Chibchas

Conocidos también como muiscas, habitaron el altiplano cundiboyacense y el sur del actual departamento de Santander, en Colombia, desde el siglo VI a. C. Su descendencia en la actualidad se encuentra asentada en las localidades del distrito de Bogotá, Suba y Bosa, y en los municipios vecinos, Cota, Chía y Sesquilé. Su lengua original fue el muyskkubun, perteneciente a la familia lingüística chibcha y hoy lengua muerta.

HISTORIA

Excavaciones realizadas con fines arqueológicos permitieron determinar que en el territorio hubo una importante actividad humana durante el periodo arcaico, es decir, más de 10.000 años atrás, y que los muiscas no habrían sido sus primeros habitantes ya que llegaron a la región del altiplano cundiboyacense no antes del año 5.500 a. C. según lo testimonian las evidencias encontradas en Aguazuque y Soacha. Estaban entonces, como todas las civilizaciones del preclásico, en su transición de cazadores a agricultores. Según se cree los muiscas se sumaron a poblaciones que ya habitaban allí, imponiendo la impronta de su cultura y su lengua, vinculada a los pueblos de Sierra Nevada de Santa Marta y Sierra Nevada de Cocuy.

LA CONQUISTA ESPAÑOLA

Los conquistadores españoles llegaron a la región en procura del tesoro de la mítica ciudad de El Dorado. Cuando los muiscas tuvieron noticias de la presencia de estos, entre los que se contaban Sebastián de Belalcázar, Gonzalo Jiménez de Quesada y Nicolás de Federmann, buscaron el acercamiento para derrotar a sus enemigos tradicionales en la región, los panches; pero cuando esta etapa se cerró, los españoles desconocieron la alianza y conquistaron la confederación.

Los muiscas, debilitados por la muerte de sus soberanos, Sagipa y Aquiminzaque, intentaron una rebelión tardía que fue dominada en 1542 por el expedicionario español Gonzalo Suárez Rendón. Luego la corona designó a Quesada como adelantado de los cabildos de Santa Fe y Tunja. Era el paso que consolidaba la transformación de un estado soberano en colonia española; su territorio había sido elegido por los conquistadores como cabeza de una región a la que llamaron Nuevo Reino de Granada, pasando por sobre una de las civilizaciones más avanzadas que se hayan asentado en la actual Colombia.

La barbarie española terminó con la clase alta, la nobleza y la casta sacerdotal muisca, dejando solo las capitanías; se repartieron las mejores tierras y dejaron para los aborígenes los resguardos, en tanto eran sometidos a las encomiendas que los explotaban como trabajadores en las haciendas de españoles.

SIGLO XX

La independencia trajo consigo la disolución de los resguardos con la sola excepción del de Tocancipá que fue repartido en 1940. Un golpe duro a la cultura aborigen fue el que recibieron en 1948 cuando se prohibió la fabricación de chicha de maíz que no fuera pasteurizada y embotellada en envase de vidrio cerrado, lo que implicó pérdidas económicas que se sumaron a las de las tierras. La prohibición se levantó en 1991.

ECONOMÍA

Su economía se basó en la agricultura, principalmente en el cultivo de maíz, base de su alimentación, además de algodón, yuca, calabaza, coca, aguacate, tabaco, piña, etc. Empleaban técnicas agrícolas rudimentarias valiéndose de herramientas como el azadón, y utilizando el sistema de roza. En las laderas de Chocontá, Facatativa y Tunja emplearon canales de riego y terrazas.

La sal era considerada un tesoro.

Para la práctica del comercio, debido a la intensa actividad, establecieron mercados públicos en los poblados más importantes como Bacatá, Zipaquirá, Tunja y Turmequé, que funcionaban cada cuatro días.

Otra de sus importantes actividades fue la minería. Extraían sal de las salinas de Zipaquirá, Nemocón, Sesquilé y Tausa, a las que consideraban un tesoro del soberano y su principal recurso fiscal.

Explotaron además yacimientos de esmeraldas en Somondoco. Las esmeraldas obtenidas eran comercializadas con tribus vecinas, incluso algunas lejanas que apreciaban las piedras preciosas.

En la región de Sogamoso obtenían carbón piedra, en Gachalá y Moniquirá, cobre y algo de oro, aunque la mayor parte de este mineral lo obtenían mediante el trueque con otras tribus.

Boyacá, Colombia.
TEXTILERIA

La industria textil fue de gran importancia para los habitantes del altiplano frío de Cundinamarca y Boyacá. Según cuenta Fray Pedro Simón en sus crónicas, los muiscas usaban mantas rojas para señalar su luto; los cortesanos de Tunja las lucían finas y decoradas; los sugamoxis envolvían con ella los cadáveres de sus antepasados. Estas mantas eran pintadas con una variedad de motivos geométricos, que se suponen de carácter simbólico. Para decorarlas se valían de colorantes extraídos de numerosas plantas.

ORGANIZACIÓN POLÍTICA Y SOCIAL

Se organizaban en grupos de familias emparentadas entre sí por lazos sanguíneos. Formaban clanes o familias extensas a los que caracterizaba la exogamia, considerando como línea sucesoria la materna, o sea que se los consideraba pertenecientes a la comunidad de su madre. La poligamia estaba permitida, pero en la practica solo se daba entre la nobleza. El sistema de residencia era patriarcal.

La clase superior la integraban los jefes de confederación, los jefes de tribu y los sacerdotes, que eran quienes se apropiaban de los excedentes de la producción agrícola y minera. Así se originaron las clases y apareció la diferenciación entre propiedad privada y estatal. El sistema para apoderarse de los excedentes de producción era mediante el cobro de tributos que se pagaban en especies, o como variante, el trabajo obligatorio en las tierras de los jefes de tribu y sacerdotes.

COSMOVISIÓN

Sus dioses estaban representados por las fuerzas de la naturaleza. Los principales eran Chiminichagua, principio creador o fuerza suprema, Xué, el sol, Chía, la luna, Bachue, la madre de la humanidad y diosa de las legumbres, Cuchaviva el arco iris, Chibchacun, dios general, Chaquen, dios de los corredores y Bochica, héroe civilizador.

Consideraban a las lagunas como lugares sagrados en las que celebraban ceremonias religiosas de gran esplendor durante las que arrojaban al agua tunjos, objetos realizados en una aleación de oro y cobre que los españoles denominaron tumbaga, y que oficiaban de prendas de petición a sus dioses.

En ceremonias importantes realizaban sacrificios humanos en homenaje a sus dioses. Otra ceremonia de gran renombre era la que llamaban El Dorado, con la que celebraban el cambio de posesión en el mando del cacique Guatavita, de modo que era poco frecuente. Lo que sí se realizaba asiduamente eran las grandes procesiones rituales, concretadas con gran fastuosidad.

Boyacá, Colombia.

CULTURA

ALFARERÍA Y CERÁMICA
Establecieron los grandes talleres de cerámica en las proximidades de Tolcancipá, Gachancipá, Cogua, Guatavita, Guasca y Ráquira, donde la calidad de la arcilla les proporcionaba materia prima de primera calidad. La alfarería en cambio la desarrollaron en zonas cercanas a las fuentes saladas porque allí fabricaban las gachas o moyos en que compactaban los panes de sal.

Los alfareros chibchas, con los artificios de su tosca industria llenaban otras necesidades, tales como: husos y torteros de hilandería, rodillos labrados para impresión de relieves, bruñidores, crisoles y matrices de fundición, ocarinas y otros instrumentos musicales, así como multitud de pequeños implementos cuya aplicación no se ha podido establecer.

ORFEBRERÍA
Se destacaron en la orfebrería fabricando figurillas y objetos de adorno como diademas, collares, pulseras, tiaras, pectorales, máscaras y sus famosos tunjos decorados con hilos de oro, del mismo modo en que lo hacían con figuras antropomorfas y zoomorfas planas.

El oro que utilizaban lo obtenían por medio del trueque con tribus vecinas. Acostumbraban a entregar mantas y algodón a cambio de oro argentífero, en proporción variable con el cobre para conseguir aleaciones de tono bronceado a las que llamaban tumbaga. Los muiscas acuñaron discos de oro, pero con el sólo propósito de su conservación ya que no lo utilizaban como moneda.

ARQUITECTURA
Su arquitectura fue por demás simple. Construían sus casas con caña y barro, materiales con los que hacían las tapias llamadas bahareque. Las hacían en dos formatos; unas cónicas y otras rectangulares. Las cónicas estaban hechas con una pared circular hecha de palos enterrados como pilares más fuertes que servían de sostén a un doble entretejido de cañas, rellenando con barro los intersticios. El techo llevaba unos soportes cónicos cubiertos de paja. Este tipo de vivienda era la que más se veía en la zona de la sabana de Bogotá.

Las construcciones rectangulares también estaban hechas de bahareque, con el techo a dos aguas en forma rectangular.

Unas y otras tenían puertas y ventanas reducidas y estaban amobladas de manera sencilla, con camas hechas de caña sobre las que echaban una gran cantidad de mantas. Usaban poco los asientos porque tenían la costumbre de descansar en cuclillas.

Fuera de estas casas había también residencias especiales para los señores principales como los jefes de tribu y clan, y otras para los jefes de la confederación como los zipas y los zaques.

SACRIFICIOS

Si en las batallas obtenían como prisioneros a niños de tribus enemigas, los mantenían en cautiverio en casas especiales brindándoles buen trato para finalmente sacrificarlos al Sol. El sacrificio se llevaba a cabo en las altas cumbres de cara al este. Los jefes conducían la ceremonia, ellos eran los encargados de echar al niño sobre una manta fina colocada en el suelo, para luego degollarlo con cuchilla de caña.

Después recogían su sangre y con ella teñían las piedras donde caían los primeros rayos del sol al amanecer. El cuerpo lo sepultaban en una cueva o lo exponían al sol para que los rayos tropicales lo achicharraran. Así buscaban aplacar el enojo del Sol.

Los caciques realizaban otro tipo de sacrificios humanos que llevaban a cabo en la puerta de sus casas valiéndose de flechas. Luego el cadáver de la víctima era trasladado a los cerros donde su sangre era usada para teñir las piedras antes de enterrarlos boca arriba.


Tehuelches

Se trata de un conjunto de etnias amerindias de la Patagonia y de la región Pampeana de América del Sur, que tenían en común rasgos culturales, aunque con lenguas diferentes emparentadas entre si. Se los conoció como tehuelches, patagones o aonikenk, palabra del mapundungun que significa gente bravía.

¿Sabías qué...?
La lengua tewelche (tehuelche) se habla en la Patagonia argentina por menos de 50 personas.
Zona donde habitaron los Tehuelches.

HISTORIA

ORÍGENES

Los primeros indicios datan de 9.000 años atrás, cuando aparece la industria Toldense, productora de puntas de proyectil sub-triangulares bifaciales y raspadores laterales y terminales, cuchillos bifaciales y herramientas de hueso. Entre los 7.000 y 4.000 años a. C., desarrollan la industria Casapedrense, caracterizada por una mayor proporción de instrumentos líticos confeccionados sobre láminas, probablemente como una muestra de la especialización en la caza del guanaco, lo cual también está presente en los desarrollos culturales posteriores de los patagones.

