Literatura barroca y literatura romántica

La literatura barroca y la romántica tienen en común el hecho de ser literaturas de ruptura: la primera cuestionaba la herencia optimista y racionalista del Renacimiento; la segunda se alzó contra la Ilustración y los ideales estéticos neoclásicos. Sin embargo, también tienen muchas diferencias. 

  Literatura barroca Literatura romántica
Definición Es el conjunto de obras literarias (poesía, novela, teatro) producidas en Europa e Hispanoamérica durante el siglo XVII, las cuales poseen unos rasgos en común. Es el conjunto de obras literarias (poesía, novela, teatro) producidas en Europa e Hispanoamérica durante el siglo XVIII y la primera mitad del XIX, las cuales poseen unos rasgos en común.
Características generales
  • Abundante empleo de los recursos literarios, lo que resulta en formas expresivas elaboradas y complejas.
  • Predominan los sentimientos de desilusión, desengaño y melancolía, los cuales se expresan a través de ironías y sarcasmos.
  • Entrelaza lo trágico y lo cómico.
  • Refleja los acontecimientos más destacados del siglo XVII, como el hambre, la peste y el auge de la espiritualidad.
  • Búsqueda de lo nuevo y extraordinario para excitar la sensibilidad y la inteligencia y provocar la admiración.
  • El subjetivismo individual y el capricho personal en lugar de las normas clásicas.
  • Tendencia a la exageración, a superar todo límite; la noción de que en lo inacabado reside el supremo ideal de una obra artística.
  • Ve en la vida rural y la vuelta a la campiña un refugio para la originalidad y la pasión artística, contrapuesto a la frialdad racional de las ciudades industrializadas.
  • Aboga por la libertad de creación y pensamiento, sin patrones ni estereotipos.
  • Valora lo nacional, lo individual y lo popular. Recupera tradiciones locales olvidadas, a las que opone al “progreso” encarnado en las ciencias.
  • Encuentra en la inspiración una vía de conexión entre el artista y la trascendencia, y la opone a la profesionalización del arte y los preceptos ilustrados que pretendían hallar patrones para la creación estética.
  • La literatura romántica hace hincapié en el individualismo y el subjetivismo. De allí surgió un interés en el interior del hombre y los misterios del subconsciente.
Poesía Surgen dentro de la poesía barroca dos tendencias estilísticas diferentes:

  • Conceptismo: da más importancia al fondo que a la forma. La poesía conceptista es poesía de contenido, es asociación ingeniosa entre palabras e ideas. Opera especialmente sobre el pensamiento abstracto, para lo cual se sirve de ingeniosas antítesis y paradojas. Su principal representante es Francisco de Quevedo.
  • Culteranismo: presenta complejidad en el orden sintáctico, es decir, altera el orden normal de la colocación de las palabras en la frase. Emplea un vocabulario muy ornamental y ostentoso. Su principal representante es Luis de Góngora.
  • Uno de sus temas preferidos es el amor apasionado, que siempre conduce a un trágico destino.
  • Otro tema común es la muerte, única forma de escapar a la dura realidad y el rechazo, concebida como la liberación del alma.
  • Innova a nivel de métrica. Se crean nuevas estrofas, como la octavilla aguda, o bien se ensaya con combinaciones novedosas de versos cortos y largo, o se rescatan géneros poéticos medievales, como el romance.
Novela Durante el Barroco nace la novela picaresca. Se trata de un género satírico, que se define sobre todo por el protagonista, el pícaro, un joven de la clase de los sirvientes que vive en varias ciudades y tiene aventuras y desventuras con diferentes amos. El pícaro aprende desde muy pequeño a ser astuto y a buscarse la vida. Sus preocupaciones principales son, primero tener de comer, y después, si puede, progresar. Una obra representativa de este tipo de novela es Guzmán de Alfarache, de Mateo Alemán.
  • Se describe la naturaleza en sus más pequeños detalles. Por ejemplo, se habla del sonido de los ríos, los pájaros y los perfumes de las flores. Con frecuencia, estas descripciones son una metáfora de los sentimientos del autor.
  • Las novelas del Romanticismo se caracterizan por describir los tormentos de un individuo, las luchas que atraviesa en la búsqueda del amor y debido a su inadecuación en el mundo.
Teatro
  • Durante el período se pone en boga la Tragicomedia, un género que entrelaza lo dramático y lo cómico.
  • Se escriben autos sacramentales, que son breves piezas en las que se representa un relato bíblico.
  • Desde el Renacimiento, se creía decididamente que una obra teatral debía tener una sola acción principal, un único escenario y los acontecimientos debían suceder en el mismo día. En el Barroco se rompe con esta regla. Muchas de las obras del período tienen más de un escenario o transcurren en un lapso de tiempo del relato mayor a un día.
  • Busca en el pasado (relatos mitológicos, leyendas medievales) la respuesta para problemas del presente.
  • Rechazó las tres unidades de narración: tiempo, lugar y acción. Los autores escribían sin restricciones y usaban diferentes escenarios.
  • Por primera vez, se escriben en prosa los parlamentos de los personajes.
Principales representantes
  • Francisco de Quevedo
  • Luis de Góngora
  • Tirso de Molina
  • Pedro Calderón de la Barca
  • Lope de Vega y Carpio
  • Sor Juana Inés de la Cruz
  • Victor Hugo (1802 – 1885)
  • William Wordsworth
  • Friedrich Schiller
  • Gustavo Adolfo Bécquer
  • Jorge Isaacs
  • John Keats
  • Lord Byron
  • Edgar Allan Poe
Ejemplos “Ninfa, de Doris hija, la más bella,

adora, que vio el reino de la espuma.

Galatea es su nombre, y dulce en ella

el terno Venus de sus Gracias suma.

Son una y otra luminosa estrella

lucientes ojos de su blanca pluma:

si roca de cristal no es de Neptuno,

pavón de Venus es, cisne de Juno”.

 

Luis de Góngora

Soledad primera (fragmento)

 

 “Volverán las oscuras golondrinasen tu balcón sus nidos a colgar,
y otra vez con el ala a sus cristales
jugando llamarán.
Pero aquellas que el vuelo refrenaban
tu hermosura y mi dicha a contemplar,
aquellas que aprendieron nuestros nombres…
¡esas… no volverán!” 

