De la Tierra a la Luna, por Julio Verne

Novela del escritor francés Julio Verne, cuyo título original es De la Terre à la Lune Trajet direct en 97 heures, que fuera publicada por primera vez en 1865, entre el 14 de setiembre y el 14 de octubre, en el “Journal des débats politiques et littéraires”, y cuya aparición en formato libro se produjo el 16 de octubre del mismo año.

Esta obra entre satírica y científica tuvo su continuación con Alrededor de la Luna, que habría aparecido en episodios en 1870, y que se presentara como libro el 16 de setiembre de 1872, en un volumen doble compartido con su antecesora.

La novela de Verne comienza como una sátira, un tono burlón sobre la cultura estadounidense de aquella época, y desde ese punto de partido avanza con precisión científica sobre los problemas que presentaría el enviar un objeto a la luna.

El ocio provocado por la ausencia de conflictos entre los miembros del Gun-Club, una entidad social formada por artilleros, los lleva a ponerse en movimiento para plasmar una idea de su presidente, Barbicane, quien imagina una aventura espacial, posibilidad sobre la que hasta entonces, nadie había indagado seriamente.

La intrépida idea es utilizar el gigantesco cañón Columbiad para lanzar un proyectil que llegue a la Luna, convertido de esta manera en una nave espacial que hará realidad el sueño de atravesar el espacio para arribar al hasta entonces muy poco conocido mundo lunar, que despierta en el hombre tanta curiosidad.

¿Sabías qué...?
De las novelas de Julio Verne, 33 han sido llevadas al cine.

Si bien es cierto que en la obra Verne se muestra influido por el contexto industrial y tecnológico de su época, utiliza para narrar un estilo que se parece más al de la comedia o vodevil, proponiendo a su vez, a través de sus personajes, una idea verosímil. Así la historia transcurre siguiendo el proceso de desarrollo de esta idea simple y original, y el trabajo de los miembros del club para solucionar las dificultades que se van presentando. Hasta que aparece Michel Ardan. Con este personaje el autor introduce una variante que seduce a los otros: realizar el viaje tripulado. Con un lenguaje ágil y por momentos hilarante, Verne cautiva a sus lectores que en su momento llegaron hasta escribir a la redacción del Journal para proponerse como miembros de la tripulación, subvencionarlo económicamente y otras formas de participación en el proyecto, demostrando de este modo la conmoción que generó en aquellos días la entrega episódica de la obra.

La historia se ubica temporalmente hacia la finalización de la Guerra de Secesión de los Estados Unidos, donde el grupo de aventureros que enarbolan el proyecto reciben el apoyo del secretario J. T. Maston, y detallados informas proporcionados por el observatorio de Cambridge, que les son útiles para resolver la construcción del gigantesco cañón, la forma y tamaño del proyectil, clase y cantidad de pólvora, ubicación del sitio de lanzamiento, financiación de la empresa, etc.

Pero el proyecto tiene un enemigo, el capitán Nicholl, fabricante de corazas enfrentado a Barbicane, fabricante a su vez de proyectiles, a quien desafía concretando ambos varias apuestas acerca de la suerte del proyectil.
Recolectando dinero con una suscripción internacional, se forja el gran cañón en Florida. Es entonces cuando aparece el francés Ardan con su deseo de tripular el proyectil. Esto genera una situación de tensión entre Barbicane y Nicolle, que aumenta el dramatismo en su relación, hasta que Ardan desafía a ambos a acompañarlo en su vuelo. Para que sea posible deben modificar el proyectil que de otra manera no resistiría el peso.

Con el atractivo de los personajes en movimiento para concretar el sueño del viaje espacial, con la búsqueda de los elementos necesarios para tan ambicioso proyecto, la primera parte concluye con los espectadores disfrutando de los ricos detalles que Verne proporciona y que llevan al lanzamiento de la cápsula tripulada y con la incógnita de saber qué ocurrirá después de la estrepitosa detonación que tiene lugar en el gigantesco cañón, el Columbiad que da impulso a los atrevidos astronautas para vencer la fuerza de gravedad.