Hasta la llegada de los conquistadores españoles, a principios del siglo XVI, llevaban un modo de vida propio de los pueblos dedicados a la caza y a la recolección, siguiendo el estilo de la movilidad estacional que los llevaba a desplazarse en busca del guanaco. En los inviernos recorrían las zonas bajas como las orillas de los lagos, los mallines, las vegas y las costas, y en el verano subían las mesetas centrales de la Patagonia o de la cordillera de los Andes donde tenían, entre otros sitios sagrados, el cerro Chaltén.

LA LLEGADA DE LOS ESPAÑOLES

El primer contacto que los tehuelches tuvieron con los españoles se produjo en marzo de 1520 cuando la expedición al mando de Fernando de Magallanes desembarcó en la bahía de San Julián en busca de refugio donde soportar el invierno.

El escribano de la expedición, Antonio Pigaffetta tomó nota del encuentro y los nombró como patagones gigantes. Los europeos, en ese tiempo, eran de talla menor a la actual; en tanto los patagones llegaban a medir dos metros y además llevaban sus pies envueltos en pieles por lo que para los españoles eran patones.

La llegada de los españoles a la vida de los tehuelches provocó cambios culturales en este grupo indígena y los llevó a soportar pestes hasta entonces desconocidas por ellos como el sarampión, la gripe y la viruela.

Fernando de Magallanes.

INFLUENCIA MAPUCHE

Nuevos cambios culturales ocurrieron entre los siglos XVII y XVIII al producirse la penetración mapuche, aborígenes que llegaban en busca de trueques y alianzas. Las costumbres de ambos pueblos se vieron influenciadas una por la otra, a tal punto que con el tiempo terminaron fundiéndose y sus descendientes se autodenominan mapuche-tehuelches.

Pero entre ellos no fue un proceso completamente pacífico. Durante el siglo XIX hubo diversos enfrentamientos entre tehuelches y mapuches hasta que, a partir de 1821, y luego de su triunfo en los vados de Choele Choel, los mapuches lograron desplazar a los tehuelches hacia el río Negro y hacia la provincia de Buenos Aires.

Es también durante esta época que aparecen los bandoleros realistas conducidos por los hermanos Pincheira, quienes se alían con los vorogas o voroas o voroganas, para desalojar a los tehuelches o pampas serranos, de las zonas de Salinas Grandes, Guaminí (Laguna de Monte), Carhué y Epecuén; los pampas huyeron hacia Sierra de la Ventana, antiguo asiento de gobierno del cacique Cangapol. Allí fueron atacados por los Pincheira y sus aliados voroganos, quienes concretaron una matanza en la que cayó el cacique Curitripay, junto con sus dos hijos y sus capitanejos, Catrileu y Lomo Colorado.

Las acciones violentas hicieron que los tehuelches septentrionales casi desaparecieran en las provincias de Buenos Aires, La Pampa y Neuquén, permaneciendo allí solo algunos grupos minoritarios que se fusionaron con los mapuches después de la expedición militar del general Conrado Exelso Villegas en 1886.

El fenómeno de la formación de la etnia puelche con linajes tehuelches, tiene diferentes lecturas. Mientras algunos creen que se trató de una invasión violenta de parte de los mapuches, otros sostienen que detrás de lo evidente hay un fenómeno más complejo ya que, la invasión fue usada como justificación política para negarle legitimidad al reclamo aborigen por las tierras, identificándolos como invasores chilenos y no pueblo originario.

EL CABALLO

Para la cultura tehuelche la adopción del caballo tuvo tal profundidad que puede mencionársela como una verdadera revolución que cambió definitivamente el patrón de sus desplazamientos. Hasta el siglo XVII sus movimientos seguían una línea este – oeste en busca del guanaco, pero con la incorporación del caballo a sus costumbres comenzaron a desplazarse hacia el norte y sur, extendiendo notablemente sus circuitos de intercambio.

ECONOMÍA

La base de su economía la constituía la caza. Para ello empleaban boleadoras, instrumento con el que eran muy hábiles, y se servían del auxilio de los perros. Andariegos, caminaban un promedio de veinticinco kilómetros diarios, distancia que comenzaron a realizar a caballo cuando incorporaron este animal a su cultura.

Las mujeres levantaban el campamento, alzaban a los bebés e iniciaban la marcha seguidas por los ancianos y los niños, en tanto fuera del camino los jóvenes procuraban la caza. Se movían por cañadones donde podían conseguir agua y refugio con relativa facilidad, rutas que también fueron usadas por el hombre blanco.

Los hombres se ocupaban de la fabricación de armas, la guerra y como ya fue dicho, la caza. A las mujeres les tocaba la preparación de las pieles y sus pinturas, la recolección de la leña, la comida y el agua. Cuando estaban embarazadas, trabajaban con más ahínco, ya que la tradición decía que esto fortalecía al bebé y aseguraba su futura dedicación al trabajo.

Cazaban principalmente guanaco y avestruz.

ORGANIZACIÓN POLÍTICA Y SOCIAL

Se movían en grupos recorriendo circuitos que iban de oeste a este y viceversa. En cada temporada tenían lugares determinados en los que instalaban sus campamentos, a los que llamaban aik o aiken, y que los españoles denominaron tolderías.

Toldería tehuelche.

Los grupos se formaban por nexos de parentesco con un territorio determinado para la caza y la recolección, los límites de estos territorios estaban determinados ancestralmente por accidentes como una loma, un abrevadero o un árbol destacado. Podía ocurrir que un grupo no pudiera autoabastecerse en su zona, en cuyo caso debía pedir permiso a las agrupaciones vecinas de la misma etnia para buscar en su territorio el sustento. Esta norma de ser violada podía ocasionar una guerra. Sostenían la práctica de la exogamia, lo que hacía que los varones buscaran compañera en otros grupos practicando el trueque de mujeres. Podía ocurrir que en lugar del trueque recurrieran al rapto, lo que por lo general terminaba en una guerra.

Los padres tenían un trato cariñoso hacia sus hijos y era muy difícil que los castigaran. Los matrimonios se celebraban cuando lo disponía la pareja o cuando la mujer era comprada. Esta costumbre hacía que aquellos que tenían mayor poder económico pudieran tener más de una mujer.

VIVIENDA

Construían sus viviendas con estacas y cueros extendidos para que fueran fácilmente desarmables y transportables, un sistema práctico para su estilo de vida nómade. El interior lo dividían y colocaban allí sus lechos. Las viviendas se agrupaban formando poblados que los blancos llamaron tolderías.

COSMOVISIÓN

Los tehuelches tenían un sistema de creencias basado en ritos y mitos, pero no una estructura religiosa vertical y con liturgia como ocurre con las religiones occidentales. Tal como sucedía con otros pueblos pámpidos, no existía entre ellos el sacerdocio sino los chamanes, quienes ejercían la medicina contra los espíritus dañinos.

Los tehuelches creían en una entidad superior creadora del mundo pero que no intervenía en su desarrollo, y en los espíritus de los matorrales. Parte de sus cosmogonía era el mito de Kóoch, dios encargado de poner orden en lo confuso diferenciando las cosas. Esto guarda similitud con el mito de los selkman de Tierra del Fuego, quienes creían en una deidad a la que llamaban Kenos, lo que parece una variante de la palabra Kóoch, o al menos con raíz común, enviado del espíritu Temáukel. Luego de creado el mundo, habría llegado a la Patagonia El-lal (o Elal), hijo del gigante Nosjthej, quién creó a los tehuelches y les enseño a fabricar el arco y la flecha.

La existencia de un espíritu dañino al que llamaban Gualicho, también está presente en la mitología mapuche más austral. De esto se deduce que el concepto de Gualicho habría sido introducido a la cultura tehuelche por el contacto con pampas y mapuches. Pero según se cree, con elementos propios de las creencias tehuelches, por lo cual otros postulan que su origen podría provenir de este pueblo, o bien como una contrapartida de la cultura tehuelche que habría dejado su impronta en los mapuches.

La cueva de las manos es un sitio arqueológico de Santa Cruz. Sus pinturas rupestres dan muestras de las costumbres de los antiguos pueblos cazadores de la zona.

CULTURA

Su cultura no era adelantada, por lo cual hoy sólo quedan leves vestigios de esas poblaciones (depósitos funerarios, cuevas, escrituras rupestres, lugares de labores de piedras o conchillas).

Las mejores referencias de los antiguos pobladores se han obtenido en los yacimientos arqueológicos de El juncal, lugar cercano a la ciudad de Viedma, en el este de la provincia de Río Negro. Allí fueron hallados los “cráneos negros”, así llamados por la impregnación de sales que recibieron en su largo entierro.

LENGUA

Los distintos grupos de tehuelches hablaban varias lenguas, aunque todas pertenecientes al grupo tshonk. Los tehuelches propiamente dichos o aonikenk tenían una lengua que estaba estrechamente ligada con la de los teushen, a su vez emparentadas con la lenguas de la isla Grande de Tierra del Fuego, y de manera más lejana con la lengua de de los gününa küne (tshonk septentrional). Los lingüistas consideraron que todo el complejo tehuelche tenía un tronco lingüístico común, que denominaron ken ‘gente’.

APARIENCIA

Las mujeres medían en promedio 1,65 m. Eran corpulentas y de piel curtida por el frío y el viento. Se tapaban desde el cuello hasta los pies, generalmente con cueros de guanaco, con la piel hacia adentro y el cuero pintado, prenda a la que llamaban quillango. Como variante podían hacerlo con piel de zorro o liebre.

Los hombres eran altos, su estatura promedio oscilaba entre 1,75 m y 1,80 m; eran de cuerpo esbelto y proporcionado, el cabello oscuro, lacio y duro; su piel era cobriza y sus ojos grandes. El rostro era de pómulos salientes y nariz aguileña. Usaban como calzado sandalias de cuero de guanaco atadas con correas, y para andar a caballo botas hechas con garrones de los equinos. Tanto los hombres como las mujeres con el tiempo adoptaron las vestimentas de los blancos usando ropas de género.

¿Sabías qué...?
Actualmente tehuelches y mapuches elaboran artesanías que venden a los turistas.
BOLEADORAS

El arma preferida de las tribus que poblaban la Patagonia y la Pampa era la boleadora de dos bolas que usaban para cazar y para el combate, y que fue la que conocieron los conquistadores españoles cuando llegaron a sus tierras. Pero desde tiempos precolombinos, con una antigüedad que se estima en 10.000 años, utilizaban la bola de tres piedras.

Boleadoras.

