El ciclo sexual femenino o ciclo menstrual es el proceso que prepara todo los meses al cuerpo de la mujer para tener la posibilidad de que su óvulo sea fecundado. Este proceso permite un potencial embarazo de la mujer y presenta una serie de cambios fisiológicos que enunciaremos a continuación.
La primera menstruación, también conocida como menarquia, es el día en el que se produce el primer sangrado vaginal con origen menstrual en una mujer, y supone la señal de que su cuerpo ya es fértil y está capacitado para que los óvulos sean fecundados.
Fases del ciclo menstrual
Menstruación: la menstruación o periodo es el sangrado mensual de una mujer. Durante la menstruación, el cuerpo femenino está liberándose de las células de recubrimiento del útero. La sangre menstrual fluye de este a través de una abertura en el cuello uterino y abandona el cuerpo a través de la vagina. Lo más común es que los periodos menstruales duren de tres a cinco días, aunque al igual que el ciclo menstrual completo y el volumen de sangre, también esta cifra puede variar ligeramente dependiendo de cada mujer, y puede oscilar entre dos y siete días.
Preovulación: esta fase se produce tras la menstruación y, como indica su nombre, antes de la ovulación. En ella, el ovario produce unas hormonas llamadas estrógenos, que se encargan de hacer que uno de los óvulos que se encuentran en su interior madure. Normalmente se da entre los días 6 y 13 del ciclo, aunque pueden variar incluso en la misma mujer, debido a una gran variedad de factores que van desde la pérdida de peso al estrés emocional, a enfermedades, al exceso de ejercicio o incluso la dieta.
Ovulación: durante esta fase el óvulo completa el proceso de maduración y es trasladado desde el ovario en el que estaba alojado hasta el útero a través de una de las trompas de Falopio. Los niveles hormonales aumentan y ayudan a preparar el recubrimiento del útero para el embarazo; por este motivo la mayor probabilidad de embarazo de una mujer es durante los tres días antes de la ovulación o en el mismo día de la ovulación.
Postovulación: en caso de que la fecundación del óvulo no se haya producido, dicho óvulo acaba involucionando y es expulsado en la próxima menstruación. Tras la postovulación empieza un nuevo ciclo menstrual.
El ciclo menstrual promedio tiene una duración de 28 días, aunque puede ser algo más corto o algo más largo, llegando a variar de 21 a 45 días, dependiendo de cada persona y de su cuerpo.
El periodo en el que la mujer es más fértil y, por tanto, la probabilidad de que sus óvulos sean fecundados y se quede embarazada, es mayor durante varios días previos a la ovulación, este día, y uno o dos días después. En ciclos normales, estos días fértiles suelen corresponderse con la segunda semana y el comienzo de la tercera.
La esterilidad es la incapacidad de una persona, o de una pareja, de procrear. Se considera que una pareja es estéril cuando, al cabo de dos o más años de tener relaciones sexuales completas, sin emplear ningún método anticonceptivo, la mujer no ha conseguido quedar embarazada.
Si se entiende que la planificación familiar está destinada a que una pareja intente tener el número de hijos que desee, en el momento en que lo crea oportuno, se comprende, pues, que la esterilidad y su tratamiento también formen parte de ella.
La esterilidad afecta a entre un 12 y un 15 % de las parejas. En más de un 50 % de los casos es de causa femenina, en general motivada por la obstrucción de las trompas de Falopio o por diversas alteraciones en el ciclo menstrual, como la ausencia de ovulación. En alrededor de un 40 % de los casos es de causa masculina, siendo la más común una alteración en la cantidad y calidad de espermatozoides. Por último, en un 5 % de los casos la esterilidad es de causa desconocida.
El tratamiento de la esterilidad es muy complejo, ya que sus causas pueden ser muy diversas. No obstante, en algunos casos en que no se puede solucionar el problema mediante ciertos tipos de medidas terapéuticas medicamentosas o quirúrgicas, se puede recurrir a lo que se conoce como técnicas de reproducción asistida, en las que, sustituyendo parte del proceso de reproducción natural por procedimientos artificiales, es posible la procreación. Las técnicas de reproducción asistida más extendidas en la actualidad son la inseminación artificial y la fecundación in vitro.