Pero antes del lanzamiento el secretario Maston inspecciona el proyectil durante unos días, al cabo de los cuales y concluida su tarea, se retira al observatorio construido en las Montañas Rocosas para observar por el telescopio la trayectoria del proyectil. Para su desilusión, no llega a su destino sino que queda convertido en satélite de la Luna.

Personajes principales

• Impey Barbicane: presidente del Baltimore Gun-Club.
• J. T. Maston: secretario del Baltimore Gun-Club.
• Capitán Nicholl: constructor de corazas.
• Miguel Ardan: aventurero que pide viajar en el proyectil.

Capítulos

La historia se estructura en 28 capítulos titulados:
• I El Gun-Club
• II Comunicación del presidente Barbicane
• III Efectos de la comunicación de Barbicane
• IV Respuesta del observatorio de Cambridge
• V La novela de la Luna
• VI Lo que no es posible dudar y lo que no está permitido creer en los Estados Unidos
• VII El himno del proyectil
• VIII Historia del cañón
• IX La cuestión de las pólvoras
• X Un enemigo para veinticinco millones de amigos
• XI Florida y Texas
• XII Urbi et Orbi
• XIII Stone’s Hill
• XIV Pala y zapapico
• XV La fiesta de la fundición
• XVI El Columbiad
• XVII Un parte telegráfico
• XVIII El pasajero del Atlanta
• XIX Un mitin
• XX Ataque y respuesta
• XXI Cómo arregla un francés un desafío
• XXII El nuevo ciudadano de los Estados Unidos
• XXIII El vagón proyectil
• XXIV El telescopio de las Montañas Rocosas
• XXV Últimos pormenores
• XXVI ¡Fuego!
• XXVII Tiempo nublado
• XXVIII Un astro nuevo

Temática

La novela aborda una serie de temas que conforman el imaginario Verne:

Viajes espaciales. Aquellos proyectos imaginarios con los que Verne sorprendió a sus contemporáneos, con los años terminaron sorprendiendo por el grado de aproximación que han tenido con la realidad. Incluso el lugar elegido por el escritor para describir el lanzamiento del proyectil, está muy próximo a Cabo Cañaveral, donde hoy en día la NASA hace sus lanzamientos.

Armonía internacional. Verne mantenía la esperanza de un mundo en armonía, lo que queda de manifiesto cuando en su relato hace mención a una larga lista de países que colaboran con el proyecto sin importar que quienes lo llevan adelante son los estadounidenses. Para el escritor la rivalidad internacional no debe existir.

Francia. Es a partir de esta novela que coloca en sus narraciones un personaje francés. Así ocurre en La vuelta al mundo en 80 días; Héctor Servadac; La invasión del mar; Claudio Bombarnac; César Cascabel; Miguel Strogoff; El pueblo aéreo, y otras.

La imaginación de Verne logró que sus obras de ciencia ficción se convirtieran en literatura de anticipación.

Secuelas

Con esta novela se inicia una trilogía que continúa con Alrededor de la luna y culmina con El secreto de Maston, escrita unos años después pero retomando sus personajes para colocarlos en una aventura completamente diferente como es la de cambiar la inclinación del eje de la tierra con un cañonazo, para luego cultivar el Polo Norte.

¿Sabías qué...?
Julio Verne se recibió de abogado en 1849.

El autor

Julio Verne nació en Nantes, Francia, en julio de 1828. Ha sido considerado el fundador de la moderna literatura de ciencia ficción. En sus relatos se anticipa a los tiempos describiendo con precisión el avance tecnológico que se produciría muchos años después, como la televisión, los helicópteros, los submarinos o las naves espaciales.
Después de pasar durante su infancia por el seminario Saint-Donatien, estudió filosofía y retórica en Nantes, y luego viajó a París para cursar la carrera de leyes. Luego de aprobar su tesis doctoral, decidió dedicarse a la literatura e ingresó a la carrera de letras.

Sus comienzos como escritor fueron en la dramaturgia, pero sus obras no tuvieron éxito por lo que se dedicó a la enseñanza para sobrevivir. Entre 1852 y 1854 trabajó como secretario de E. Seveste, en el Théâtre Lyrique, tiempo durante el que publicó algunos relatos. En 1857, convertido en agente de bolsa, comenzó a viajar por Inglaterra, Escocia, Noruega y Escandinavia.