 

Gustavo Adolfo Bécquer

Rima (fragmento)

 

 

Renacimiento y Barroco

Se trata de dos de los períodos históricos más importantes de la historia de Occidente. Durante los mismos, las artes y la filosofía experimentaron un progreso no visto desde la Antigüedad clásica. Sin embargo, Renacimiento y Barroco son períodos muy diferentes entre sí. 

Renacimiento Barroco
Filosofía
  • Se desarrolló el Humanismo, una filosofía que toma como foco de atención al propio ser humano.
  • Se revalorizó la cultura clásica, a la que se consideraba la cúspide de la civilización occidental.
  • Se comenzó a defender la razón como única vía para alcanzar la verdad.
  • Imperaba la conciencia de que el hombre es un ser imperfecto, lleno de defectos, pero se pretendió hallar belleza en esa imperfección.
  • No valoró la cultura clásica, sino lo original, lo sofisticado, lo complejo.

 

Arquitectura
  • Las edificaciones eran diseñadas de acuerdo a los modelos grecolatinos. Estaban divididas en secciones proporcionadas, armónicas entre sí. En la arquitectura reinaba la homogeneidad y la claridad.
  • Algunos ejemplos son: la catedral de Santa María de las Flores de Florencia, la Iglesia de Santa María Novella, el palacio de Carlos V en Granada y la catedral de Jaén.
  • No se apreciaba la claridad y la regularidad, sino que más bien se sobrecarga la estructura con detalles que dan la sensación de algo caótico, especialmente en columnas, arcos, estatuas, bajo y altorrelieves. Mostraban predilección por las paredes curvas.
  • Algunos ejemplos son: el Palacio Real de Madrid, la catedral de Santiago de Compostela, el palacio de Versalles y la basílica de San Pedro.
Pintura
  • Se perfeccionó la perspectiva.
  • Surgió un nuevo estilo de pintura: el óleo.
  • Se buscaba representar la anatomía humana con máximo detalle.
  • Se representaba al hombre y su entorno, pero de manera idealizada y armónica.
  • Algunos pintores de este período son: Leonardo da Vinci, Michelangelo y Rafael.

La Gioconda, de Leonardo da Vinci, una de las obras más importantes del arte universal.

 

  • El pintor del Barroco no buscaba representar la realidad con exactitud, sino de acuerdo a su personal forma de percibirla y experimentarla.
  • Se enfocaba en el ser humano, pero en seres humanos concretos, imperfectos, sin idealizarlos.
  • Algunos pintores de este período son: Diego Velázquez, Caravaggio, Bernini, Rembrandt.

 

Rembrandt riendo, de Rembrandt.

 

Música
  • Se caracterizó por su textura polifónica, apegada las leyes del contrapunto y con cierto legado procedente del canto gregoriano.
  • Se inventó uno de los grandes géneros musicales: la ópera.
  • Surgió la tonalidad, la sonata y el concierto; se comenzó a usar el bajo continuo.
Poesía
  • Sus temas predilectos fueron el amor, la belleza y aspectos mitológicos recuperados de las civilizaciones clásicas.
  • Algunos poetas de este período fueron Fray Luis de León, Garcilaso de la Vega y Petrarca.
  • Sus temas más frecuentes fueron el desengaño, el pesimismo ante la vida, la desesperación, el amor y el inconformismo.
  • Poetas notables del Barroco fueron Luis de Góngora, Francisco de Quevedo y Sor Juana Inés de la Cruz.

 

Literatura hispanoamericana: del Renacimiento al Modernismo

La vasta extensión americana ha dado luz a una de las expresiones artísticas más sublimes a través de la literatura. Producto del feroz choque entre el Viejo y el Nuevo Mundo, esta expresión ha dado lugar a nuevas formas que identificaron a la América hispana.

Antes de internarnos en un tema tan extenso como complejo es preciso definir qué es lo que entendemos como literatura hispanoamericana, una definición que puede resultar tan abarcadora como confusa. Específicamente, con literatura hispanoamericana de lo que estamos hablando es de la obra literaria que fue concebida en aquellos pueblos de habla hispana en Norteamérica, Centro América, el Caribe y Sudamérica, teniendo en cuenta que deba estar escrita en español.

De esta forma se integra al Viejo Mundo europeo con su herencia cultural al Nuevo Mundo con su cultura originaria a través del lenguaje adoptado a lo largo de los siglos por el sangriento proceso de conquista y colonización primero, y la creación de los estado nación después. Esta herencia puede apreciarse en los rasgos que identificaron e hicieron que esto no aparezca meramente como una contribución de otros tiempos, sino como la herencia de una cosmovisión completamente distinta y única que definió la historia de cada territorio. Por lo tanto, plumas tan ilustres como la de El Inca Garcilaso de la Vega, Sor Juana Inés de la Cruz, Andrés Bello, Domingo Faustino Sarmiento, Jorge Luis Borges, Pablo Neruda o Gabriel García Márquez, entre otros, se encuentran hermanados por este complejo proceso histórico y no sólo por el idioma que comparten entre sí.

Conociendo esto, ahora sí, nos internamos en la apasionante historia de la literatura hispanoamericana, desde las primeras manifestaciones en el Renacimiento hasta el primer movimiento que tuvo su origen en Latinoamérica: el Modernismo.

El Renacimiento

La primera fase de la literatura hispanoamericana se puede enmarcar dentro del Renacimiento, que se caracterizó por la preeminencia del movimiento Humanista. El Humanismo comenzó en Italia en el siglo XV y se extendió al resto de Europa en el siglo XVI. Este movimiento es netamente antropocéntrico, es decir, existe una revaloración de la cultura clásica grecolatina por lo que el hombre pasa a ser centro de las reflexiones filosóficas. Dios ya no será el centro ni la razón de todas las cosas sino que la mirada humana tendrá algo que decir al respecto. Se caracteriza por el auge de las artes y la importancia central que toma el hombre. Son siempre obras de gran riqueza en las que la novela se convierte en el género más cultivado, apareciendo también la lírica y el teatro. Hay que destacar la invención de la imprenta en el siglo XV, que trae con ella una democratización de la literatura acercándola por fin al pueblo.

