésica que influyó grandemente en la comunidad cultural y científica.

Posteriormente, a partir de mediados del siglo, el poder de los propietarios privados y de las instituciones de la Iglesia creció. Fue en este contexto en el que se produjeron los hechos conocidos como la Rebelión de los Estancos.

Estanco

En el sistema jurídico-administrativo de la monarquía española, al estanco lo constituía el monopolio impuesto a la producción y comercialización de un producto, acto que sólo era prerrogativa del Rey.

La metrópoli, en su afán de centralizar en sus manos todo el poder sobre el comercio, estableció impuestos y restricciones aduaneras. Entre las más impopulares estuvo la del estanco del aguardiente, que provocó una rebelión de magnitudes inmensas. La Rebelión de los Estancos tuvo sus antecedentes, su desarrollo y sus consecuencias muy particulares.La gota que derramó la copa

Los hechos contados por uno y otro bando

Una Real Cédula, que prohibía la destilación particular y la comercialización del aguardiente llegó a Quito en los primeros días de mayo de 1765. Este hecho provocó gran conmoción entre diferentes sectores sociales, cansados de los abusos efectuados por los encargados de recaudar los impuestos y los “chapetones” odiados por los criollos nacidos de padre o madre española, que eran tratados como inferiores.

Chapetones

Se conocía como “chapetones” a los nacidos en España que llegaron al continente americano, en los primeros años como conquistadores, y luego, en calidad de colonos, funcionarios y autoridades.

En el amanecer del 22 de mayo, aparecieron carteles en varios lugares de la ciudad, donde se anunciaba una manifestación a las siete de la noche para protestar contra las autoridades metropolitanas por las medidas dictadas por el Rey, donde se implantó el monopolio de la producción de aguardiente y se facultó a la aduana para el cobro de nuevos impuestos gravados a los alimentos.

¿Sabías qué...?
El 24 de mayo el pueblo enardecido asaltó el Palacio de la Real Audiencia de Quito y, sin mostrar temor ante las armas de más de doscientos soldados, atacó el edificio y se apoderó de él.

A las siete de la noche se rompe la paz

A las siete de la noche sonaron fuertemente las campanas y los quiteños se reunieron en San Roque y San Sebastián y, de allí marcharon hacia la Casa de Estancos, en Santa Bárbara, derramaron aguardiente y prendieron fuego, dejando el inmueble en cenizas.

Del otro lado

En un intento por aplacar los ánimos de los sublevados, acudieron al lugar los jesuitas encabezados por el Licenciado Juan Bautista Aguirre quien, por su gran elocuencia, fue comisionado para dirigirse a las masas enardecidas, prometiendo que las medidas serían suprimidas.

El resultado de una Revolución: ganadores y perdedores

El 28 de junio la ciudad volvió a la calma, capitularon las autoridades y fueron expulsados todos los españoles solteros. Don Manuel Rubio, Decano de Oidores, encargado de la Presidencia de Quito, fue obligado a abandonar la ciudad. El 17 de septiembre de ese mismo año, una comunicación oficial, enviada por el Virrey de Santa Fe, declaró el indulto general de todos los comprometidos en la revuelta. Pocos días después y enviado por los virreyes del Perú y Nueva Granada, en calidad de pacificador, llegó a Quito el Gobernador de Guayaquil, don Antonio Zelaya, quien cumplió a satisfacción su cometido.

Quito rebelde

La Historia de Quito está llena de episodios de levantamientos, revueltas, luchas armadas y sublevaciones a través de los siglos.