El editor Hetzel se interesó por su obra y en 1862 le publicó Cinco semanas en globo, con la que se hizo conocido y lo alentó a seguir en la temática de la aventura y la fantasía. Para ello le fueron de utilidad sus conocimientos geográficos y su afición por la ciencia y la tecnología. A eso sumó su dominio de la tensión dramática, lo que le permitió combinar la extravagancia de ciertas situaciones con la poesía de otras, valiéndose de una prosa ligera y amena.

Para la construcción de Viaje al centro de la Tierra, se valió de la geología, la mineralogía y la paleontología, y lo hizo tan bien que maravilló a los expertos con sus descripciones de animales antediluvianos. Posteriormente apareció de la Tierra a la Luna, otro de sus grandes libros, que impactó notablemente a sus lectores. Luego llegó otro éxito, La vuelta al mundo en 80 días, y más tarde Veinte mil leguas de viaje submarino, donde brilla un Verne pleno de fantasía, pero cuestionador.

Entre otras de sus obras se cuentan también Las aventuras del capitán Hatteras (1866), Los hijos del capitán Grant (trilogía, 1868-1870), En torno a la luna (1870), La isla misteriosa (1874), Miguel Strogoff (1876), Un capitán de quince años (1878), Las tribulaciones de un chino en China (1879), El faro del fin del mundo (1881) y Los viajes del capitán Cook (1896).

Radicado en Amiens desde 1872, en 1886 comenzó a dedicarse a las actividades municipales siendo nombrado, tres años más tarde, miembro del consejo municipal. Pero nunca dejó de escribir, dejando al morir, en 1905, una prolífera obra que ha sido considerada entre los grandes clásicos de la literatura infanto-juvenil del siglo XX.

EXTRAÑO INCIDENTE

En 1886 caminaba un día de marzo con su sobrino Gastón con quien mantenía una buena relación, cuando el joven sin motivo aparente sacó un revólver y le disparó dos veces. La primera no dio en el blanco, pero la segunda le hirió la pierna izquierda dejándole una renguera de la que no se recuperaría. El incidente fue ocultado por la prensa y Gastón pasó el resto de su vida en un manicomio.

Cuentos de la selva, por Horacio Quiroga

En este volumen de cuentos, Horacio Quiroga logra una de las obras más importantes de las letras latinoamericanas internándose en las salvajes inmediaciones de la selva sudamericana para contar algunas de las historias infantiles más memorables.

Pocos escritores tienen el prestigio de resultar parte de tantas generaciones como el uruguayo Horacio Quiroga, un autor que a pesar de estar signado por la tragedia y una obra esencialmente oscura nos regaló este volumen de cuentos, Cuentos de la selva, teniendo en mente su experiencia de vida en la selva y el deseo de contarle nuevos relatos a sus hijos. Estas narraciones, al que otro gran escritor de su nacionalidad, Juan Carlos Onetti, refirió como “construidos de manera impecable”, tienen un espíritu vital donde animales y humanos mantienen una misteriosa convivencia, donde la vida y la muerte se corresponden como un devenir inevitable. Quizá por eso, se trata de un escritor parcialmente enmarcado en el estilo naturalista de finales del siglo XIX.

Un sendero de ocho caminos

Más allá del indiscutible núcleo que resulta ser la selva (y en particular la selva misionera), las historias de Cuentos de la selva están interconectadas por la presencia de animales parlantes y su interacción con el entorno humano a lo largo de ocho cuentos: “La tortuga gigante”, “Las medias de los flamencos”, “El loro pelado”, “La guerra de los yacarés”, “La gama ciega”, “Historia de dos cachorros de coatí y de dos cachorros de hombre”, “El paso del Yabebirí” y “La abeja haragana”.

En el momento en que Quiroga publica Cuentos de la selva en 1918 ya era una figura reconocida en el ambiente literario, debido principalmente a la publicación de la antología Cuentos de amor de locura y de muerte en 1917. Sin embargo, el escritor uruguayo contaba ya con varios ejercicios literarios y publicaciones que habían apuntalado su estilo cercano a la literatura de Edgar A. Poe o Guy de Maupassant, ganándose la vida a través de publicaciones que realizaba en revistas como Caras y caretas. En ese entonces decidió trasladar algunas de sus vivencias en la selva a través de unos cuentos para niños que redactó en la ciudad de Buenos Aires, viviendo en un pequeño apartamento ubicado sobre la calle Agüero luego del suicidio de su esposa en 1915.