Inseminación artificial
La inseminación artificial es una técnica de reproducción asistida que consiste en la introducción del semen en el interior del útero mediante una sonda especial. Según las causas de la esterilidad, el semen puede ser del hombre que forma parte de la pareja, o bien de otro. La inseminación artificial, al igual que el coito vaginal, debe realizarse en los períodos fértiles del ciclo menstrual y repetirse varias veces, para incrementar las posibilidades de que efectivamente se produzca el embarazo.
La fecundación in vitro
La fecundación in vitro es una técnica de reproducción asistida en la que la fusión entre un espermatozoide y un óvulo se realiza fuera del organismo, en un laboratorio. La célula huevo obtenida se implanta artificialmente en la mucosa del útero al cabo de unos días, cuando ya se ha comenzado a segmentar. En general, se emplea para el tratamiento de la esterilidad cuando otros tratamientos y técnicas más sencillos no han dado resultados, y también en casos de trastornos de las trompas uterinas o de baja concentración de espermatozoides en el semen.
Los espermatozoides se obtienen de una muestra de semen. Los óvulos se extraen mediante una punción del ovario, realizada con una sonda especial que se introduce por la vagina y que dispone de una aguja apta para efectuar una punción-aspiración.
Los espermatozoides y los óvulos se colocan juntos en un medio de cultivo. Si no se produce espontáneamente la fecundación, se puede realizar una microinyección espermática, que consiste en inocular artificialmente un espermatozoide dentro de un óvulo. Una vez se ha producido la fecundación, las células huevo obtenidas se conservan en el medio de cultivo durante unos tres días, hasta que comienzan a multiplicarse.
A continuación, se examinan y se seleccionan las tres mejores, que se insertan en el endometrio mediante una cánula especial que se introduce a través de la vagina. Normalmente, según datos estadísticos, de estas tres, solo una prospera.
Cada animal utiliza distintos tipos de fecundación. La fecundación puede ser externa o interna, dentro del óvulo de la hembra o fuera. Uno de los aspectos que más determina el tipo de fecundación de cada animal es su propio hábitat.
En la mayoría de los animales que viven en el agua, la unión del espermatozoide con el óvulo se realiza en el agua, fuera del cuerpo de la hembra. Este tipo de fecundación recibe el nombre de fecundación externa.
Un ejemplo bien conocido es el de los peces gregarios, como las sardinas. Cuando llega la época de la reproducción, las hembras desovan millones de huevos que quedan flotando en el agua. Los machos sueltan entonces su esperma y se produce la fecundación.
Debido a que la mayoría de los animales pueden moverse, cuando los machos y las hembras han de llevar a cabo la fecundación se aproximan, con el fin de que ésta se realice más fácilmente. Pero, a pesar de ello, muchas células sexuales se pierden en el agua.
Este inconveniente no ocurre en los animales cuyo sistema reproductor se basa en la fecundación interna, en la que los espermatozoides se unen con los óvulos dentro del sistema reproductor de la hembra. En los animales que poseen este tipo de fecundación, los individuos que se aparean entran en contacto físico, y el macho posee órganos especiales que expulsan directamente los espermatozoides dentro del sistema reproductor de la hembra.
En animales terrestres como los mamíferos, las aves, los insectos y los reptiles la fecundación es interna. Los peces cartilaginosos, como por ejemplo los tiburones, también tienen este tipo de fecundación.
La fecundación interna surgió como necesidad imperiosa al conquistar los animales el medio terrestre, pues las condiciones aquí impiden el traslado del espermatozoide hasta el óvulo fuera del cuerpo. Además, resultó ser un método muy beneficioso que permitía reducir el número de óvulos necesarios, ahorrando de este modo el animal una gran energía que podía emplear en otras funciones.
Oviparismo y viviparismo
Así como la fecundación puede realizarse dentro o fuera de la hembra, el óvulo fecundado puede desarrollarse también dentro o fuera de la misma.