La crónica

La obra que a menudo se entiende como fundacional de la literatura hispanoamericana dista de haber sido pensada como una obra artística. Su intención era, al contrario, cumplir con una función, una utilidad, pero a pesar de ello el diario del Viaje de Cristóbal Colón o las Crónicas de Indias han adquirido con el paso del tiempo un valor estético que influyo a numerosos escritores a la posteridad. Como se entiende a partir del nombre se trata de crónicas, narraciones objetivas que describían exhaustivamente el paisaje que Colón y otros navegantes encontraban a su paso. Otras figuras que se destacaron en este género fueron fray Bartolomé de las Casas, Hernán Cortés y Alvar Núñez Cabeza de Vaca, que a menudo incurrían en elementos fantásticos para explicar aquello que desconocían y minimizaban los actos de violencia hacia los pueblos aborígenes (salvo el caso excepcional de Bartolomé de las Casas, cuyos documentos sirvieron de denuncia). Aquí vemos un ejemplo de los rasgos que definen a las crónicas de Colón, creyendo haber encontrado Cipango (Japón):

Colón y Fray Bartolomé de las Casas, dos de las figuras históricas que con sus documentos inauguraron la literatura hispanoamericana.
Martes, 23 de octubre
“Quisiera hoy partir para la isla de Cuba, que creo que debe ser Cipango, según las señas que dan esta gente de la grandeza de ella y riqueza, y no me detendré más aquí ni…esta isla alrededor para ir a la población, como tenía determinado, para haber lengua con este rey o señor, que es por no me detener mucho, pues veo que aquí no hay mina de oro; y al rodear de estas islas ha menester muchas maneras de viento, y no vienta así como los hombres querrían (…)”

La epopeya

Desde la perspectiva del colonizador la llegada a América era una gesta heroica que aparecía retratada como la conquista de una tierra indómita, lejana y salvaje. Es así que surgieron varias obras destinadas a realzar en un tono épico las campañas que se realizaban en el continente americano. Una de las obras más emblemáticas es La araucana, de don Alonso Ercilla y Zúñiga (1533 – 1594), donde narra el enfrentamiento entre españoles y mapuches en la Guerra de Arauco, abrevando en la mitología clásica para describir el conflicto (se encuentran referencias a La Eneida o La Odisea, por ejemplo).

El Barroco

Esta corriente literaria se dio a fines del siglo XVII y comienzos del XVIII; es una extensión del Renacimiento pero con una perspectiva negativa que devino de la crisis mundial, tanto económica como social. En este período Europa, especialmente España, parece querer ocultar la crisis social: los intelectuales y el pueblo mismo utilizan un lenguaje rebuscado, oscuro y difícil de comprender. Se habla del barroco como la expresión de lo inútil pues se pierde el sentido del texto y se vuelve un juego de inteligencia donde es importante la belleza de la palabra y la conjugación de palabras extrañas: sobresale la búsqueda de la novedad y de lo extraño. La palabra barroco tuvo inicialmente la concepción de ser algo exagerado y extravagante. Por otro lado, a diferencia del humanismo hay una descentralización del hombre, cultivando el escepticismo social y la búsqueda de respuestas en la religión.

Poesía

Durante esta etapa se destacó de forma excepcional la escritura de sor Juana Inés de la Cruz (1651 – 1695), que con su poesía lírica logro elaboradas estructuras influenciadas por el culteranismo de Góngora (utilizando recursos como el hipérbaton, la perífrasis, la intertextualidad, etc.). Otros poetas que fueron asimilados dentro del barroco fueron el español Bernardo de Balbuena (1562 – 1627) y el argentino Luis de Tejeda y Guzmán (1604 – 1680).

Teatro

Durante la etapa barroca el teatro comenzó a destacarse en tierra americana a través de la pluma de, nuevamente, sor Juana Inés de la Cruz, con obras como Amor es más laberinto. Sin embargo, la figura excluyente fue Juan Ruiz de Alarcón y Mendoza (1580 – 1639), que con sus obras se vuelca a una finalidad moralizadora y edificante, como en el caso de La verdad sospechosa.

Sor Juana Inés de la Cruz, gran poetisa hispanoamericana de ideas progresistas que defendió el papel de la mujer en su formación intelectual.

Neoclasicismo

El Neoclasicismo del siglo XVIII es una corriente literaria y artística europea que representa un retorno a los valores clásicos greco-romanos, buscando ese equilibrio y serenidad que los caracterizaban. Existe también un interés por reformar al ciudadano, educarlo para el Estado (Didactismo), distribuyéndose rápidamente desde Francia a España y luego al continente americano. La literatura neoclásica refleja los conflictos políticos, económicos y religiosos, la búsqueda de la independencia y la autenticidad del pueblo. Aspiraba, a diferencia del Barroco, el predominio de la razón. Los escritores eran partidarios de los movimientos independentistas y de las ideas de la Ilustración, caracterizándose por exaltar los ideales del pueblo de libertad e igualdad.

Andrés Bello, autor humanista y emblema revolucionario de Hispanoamérica que se encuentra entre las figuras intelectuales más importantes del continente.

Poesía

Durante esta etapa se destacan tres nombres que fueron los que lograron mayor relevancia. Estamos hablando del ecuatoriano José Joaquín Olmedo (1780 – 1847), que expone su retorno a las formas clásicas en obras como el poema épico Canto a Bolívar, publicado en 1825; el venezolano Andrés Bello (1781 – 1865), que cuenta con una extensa obra y dos poemas que demuestran la cuidada estructura de su poesía con la Alocución a la poesía (1823) y la Agricultura en la zona tórrida (1826); y el cubano José María Heredia (1803 – 1839), que preanuncia el romanticismo en la descripción de la naturaleza impetuosa y el fervor de su melancolía en la Oda al Niágara (1824).