Las intenciones del escritor eran realizar un texto de lectura destinado a la escuela primaria de Uruguay, pero este intento fue infructuoso debido a que el Consejo de Enseñanza rechazó al texto por “incorrecciones sintácticas”. Sin embargo, la publicación de este libro de cuentos no pasó inadvertida. Después de todo, se trataba en Latinoamérica de uno de los primeros libros de relatos destinado a un público infantil. Pero además, su tono amable y simple lo acerca a un registro oral con el que Quiroga ya había convivido en su estancia en la selva misionera al interactuar con los pueblos originarios de la región, sin renegar de recursos literarios que había perfeccionado desde la primera publicación (en 1905) y la influencia del cine que había aprendido a amar a través de los escritos críticos que publicó en numerosos diarios (lo cual lo llevó a incorporar recursos narrativos como la elipsis o el racconto, por ejemplo, en la literatura).

La temática de sus cuentos, que a menudo se centran en la interacción entre el hombre y la naturaleza, preanuncian un inédito –hasta el momento- interés por la preservación del medio ambiente en algunos de sus relatos. Al retrato negativo del hombre que en su afán por pescar arroja bombas en un río matando todo lo que hay (como en “El paso del Yabebirí”) o lo contamina con el paso de sus navíos (leer “La guerra de los yacarés”), se suma el deseo de convivencia entre ese mundo salvaje y la civilización, expresado en cuentos como “La tortuga gigante” o “Historia de dos cachorros de coatí y de dos cachorros de hombre”, por ejemplo.

Por otro lado, el valor literario también aparece en la filosofía con que Quiroga enlaza a esa polaridad del siglo XIX que era la “Civilización o barbarie” planteada por Domingo Faustino Sarmiento. Ante esta dicotomía del romanticismo, Quiroga no negaba los avances de la civilización, pero buscaba y fomentaba la convivencia entre la barbarie y la civilización proponiendo la posibilidad de una convivencia pacífica y solidaria (como finalmente sucede en el citado “La tortuga gigante” o “La guerra de los yacarés”). Si prestamos atención a los antagonistas que se nos presentan en el relato veremos que a menudo, cuando se trata de animales, cuentan con atribuciones con las cuales se suele presentar a un antagonista humano en su caricatura: torpe, bruto, prepotente y esencialmente malvado, se trata de una figura que actúa con violencia, como en el caso del tigre en “El loro pelado”. Otro elemento inteligente en la construcción del antagonista radica en que habitualmente se trata de predadores que resultan una amenaza tanto para el hombre como para la mayoría de los animales del ecosistema selvático elegido por Quiroga, obligando a una convivencia pacífica para combatir una adversidad.

En todo caso y más allá del breve análisis, se trata de cuentos que cumplen con la facultad de entretener y captar la imaginación de los niños, sin perder actualidad gracias a la clara, simple, pero sumamente elegante, pluma de Horacio Quiroga.

El autor

Si bien referir que la vida del autor de Cuentos de la selva puede tener mucho que ver con otros trabajos como Cuentos de amor de locura y de muerte (1917) o Los desterrados (1926), lo cierto es que se puede caer en una lectura facilista, sin relieves, sobre la figura de Quiroga. Sin embargo, la tentación parece inevitable cuando se advierte, como se mencionó al iniciar esta nota, como la tragedia y la pérdida ha atravesado su vida de forma casi constante. Horacio Silvestre Quiroga Forteza nació el 31 de diciembre de 1878 en la ciudad de Salto, Uruguay, en un hogar acaudalado con vínculos políticos con el poder. Dado que contrajo tos convulsa apenas pasaron dos meses, sus padres decidieron trasladarse a un entorno rural cercano a la ciudad de Salto y asoma la primera y temprana tragedia de su vida: en un paseo por el campo su padre, Prudencio Quiroga, se dispara accidentalmente un disparo de escopeta y muere en el acto.