En los animales de fecundación externa, el cigoto se desarrolla en el exterior del cuerpo de la madre y en muchos animales de fecundación interna el cigoto se desprende de la madre poco después de ser fecundado, de modo que el desarrollo tiene lugar asimismo en el exterior, ya sea en el suelo o en el agua. Este es el caso de los insectos, los reptiles y las aves.
Todos los animales en los que el desarrollo del cigoto se realiza fuera del cuerpo de la madre, tanto si su fecundación es externa como si es interna, se llaman ovíparos (que literalmente significa “que paren huevos”). En estos animales, el cigoto suele rodearse de una o varias envolturas que lo protegen; el conjunto formado por el cigoto y tales envolturas se denomina huevo.
En los mamíferos y en algunos otros animales basados en el sistema de fecundación interna, el embrión se desarrolla dentro del cuerpo de la madre. Estos animales son denominados vivíparos, porque paren crías que nacen “vivas”. Los embriones de los animales vivíparos están mucho más protegidos que los de los ovíparos, y además el cuerpo de la madre les proporciona las sustancias nutritivas que necesitan para desarrollarse antes de nacer.
Durante la gestación, el organismo materno experimenta una serie de modificaciones y trastornos. Dichos cambios son provocados, básicamente, por dos circunstancias que explicaremos a continuación.
En primer lugar, los cambios se producen por el aumento de la secreción de estrógenos y progesterona, unas hormonas que fabrican los ovarios y la placenta, y que tienen la misión de adaptar el organismo a la gestación y prepararlo para la lactancia, pero que producen, asimismo, una serie de alteraciones en diversos aparatos y sistemas. La otra circunstancia que provoca estos cambios y trastornos es el propio crecimiento del feto dentro del útero.
Una de las modificaciones más evidentes que se producen durante la gestación es el aumento de peso. El resto de las modificaciones podrían muy bien clasificarse como trastornos, ya que ocasionan molestias objetivas o subjetivas a la embarazada.
Entre los trastornos digestivos cabe destacar las náuseas, vómitos, exceso de salivación, estreñimiento, flatulencia y rechazo a ciertos gustos y olores. Entre los trastornos cardiovasculares, son frecuentes los edemas o hinchazones de miembros inferiores, las varices o dilataciones de las venas de los miembros inferiores, y las hemorroides o varices de las venas situadas alrededor del ano.
Las alteraciones cutáneas más características son la aparición de manchas oscuras en la piel de la cara y un exceso de pigmentación alrededor de los pezones, en la línea media del abdomen, en la vulva, en el ano y en las cicatrices. En las mamas, a parte de su aumento de volumen y sensación de peso y tirantez, pueden producirse emanaciones espontáneas de leche a través de los pezones, aumento de la sensibilidad e, incluso, dolor, y formación de estrías. Otros trastornos frecuentes son anemia, cansancio, necesidad de orinar con excesiva frecuencia y dolor en la parte baja de la espalda.
Los métodos anticonceptivos fisiológicos son 4: el DIU, los anticonceptivos hormonales, la interrupción voluntaria del embarazo y la esterilización.
El dispositivo intrauterino o DIU
El dispositivo intrauterino, o DIU, también conocido como “espiral”, es un elemento de pequeñas dimensiones que se inserta dentro del útero y que impide que el embarazo prospere.
Todavía no se conoce con total exactitud el mecanismo de acción del DIU. Sin embargo, al parecer, el DIU actúa como un cuerpo extraño dentro de la cavidad uterina, frente al cual la mucosa de este órgano reacciona mediante una inflamación que no ocasiona molestias a la portadora, pero impide que la célula huevo se implante.
La colocación del DIU es un procedimiento muy sencillo que lleva a cabo el especialista. No obstante, antes de recurrir a este método anticonceptivo, la mujer ha de someterse a un examen ginecológico, en el que se descartan diversos trastornos que podrían contraindicarlo, como infecciones, hemorragias o tumores.
El DIU no está indicado en todas las mujeres. En general, es más recomendable en las que ya han tenido hijos, porque lo toleran mejor. Sin embargo, hay una gran diversidad de modelos, algunos de ellos especialmente recomendados para mujeres que aún no se han quedado embarazadas.