Con el tiempo los tehuelches comenzaron a fabricar sus bolas con piedras encontradas en sitios de asentamiento o de cacería, y que ya habían sido utilizadas. En su mitología eran bolas preparadas por un enano, Tachwüll, que tenía, supuestamente, su taller en los cañadones o quebradas de las sierras. En la zona se oía el constante repiqueteo de la uña con la que marcaba la piedra, pero nadie podía verlo. Sin embargo cuenta la leyenda que un día lograron capturarlo, pero fue tal la tormenta que se desató que atemorizados lo dejaron ir. En cuanto el enano recuperó la libertad cesó la lluvia.

Olmecas

La etnia Olmeca desarrolló su cultura durante el preclásico medio en amplias zonas que tuvieron su área nuclear en la parte sureste del estado de Veracruz y el oeste de Tabasco. Fue considerada durante mucho tiempo como la cultura madre de la civilización mesoamericana, pero no ha podido determinarse cuál es el origen de su estilo artístico, ni tampoco si sus rasgos culturales son de su propia creación o heredados de sus antecesores, los restos arqueológicos no son suficiente prueba para arrojar conclusiones indiscutibles.

ORIGEN DEL NOMBRE

La palabra olmeca en náhuatl significa “Gente del país del hule”, y fue utilizado por primera vez al final de la década de 1920 por Valliant y Saville, para referirse a los componentes de esta cultura que produjo las monumentales cabezas de piedra descubiertas en distintos yacimientos arqueológicos en la llamada área nuclear olmeca. El etnónimo utilizado para nombrarlos es, entonces, muy posterior a la propia época en que se desarrollaron como pueblo ya que su identidad étnica fue desconocida hasta para los mesoamericanos precolombinos y se desconoce cuál fue el nombre con el que los olmecas se denominaban a sí mismos, aunque algunas fuentes mesoamericanas parecen referirse a los antiguos olmecas como los habitantes de Tamoanchan, “el país de la abundancia”.

UBICACIÓN

Prevalecieron en la parte sur de la Llanura Costera del Golfo, aunque su influencia se expandió por la mayor parte de Mesoamérica, a excepción de la región occidental que se mantuvo autónoma hasta fines del Preclásico. La zona señalada como la de mayor presencia es la comprendida entre los ríos Papaloapan y Grijalva, en la mitad norte del istmo de Tehuantepec. Esta zona actualmente es la que corresponde al sureste del estado de Veracruz y el poniente de Tabasco. Allí predomina el clima cálido y húmedo, clima que es posible que sea el mismo que tuvo durante la antigüedad precolombina.

Los suelos de la región son ricos en humus y con un considerable espesor; es rica en petróleo crudo que brota entre la vegetación a ras del suelo, pero no se encuentran yacimientos de la gran variedad de materiales que utilizaban los olmecas para hacer objetos con su estilo característico, que se han hallado en esta zona y en otras de Mesoamérica, como la obsidiana, el jade, la serpentina y el cinabrio. Para obtener piedra sólida para sus materiales, los habitantes de esta región recurrieron a las canteras de la Sierra de los Tuxtlas —conocida también como sierra de Santa Martha o de San Andrés—, que les proveyeron de basalto y otras rocas volcánicas que emplearon en la construcción y en la escultura. Sin embargo, estas fuentes de materiales pétreos se encuentran a más de cien kilómetros de distancia respecto a sitios como San Lorenzo y La Venta, lo que puede dar una idea del nivel de organización que se requirió para trasladar —sin animales de carga y sobre un suelo cenagoso— esos monolitos que se pesan en decenas de toneladas, hasta los centros políticos de la cultura olmeca.

De Jalisco a Costa Rica, pasando por Guerrero, Chiapas, Oaxaca, el Altiplano Central y la costa del Golfo, se han encontrado imágenes de niños-jaguares y otros rasgos propios del arte olmeca. La gran difusión y dispersión del estilo artístico estaría vinculada a la amplia red de intercambios que mantuvieron con pueblos lejanos. Por eso los símbolos y formas olmecas se integraron a las expresiones artísticas de otras zonas mesoamericanas.

Algunos rasgos de esta cultura, como el establecimiento de un patrón urbano de asentamiento, la sociedad teocrática, y otras características distintivas, tuvieron un claro influjo sobre toda la cultura mesoamericana por lo que se la llama cultura madre de Mesoamérica.

INFLUENCIAS

Los indicios más antiguos acerca de la existencia de la cultura olmeca datan de alrededor del año 1200 a. C. y los más recientes llegan al año 500 a. C. Los centros culturales de esta civilización se situaron en San Lorenzo, La Venta y Tres Zapotes, pero no hay más datos ciertos que permitan establecer la afiliación étnica, ni el origen de su cultura. Solo se sabe con certeza que se instalaron en Morelos, Puebla y el estado de México, y que tuvieron también presencia en los actuales territorios de Guatemala, Belice, El Salvador, Honduras, Nicaragua y costa Rica. Pero más allá de donde se situó el origen de esta cultura, la gran red de intercambios de la región fue la que extendió su influencia.

Ilustración del sagrado centro olmeca en Veracruz.

CENTROS CEREMONIALES

Los centros ceremoniales tenían tanta importancia que en el orden social funcionaban como ciudades con su economía, su política y su ideología. Construían los edificios de tierra y adobe, repellados con los mismos materiales y arcilla, por no tener rocas duras en el área, salvo las de las montañas Tuxtlas, que tenían importantes canteras de basalto, aunque algo alejadas. Estas canteras proveyeron el material para construir los inmensos montículos y plataformas en los que se instalaron los templos y edificios públicos. La característica principal de estos edificios estaba dada por su construcción en torno a un patio, lo que sentó un patrón de asentamiento básico en la vida mesoamericana, que influyó tanto en los conjuntos habitacionales menores como en las ciudades de mayor población. Rodeando los grupos más voluminosos de los centros ceremoniales se construyeron plataformas de tierra más pequeñas para sustentar las chozas campesinas de carácter perecedero (paredes de palos y barro techadas con hojas de palma).

Los centros de gran impacto por la complejidad de su construcción como los de San Lorenzo, La Venta, Laguna de los Cerros y Tres Zapotes, pone en evidencia el poder que alcanzaron los dirigentes olmecas, quienes condujeron este proceso de organización que contó con la participación de miles de personas, que tuvieron que mover millones de metros cúbicos de tierra. Además de la solidez de la construcción, se destaca la belleza de sus terminaciones hechas con piedras prolijamente cortadas, y los canales de drenaje interno hechos con piedra basáltica en los patios para conducir el agua fuera de la ciudad. Asimismo, en el caso de San Lorenzo nueve grandes cabezas colosales representando otros tantos gobernantes fueron colocadas en las zonas centrales del sitio.

Al final, la ciudad fue saqueada, la escultura monumental mutilada y enterrada, y alguna parte de ella pudo haber sido trasladada al sitio de La Venta. El haber destruido las imágenes de los líderes indica la naturaleza política del conflicto, aunque también se ha elaborado la teoría de la destrucción cíclica de carácter ritual.

Después de la caída de San Lorenzo, el centro principal pasó a ser La Venta, con una superficie que se acerca a las 200 hectáreas. Este sitio fue construido en arcilla y adobe y orientado en torno a un eje básico desviado 8° al oeste del norte, a lo largo del cual se emplazaron las más grandes plataformas que sostuvieron templos y edificios de elite construidos con materiales perecederos. Limitando este eje por el norte se construyó el Complejo C, que contenía una impresionante pirámide en forma cónica de 30 m de altura y 128 m de diámetro. Más al norte, el Complejo A se distribuye a lo largo de dos largas plataformas que dejan en medio un patio interior, que sostuvo en el pasado una hilera de columnas de basalto.

Esta orientación norte-sur estuvo sancionada por una serie de ofrendas y enterramientos que se dispusieron en los patios y las estructuras a lo largo de este eje.

Los restos arqueológicos de La Venta, tanto los de superficie como los enterrados, cuentan con cabezas colosales, estelas y grandes altares, esculturas realizadas en bulto redondo y tronos de basalto. Muchas de las esculturas estuvieron acompañadas en las ofrendas por objetos rituales en jade, pirita y cerámica. La decadencia de La Venta, una ciudad que en el momento de su esplendor pudo albergar 18.000 habitantes, se produce hacia el 400 a.C.

COSMOVISIÓN

Las creencias religiosas de los olmecas estaban sustentadas en el politeísmo, con un gran número de dioses relacionados con la agricultura y otros elementos como el sol, el agua, los volcanes, etc.
Se cree que la suya pudo ser una religión dinástica, sus dioses habrían estado relacionados directamente con los gobernantes, con los señores de los centros ceremoniales, gobernantes con poderes sobrenaturales, descendientes directos de las divinidades.

Es una religión compleja, que no se ha conseguido descifrar aún. Pero se cree que pudo tener toda una doctrina aceptada por el pueblo, para justificar, explicar y legitimar a los linajes gobernantes, las desigualdades sociales, las fuerzas sobrenaturales y establecer vínculos entre éstas y los gobernantes. La religión habría estado institucionalizada, con un cuerpo doctrinal y su panteón. De esta forma también los líderes gubernamentales utilizaban un símbolo de una figura de animal para identificarse.

¿Sabías qué...?
Los Olmecas tuvieron un sistema de escritura de jeroglíficos e ideográfica.

CULTURA

Considerada como la primera civilización de Mesoamérica, se cree que los grandes progresos de la cultura en el área se iniciaron en el seno de esta comunidad. Entre otros logros se debería a esta cultura el calendario, la escritura y la epigrafía.

Durante la primera década del siglo XXI fueron encontrados vestigios de escritura olmeca en piezas arqueológicas que datan del año 650 a. C. y del 900 a. C., de manera que su escritura jeroglífica se identifica como la más antigua del hemisferio occidental. Los hallazgos podrían ser petroglifos, y si bien no hay pleno acuerdo sobre su contenido, algunos especialistas creen que cuenta la vida de un gobernante.

ARTE

La ideología olmeca se ve expresada en sus esculturas monumentales, realizadas en bulto redondo y en bajo relieve. En estas esculturas reproducían a sus gobernantes y de ellas se desprende la cuestión ideológica que muestra una sociedad fragmentada en dos. Para esculpir sus colosales cabezas utilizaban piedra basáltica que extraían de las Montañas Tuxtlas, situadas a 80 km de San Lorenzo. Las piedras eran inmensas, lo que implica un enorme peso que para ser transportado exigía un gran esfuerzo. Esto, junto a la imponente arquitectura pública, demuestra el poder alcanzado por sus dirigentes y la estratificación de la sociedad. Otras de sus piezas de valor artístico eran sus altares de piedra, tronos que pueden encontrarse en el área metropolitana y en otras zonas influenciadas por la cultura olmeca. Estos altares o tronos representaban temas que se repiten en su iconografía y en los que se explicita su visión del mundo, sus dioses y las prácticas rituales que conformaban el hábito de este pueblo del Golfo de México.

Guaraníes

Esta etnia sudamericana tiene su origen en la región amazónica, lugar del que partió para ir ocupando distintas regiones del continente, como los actuales territorios del Paraguay, el noreste argentino, el sur y suroeste de Brasil y el sureste de Bolivia.