Su formación estuvo a cargo de su madre, realizando sus estudios en la ciudad de Montevideo y destacándose en actividades deportivas, sintiendo especial afecto por el ciclismo. Sin embargo, su vocación artística se despertaba a raíz de su interés por la literatura y la fotografía, comenzando a colaborar en algunas publicaciones como La revista o La reforma entre los años 1894 y 1897. En 1896 ocurre una segunda perdida en su vida, la de su padrastro Asencio Barcos, que tras sufrir una hemorragia cerebral decide quitarse la vida de un disparo que es presenciado por el joven Quiroga al ingresar a su habitación. Sin embargo, estos hechos sombríos no cortan sus inquietudes creativas e incluso lo llevan a formarse en filosofía y conocer la pluma de un argentino que lo influenciaría de forma determinante en su labor creativa: Leopoldo Lugones. En 1898 tiene su primera incursión romántica con María Esther Jurkovski, pero el origen no judío de Quiroga impidió la relación debido a que los padres de la niña reprobaban esta relación y la condujeron a una separación inevitable.

Sus inquietudes bohemias y su búsqueda de perfeccionarse en el arte literario lo llevaron a utilizar la cuantiosa herencia que había recibido de su padrastro para dirigirse a la ciudad de París en el año 1900. Su retorno tras cuatro meses allí fue visto por sus amistades como un fracaso, siendo encontrado en un estado calamitoso respecto al joven que había ido al viejo continente.

Ese año se reencuentra con el grupo de intelectuales salteños que con- En el año 1911 nace la primera hija de la pareja, Eglé Quiroga, y en 1912 nace su hijo, Darío Quiroga. Con ellos convive en ese entorno selvático y comienza a elaborar desde la oralidad algunos de los relatos que luego formaran parte de Cuentos de la selva, buscando entretenerlos. Pero esta vida idílica en un entorno rústico no agradó de la misma manera a su esposa, con la cual discutía diariamente, y finalmente decidió quitarse la vida en 1915 tomando una dosis fuerte de sublimado que la condujo a una lenta agonía de ocho días. Esta muerte lo llevó a una profunda depresión de la cual lo rescató el amor por sus hijos y en 1916 decide volver a Buenos Aires para trabajar en su oficio de escritor. Manuel Gálvez le solicita un libro en 1917 y Quiroga decide editarlo con cuentos que ya había publicado en distintas revistas, dando lugar a Cuentos de amor de locura y de muerte. En 1918 afirma su calidad literaria con Cuentos de la selva, un compilado de historias para niños que había gestado para entretener a sus hijos durante su vida en Misiones.

Esta etapa en Buenos Aires sería particularmente prolífica a raíz de la edición de un nuevo libro de cuentos El salvaje (1919), la obra teatral Las sacrificadas (1920) y el volumen Anaconda y otros cuentos (1921). Al mismo tiempo colaboraba con distintos diarios de importancia como La Nación, lo cual contribuyó a darle mayor popularidad, permitiéndole acceder a raíz de su prestigio a distintos cargos políticos. Pero además, en esta etapa descubre su amor por el cine y comienza a desempeñarse como un crítico especializado, convirtiéndose en uno de los pioneros del oficio. En esos años retorna a la selva y se enamora de Ana María Palacio, de 17 años, pero la negativa de los padres atentará contra está posibilidad, llevándose a su hija lejos de allí para que no se consume ese amor.

En 1926 decide volver a Buenos Aires, donde es homenajeado por distintas figuras de la cultura y en 1927 publica el volumen de cuentos Los desterrados. Ese año se enamora de María Elena Bravo, una compañera de su hija que aceptó casarse con él y en 1928 tiene una nueva hija con esta pareja, María Elena o “Pitoca”.

En 1932 decide retirarse nuevamente a la selva misionera junto a su nueva esposa y su hija, en busca de encontrar la tranquilidad que no encontraba en la ciudad. Sin embargo, no se trató de una convivencia pacífica y estuvo signada por constantes discusiones donde el eje era el rechazo a esa vida en la selva. Esta etapa conflictiva daría lugar al volumen de cuentos Más allá (1935).