Entre las ventajas del DIU destaca que es un método anticonceptivo de acción muy prolongada, ya que solo debe sustituirse cada dos a cinco años, que no actúa fuera del útero, a diferencia de los anticonceptivos hormonales, y que no es un método anticonceptivo irreversible, a diferencia de la esterilización. Por otra parte, el DIU obliga a las mujeres portadoras a someterse a controles ginecológicos periódicos y, en muy contados casos, da lugar a complicaciones de cierta gravedad. El DIU está considerado como el método anticonceptivo más eficaz, después de la esterilización y los anticonceptivos hormonales.
Los anticonceptivos hormonales
Los anticonceptivos hormonales son fármacos sintéticos de efectos similares a las hormonas, que inhiben la ovulación, la fecundación o el desarrollo del embarazo.
Los anticonceptivos hormonales más utilizados son los anovulatorios. Estos fármacos inhiben la ovulación, un proceso merced al cual, durante cada ciclo menstrual, un óvulo madura, se desprende del ovario y se introduce en la trompa de Falopio. Al inhibir este proceso, la fecundación resulta imposible.
Los anovulatorios contienen diversas combinaciones y dosis de sustancias de efectos similares a los estrógenos y la progesterona. Durante el ciclo sexual, la ovulación se produce por los efectos de dos hormonas que secreta la hipófisis, que son la FSH o foliculoestimulante, y la LH o luteinizante. Sin embargo, cuando los niveles de estrógenos y progesterona son muy elevados, como sucede cuando se producen la fecundación y el embarazo, estas hormonas se secretan en menor cantidad y, en consecuencia, la ovulación no tiene lugar. Los anovulatorios actúan de forma similar: mediante su administración se consiguen niveles elevados de sustancias de efectos similares a los estrógenos y la progesterona, de manera que las hormonas FSH y LH se secretan en menores cantidades de las normales, y por lo tanto no se produce la ovulación.
Además de inhibir la ovulación, los anovulatorios tienen otros efectos anticonceptivos, tales como hacer que las secreciones del cuello uterino resulten más infranqueables para los espermatozoides o modificar las características de la mucosa uterina, de forma que la implantación de la célula huevo sea imposible.
Existen diversos tipos de anovulatorios. Los más empleados son los anticonceptivos orales, también conocidos como píldoras anticonceptivas, que se administran por vía oral. La frecuencia de las tomas depende de su composición. La mayor parte se administran diariamente, durante los primeros 21 días de cada ciclo menstrual. Sin embargo, algunos se toman una sola vez al mes.
Los anovulatorios inyectables se administran mediante una inyección intramuscular y, según su composición, pueden administrarse una o varias veces al mes.
Otro tipo de anticonceptivo hormonal de uso relativamente común es la minipíldora, un fármaco que está compuesto por una sustancia de efecto similar al de la progesterona, y que se administra diariamente por vía oral. La minipíldora actúa alterando las características de las secreciones mucosas del cuello uterino, haciéndolas infranquebles para los espermatozoides.
Por último, otro anticonceptivo hormonal que se emplea con cierta frecuencia es el anticonceptivo poscoital, que se presenta en forma de comprimidos de composición similar a los anovulatorios, pero con un contenido superior de hormonas. Los anticonceptivos poscoitales no se administran de forma continua y regular, sino de forma excepcional, como una alternativa de urgencia, cuando se ha realizado un coito vaginal y no se han empleado otros métodos anticonceptivos o bien se sospecha que estos han fallado. En general, estos compuestos se deben tomar durante cinco días seguidos y solo son efectivos si comienzan a administrarse antes de que hayan transcurrido 24 horas tras haber realizado el coito vaginal. Estos compuestos actúan modificando las características de la mucosa uterina, impidiendo la implantación de la célula huevo.