El nombre original de este pueblo es avá, palabra cuyo significado es “hombre”, y que rebaja a las otras etnias a la categoría de “no hombres”. La denominación de guaraníes les fue impuesta según se cree por los españoles, que tomaron para nombrarlos el grito de guerra que proferían antes de entrar en combate “guara ny”, cuyo significado sería “combatir les”. Aunque otra versión afirma que es una deformación de la palabra “guariní”, cuyo significado es “guerra” o “guerrear”. Lo cierto es que ellos mismos comenzaron a llamarse guaraníes, lo que implica que asumían su condición de guerreros.

Provenientes de la zona circundante del Caribe, posiblemente la isla de Marajó, en la desembocadura del Amazonas; las causas de su migración hacia el sur tuvieron que ver con la necesidad de buscar nuevas tierras aptas para el cultivo, la presión de otros pueblos y los motivos religiosos que impulsaban su nomadismo para ir en busca de “La Tierra sin mal”.

Se instalaron en el actual territorio paraguayo hacia fines del siglo XV y comienzos del XVI, subdividiéndose en distintos grupos según las zonas que en adelante fueron ocupando. Los chandules, por ejemplo, eran los guaraníes de las islas del delta del río Paraná, pero desaparecieron después de la segunda fundación de Buenos Aires a cargo de Juan de Garay en 1580; a los que se establecieron en la zona del río Carcarañá se los llamó carcarañaes; guaraníes de Santa Ana, a los ocupantes del norte de la provincia de Corrientes, Argentina; mbyá, a los de Misiones, otra provincia argentina; mientras en la actual Bolivia se instalaron los llamados tapietés.

Pero por su lengua se pueden clasificar en tres grupos:
1. El amazónico que habla el ñe engatú (lengua hermosa o pulida).
2. El Tupí o Tupinambá (guaraní de la costa atlántica).
3. El grupo caracterizado por hablar el avañe-é (lengua del hombre), que comprende los dialectos del Paraguay, Bolivia, Argentina y sur de Brasil, emparentados entre sí.

¿Sabías qué...?
Los guaraníes asentados en las misiones jesuíticas hablaban latín.

Actualmente su población se estima en 1,5 a 2 millones y su idioma es hablado por 5 a 12 millones de personas, principalmente gente de origen mestizo, en Paraguay, Mato Grosso, Mato Grosso del Sur, Rondonia (oeste y centro de Brasil), Santa Cruz, Beni y Pando (al este de Bolivia) y en Misiones y Corrientes y en menor medida Entre Ríos y Formosa (en el noreste argentino).

HISTORIA

Los guaraníes asentados en el sur de Bolivia, oeste de Paraguay y noroeste de Argentina tomaron para sí el nombre de avá guaraní. Los incas los denominaron con el mote despectivo de “chiriguano” (antiguamente chiriguanáe), forma despectiva castellanizada con la que los pueblos de habla quechua se referían a los guaraníes del Chaco occidental. El nombre “chiriguano” en idioma quechua derivaría de chiri-frío- wañu -excremento- aunque esta etimología es discutida, pues sería deformación de chiri-frío- wañuq -los que mueren-.

A partir del siglo XIII, grupos de pueblos amazónicos de linaje tupí-guaraní avanzaron desde la Amazonia hacia el sur y el oeste en un movimiento migratorio en busca de la “Tierra sin mal”. Los chiriguanos comenzaron a migrar hacia las estribaciones andinas en el siglo XV, durante el periodo hispánico, y sus movimientos quedaron registrados en los Comentarios Reales de los Incas del Inca Garcilaso de la Vega. Pero también hubo otros grupos que llegaron con el conquistador hispano portugués Alejo García a mediados del año 1500. Luego los guaraníes sometieron a los arawak generando una síntesis de las culturas al emparejarse los hombres guaraníes con las mujeres chanés. Esta síntesis cultural derivó hacia una sedentarización para la que adoptaron la costumbre chané de las grandes casas comunales hechas con palmas, leños y pajas, las llamadas maloka, en las que residían hasta 300 personas. De los chanés tomaron también la cestería y la cerámica, en tanto impusieron su idioma, su cosmovisión, su organización social y su afición por la caza, la pesca y la guerra. De este modo fueron conformando su forma tradicional de subsistencia basada en una combinación de horticultura (maíz, frijoles, yuca) y caza-recolección-pesca; tal horticultura, aunque principalmente de origen chané, tiene como influencia guaraní la alternativa de poder ser itinerante.

Cuando llegaron los españoles en el siglo XVI se encontraban asentados en las cabeceras de los ríos Pilcomayo y Guapay, enfrentados en guerras con los aimaras y los quechuas. Pero esto no les impidió combatir al nuevo enemigo, para quien se volvieron invencibles, y sólo cedieron ante los misioneros religiosos, fundamentalmente en el valle del río Parapetí.

Partiendo del Amazonas ocuparon parte de los actuales territorios de Paraguay, Argentina, Brasil y Bolivia.

La aceleración de la colonización que se dio hacia mediados del siglo XIX, acentuó el proceso de reducción en misiones, generando algunos focos de resistencia como el encabezado por el jefe Apiaguaiki Tumpa, que terminó con su asesinato a fines del siglo XIX.

En el siglo XX atravesaron una profunda crisis económica que, sumada a la llamada Guerra del Chaco, los obligó a desplazarse hacia el Chaco salteño, aunque en ocasiones se tratara sólo de migraciones temporarias para trabajar como zafreros en la caña de azúcar y en las plantaciones de algodón.

Los guaraníes se asumían como un pueblo guerrero.

ECONOMÍA

Su estructura económica se sostenía sobre la agricultura, para lo que cada grupo tomaba exclusividad sobre una extensa área territorial; cada familia recibía a su vez un lote de tierra en las plantaciones y a cada esposa correspondía su huerta. Tradicionalmente ha existido una división muy marcada del trabajo, tanto sexual como etaria. Los hombres hacían el desmonte, cazaban, pescaban y se dedicaban a la cestería; las mujeres plantaban, cosechaban y se ocupaban de los alimentos. Sus principales plantaciones eran las de maíz, mandioca, calabaza, poroto y tabaco. Las jóvenes y las niñas también practicaban la cestería, y exclusivamente a las mujeres correspondía el trabajo en cerámica.

Los hombres hacían el desmonte, cazaban, pescaban y se dedicaban a la cestería.

ORGANIZACIÓN POLÍTICA Y SOCIAL

Se asentaban en aldeas ocupando los claros de la selva. Las familias habitaban en casas comunales encabezadas por un jefe que tenía su aposento en el centro de la vivienda. La casa era una sola habitación de hasta sesenta metros, y en ella cabían entre sesenta y ciento veinte personas. Los jefes de las casas comunales formaban el consejo de jefes, en el que eran tratados y resueltos los principales problemas de la comunidad; la aldea estaba dirigida por un jefe político llamado Mburubichá, y un jefe religioso llamado Shaman, la familia y el matrimonio constituían el núcleo básico de la sociedad.

Las aldeas se formaban con 4 y hasta 8 casas.
Construían las casas con troncos y hojas.

COSMOVISIÓN

De acuerdo a sus creencias hay una vida después de la muerte que es mejor que la de esta tierra. Para afrontarla proveen al muerto de todo lo que creen necesario para su nuevo estado. Antes de entrar en la vida mejor, los muertos deben recorrer el inframundo en un viaje donde los peligros acechan al que va hacia “La Tierra sin mal”, peligros de los que sólo son exceptuados los niños.

Los guaraníes sienten como si estuvieran vivos a los héroes míticos y a los antepasados de la comunidad, creyendo que habitan en los adornos que los representan. La relación entre la comunidad de los vivos y la de los muertos es estrecha; en su cosmovisión son los muertos quienes los proveen de alimentos, envían la lluvia y los cuidan y estimulan en la guerra; a cambio reciben de los vivos ritos, ofrendas y venganza de su honor, celebrándoles además una gran fiesta anual.

EL CHAMÁN
En la cultura guaraní el chamán es un sacerdote dotado de poderes sobrenaturales como la adivinación, la sanación, la potestad sobre sucesos naturales como la lluvia. Está a cargo de la espiritualidad de la comunidad dirigiendo ceremonias y danzas. El contacto con espíritus, buenos y malos, le permite proteger a la comunidad.

Los guaraníes eran monoteístas y su dios fue Tubá, creador de todo lo existente.
MITO GUARANÍ DE LA CREACIÓN

En los mitos y leyendas guaraníes que tratan la creación como tema central, aparece como figura principal Tupá, considerado el dios supremo o dios del trueno. Tupá contó con la ayuda de la diosa luna, Arasy, para descender a la tierra en un lugar recreado como un monte en la región de Areguá (Paraguay). Este fue el sitio desde donde realizó la creación de todo lo que hay sobre la tierra, incluso los océanos y las estrellas del firmamento. Luego creó a la humanidad en una elaborada ceremonia en la que formó estatuillas de arcilla representando al hombre y a la mujer. Luego de soplar la vida en estas formas humanas, los dejó con los espíritus del bien (Angatupyry) y del mal (Taú) y partió. La primera raza así creada serían los guaraníes, de quienes se originarían los demás pueblos.
Los jesuitas que realizaron tareas evangelizadoras entre los aborígenes de América en el siglo XVII, se ocuparon de fusionar las historias y leyendas guraníes para que sus héroes míticos encajaran en el relato del Génesis tal como se lo conoce en el Antiguo Testamento.

ACTUALIDAD

Actualmente mantienen su preeminencia sobre las pequeñas comunidades chanés, pero la hegemonía se ha reducido y ya aparecen como una sociedad mixta chiriguano-chané, también conocida como tupí-guaraní.

Incas

La palabra Inca viene del quechua, Inka, cuyo significado es rey o príncipe, y es el nombre genérico que se les daba a los gobernantes cusqueños, soberanos que establecieron un vasto imperio en los andes hacia el siglo XV, poco tiempo antes de la llegada de los españoles. Por extensión este nombre se le da a todos los súbditos del imperio incaico o incanato. Arqueológicamente es el nombre de una cultura desarrollada durante el periodo prehispánico.

Inca Pachacutec.
Ruinas de Machu Picchu.

SU HISTORIA

Si bien el Cusco se constituyó en su área central durante el periodo de su apogeo, este pueblo provenía, posiblemente, del Altiplano, de donde llegó al Cusco hacia el año 1100 entablando desde entonces una relación con los pueblos de la zona que osciló entre las batallas y las alianzas. Con el tiempo este grupo alcanzó un gran poder, pero se mantuvieron en su territorio hasta la invasión chanca y el gobierno de Pachacutec Inca Yupanqui, cuando empezaron a expandirse por otras regiones.