Prosa

Dentro de esta forma de narrativa se destaca de forma casi exclusiva al mexicano José Joaquín Fernández de Lizardi (1776 – 1827), que manifiesta en su obra un claro fin didáctico y expone la problemática política, ética y social de su tiempo. Tal es el caso de obras como La Quijotita y su prima (1818) o Noches tristes y día alegre (1818).

Teatro

En esta manifestación fue fundamental la influencia de figuras como los franceses Nicolás Boileau (1636 – 1711) y Moliere (1622 – 1673). Debido a que solamente en México y Lima se representaban comedias, resulta lógico que el epicentro de esta actividad se encuentre en esos países. Se destaca el dramaturgo mexicano Manuel Eduardo de Gorostiza (1789 – 1851), que desarrolló un estilo influenciado por el dramaturgo español Leandro Fernández de Moratín (1760 – 1828), abocado tanto al disfrute como a la instrucción moral. Entre sus obras más relevantes se encuentran Las costumbres de antaño (1819) o Tal para cual o las mujeres y los hombres (1819). Por otro lado, en Lima se destacaba la figura del peruano Pedro Peralta y Barnuevo (1663 – 1743), que denota los principales rasgos del neoclasicismo en obras como Afectos vencen finezas (1720). También en esta época se representa la obra Ollantay, de la cual se desconoce el origen, pero contiene una temática neoclásica donde se conjuga el lenguaje hispánico con el mundo incaico.

Romanticismo

El Romanticismo es el movimiento literario que se originó a fines del siglo XVIII hasta mediados del XIX. Constituye una vuelta a la imaginación, abandonándose la frialdad del Neoclasicismo. Los sentimientos, la imaginación y la percepción individual son el núcleo de la nueva literatura de esta época. Tal como ocurriera con el nacimiento del Neoclasicismo que surgió reaccionando al exceso del Barroco; podemos decir que esta corriente se originó por el exceso de apego a las normas que caracterizó al Neoclasicismo: el mundo pasó del Absolutismo y Neoclasicismo a la democracia y el Romanticismo; de la estética a la emoción.

Este movimiento fue una revolución artística que aún perdura en nuestros días y, para ello, fueron necesarias tres revoluciones: la revolución industrial en Inglaterra que dio paso a la burguesía, la revolución francesa bajo la consigna de igualdad, libertad y fraternidad y la revolución americana que inspiraría el nacionalismo de todo un continente.

La Revolución Francesa, la Revolución Industrial y la Independencia de Estados Unidos fueron los sucesos que fomentaron el romanticismo en las letras hispanoamericanas.

Poesía

El romanticismo encontraría en torno a la zona del Río de la Plata algunas de las voces más elocuentes de este movimiento. Sin lugar a dudas, una de las figuras excluyentes es el argentino Esteban Echeverría (1805 – 1851), escritor perteneciente a la Generación del 37 que además de destacarse en la prosa logró el reconocimiento con su poema épico La cautiva (1837), donde se advierte una marcada dicotomía entre la civilización y la barbarie y un prototipo de héroe romántico característico de este movimiento (María). También de la región rioplatense van a surgir las figuras de los poetas argentinos José María Gutiérrez (1809 – 1878) y José Marmol (1817 – 1871). En Uruguay se destaca la figura de Adolfo Berro (1819 – 1841), notable poeta que murió prematuramente, a los 22 años.

Fuera de la región rioplatense encontramos a la gran poetisa cubana Gertrudis Gómez de Avellaneda (1814 – 1873), al chileno Guillermo Blest Gana (1829 – 1904) y al colombiano Rafael Pombo (1833 – 1912). Por otro lado, el retorno a la búsqueda de una identidad y el interés por el folklore se verá en la poesía gauchesca del siglo XIX, que encuentra uno de sus representantes más ilustres con el argentino José Hernández (1834 – 1886) y su Martín Fierro.

Prosa

Esencialmente, en los escritores románticos de prosa se destaca la búsqueda de plasmar la independencia intelectual respecto a Europa, dando lugar a una auténtica literatura nacional.

Además del mencionado Echeverría (que en prosa se va a destacar por El matadero), otra figura fundamental del romanticismo va a ser el argentino Domingo Faustino Sarmiento (1811 – 1888), que con su obra Facundo o Civilización y Barbarie (1845) mantiene la dicotomía discursiva del romanticismo, incluyendo un profundo estudio sociológico e histórico donde aparece el enfrentamiento de federales y unitarios. El argentino José Marmol, con su obra Amalia, también se destacaría por la firme oposición al gobierno de Juan Manuel de Rosas. En Chile surge el nombre de José Victorino Lastarria (1817 – 1888), que adquiere gran relevancia gracias a su novela Don Guillermo.

Otros nombres que ilustrarían el romanticismo hispanoamericano son en Colombia Eugenio Díaz (Manuela) y Jorge Isaacs (María); el mexicano Ignacio Manuel Altamirano (Clemencia, El Zarco); en Bolivia Nataniel Aguirre (Juan de la Rosa); en República Dominicana Manuel de Jesús Galván (Enriquillo); en Ecuador Juan León Mera (Cumandá o un drama entre salvajes), quien fue influido fuertemente por Chateaubriand (1768 – 1848); y el argentino Eduardo Gutiérrez (Juan Moreira).

Teatro

En el teatro romántico cobra mayor relevancia el costumbrismo y se pierde el decoro neoclásico para adquirir mayor naturalidad. Entre los nombres que se destacan se encuentran los chilenos Daniel Barros Grez (1834 – 1904) y Salvador Sanfuentes (1817 – 1860), el colombiano Luis Vargas Tejada (1802 – 1829) y el argentino Martiniano Leguizamón (1858 – 1935). Es célebre y revolucionaria la adaptación de la obra Juan Moreira de Eduardo Gutiérrez (1851 – 1889) por parte del uruguayo José “Pepe” Podestá (1858 – 1937), dando inicio a la representación de elementos criollos en la escena teatral.

Un punto de quiebre: el Modernismo

El Modernismo es el primer movimiento literario con origen en América Latina y es principalmente poético. Nace a finales del siglo XIX hasta la mitad del siglo XX, influido por el Parnasianismo y el Simbolismo francés (la búsqueda de la perfección y la expresión simbólica respectivamente) además de la línea anglosajona norteamericana de la mano de Edgar Allan Poe y Walt Whitman.