1935 sería un año negativo para Quiroga, quien luego de que le diagnosticaran hipertrofia de próstata se encontraría solo y enfermo en Misiones a raíz del abandono de su esposa e hija. Sin embargo, los dolores lo llevarían a residir en Buenos Aires para que traten sus dolores, siéndole diagnosticado en 1937 cáncer de próstata, que a esa altura ya era intratable e inoperable. Permaneció en el hospital de clínicas con la compañía de un paciente que padecía elefantitis, que debido a sus deformaciones era ocultado a la mayoría de la gente. Fue la ayuda del paciente lo que llevo a Quiroga a poder finalmente consumar el suicidio para evitarse los dolores del cáncer, tomando un vaso de cianuro.

Obras de Horacio Quiroga

Poesía:
• Los arrecifes de coral (1901)

Cuentos:
• El crimen del otro (1904)
• Los perseguidos (1905)
• Cuentos de amor de locura y de muerte (1917)
• Cuentos de la selva (1918)
• El salvaje (1920)
• Anaconda (1921)
• El desierto (1924)
• Los desterrados (1926)
• Pasado amor (1929)
• Más allá (1935)

Novelas:
• Historia de un amor turbio (1908)
• Pasado amor (1929)

Teatro:
• Las sacrificadas (1921)

La novela

Género literario elegido por los más grandes escritores de la historia, la novela es un recorrido por técnicas, tramas y estructuras diversas, capaces de seguir sorprendiendo en cualquier época y cultura.

Vargas Llosa escribió alguna vez que cada novela es un deicidio secreto, un asesinato simbólico de la realidad fundado en un sentimiento de insatisfacción contra la vida. Pero la estocada del artista es una pincelada creadora de otro mundo, uno nuevo, hecho de palabras, que espera a ser descubierto para vivir en el fenómeno de la lectura. Porque es precisamente durante esos instantes en los que la obra finalmente adquiere un carácter completo: en las manos del lector que le brinda su propio sello, y que será distinto dependiendo de su historia personal y su cultura.

Una novela es entonces un sinfín de posibilidades en potencia, creadas por un autor, pero puestas en juego únicamente gracias a la participación de un lector ocasional. ¿Qué es lo que hace tan especial este género narrativo? ¿Qué nos ofrece que no podemos encontrar en otros? En este artículo nos enfrentaremos precisamente a estas cuestiones para conocer tan sólo uno de los encantos ocultos entre las tapas duras de un libro.

¿Qué es una novela?

Ante todo, cuando hablamos de una novela estamos haciendo referencia a un género narrativo particular con determinadas características que lo diferencian de los restantes, como la estructura en forma de relato, la presencia de personajes y la circunscripción a un tiempo y lugar.

De acuerdo con esta idea, los elementos principales de una novela pueden reducirse a tres: la acción (lo que sucede), caracteres (las personas) y ambiente (el escenario, la época, la atmósfera).

El término novela procede del italiano novella, que a su vez deriva del latín nova: noticias. La palabra había sido designada en principio para denominar a un relato de ficción intermedio entre el cuento y el romanzo. Luego, en el castellano del siglo de oro mantuvo su acepción original de relato breve, pero empezó a aplicarse más tarde para designar a la narración extensa, dejando el concepto de novela corta para el primero.

Sin embargo, a causa de la gran diversidad de modelos que presenta la novela a lo largo de la historia, es difícil elaborar una definición precisa, e incluso es complicado determinar exactamente dónde y cuándo aparece por primera vez.

El problema se incrementa por el hecho de que en este género narrativo confluyen diversos elementos y técnicas que producen cambios sustanciales para cada texto. Así, se explican la multiplicidad de definiciones ofrecidas por autores y críticos sobre la novela.

Escena de la novela Romeo y Julieta de Willam Shakespeare.

Para aproximarnos a una definición más o menos consensuada, primero hay que rastrear su desarrollo. De esta manera se observará que la novela aparece como el resultado de la evolución de la poesía épica y que esta modificación de estilo se encuentra íntimamente ligada al transcurso del tiempo y al cambio de cosmovisión. La principal diferencia es que se trata de un género polifónico, en el sentido de que existen varias voces que la constituyen.