Según una leyenda, fue durante el gobierno del inca Viracocha que aparecieron los chancas rodeando la ciudad de Cusco. Se trataba de un pueblo guerrero de la sierra central que atacó la ciudad destruyéndola, lo que provocó la huida de Viracocha. El general Yupanqui se presentó entonces ante las ruinas del viejo templo solar, el Inticancha, implorando la ayuda del dios Sol, quien accedió convirtiendo las piedras que rodeaban la ciudad en soldados a los que llamaron pururaucas, que derrotaron al enemigo. Yupanqui fue aclamado por el pueblo como su nuevo inca, y asumió el cargo con el nombre de Pachacutec (‘el que transforma el mundo’).

¿Sabías qué...?
Los emperadores Incas eran considerados como descendientes del Dios Sol.
Templo del Sol.

LA EXPANSIÓN

Con el gobierno en manos de un militar, este sector se vio favorecido y dio paso a la expansión. Pachacutec conquistó la meseta del Collao, Arequipa, el valle del Mantaro, a los chinchas (icas), Lima, entre otros territorios, y organizó el Tahuantinsuyo.

Túpac Yupanqui fue el sucesor de Pachacutec, y como auqui o príncipe heredero privilegió la continuidad en los planes de expansión que se extendieron hacia la costa y la sierra norte, dominando a los chachapoyas, los chimú y otros pueblos importantes hasta el actual territorio de Ecuador.

La campaña continuó, ya como inca, avanzando hasta el río Maule, donde se asentó la frontera sur del imperio. Pero la mayor extensión la alcanzaron durante el reinado del hijo de Túpac, Huayna Cápac, entre los años 1493 y 1525. Hacia 1525, el territorio bajo control inca se extendía por la zona más meridional de la actual Colombia, por Ecuador, Perú y Bolivia y por zonas de lo que hoy en día es el norte de Argentina y Chile, abarcando un área de más de 3.500 km de norte a sur, y de 805 km de este a oeste.

De acuerdo a las estimaciones realizadas por investigadores, se cree que la región llegó a tener entre tres millones y medio y dieciséis millones de habitantes pertenecientes a las distintas culturas andinas.

Nativa peruana.

RUPTURA Y CAÍDA

En 1525 murió Huayna Cápac sin llegar a nombrar sucesor, y esto produjo la división del Imperio. Sus hijos, hermanastros entres sí, Huáscar y Atahualpa, disputaron por el trono hasta 1532, cuando Huáscar fue capturado. Para entonces el Imperio se encontraba seriamente debilitado. Este momento de crisis fue aprovechado por Francisco Pizarro, quien desembarcó en la costa del actual territorio de Perú con 180 hombres equipados con armas de fuego, y apoyados por grupos de indígenas que se oponían a la dominación inca. Así fue como llegaron a controlar el Imperio y hacer prisionero a su jefe, Atahualpa. Atahualpa temía que Pizarro ordenara su destitución para favorecer a su hermano Huáscar, por lo que dio la orden de ejecutarlo, lo que se convertiría, al año siguiente, en una de las causas por las que fuera sometido a proceso por los españoles. El 26 de julio de 1533, cuando todavía se estaba acumulando un enorme depósito de ornamentos de oro procedentes de todos los rincones del Imperio para entregárselo a Pizarro a cambio de la liberación de Atahualpa, el Inca fue ejecutado al garrote por orden del conquistador español.

Luego de la ejecución los españoles marcharon sobre Cusco. Al llegar a mitad de camino, en Jauja, conocieron a Túpac Hualpa o Toparpa, quien se presentó como hijo de Huayna Cápac y legítimo heredero del cargo de inca, lo que fue reconocido por Pizarro. Pero al llegar a Cusco el conquistador se enteró de que Toparpa había sido asesinado, por lo que nombró a Manco Inca como su sucesor. Este en 1536 se rebeló contra los españoles y avanzó sobre Cusco y Lima cercándolas durante algunas semanas, pero finalmente fue derrotado en la fortaleza de Sacsayhuamán.

Después de la derrota Manco Inca se escapó hacia el oriente y fundó Vilcabamba, un centro de resistencia donde él y sus descendientes se hicieron conocidos como los incas de Vilcabamba. A su muerte le sucedió su hijo Sayri Túpac, quien firmó la paz con el virrey Andrés Hurtado de Mendoza, marqués de Cañete, pero falleció en 1561, siendo reemplazado por Titu Cusi Yupanqui, que reinició las hostilidades; finalmente, en 1570, asumió el poder Túpac Amaru, quien fue derrotado y decapitado en 1572 por orden del virrey Francisco de Toledo.

ORGANIZACIÓN POLÍTICA

El gran mérito de los incas fue el de recopilar y extender las costumbres ancestrales de los pueblos andinos. No tenían una gran capacidad creativa pero sí una llamativa capacidad para ordenar, difundir y administrar el sistema andino en un extenso territorio. El parentesco al que llaman ayllu, que es el conjunto de personas que se consideran parientes, pues desciende de un pasado común, es la base de su cultura y organización. Estos parientes tienen un vínculo de reciprocidad lo que los obliga a ayudarse mutuamente en las labores cotidianas; este tipo de trabajo es conocido como ayni. También tienen la obligación de trabajar juntos para el beneficio de todo el ayllu; este trabajo se conoce como minga.

Cada ayllu tiene una autoridad a la que llaman curaca, en español, cacique, que son los que se encargan de regular las relaciones sociales, llevar a cabo las fiestas, almacenar recursos, repartir tierras y disponer de la mano de obra.
En la plenitud de su civilización, los incas habían logrado la construcción de un sistema político y administrativo superior al de cualquier otra cultura americana. Eran un imperio teocrático basado en la agricultura y en el sistema de ayllus, y gobernado por el inca, a quien el pueblo adoraba como a un dios viviente.

En la plenitud de su civilización, los incas habían logrado la construcción de un sistema político y administrativo superior al de cualquier otra cultura americana. Eran un imperio teocrático basado en la agricultura y en el sistema de ayllus, y gobernado por el inca, a quien el pueblo adoraba como a un dios viviente.

Los ayllu se organizaban en torno a la autoridad del curaca.

EL ESTADO INCAICO

El carácter teocrático del estado se lo daba el hecho de que creían que el Inca era hijo del sol, el dios más importante en sus creencias. El Inca a su vez era asesorado en cuestiones de gobierno por un consejo de nobles y sacerdotes llamados orejones, que pertenecían a la familia real. Su fuerza militar, perfectamente organizada y entrenada, fue la que permitió su expansión. Esto se vio facilitado por la vasta red de caminos que construyeron, en los que existían tambos o postas que servían para el descanso de las tropas movilizadas, y para cambiar allí animales y armamento. Los pueblos del imperio tenían la obligación de tributar al Estado una cantidad determinada de materia prima o productos manufacturados, según las características de cada zona. La población tenía la obligación de realizar trabajos para el Estado, los curacas o los sacerdotes. Por eso es que el llamado Camino del Inca tenía tanto tránsito.

Creían que el Inca era hijo del sol.
El curaca y los tributos

El encargado de recibir los tributos de cada ayllus era el curaca respectivo. Los bienes tributados eran acumulados en depósitos reales ubicados en las aldeas, caminos y ciudades. Funcionarios designados para la tarea se encargaban de contabilizarlos, y luego comunicaban a los administradores del Cusco las cantidades de cada producto. Para hacerlo se valían de quipus, instrumento hecho con tiras de cuero que se anudaban para certificar la cuenta. De este modo, el Inca conocía las cantidades de excedente y en qué regiones del imperio sobraban o faltaban determinados productos. Esto facilitaba la redistribución y la asistencia cuando alguna región era afectada por una catástrofe y perdía su cosecha, entonces el Estado acudía en auxilio con alimentos, materias primas y manufacturas de las que tenían almacenadas. Los bienes acumulados también se aplicaban para costear las campañas militares.

EJÉRCITO

Los incas lograron la expansión a fuerza de una cuidada organización militar. Entre los 25 y los 50 años los hombres tenían la obligación de servir al ejército. Los altos mandos eran siempre miembros de las panacas nobles de Cusco, y la jefatura suprema del ejército la tenía el propio Inca, que podía delegarla en alguno de sus generales o parientes cercanos.

Con el tiempo y el ejercicio se fue formando un grupo de militares profesionales, incluso en los niveles medio y bajo de la tropa, que provenían de etnias vencidas que eran reclutados para esta tarea. Cuando estaban por comenzar una acción militar, la encabezaban con un desfile para impresionar al enemigo. Los soldados marchaban con sus distintivos mientras el generalísimo iba en su litera llevando en su mano el emblema de su mando. Así alardeaban de su poder a la vista del ejército enemigo. Luego el general o el Inca pasaba revista a sus tropas mientras se hacían sonar instrumentos musicales, completada esta tarea venía la arenga y finalmente se efectuaba el ataque.

Dos elementos fueron claves para el poder militar inca: la intendencia y la disciplina. Sus caminos con las postas fueron estratégicos y su disciplina sumamente rígida. Un soldado no podía abandonar la formación bajo ninguna circunstancia.

Construían casas emplazadas en lugares estratégicos para la defensa.

NOBLEZA REAL

La nobleza fue bautizada por los españoles como “orejones”, impresionados por sus enormes orejas, las que se veían ampliadas por los grandes pendientes que usaban.

Los orejones recibían una educación especial durante cuatro años. En sus cursos aprendían lengua quechua, religión, quipus, historia, geometría, geografía y astronomía. Cuando terminaban los estudios participaban de una ceremonia de graduación, en la cual debían superar las pruebas que se les planteaban. Los candidatos se presentaban en la plaza central de Cusco vestidos de blanco y con el pelo corto y un llautu negro con plumas rodeando la cabeza. Tras unas plegarias al Sol, la Luna y el Trueno, subían a la colina de Huanacaui, donde guardaban ayuno, participaban de competencias y bailaban.

Después pasaban a la presencia del inca, quien les entregaba unos pantalones ajustados, una diadema de plumas y un pectoral de metal. Para terminar se ocupaba de perforarles personalmente las orejas con una aguja de oro, con el fin de que pudieran colgarse sus característicos pendientes. Los orejones constituían el cuerpo de funcionarios del Imperio. En el lugar más alto estaban los cuatro apu, que eran los administradores de las cuatro regiones y asesoraban de manera directa al emperador. En orden jerárquico les seguían los tucricues, que eran los gobernadores de provincias, que residían en sus provincias y eran periódicamente inspeccionados. Todos ellos gozaban de privilegios como el de poseer tierras y poder optar por la poligamia. Era habitual que recibieran regalos del emperador, como mujeres, objetos preciosos, llamas, permisos para ir en andas o usar tronos.

CURACAS

La nobleza estaba constituida por los curacas, en algunos casos sus ancestros era aún más antiguos que los emperadores. Cuando sus comunidades fueron conquistadas por los incas, aceptaron sumarse a la estructura imperial a cambio de que se les permitiera conservar sus privilegios. Entre estas prerrogativas estaba el derecho a cobrar tributo a los miembros de su comunidad. El pacto incluía como garantía la manifestación pública de adhesión al inca, y el envío de su hijo y sucesor a Cusco para recibir educación. Aprendían la lengua quechua, la religión y las costumbres del Imperio. El intercambio de los curacas con el emperador solía incluir la oferta que estos hacían al monarca de una hija o una hermana para que la tomara como esposa secundaria, en tanto recibían de él mujeres y servidores. Esta costumbre estrechaba los lazos entre ellos.