El imaginario de la obra modernista se va a caracterizar por una libertad formal que se ve en la métrica que compone sus poemas y el color de sus frases. De esta forma se trata de un movimiento que cuestiona y finaliza con la rigidez poética, renovando el vocabulario en el proceso y llevando la expresión metafórica a su máxima expresión, empleando la musicalidad a partir de la melodía de sus versos.

Entre las figuras fundamentales de este movimiento se encuentra el cubano José Martí (1853 – 1895), que con su obra influenciada por el simbolismo logró textos como Ismaelillo o sus Versos libres, prefigurando las bases del modernismo. Sin embargo, es imposible pensar este movimiento sin mencionar la figura del poeta nicaragüense Rubén Darío (1867 – 1916) y, más específicamente, su obra Azul…, donde aparecen motivos mitológicos y se exaltan los sentidos, la música y la búsqueda de una identidad plenamente americana. Es Darío quien logra consolidar las bases del modernismo a partir de su obra, apelando a una marcada subjetividad, la búsqueda de originalidad, el universalismo, la sensualidad y la evasión del mundo material.

Rubén Darío y José Martí, dos de las figuras fundacionales del modernismo y escritores fundamentales que con su obra se emanciparon del continente europeo.

En Argentina se destacó la figura de Leopoldo Lugones (1874 – 1938) y Enrique Larreta (1875 – 1961); en Uruguay Julio Herrera y Reissig (1875 – 1910); en Colombia José Asunción Silva (1865 – 1896); en México Manuel Gutiérrez Nájera (1859 – 1895) y Amado Nervo (1870 – 1919); en Perú José Santos Chocano (1875 – 1934) y Clemente Palma (1872 – 1946); en Venezuela Manuel Díaz Rodríguez (1871 – 1927) y en Chile Augusto d´Halmar (1882 – 1950).

La danza

La danza es una forma de expresión corporal que consiste en una serie de movimientos rítmicos, por lo general acompañados con música, que el ser humano utiliza para comunicar sus sentimientos. Para ello se vale de movimientos habituales, a los que les da un ritmo concreto dentro de un contexto especial, logrando así expresar estéticamente sus estados de ánimo.

La danza puede ser recreativa, ritual o artística; puede contar una historia, servir a propósitos religiosos, políticos, económicos o sociales; o puede ser una experiencia agradable y excitante con un valor meramente estético. Todo a través de acciones como estirarse, saltar y girar o rotar y doblarse, pero utilizando una dinámica que permite crear una cantidad ilimitada de movimientos corporales en los que cada cultura acentúa sus rasgos característicos estableciendo su propio estilo.

Para aumentar el potencial que el cuerpo ofrece normalmente para los movimientos dancísticos, hay que pasar por un entrenamiento especializado y sostenido durante largos periodos. En el ballet, una expresión fundamental dentro de las danzas artísticas, el bailarín necesita practicar ejercicios para poder rotar o girar hacia fuera las piernas a la altura de la cadera, de modo que pueda levantar considerablemente la pierna en un “arabesque”. En tanto en danzas típicas de la India los bailarines utilizan en la práctica sus ojos y cejas. Además del entrenamiento, un vestuario adecuado también puede aumentar las posibilidades físicas: Los bailarines utilizan zapatillas de puntas, zancos y arneses para elevarse y sostenerse en el aire.

Tipos de danza

La danza puede ser de participación o de representación. Las primeras son aquellas que no necesitan de espectadores; las otras son las diseñadas para el público.

Entre las participativas se incluyen las de trabajo, religiosas y recreativas que, con el objeto de lograr la participación suelen presentar esquemas de pasos repetitivos y fáciles de aprender.

Las danzas de representación por lo general se ejecutan en templos y teatros (antiguamente también en las cortes) y están a cargo de bailarines profesionales, siendo esta una actividad netamente artística. Sus movimientos son complejos y precisan de un entrenamiento especializado.

Los bailarines deben seguir un régimen estricto de entrenamiento para rendir todo su potencial.

La danza y el arte

La danza como expresión artística tiene un valor universal y simbólico. A través de ella se hacen visibles los sentimientos más profundos, mientras se representan los mitos elaborados por el hombre desde sus inicios; mitos que lo vinculan con la naturaleza y los misterios del origen de la vida.

Todo comienza con la más primitiva excitación estética: el ritmo. Allí encontró la danza su expresión desde los tiempos prehistóricos, cuando los seres humanos empezaron a prestar atención a los sonidos repetidos de la naturaleza. De ahí que las primeras expresiones rítmicas fueran ejecutadas por el repetido golpear de los bastones, el batir de palmas o el choque continuado de los pies contra el suelo. Con el tiempo se agregó la cadencia acompasada del cuerpo, los movimientos de brazos y piernas y la asociación de la voz. Pero hubo un momento culminante que fue cuando a las manifestaciones externas se les incorporó el significado pasional, en ese instante la danza comenzó a ser la expresión más completa de los sentimientos humanos.

Esta es la razón que explica que su evolución no esté vinculada con la incorporación de instrumentos musicales a su representación. De hecho, muchas veces resulta más emotivo y profundo el acompañamiento de los tambores que el de instrumentos perfectamente desarrollados. Es que la danza es pura expresividad, y es la sensibilidad y el contenido estético que le dan sus ejecutantes, lo que subyuga de ella. Por eso la idea de evolución es más compatible con la música que con la danza, ya que la música es el producto de una elaboración consciente, en tanto la danza es un producto del inconsciente.

Por eso, además del valor estético que conlleva la danza, tiene como agregado el de su espontaneidad. En cambio la música sigue el camino de lo consciente, y si bien suele revelar los sentimientos con más precisión que las palabras, solo la danza llega a aquellas pasiones tumultuosas que brotan de lo más profundo del inconsciente.