Pero estos datos sólo sirven para iniciarse en la búsqueda, ya que en la actualidad se han mezclado en la novela diversos elementos líricos y dramáticos que la han dotado de una mayor profundidad y complejidad. En este punto puede arribarse a una nueva conclusión que permite rastrear el por qué de la complejidad del género: toda novela se nutre del momento histórico en que nace y se manifiesta con mayor o menor exactitud; su tiempo deja huellas en su escritura.

La extensión es otro factor que suele tomarse en cuenta para lograr distinguir el género. Siguiendo esta línea una novela debería contar con alrededor de 100 páginas (o más), incluso si se trata de una corta. Al ser más extensa que el cuento, el escritor tiene mayor libertad, tanto para desarrollar la estructura como la trama. El relato, escrito generalmente en prosa, está dividido en capítulos, cada uno con un sentido en sí mismo, y comparte con el cuento la misma lógica temporal.

Clasificación tipológica

En toda narración encontraremos tres elementos o estratos esenciales: los acontecimientos, los personajes y el espacio donde éstos se mueven. Por este motivo, es costumbre establecer una clasificación tipológica de la novela de acuerdo con ellos. En este sentido, puede encontrarse:

a) La novela de acontecimientos: en este relato el autor pone en primer plano los avatares por los que pasa el héroe, sin que se preste demasiada atención a los aspectos psicológicos de los personajes ni a la descripción de los paisajes. Históricamente es la más antigua, habiéndose escrito los primeros ejemplares en la Antigüedad clásica. Sin embargo, el estilo se ha perpetuado a través del tiempo, como puede observarse en las obras de Walter Scott y Alexandre Dumas.

b) La novela de personajes: cuenta siempre con un personaje central, cuidadosamente estudiado por el autor y que muchas veces deriva hacia la novela lírica y subjetiva. La presencia del protagonista en la obra adquiere tal importancia que incluso en muchos casos le da el nombre a la novela.

c) La novela de espacio: tiene como rasgo esencial la descripción del ambiente histórico y geográfico en el que se desarrolla la trama. Algunos ejemplos claros pueden encontrarse en los relatos de Balzac, Flaubert y Stendhal. En el caso de la vertiente realista y naturalista del siglo XIX, los autores se interesan básicamente por la descripción de la sociedad de su tiempo, en especial de ciertos ambientes concretos (bajos fondos, burguesía…).

Walter Scott, escritor británico de novelas históricas.

El narrador

Al tratarse de un relato, la novela requiere de un narrador que cuente la historia. Para ello se han utilizado una innumerable cantidad de recursos: desde la propia narración de uno de los personajes, hasta la de un espectador omnisciente, desde el anecdótico encuentro del autor con una carta o manuscrito, hasta la presencia de varios narradores que se van sucediendo a medida que avanza la historia.

Un novelista cuenta por lo tanto con múltiples posibilidades para contar su relato, y si bien la más empleada es la narración en tercera persona, también puede alternar diferentes técnicas: presentar los diálogos en estilo directo y describir la escena como si sucediera ante el lector en el mismo momento que se relata; narrar en pasado, en estilo indirecto o indirecto libre; resumir o extender mediante comentarios, digresiones, etcétera.

El narrador en primera persona es un procedimiento usado en la novela picaresca, en la humorística, en la epistolar y, muy especialmente, en la romántica. Hay ciertas variedades técnicas: el narrador puede identificarse con el personaje central de la novela (generando así la sensación de autobiografía), pero también puede presentarse como una persona que asiste a los hechos narrados por ella.

Como ya se mencionó, el narrador en tercera persona es más habitual y se caracteriza por permanecer fuera de los acontecimientos. En general, aparece como un narrador omnisciente, exponiendo y comentando las actuaciones de los personajes. Al ver sin ser visto, puede internarse no sólo en todos los hechos de la historia, sino también en los pensamientos más íntimos de los protagonistas.

Además, domina la totalidad de la narración sin intervenir su devenir. Su presencia se manifiesta en los comentarios o juicios que va haciendo sobre todo lo que ocurre. Por esta razón, en este tipo de novelas la descripción, el comentario y la narración suelen abundar mucho, con lo que el diálogo directo entre los personajes disminuye.

La elección de uno u otro tipo de narrador no es anecdótica. De hecho, al optar por un modo cualquiera debe saberse que producirá una fuerte impresión en la historia, transmitiendo diferentes sensaciones según sea el caso.