Los anticonceptivos hormonales tienen la ventaja de no interferir en el juego sexual y de no requerir ninguna preparación especial para emplearlos. Además, constituyen el método anticonceptivo más seguro que existe después de la esterilización, y, a diferencia de esta, su efecto no es irreversible. Sin embargo, presentan algunos inconvenientes. En primer lugar, requieren la prescripción médica y un control ginecológico anual. Además, pueden causar algunos efectos secundarios, como náuseas, vómitos, aumento de peso, dolor de cabeza, crecimiento de vello o acné. Finalmente, los anovulatorios orales de administración diaria, que son los de uso más extendido, deben tomarse con regularidad, evitando los olvidos.
Por otra parte, los anticonceptivos hormonales están contraindicados en algunos casos, como ocurre ante la existencia de ciertos trastornos cardiovasculares o en mujeres fumadoras de más de 35 años de edad. Además, su uso no está recomendado durante la adolescencia, cuando el aparato genital femenino aún no ha completado su maduración.
La interrupción voluntaria del embarazo
La interrupción voluntaria del embarazo, o aborto inducido, consiste en aplicar diversos tipos de técnicas con el objetivo de evitar el desarrollo del embrión. El aborto inducido no es un método anticonceptivo, ya que no está dirigido a impedir la fecundación, la implantación o el desarrollo de la célula huevo, sino a imposibilitar que el embrión, ya formado, continúe desarrollándose. No obstante, la legislación de numerosos países occidentales lo contempla como un último recurso para evitar el nacimiento de un hijo no deseado.
Existen diversos métodos para realizar el aborto inducido. Los más empleados son la aspiración del contenido del útero mediante una cánula especial y el raspado quirúrgico, que se realiza con una cucharilla que se introduce en el interior de dicho órgano. Por otra parte, en algunos países se ha comercializado un fármaco, denominado RU-486, que se administra por vía oral e inhibe la acción de la progesterona, y que actúa frenando el embarazo y produciendo, a la vez, unas contracciones uterinas que ocasionan la expulsión del contenido de este órgano.
El aborto inducido, cuando se lleva a cabo de forma legal, en condiciones aceptables de higiene y por profesionales responsables, no suele dar lugar a complicaciones de importancia, aunque algunas mujeres experimentan una reacción depresiva que requiere una ayuda psicológica puntual. Sin embargo, cuando se realiza de forma clandestina e incontrolada, las complicaciones no son infrecuentes.
Esterilización
La esterilización es una técnica quirúrgica destinada a impedir la procreación, que puede practicarse en el hombre o en la mujer y que tiene efectos irreversibles.
La esterilización masculina, o vasectomía, es una intervención quirúrgica muy sencilla, que consiste en seccionar y ligar los conductos deferentes, que conducen los espermatozoides desde los testículos hasta la uretra. En el individuo vasectomizado se mantienen la libido, la erección, la eyaculación y el orgasmo; pero su semen no contiene espermatozoides, de manera que no es capaz de fecundar un óvulo.
La esterilización femenina, o ligadura de trompas, es la intervención quirúrgica equivalente a la vasectomía, pero realizada en la mujer: consiste en seccionar y ligar las trompas de Falopio, por las que los óvulos descienden desde los ovarios hacia el útero. Al estar estos conductos bloqueados, la mujer ya no puede procrear, pero sus ciclos sexuales, menstruaciones, libido y orgasmos no se alteran.
La esterilización es un método anticonceptivo irreversible, y por ello se indica en personas que no desean tener más hijos o en mujeres de más de 35 años de edad, momento a partir del cual resulta cada vez de más riesgo el embarazo. Por otra parte, es el método anticonceptivo más eficaz: su índice de fallos es casi inexistente.
El parto es un proceso fisiológico normal, mediante el cual se pone fin al período de gestación, y cuyo desenlace es la salida del feto y la placenta al exterior del organismo materno. Este proceso suele ocurrir unos 280 días después de producida la primera falta de menstruación.
El período del preparto
En el período de preparto se producen una serie de fenómenos que anteceden en unos días al inicio del parto. Uno de los más importantes es el encajamiento del feto, que coloca su cabeza en la parte más inferior de la pelvis, justo por encima del cuello uterino.