El hombre ha estado siempre dispuesto a la danza, por eso la tomó para sus rituales, porque solo a través de ella podía expresar su misticismo. Con la danza pantomímica, por ejemplo, buscaban, imitando las actitudes de los animales, que el destino les fuera propicio para la caza. Pero a pesar de esto, nunca dejó de ser arte.

El vínculo del ser humano con la danza es ancestral.

La danza durante el Renacimiento

El movimiento cultural originado en Europa hacia finales del siglo XV, conocido como Renacimiento, motivó una vuelta al interés por la cultura clásica. Este movimiento fue impulsado por los príncipes de los Estados del norte del actual territorio italiano, quienes además de poseer una amplia cultura, buscaban resaltar su imagen y el esplendor de su corte. Además de ser un soldado valiente, el príncipe debía ser un gobernante justo y un gran artista, sobre todo músico y bailarín. El baile concedía el toque de gracia y elegancia a la figura firme del estadista.

Durante el periodo renacentista, la mirada de los artistas se vuelve hacia la cultura clásica.

La atmósfera renacentista alcanzó de tal manera a la danza, que los maestros de baile adquirieron jerarquía dedicándose a crear danzas con elaborados esquemas espaciales como principal característica, según marcaban las pautas de la época. Para hacer posible este tipo de propuestas era menester limitar el número de bailarines y hacer desaparecer las formaciones de estos en filas y círculos, tan comunes en la Edad Media. Así se consolidaron durante esta época dos tipos de danza, la bassa danza, derivada de la danza cortesana medieval de pareja, en compás de 6/8, para dos o tres bailarines, y el ballo, danza con mezcla de ritmos y la incorporación, en algunas ocasiones, de elementos de la mímica.

Durante el siglo XVI primaron en el panorama de la danza los esquemas espaciales, tal como puede verse en los trabajos de Fabritio Caroso, maestro que creó importantes ballets en los que los bailarines realizan con sus movimientos complejos dibujos.

Si bien las danzas italianas fueron conocidas en Francia e Inglaterra durante la segunda mitad del siglo XVI, estos países siguieron con sus populares danzas procesionales. En la corte la velada daba comienzo con la majestuosa pavana, una danza en la que los bailarines mostraban sus joyas y riquezas. Luego continuaban con la gallarda, danza que daba lugar a la demostración de las condiciones técnicas del hombre, en tanto la dama lo seguía con pasos más sencillos y suaves. Un buen bailarín de gallarda era capaz de improvisar sus propias variaciones, que podían incluir grandes saltos, batidos y giros.

La danza durante el Barroco

Durante el siglo XVII la danza fue impulsada por el joven rey Luis XIV de Francia, un apasionado bailarín que en 1653, con apenas 15 años, bailó el papel de Sol en el Ballet Royal de la Nuit, razón por la que fue apodado como el Rey Sol. Unos años después, en 1661, fundó la Real Academia de la Danza, nombrando como director a su maestro de baile, Pierre Beauchamp. Fue justamente Beauchamp quien alrededor de 1660 ideó una forma de notación de la danza, aunque quien dio a conocer el sistema al mundo fue su contemporáneo Raoul Auger Feuillet, quien en 1700 publicó Chorégraphie, obra que fue inmediatamente traducida al inglés, alemán, italiano y español. Con este instrumento los maestros de danza pudieron intercambiar coreografías a la distancia. En la actualidad se conservan unas 400 coreografías notadas.

Durante esta época quien dominaba el panorama de la danza en Francia era Jean Baptiste Lully, violinista y bailarín, maestro de música de la familia real. Por entonces el rey organizaba en la corte ligeros divertimentos en los que los nobles bailaban los papeles principales. Para que el público en general pudiera ver estas creaciones, Lully arrendó un salón y allí llevó sus producciones a cargo de bailarines profesionales en lugar de los cortesanos. Este magnífico artista es considerado el creador de la ópera francesa.

Luis XIV, impulsor de la danza en Francia durante el siglo XVII

En la corte de Luis XIV los bailes se abrían con los branles, danzas de gusto refinado y no las antiguas y simples danzas campesinas que iban quedando en desuso. Luego se danzaba el courante, en forma alternativa por una pareja, de acuerdo a su rango social. Este baile fue luego sustituido por el minué, que mantuvo su supremacía durante más de 100 años. Otras danzas populares fueron los bourrées, rigodones o gavotas. Estas danzas originadas en Francia, se extendieron rápidamente por todas las cortes europeas.

Durante el siglo XVII en la danza teatral se utilizaba el vocabulario de los bailes de salón, viéndose allí la influencia de los italianos en los esquemas espaciales. Sin embargo, a medida que los bailarines profesionales tuvieron mayor participación en las óperas y en los ballets, el vocabulario se vio ampliado debido a las exigencias técnicas, constituyendo la base del que se utiliza en el ballet clásico actual.

La danza contemporánea

Hacia fines del siglo XIX y comienzos del XX, un grupo de bailarines rompió con las convenciones, desarrollando un estilo con nuevas técnicas, teorías y estética de la danza. Se sumaron así al movimiento modernista que llegaba para renovar las artes, poniendo el centro en la individualidad, la abstracción y la entrega al arte. Sin embargo, muchos de los pioneros del Modernismo en la danza tenían poco que ver entre sí, salvo el rechazo por las tradiciones y el deseo de rever los principios de la danza como medio de comunicación.

En Estados Unidos se destacaron figuras como Loie Fuller e Isadora Duncan, cuyas creaciones influyeron sobre Europa, en tanto en el “Viejo Continente” Rudolf von Laban y Mary Wigman fueron quienes marcaron tendencia entre sus pares. Fuller aprovechó los avances tecnológicos bailando en una nube de seda iluminada por los nuevos sistemas eléctricos de iluminación teatral, mientras Duncan se inspiró en el antiguo arte griego que la inducía a formas más naturales de danza. Dos estilos opuestos en el mismo movimiento.

En cuanto a los maestros europeos, Rudolf von Laban se destacó en su condición de teórico y maestro por sobre sus habilidades como bailarín y coreógrafo. Sus análisis del movimiento humano y su sistema de notación de la danza, dotaron a artistas de todo el mundo de una sólida base teórica para el estudio. También se animó a las grandes representaciones con grupos numerosos de bailarines aficionados, ocupando importantes escenarios e incluso al aire libre.