Los curacas tenían obligación de peregrinar cada año a la ciudad capital para ofrecer parte de los bienes producidos.

Pero sobre los curaca se encontraban los jefes de provincia, y debajo de ellos lo que los españoles llamaron “segunda persona”, que era el huatunruna, que era quien intermediaba ante el pueblo. Los curacas no se casaban con los demás miembros del ayllu sino que formaban, dentro de él, un grupo privilegiado de principales, enlazados con otras familias curacales de la provincia o del mismo Cusco.

GRUPOS NO PRIVILEGIADOS

En el ayllu se agrupaban como comunidad los campesinos unidos por vínculos familiares y que compartieran territorio y antepasados. El Estado los asistía entregando tierras para la subsistencia de la comunidad. Cada año el curaca se ocupaba de asignar las parcelas a cada familia, de acuerdo con el número de componentes. La comunidad trabajaba las tierras de manera colectiva. Tenían que solventar con el producido los fuertes tributos que les aplicaban el Estado y los curacas. Las comunidades campesinas que quedaban desposeídas de sus tierras recibían el nombre de mitimaes. Los incas solían enviar estas comunidades a regiones rebeldes para que se instalaran allí a colonizar y de paso controlar e informar los movimientos de la región. Allí reproducían sus ayllu y sus costumbres. Podía tratarse también de pueblos que se hubieran rebelado, en cuyo caso, luego de someterlos se los enviaba al confín más lejano a su lugar de origen. El grupo de los yanas o siervos provenía de diferentes estratos. En su mayoría eran prisioneros de guerra, aunque también podían ser jóvenes reclutados por el emperador. Los yanas no poseían vínculos ni atributos étnicos, ni gozaban de los beneficios los ayllu. La mayoría servían en el palacio imperial o los templos, aunque también podían ser entregados a los nobles para que trabajasen su tierra. La situación de estos servidores no era exactamente la de esclavitud, ya que les estaba permitido poseer tierras, ganados y bienes, aunque solo los podían transmitir a uno de sus hijos.

ECONOMÍA

Los incas se destacaron por lo avanzado de su agricultura. Llegaron a desarrollar una estrategia para cada zona obteniendo así el mayor de los provechos. Utilizaron andenes o terrazas de cultivo para aprovechar las laderas de los cerros, camellones o Waru Waru en zonas altas inundables e irrigaciones.

Entre las herramientas de las que se valían para trabajar la tierra estaba el chaki-taclla, un arado de pie.

Sus principales cultivos eran la papa y el maíz, y luego el ají, la chirimoya, la papaya, el tomate y el frijol. Para el transporte utilizaban las llamas, en tanto que la vicuña y la alpaca eran domesticadas para aprovechar su lana. Otros animales domesticados fueron guanacos, perros, cobayas y ocas.

En cuanto a sus manufacturas, se destacaron la cerámica, los tejidos, los ornamentos metálicos y las armas con bellas ornamentaciones.

Las comunicaciones de las autoridades residentes en Cusco, con el resto del Imperio, eran buenas, aunque no contaban ni con caballos, ni transportes de ruedas ni sistema de escritura. Tenían era una importante red de caminos empedadros que conectaban las regiones permitiendo una ágil comunicación utilizando mensajeros entrenados, los chasquis, que actuaban con un sistema de relevos recorriendo 402 km al día. Los registros de tropas, suministros, datos de población e inventarios generales se llevaban a cabo mediante los quipus, juegos de cintas de diferentes colores anudados según un sistema codificado, que les permitía llevar la contabilidad. Botes construidos con madera de balsa constituían un modo de transporte veloz a través de ríos y arroyos.

Sistema de canaleta.

RECIPROCIDAD Y DISTRIBUCIÓN

El funcionamiento del sistema social incaico estaba basado en la reciprocidad y la redistribución. El tema de la reciprocidad ya era practicado por las tribus andinas en sus comunidades campesinas. Consistía en la práctica solidaria entre todos los miembros de una comunidad. Por ejemplo, los habitantes de un ayllu se ayudaban entre sí a sembrar y a cosechar en las parcelas de subsistencia; y, en ocasión de un matrimonio, toda la comunidad ayudaba a levantar la casa de los recién casados. Los incas incorporaron el principio de reciprocidad de los ayllus como una de las bases del funcionamiento económico y social de su imperio.

Para que funcionara la redistribución, los campesinos debían reconocer los niveles de autoridad que existían en la sociedad. Los ayllu aportaban sus tributos entregándolos a los curacas; estos bienes se acumulaban en depósitos reales situados en aldeas, caminos y ciudades. La contabilidad de estos recursos estaba a cargo de funcionarios especializados que se valían de quipus, instrumentos hechos con tiras de cuero que se anudaban para entregar información fehaciente sobre las cantidades a los administradores de Cusco. Así el inca se mantenía informado de los excedentes y de donde provenían, así como de donde faltaban productos. Cuando algunos pueblos del imperio no podían satisfacer sus necesidades básicas porque las regiones en las que vivían habían sido afectadas por malas cosechas u otras catástrofes, el Estado incaico redistribuía una parte de los alimentos, materias primas y productos manufacturados almacenados. También utilizaba los bienes acumulados para costear los gastos de las constantes expediciones militares, y para premiar los servicios realizados por algunos funcionarios generalmente nobles.

Los tributos de las comunidades campesinas dados al Estado eran de tres tipos:
1. Trabajos colectivos en las tierras del Inca.
2. Trabajos individuales periódicos y rotativos a los que llamaban mita, sistema con el que se construían puentes y caminos.
3. Las comunidades debían entregar a los curacas alimentos, materias primas y productos manufacturados.

COSMOVISIÓN

DIOSES

El dios supremo de los Incas era el sol, llamado Inti y representado bajo la forma del dios Viracocha. De acuerdo a sus creencias en tiempos antiguos había creado el cielo, la tierra y la humanidad, cuya primera generación pecó contra él. Por este motivo Viracocha los castigó convirtiéndolos en piedra para crear después una nueva generación. Luego de cumplida su tarea se alejó hacia el este internándose en el mar. El dios sol era el que regía el ciclo agrícola y daba a la tierra la luz y el calor. Su representante en la tierra era el Inca. La luna, a quien llamaban Mama Quilla, era hermana y a la vez esposa del sol, y afectaba al mundo femenino. En su honor se construyeron templos con paredes revestidas con hojas de plata.

Los incas vinculaban a los animales con las estrellas, partiendo de la creencia de que estas últimas eran guardianes celestiales, de este modo cada especie animal tenía su propia estrella o constelación. Los arrieros de llamas oraban a la constelación de la llama, que conocemos como Lira. La constelación que en la actualidad se conoce como las Pléyades, fue identificada por los incas como Collca, palabra cuyo significado en español es “almacén”. Ella era la responsable de la preservación de las semillas. Tenían también diosas, que eran las encargadas de cuidar la reproducción. A estas diosas las conocían como Mama Cocha, que era la madre del mar, y Mama Pacha, que era la madre de la tierra. Ellos creían que gracias a la intervención de estas diosas tanto el mar como la tierra eran generosos e inagotables en la provisión de alimentos.

HUACAS

Los lugares y objetos sagrados estaban encarnados por una fuerza sobrenatural a la que llamaban huaca. Consideraban sagrados los cerros, ríos, rocas y otras manifestaciones singulares de la naturaleza, como así también los templos y los enterramientos. Tenían una fuerte relación con el culto a los antepasados, cuya máxima expresión era la momificación del cuerpo de cada Inca.

Una categoría especial de huacas eran los mallqui, cadáveres sagrados y momificados de los fundadores de los ayllu, y como las otras, estaban jerarquizadas. Las huacas tenían un orden y una jerarquía en el espacio, de acuerdo con sus funciones y a quien representaban, es decir, al prestigio de aquellos de los que recibían culto. El Cusco mismo era una huaca impresionante y en torno a él, orientados en líneas o ceques que partían en todas las direcciones, se organizaban en el espacio las huacas.

Por tratarse de entidades con poderes especiales, a las huacas se les hacían ofrendas solicitándoles ayuda. Se ofrecían sacrificios humanos, en especial niños y llamas, sacrificadas y enterradas junto a ellos. La expansión territorial de los incas mediante la conquista, generó la rivalidad entre sus divinidades y las de los pueblos conquistados que tenían sus huacas. Someter a un pueblo implicaba para los incas que su dios se había impuesto sobre las huacas de los adversarios. Esto devino en la persecución contra las huacas, aunque también hubo épocas en que se buscó la incorporación de estas a un panteón común.

Roca ceremonial de Machu Picchu.

SACERDOTES

Tuvieron especial importancia a comienzos del imperio, tiempo en que ejercieron cargos importantes e incluso intentaron apoderarse de la administración. Pero al ser derrotados por los nobles, perdieron privilegios y tuvieron que darle acceso en su oficio a gente del pueblo. El hermano o primo del Inca era quien ejercía como pontífice de los sacerdotes y se lo llamaba Villca Humu. Si bien debía mantener el celibato, se cree que tenía concubinas. Su alimento consistía en hierbas, bebía solo agua y realizaba ayunos de hasta ocho días seguidos. Su lugar de residencia era el campo, en zona próxima a Cusco. Allí se lo veía vestido con su característica túnica de lana, larga hasta los tobillos, y abrigado por una manta de color marrón, gris o negra. Para las ceremonias Villca Humu usaba una manta blanca, y un pectoral de oro en forma de media luna, además de otros adornos como brazaletes, ajorcas de oro y una tiara del mismo metal que llevaba el símbolo solar. Un consejo de ocho o diez altos sacerdotes acompañaba al pontífice en su tarea como juez supremo de todas las cuestiones religiosas. El alto clero era designado por el pontífice y designaba a sus subalternos. Quienes se ocupaban del culto y de los sacrificios eran los sacerdotes comunes. Cada amanecer mataban una llama blanca en el templo. Al animal degollado le arrancaban corazón y pulmones, y rociaban con su sangre la imagen del sol. Todo esto exigía gran cuidado, pues de cometer errores en su realización, podían tener consecuencias nefastas como sequías o lluvias torrenciales.

Wayuu

También conocidos como guajiros, los wayuu conforman una tribu de pastores originaria de la península de Guajira, sobre el mar Caribe, en la frontera entre el norte de Colombia y el noroeste de Venezuela.

Los aborígenes se asientan en esta región que comprende 15.300 km2 del departamento La Guajira en Colombia y 12.000 km² del estado Zulia en Venezuela, zona que consideran su territorio ancestral. Allí, en la árida península de La Guajira, soportan un clima seco e inhóspito caracterizado por una primera temporada de lluvias que va de septiembre a diciembre, una de sequía que llega desde este mes hasta abril, y luego otra de lluvias que se extiende entre mayo y septiembre.

historia

Perteneciente a la familia arawak, el pueblo wayuu se desplazó con una importante corriente inmigratoria que atravesó la Amazonia hacia las Antillas, donde llegó unos 150 años a. C.