El tiempo

El tiempo es otro de los recursos fundamentales en cualquier novela, ya que no sólo permite cambiar el significado de las obras sino también el uso y la función de la lectura.

En principio, hay que distinguir entre el tiempo de la historia y el tiempo de la narración. El primero de ellos es aquel en el que se supone que han ocurrido los hechos que se exponen. El segundo es el tiempo ocupado por la lectura de la obra.

Existen ciertas características que permiten identificar el tiempo de la historia:

a) La datación de la historia, ya sea de forma cronológica (con una fecha concreta, por ejemplo), o con algún indicador temporal (por ejemplo: “este invierno”).
b) Por la indicación de los lapsus de tiempo ocupados por los hechos (por ejemplo: “la conversación duró dos horas”).
c) Creando la impresión de la duración.

Pero los tiempos dentro de la novela no necesariamente son siempre los mismos y lo más probable es que varíen bastante dentro de una obra. De esta manera, puede distinguirse un tiempo de la aventura, uno de la escritura y otro de la lectura.

El tiempo de la aventura es el de la historia propiamente dicha, para el que se elijen un número restringido de aspectos, hechos y detalles de entre la gran cantidad que podrían utilizarse. Como toda descripción, es parcial e incompleta, y requiere de múltiples procedimientos para seleccionar lo que se necesita.

Por otro lado, la historia no se narra necesariamente de forma cronológica. A la arbitrariedad de la elección de un principio y un fin, hay que sumar un sistema temporal muy complejo que, en muchos casos, no se despliega cronológicamente. Así, la historia, en lugar de conservar el orden de los hechos, se irá conociendo por medio de fragmentos que el lector deberá hilvanar.

El tiempo de la escritura también es importante para la obra, ya que permite rastrear la época en que escribió el autor. Recordemos que la técnica narrativa es indisociable del momento de la escritura, y que el escritor, atravesado por una determinada cultura, tiende a expresar las modas y los procedimientos de su época, tanto si los acepta como si los rechaza.

Por último, el tiempo de la lectura es importante porque siempre hay una falta de sincronía entre el momento en que el lector conoce la obra y el momento en el que tiene lugar la historia. La evolución del sentido de las palabras y el cambio de las formas de vida y de pensamiento según las épocas, acentúan la separación entre la experiencia de la lectura y la de la escritura.

La composición

Como ya se mencionó anteriormente, el novelista deberá localizar, seleccionar y privilegiar ciertos hechos que le parecen importantes, y dejar otros en la sombra. Este trabajo tiene la finalidad de producir cierto efecto en el lector, de forma tal que pueda retener su atención, conmoverle y/o provocar su reflexión. Organiza, pues, la materia prima de su historia para darle una forma artística.

La composición de la novela también debe valerse de diversas cuestiones técnicas. Por ejemplo, en el caso de la novela tradicional, debía tener un argumento (elemento esencial para relatar una historia), una acción en la que se veían envueltos una serie de personajes, y un contexto determinado en el que la misma se desarrolla, es decir, en una situación histórica determinada.

¿Sabías qué...?
La novela más antigua es “Aventuras de Quéreas y Calírroe”, subtitulada “Amor en Siracusa”. Fue escrita por Caritón de Afrodisias a finales del siglo primero.

La descripción

Para darle ritmo a la narración, la descripción aparece como una herramienta fundamental en cualquier novela. Por ejemplo, puede servir para lograr que el lector preste atención al medio ambiente, o despierte distintas sensaciones como la calma después de una pelea o la impaciencia al interrumpir la narración en un momento crítico.

Esto quiere decir que fundamentalmente permite generar un clima. Para lograrlo, anuncia el movimiento y el tono de la obra, pero también puede ampliar la perspectiva de la narración.

Por otro lado, en su función más básica, la descripción le permite al autor transmitir cierta información al lector, por ejemplo, recurriendo a un personaje informado que se comunica con otro que no lo está, o simplemente advirtiendo cómo se viste el protagonista, cómo actúa y piensa.

La descripción implica la mirada de un personaje (aunque sea la del propio narrador omnisciente), de donde se sigue la necesidad de introducir tal personaje y de situarlo ante el objeto a describir.