Con el maestro von Laban trabajó muchos años como asistente en la enseñanza en Suiza, Mary Wigman, quien tiempo después se consagró como una de las más importantes bailarinas de la danza contemporánea. Su trabajo contribuyó a consolidar la autonomía de la danza como expresión artística, creando un estilo muy emocional que exploraba la naturaleza humana en sus facetas más oscuras.

La estadounidense Martha Graham quiso también expresar la emoción a través del cuerpo en movimiento, para lo que desarrolló un coherente sistema de entrenamiento técnico que le permitía llegar a sus metas coreográficas. Algunos rasgos característicos de la técnica de Graham fueron la utilización de la contracción muscular y de la relajación para producir energía motora, y el juego con el peso del propio cuerpo.

Pintando y esculpiendo la nación

La Escuela Quiteña es la denominación que los historiadores del arte dieron a los artistas que produjeron sus obras en el período colonial de Ecuador. Abarcó una etapa prolongada en el tiempo. Fue grande el número de pintores, escultores y artesanos representativos de esta corriente artística, así como la cantidad y diversidad de las obras producidas por ellos.

Vitrales de la Escuela Quiteña.

Los conquistadores trajeron a América su cultura

El complejo y doloroso proceso de conquista y colonización de los pueblos americanos por parte de los europeos, llegados al continente en 1492, fue acompañado, para lograr sus fines, de la evangelización a través de la Iglesia Católica y de la imposición de su cultura.

La enseñanza de la fe y la doctrina cristianas, a lo que se llamó evangelización, fue decisiva para someter a los indígenas, que temerosos de Dios aceptaron la sumisión a los designios de los blancos llegados de Europa con el crucifijo en una mano y la espada en la otra.

Las ruinas de Ingapirca, una muestra de la cultura andina.

En América se fundieron dos culturas, una dominante y otra dominada; se desarrollaron creencias y hábitos culturales en los que existió un fuerte componente latino, pero que mantuvo mucho de las culturas y costumbres autóctonas; que reflejó en sus manifestaciones las grandes desigualdades existentes entre los colonizadores y los colonizados, entre peninsulares blancos y criollos, con derecho a la educación y la cultura y mestizos pobres, negros e indígenas, que no podían asistir a las instituciones ni tener acceso al conocimiento y que trabajan para mantenerlas.

Las edificaciones de Cuenca y Quito recuerdan la arquitectura medieval europea.

La educación en Ecuador

La enseñanza en Ecuador durante la colonia fue privilegio de la Iglesia Católica, como lo fue durante todo el Período Feudal. Las primeras escuelas fueron creadas por los franciscanos y a ellas asistieron los hijos de los caciques indígenas. En las instituciones educativas se impartía la doctrina cristiana, la lectura, la escritura y las artes. Posteriormente aparecieron las escuelas dentro de los conventos, pero a ellas sólo podían asistir los de piel blanca y, de forma excepcional, los mestizos. Allí se impartía formación a los miembros del clero, aunque algunas instituciones aceptaron seglares (personas que no son miembros del clero).

Los colegios de los siglos XVI y XVII fueron fundadas por órdenes religiosas, especialmente por los dominicos y jesuitas, como el colegio San Fernando, dirigido por los primeros y el San Luis, por los últimos. En otras ciudades importantes, como Riobamba y Cuenca, contaron con centros de enseñanza donde se impartió Aritmética, Gramática y Literatura, que incluía aspectos de Retórica.

Universidad colonial en Cuenca, Ecuador.

Las primeras universidades de Quito

La primera Universidad de Quito, que se construyó por los agustinos, luego de medio siglo de fundada la ciudad, fue la de San Fulgencio, seguida por la San Gregorio Magno, fundada por los jesuitas y la Santo Tomás de Aquino, de los dominicos. En ellas se enseñó Filosofía, Teología y Derecho Civil y Canónico.

Muchos años después se incluyó en las universidades los estudios de Medicina. Para impartir estas materias se formaban profesores en las propias universidades. En sus aulas se preparaban los clérigos, abogados y médicos. Los mestizos no tuvieron acceso a la enseñanza formal, aprendieron de manera autodidacta en los talleres de artesanos o en las labores directas en la agricultura. No existió la enseñanza para las mujeres. Éstas tenían que aprender las labores domésticas en el hogar. Pocas mujeres pudieron aprender a leer y escribir recluidas en los monasterios.

La Ciencia llegó a Quito

El hecho más significativo en el ámbito científico que involucró a Quito fue la llegada, en 1736, de la Misión Geodésica, que en nombre de la Academia Francesa, mediría un meridiano terrestre. Los académicos fueron dirigidos por el científico francés Carlos María de la Condamine, a quien lo acompañaron los peninsulares Jorge Juan y Antonio de Ulloa. La Misión permaneció por mucho tiempo en el país.

La Misión Geodésica determinó el sitio donde aparece el Meridiano 0 grado.

A excepción del sabio Pedro Vicente Maldonado, que dibujó el primer mapa de la Audiencia de Quito, acompañó a la Misión Geodésica y fue miembro de las academias de ciencia de París y Londres, no hubo otro quiteño que se destacara en las ciencias. Maldonado nació en Riobamba, el 24 de noviembre de 1704 y murió en Londres, una semana antes de cumplir 44 años de edad. Además de físico, matemático, astrónomo, topógrafo y geógrafo, se destacó en la política.

¿Sabías qué...?
La primera imprenta llegó a la Audiencia de Quito en 1755.

La letra impresa: llegó la imprenta a Ecuador

La primera imprenta de la Audiencia de Quito llega a Ambato en 1755.

La ciudad de Ambato tuvo el privilegio de poseer la primera imprenta de la Audiencia de Quito. El objetivo de su adquisición fue publicar los libros religiosos, pero en ella se imprimieron documentos oficiales de la Audiencia. En la última década del siglo XVIII se comenzó a imprimir el primer periódico del país.