Los wayuu debieron enfrentar duras condiciones de vida por las características de la región que habitaban, que más allá de la caza, la pesca y la recolección, solo les permitía una escasa práctica de la horticultura en los lugares menos desérticos de su territorio. Pero estas dificultades hicieron que los colonizadores europeos no se interesaran en ellos ni en sus tierras, por tanto el contacto entre ambas civilizaciones, que se inició en el siglo XVI, no se hizo frecuente hasta después de la independencia de Venezuela y Colombia.

En el año 1800 se estimaba en número de 10.000 la cantidad de aborígenes que habitaban la Guajira. Doce años más tarde el número era de 40.000, de los cuales la etnia más numerosa era la de los wayuu, pero a todos los que habitaban entre Maracaibo y Riohacha se los denominaba genéricamente guajiros. Los guajiros llegaron a ser hacia 1858 entre 90.000 y 150.000, con una importante cantidad de guerreros feroces que resistían los avances del ejército de Venezuela, que corría las fronteras hacia el norte cavando trincheras.

El gobierno de Colombia hizo lo mismo que sus vecinos, y finalmente hacia 1893 los aborígenes habían sido sometidos.

Los wayuu debieron enfrentar las duras condiciones de vida impuestas por las características de sus tierras ancestrales.

Al perder tierras propicias para la agricultura y la caza los wayuu intensificaron el pastoreo de especies introducidas, sobre todo cabras y bovinos, pero enfrentaron numerosos conflictos por el control de la pesca de perlas. Finalmente esto terminó en un enfrentamiento entre ingleses, holandeses y españoles, lo que les permitió desarrollar el comercio con todas las partes.

Desde el comienzo de la época republicana mantuvieron su autonomía tanto de Colombia como de Venezuela, pero esta situación ha sido reconocida legalmente recién en los últimos años.

ORGANIZACIÓN SOCIAL

Los wayuu se organizan en clanes llamados eiruku, y han mantenido hasta la actualidad su sistema de administración de justicia a cargo de un pütchipü o pütche’ejachi, en español “portador de la palabra” o “palabrero”, que es el que se encarga de resolver los conflictos entre los clanes.

La familia extensa matrilineal se ordena según la sangre o apüshi, con la autoridad del mayor de entre los tíos maternos; en tanto a los parientes por línea paterna se los conoce como oupayu, y entre ambas partes sostienen el trabajo solidario.

Al hombre se le concede la facultad de tener varias mujeres, pero para tomarlas en matrimonio debe llegar a un acuerdo con los padres en una reunión llamada ápajá, entregándoles a sus futuros suegros una cantidad de ganado y joyas determinados en una negociación entre las partes. La mujer queda en el hogar como símbolo de respeto y unidad.

Las comunidades que forman son pequeñas y se encuentran bastante distantes entre sí. Estas comunidades o rancheríos, llamadas piichipala, están conformados por parientes cercanos y se identifican con un nombre que puede ser el de una planta, un animal o un sitio geográfico. Otra particularidad es que designan a las tierras ocupadas por los rancheríos con el apellido transmitido por matrifiliación, o sea: las tierras de… Tienen como actividad principal el pastoreo por lo que la cantidad de reses, caballos y mulas son para ellos signos de riqueza y poder. Otra labor importante es la del tejido, actividad que combinan con su quehaceres cotidianos.

En sus asentamientos no hay puestos de gobierno, ni iglesia, ni salud pública, ni militares, ni escuela. Para abastecerse de agua se valen de molinos que bombean el agua en la península, pero en algunos casos tienen que obtenerla por medio de casimbas o jagüeyes (Zanja llena de agua).

Desierto de la Península La Guajira.

ECONOMÍA

La actividad principal para obtener recursos es el pastoreo, actividad que tuvo su impulso durante los siglos XVI y XVII, luego de la expansión y sometimiento de los pueblos vecinos.

Si bien los bovinos son los animales mejor cotizados, su cría tiene el inconveniente que representa el clima, por eso la mayor cantidad de cabezas de ganado que poseen son de cabras o chivos, formando rebaños de 1000 a 2000 cabezas y a veces más. Para evitar problemas cada clan tiene su marca con la que distinguen a sus animales. Hasta hace unos años también era importante la cantidad de caballos y mulas, pero distintas epidemias diezmaron estas especies.

Además del pastoreo suelen hacer su huerta en la que siembran maíz, frijol, pepino, melón y yuca, aunque no rotan los cultivos.

Su economía se complementa con la pesca, el comercio, la producción textil, las artesanías en cerámica, además de los trabajos asalariados en las minas de carbón, las haciendas, las explotaciones de talco y dividivi y la comercialización de combustibles y derivados del petróleo a través de la Cooperativa Ayatasacoop, institución que tiene 1200 asociados de los cuales el 80 % son indígenas.

En Manaure explotan la sal marina, una labor que realizan desde antes de la llegada de los colonizadores europeos. La corona española en su momento, y luego el estado colombiano, les arrebataron el recurso dejándoles solo la posibilidad de hacerlo como artesanal o prestando servicio como asalariados. Actualmente siguen disputando su derecho a la explotación.

LA CAZA

Si bien entre los wayuu la cacería tiene un alto valor simbólico, toman esta actividad como una recreación para los hombres, ya que lo que obtienen de ella tiene poca incidencia en su dieta. Las presas preferidas son algunas variedades de venado, pecaríes, conejos y distintas especies de pájaros. Otros animales son rechazados porque los consideran el origen de diversas enfermedades.
Para cazar utilizan arco y flecha, trampas, y en algunas ocasiones fusiles; los más jóvenes cazan pájaros utilizando la honda.

COSMOVISIÓN

Los humanos tienen comunicación con los espíritus en los sueños. De este modo tienen contacto con Maleiea, el creador; Pulowi, la mujer primigenia; Juá, el espíritu de la lluvia; Shaceta, Acaracuy y Kéerrairia, espíritus de lugares especiales; Yoruja, como llaman a los espíritus de los muertos errantes. Ellos creen que tras la muerte van a Jepirá, un lugar de felicidad en el que permanecen descansando hasta que se produce el segundo velorio, luego de la exhumación, que es cuando los restos son conducidos a un sitio definitivo y el espíritu del muerto se encamina hacia la eternidad.

En las comunidades un rol de importancia es el del “piachi”, a quien se considera de gran poder espiritual, con virtudes obtenidas en los sueños a través de un espíritu protector, Seyuu. Estas virtudes le dan el don de curar.

CULTURA

La cultura se ha mantenido viva a través del tiempo transmitiéndose de generación en generación. De esta manera siguen plasmando tejidos de gran belleza con diseños creativos y funcionales, logrados a través de diversas técnicas y utilizando diversos colores. En la actualidad han reemplazado su antiguo método de teñido para sus hilos por materias primas procesadas industrialmente, haciendo su trabajo con algodón mercerizado, hilazas y fibras acrílicas.

También han conservado sus festividades y rituales, que incluyen el uso de su música tradicional. La música los acompaña cuando realizan sus tareas de pastoreo con sus flautas o canutillas, instrumentos hechos con limón seco, además de otros ritmos como la chichamaya o yocna que es ejecutada en celebraciones vinculadas al desarrollo de la mujer, con danzas en las que desafían al hombre. Otros instrumentos que utilizan son las flautas, pitos y tambores.

¿Sabías qué...?
La Yonna, es un baile típico de los Wayuu en el cual la mujer intenta hacer caer al hombre.

Vivienda y costumbres

Los wayuu construyen sus viviendas dividiéndolas por lo general en dos habitaciones pequeñas en las que cuelgan las hamacas que usan para descansar, las mochilas con sus enseres y sobre el piso, contra las paredes, las vasijas de barro con cuello angosto cargadas con agua. Afuera clavan palos con horqueta para colocar calabazas huecas llenas de semillas destinadas a la siguiente siembra.

A estas casas típicas se las conoce como piiche en la Alta Guajira y miichi en la Baja Guajira. Tienen por lo general una estructura rectangular, pero en algunos casos, sobre todo en la Alta Guajira, las hacen de forma semicircular. Los techos los hacen inclinados utilizando el corazón seco del cactus, en su lengua “yosú”. Las paredes llevan una cobertura de bahareque, argamasa y yotojoro, materiales clásicos, aunque ya han empezado a utilizar el zinc para los tejados y el cemento en la estructura, cambios que también se hacen visibles en su apariencia.

Próxima a la casa principal construyen una enramada a la que llaman luma. Utilizan una estructura base que consiste en seis postes, y sobre ellos colocan un techo plano. En la enramada llevan adelante sus tareas diarias, atienden a los visitantes, cierran negocios y tras colgar las hamacas comparten la siesta con los familiares.

Tienen por costumbre hacer aparte la cocina, sin techo y cerradas parcialmente con un cerco de cactus, con lo que se protegen del viento y la arena. También pueden verse casas con estructuras de tres paredes donde resguardan el telar. Es allí donde las mujeres fabrican las hamacas, los chinchorros, sobrecinchas y fajas para los hombres.

Para los animales, ovinos y caprinos, levantan cercas retiradas de la casa principal.

Las viviendas se edifican en zonas elevadas del terreno para evitar que se vean afectadas por las inundaciones que se producen en época de lluvias. Esto también los protege de los enjambres de mosquitos que se forman en el agua estancada.

Es frecuente que las familias trasladen su residencia a otro emplazamiento o en ciertas ocasiones a campamentos temporales debido al agotamiento de los pastos, para realizar visitas o para asistir a un velorio. Si el movimiento es solo por unos días, duermen al aire libre, pero si se toman más tiempo suelen construir enramadas como paravientos.

Los trabajos en construcción o reparación de viviendas los realizan cuando comienza la estación seca, de esta manera aprovechan la abundancia de paja para los techos, y el maíz para preparar la chicha con que festejan al finalizar la obra.

ACTUALIDAD EN LA GUAJIRA

Durante la época de la colonización europea los wayuu mantuvieron su autonomía dentro de su territorio. Por entonces, todos los intentos de conquista fracasaron, incluso los esfuerzos de evangelización llevados adelante por los misioneros capuchinos, franciscanos y domínicos.

Hasta fines del siglo XIX autoridades militares, civiles y eclesiásticas poco pudieron influir en la Guajira, donde los poblados wayuu permanecieron desconocidos para los forasteros. Pero el contrabando a gran escala terminó con el aislamiento.

Para entonces el pastoreo alcanzaba su auge. El ganado introducido por los europeos se transformó en símbolo de prestigio y poder aborigen. Aumentó el comercio con otros pueblos y es ahí donde comienzan a penetrar, lentamente, rasgos de otra cultura. Pero los wayuu todavía controlaban la situación.