Otra circunstancia importante son las contracciones uterinas, que siguen siendo igual de intensas que en los últimos meses del embarazo, pero que se hacen más frecuentes. También forma parte del preparto la maduración del cuello uterino, merced a la cual esta parte del útero se dilata y ablanda, preparándose para dejar pasar al feto. Finalmente, la última señal del preparto suele ser la expulsión del tapón mucoso, que consiste en la expulsión, a través de la vagina, de una masa gelatinosa y amarillenta, que hasta ese momento estaba obstruyendo el cuello uterino.
El inicio del parto
Se considera que el parto se inicia cuando las contracciones uterinas se hacen lo bastante potentes, duraderas y frecuentes como para dilatar completamente el cuello del útero y expulsar el feto. Es decir, cuando se presentan las contracciones uterinas eficaces. Normalmente cada una de estas contracciones dura más de 40 segundos. Otra señal importante que indica que el parto se está iniciando es la rotura de la bolsa de las aguas, que consiste en la rotura de las membranas que envuelven el feto dentro del útero. Estas membranas, en consecuencia, son expulsadas a través de la vagina, acompañándose del líquido que contenían en su interior, que es transparente y, por lo general, muy abundante. Se recomienda que, ante cualquiera de estas dos circunstancias, la embarazada se presente en el hospital ya preparada para el parto.
Fases del parto
El parto propiamente dicho comprende tres fases: la fase de dilatación, la fase de expulsión y el alumbramiento.
Durante la fase de dilatación, el cuello del útero, canal que comunica la vagina con el útero, se dilata progresivamente, de forma que, al inicio de esta fase, suele tener unos 3 cm de diámetro, mientras que, al final de la misma, tiene unos 10 cm. Esta fase suele prolongarse durante unas cuatro horas, pero en las mujeres que tienen su primer hijo puede extenderse varias horas más; por el contrario, en las multíparas, que ya han vivido varios partos, puede ser significativamente más corta. En general, durante este lapso de tiempo, la parturienta suele permanecer en la sala de dilatación, próxima a la sala de partos.
Una vez completada la fase de dilatación, la parturienta es trasladada a la sala de partos y recostada en una camilla especialmente preparada para los trabajos de parto. Allí se inicia la fase de expulsión, durante la cual el feto se abrirá paso a lo largo del canal del parto, atravesando sucesivamente el cuello uterino, la vagina y la vulva.
En estos momentos, las contracciones uterinas duran unos 50 segundos y se presentan cada 2 o 3 minutos. Estas contracciones suelen resultar bastante dolorosas, pero existen maniobras para hacerlas más soportables y eficaces, como levantar la cabeza y pujar de forma acompasada y controlando la respiración. De todas formas, cuando no se puede controlar el dolor, suele recurrirse a la administración de anestesia.
Durante la fase de expulsión, el feto también debe realizar una serie de movimientos para atravesar con más facilidad el canal de parto. Así, al inicio, pliega la cabeza sobre su pecho y gira sobre su eje longitudinal, ofreciendo sus diámetros menores al pasar por los sitios más estrechos del canal de parto.
En la culminación de la fase de expulsión, o coronamiento, la cabeza del feto aflora por la vulva. En este momento suele realizarse una incisión transversal en la vagina, o episiotomía, para evitar que se desgarren los tejidos de la vulva. Seguidamente atraviesan la vulva la parte posterior del cráneo, la cara y el resto del cuerpo del feto.
La fase de expulsión suele comprender entre 40 y 90 minutos, pero el afloramiento del feto, a través de la vulva, se desarrolla, si no se presentan complicaciones, en solo unos segundos.
El alumbramiento, que es la última fase del parto, se inicia cuando el feto ya ha atravesado el canal de parto, y finaliza cuando la placenta y las membranas que envolvían el feto durante la gestación son expulsadas fuera del organismo materno. En general, ello ocurre al cabo de unos 3 a 10 minutos, y es provocado por las contracciones uterinas, que aún continúan, pero ya no resultan dolorosas, porque el útero se encuentra prácticamente vacío. Tras el alumbramiento, se sutura la herida de la episiotomía y se da por terminado el parto. Pese a ello, se recomienda que la mujer que ha dado a luz permanezca ingresada en el hospital durante 3 a 5 días. Sin embargo, cada vez son más cortos los períodos de hospitalización.