Los talleres de artesanos

Quito desarrolló un fuerte movimiento de artesanos que, desde sus talleres, producían objetos de gran valor artístico usando diferentes materiales, como metales, maderas, semillas, huesos y otros. Es estos talleres se elaboraban pinturas, esculturas, objetos decorativos y muebles con alto nivel artístico. Eran famosos los trabajos quiteños y se comercializaban, no sólo en Quito, sino también en toda la Audiencia y fuera de sus fronteras, desde las costas del mar Caribe hasta el sur de Perú.

Los talleres eran centro de producción y difusión artística.

La habilidad de los artesanos quiteños, en su mayoría mestizos e indígenas, se reconoció en los lugares donde llegaba su arte. En muchos casos las piezas eran copias de obras europeas, pero muy bien logradas. También confeccionaron obras originales, consideradas en la actualidad entre las mejores del mundo.

La iglesia y el arte colonial en Quito

La Iglesia contribuyó al sostenimiento y difusión de las obras de arte que se produjeron en la región. Los conventos fungieron como protectorados de los artesanos y artistas. Estas instituciones demandaban la realización de altares, cuadros, imágenes y mobiliario que los artesanos podían producir. De esta manera adquirían obras de gran valor. Inicialmente estos objetos elaborados por los artistas no tenían un fin decorativo, sino que se usaban como medios de enseñanza para adoctrinar a los indígenas, que no sabían leer ni escribir.

La artesanía ecuatoriana

La calidad en el trabajo artesanal y artístico de la época colonial se mantiene en los artesanos y artistas ecuatorianos actuales con obras muy apreciadas y valiosas.

Otra de las ventajas de los talleres es que constituyeron una fuente de empleo para la, cada vez más creciente, mano de obra quiteña. En ellos laboraban una cadena de empleados: maestros, ayudantes, aprendices, vendedores, transportadores y otros. Los talleres además de producir verdaderas obras de arte, fueron un puntal importante de empleo en épocas de crisis.

La Escuela Quiteña

En Quito y Cuenca se abrieron los principales talleres y residían y laboraban los mejores artistas de la llamada Escuela Quiteña de arte. Pintores y escultores de renombre se formaron y produjeron sus principales obras en esta etapa, aunque muchas de ellas no fueron firmadas por sus autores por existir la costumbre de identificarlos por el taller donde se hacían.

Obras y maestros representativos de la Escuela Quiteña del arte

Entre las muchas obras y artistas de la etapa destacan:

El padre Bedón, perteneciente a la orden de los dominicos, realizó su obra en el siglo XVI. En el siglo XVII se destacaron los pintores Pedro Gosseal y Miguel de Santiago, que fue uno de los más destacados pintores de la etapa colonial quiteña. Miguel de Santiago poseía un taller muy famoso en el que se produjeron obras muy significativas, como los óleos “La inmaculada” y la “Eucaristía”.

¿Sabías qué...?
A través de las obras de la Escuela Quiteña, se puede ver que el trabajo es fundamental en la sociedad, que ennoblece a las personas y que es necesario para la supervivencia.

El siglo XVIII, que para el mundo Occidental constituyó el Siglo de las Luces, también reflejó en el arte un esplendor inusitado. En esa época se destacaron el escultor Manuel Chili, conocido por el nombre artístico de “Caspicara” que significa “cara de madera o cara de palo”, y se compone de dos vocablos kichwas: caspi (madera) y cara (corteza); debido a que era de rostro cobrizo y piel tersa como la madera tallada, cosa que suponen sus biógrafos, ya que no existen retratos o referencias escritas sobre sus características físicas. El también escultor Bernardo Legarda, creó obras muy representativas del carácter de los andinos, como la “Virgen Inmaculada de Quito”, que se convirtió en un símbolo para la ciudad y para el arte colonial ecuatoriano.

El arte en la colonia

La excesiva explotación e injusticia a la que fueron sometidos los trabajadores no impidió que produjeran objetos bien elaborados, muy apreciados dentro y fuera del país.

Los muros de la ciudad

La arquitectura constituyó una manifestación artística que caracterizó la ciudad. A partir de copias europeas, se erigieron edificaciones que aunque contenían predominio ajeno, incorporaron elementos autóctonos. Con gran predominio del arte barroco, tendencia cultura que tuvo gran reflejo en las manifestaciones artísticas, se edificaron conventos e iglesias. Uno de los ejemplos más significativos de esta tendencia es la Iglesia de la Compañía de Jesús, considerada una de las mayores muestras del barroco americano.

En la Basílica del Voto Nacional se observa la conjugación estilos europeos con elementos autóctonos.
Barroco: más que un estilo

Características del Barroco Americano:

· Arquitecturas con abundancia de detalles y muy complejas.

· Utilización de la elíptica oval y otras formas no rectilíneas.

· Paredes cóncavas y convexas, con ondulaciones.

· Ausencia de líneas rectas y superficies planas.

· Plantas con planos oblicuos dando la sensación de movimiento.

· Campanarios, de una o dos torres, con abundante decoración.

· La luz y efectos luminosos adquieren importancia, a través del claroscuro.

· Riqueza decorativa y exuberancia formal en espacios interiores y exteriores.

· Predominio de lo curvilíneo y triunfo de la columna salomónica.

· Arcos y frontones mixtilíneos con ventanas ovaladas.

· El arco descansa sobre la columna por medio de un entablamento (al modo romano), o descansa directamente sobre el capitel (modo bizantino).

· Palacios, iglesias, espacios urbanos, grandes jardines y galerías.

Iglesia y monasterio de San Francisco, en Quito, uno de los mejores ejemplos del barroco americano.
Uso de formas no rectilíneas en edificaciones de Otavalo.

Pan de Oro

En esta iglesia de Quita se observa la técnica del pan de oro en sus paredes.

La técnica artística conocida como Pan de Oro consiste en utilizar una fina lámina de oro batido para decorar interiores y exteriores de piezas artísticas como esculturas, íconos, retablos, piezas de orfebrería, muebles y superficies arquitectónicas. Se pueden realizar también con otros metales, dándole una tonalidad y textura variadas a las piezas. Esta técnica fue muy utilizada por los artistas y artesanos de la Escuela Quiteña.