Sin embargo, nuevas actividades económicas como la industrialización de la explotación de las minas de sal y el petróleo en Venezuela, generó una intensiva demanda de mano de obra que motivó una migración masiva en la región. Los gobiernos de Colombia y Venezuela emprendieron la construcción de una red de caminos que aceleró el proceso de mestizaje al terminar definitivamente con el aislamiento. A esto se sumó el constante crecimiento de la población nativa y el perjuicio causado por repetidas y prolongadas sequías que terminaron destruyendo la economía tradicional y condenando al pastoreo a la desaparición por falta de tierras aptas. La alternativa fue la migración a los alrededores de las grandes ciudades.

Dentro de este panorama, con la presencia activa de las autoridades colombianas y venezolanas en la Guajira y un proceso industrial que amenaza la región, la cultura wayuu aún subsiste.

 

Sanavirones

Conocidos también como salavinones, estos aborígenes del centro de Argentina formaban parte del grupo pámpido, aunque se reconoce en ellos la influencia genética y cultural de amazónidos y ándidos.

Se trata de una parcialidad de los toconotés que se diferenció en la zona de Salavina, en el territorio de la actual provincia de Santiago del Estero, Argentina, posiblemente por la presión originada en su crecimiento demográfico, y a un período de sequía ocurrido por la mini glaciación de Spörer, ocurrida entre los años 1410 y 1570.

Fue para esa época que comenzaron a expandirse hacia el suroeste hasta llegar a las sierras de Córdoba, territorio ancestral de los comechingones a quienes invadieron imponiendo su superioridad numérica. Hacia el sur avanzaron hasta territorio taluhet, ocupando hacia fines del siglo XVII las cercanías de la laguna de Mar Chiquita en la actual provincia argentina de Córdoba, y extendiéndose por las riberas del río Suquía o Primero. Hacia el norte llegaron hasta el río Salado, chocando allí con los tonocotés y hacia el oeste ocuparon territorio hasta la sierra de Sumampa. El límite oriental de sus asentamientos coincidía con lo que son los límites actuales entre las provincias argentinas de Santiago del Estero y Santa Fe.

El grupo comienza luego a desaparecer por la mixogenización y en el siglo XVIII sus rastros se pierden confundiéndose con la población criolla. Su pronta mixogenización queda retratada en la unión entre el conquistador Hernán Mejía de Mirabal con María de Mancho (aborigen), cuyas hijas fueron casadas con influyentes vecinos de la recién fundada ciudad de Córdoba y entre sus descendientes se cuentan el deán Gregorio Funes, o la familia Echagüe de Santa Fe.
El primer contacto que tuvieron con los conquistadores españoles fue durante el siglo XVI. Ellos los llamaron yugitas, como queda testimoniado en un informe presentado en julio de 1548 por Pedro González del Prado, y se cree que presenciaron la fundación del fuerte Medellín llevada a cabo por Francisco de Mendoza.

COSTUMBRES

Se dedicaban a la agricultura utilizando los sistemas andinos de cultivo, completando su dieta alimentaria con lo producido por la caza, la pesca y la recolección de frutos silvestres. Practicaban también la alfarería, manifiesta en dos tipos de cerámica, la negra grisácea y la grabada, según testimonian las piezas encontradas en las numerosas excavaciones realizadas en los que fueran sus territorios.

Entre sus armas se contaba la macana, especie de garrote triangular con una protuberancia en el extremo, utilizada para defensa en los enfrentamientos con otros grupos indígenas.

Habitaban en chozas colectivas hechas de ramas de zacate en la que se instalaba más de una familia, reuniendo entre diez y quince individuos, y en algunos casos hasta con sus caballos.
Vestían camiseta de lana, con guardas, y como abrigo un poncho tejido; usaban el cuero en la vestimenta y en la vivienda.

A pesar de no haber sido dominados por los incas del Tahuantinsuyo, adoptaron numerosas palabras de la lengua runa simi, sobre todo a fines del siglo XV, debido posiblemente a la presencia en sus poblados de cautivas que hablaban el quechua. Pero de su propia lengua son pocas las palabras que se conocen con significado seguro: sacat (pueblo), charaba (cacique), para (agua), mampa (acequia). El vocablo sacat, presente en la toponimia de la sierra cordobesa, demuestra la presencia de sanavirones en tierras de los comechingones, mucho más al sur y al oeste de lo que se creía hasta hace un tiempo. De su lengua no se conocen dialectos.

Se vestían con una camiseta o unki, prenda que tejían con lana de guanaco, teñían de colores llamativos y adornaban con chaquiras. Sobre la camiseta se ponían un delantal rectangular, hecho de cuero o tela y adornado con dibujos geométricos muy coloridos, sostenido a la cintura con un cinturón de cuero. Cuando el clima lo ameritaba se abrigaban con mantas de lana. En la cabeza llevaban vinchas de colores o gorros rectangulares que cubrían la nuca. Los adornos, según lo muestran las pinturas rupestres de cerro Colorado estaban hechos de varillas metálicas, lana y plumas que cubrían de la cabeza a los pies. Otros adornos utilizados eran collares, brazaletes y pectorales, hechos de piedra, huesos, caracoles y, en menor medida, metal.

FIESTAS

De acuerdo al relato de los cronistas de la época de la conquista europea, los sanavirones gustaban de las fiestas con baile y alcohol. Se reunían en ocasiones disímiles como la muerte de un niño, la primera menstruación de una joven o luego de concluidas las tareas agrícolas colectivas, y allí llevaban sus instrumentos para cantar y bailar mientras bebían. Entre sus instrumentos se contaban las flautas, los sonajeros y los silbatos de piedra o arcilla.

Los ayllu tenían límites estrictos que marcaban utilizando piedras.

ORGANIZACIÓN SOCIAL

Aparentemente su organización social era similar a la de los demás pueblos del área andina. La base era el ayllu, que consistía en grupos familiares pertenecientes al mismo tronco o unidos por vínculos de consanguinidad ficticia. Los grupos estaban comandados por un cacique menor quien a su vez respondía a un único cacique mayor.

Se cree que los grupos se identificaban con un apellido familiar, sin embargo los españoles los llamaban por el nombre del cacique o de sus pueblos de cabecera.

Los integrantes del ayllu eran dueños de las tierras; allí realizaban las tareas agrícolas y es de suponer que si las tierras eran del grupo, también lo era la producción que se habría repartido según las necesidades.

Algunos autores sostienen que el cacique mayor tenía algunas ventajas, como la de ser propietario único de las tierras en las que producía y la de ser ayudado en la recolección de su maíz y algarroba. La filiación se establecía siguiendo la línea paterna, es decir de manera patrilineal. En este tipo de régimen el papel del padre es muy especial ya que es la única autoridad en todas las cuestiones domésticas.

EL ARTE

Los sanavirones dejaron testimonio de su desarrollo en las pinturas rupestres de cerro Colorado. Muchos aspectos de su vida cotidiana se conocieron por estas pinturas. Pero también las estatuillas antropomorfas halladas en distintas excavaciones en la región, muestran su rica sensibilidad estética. En su mayoría eran figuras pequeñas y variadas sin indicación de sexo. Mediante incisiones se marcaban detalles de la vestimenta, pintura facial, tatuajes, peinados, gorros y vinchas. Eran de formas severas, más bien esquemáticas, sin miembros superiores y con el achatamiento en la parte posterior de las piezas. Las nalgas y piernas estaban bien modeladas, aunque no demarcaban los pies. Otras piezas en arcilla representan animales y algunas hechas en piedra se presentan como placas grabadas con motivos geométricos y adornos colgantes.

LA GUERRA

Aguerridos y eficaces en combate, los sanavirones estaban organizados para pelear. Utilizaban como armas el arco y flecha, la macana, la media pica y las boleadoras, y cuando atacaban de noche lo hacían portando antorchas que luego utilizaban para incendiar los pueblos enemigos. Los enfrentamientos más frecuentes eran con los comechingones, o en rencillas internas por acusaciones de brujerías o invasión de territorio.

Para defender sus poblados los cercaban con ramas espinosas o cactus, formando de esta manera una especie de barrera defensiva.

VIVIENDA

Construyeron ranchos o chozas apuntaladas por cuatro horcones clavados en tierra. El techo, fabricado con palos, ramas y pajas, estaba sostenido sobre estos horcones. Para levantar las paredes usaban adobe crudo o tierra apisonada. Cubrían las aberturas con puertas de caña o cueros. Eran viviendas grandes agrupadas en pequeños poblados, protegidos o rodeados por cardones o arbustos espinosos.

COSMOVISIÓN

No es mucho lo que se conoce acerca de sus creencias, sí que practicaban pocos ritos y que tenían la noción de un Dios asimilable con el Sol. Entre sus prácticas religiosas se contaban las danzas rituales y la magia, tomadas de pueblos amazónicos de acuerdo a lo que puede apreciarse en pinturas rupestres. Usaban en sus ritos el cebil, droga de efectos narcóticos que se pulverizaba para aspirarla por la nariz. La molienda la realizaban sobre tabletas de piedra.

En algunas ceremonias utilizaban animales como los hurones, papagayos y lagartos, o algunos de sus atributos como pieles o cueros. Se realizaban dentro de un cerco hecho con ramas de guayacán, donde danzando y llorando idolatraban a sus dioses. Otro tipo de ceremonias eran las propiciatorias, en las que los hechiceros imploraban por la abundancia antes de que los cazadores salieran a hacer su tarea.

Solían encerrarse en sus casas con mucho abrigo para originar una copiosa sudoración. Entonces salían a que les diera el aire y luego se enjuagaban. Pero no se sabe con certeza si esta costumbre era terapéutica o un rito purificatorio.

Sus costumbres funerarias consistían en el cuidado tratamiento del cuerpo, el que enterraban en posición acurrucada envuelto en cuero. Se hallaron recipientes de barro que pudieron haber contenido restos de párvulos; pero no hay pruebas de que enterrasen a sus niños en urnas como hacían otras etnias; en cambio lo habrían hecho en pequeñas cámaras sepulcrales.

ACTUALIDAD

Actualmente los sanavirones viven en la provincia de Santiago del Estero, en cinco comunidades, aunque también en Córdoba cuentan con una comunidad en San Marco Sierra, departamento de Cruz del Eje. Los últimos datos ciertos con que se cuenta corresponden a la Encuesta Complementaria de Pueblos Indígenas 2004-2005, que indica que 563 individuos se manifestaron como descendientes del pueblo sanavirón.

 

Wichí

Etnia indígena originaria del Gran Chaco, en la zona central de América del Sur, a este grupo se lo conoce también como mataco, palabra quechua que refiere a una especie de armadillo y con la que los pueblos de la región andina los denominaban con ánimo despectivo.

Hasta el siglo XVI los wichí habitaron sus tierras ancestrales en el centro y sur de la región del Gran Chaco, mayoritariamente en la margen izquierda del río Bermejo. Pero con el tiempo la acción invasora de los avá guaraníes (también conocidos como chiriguanos) y su propio crecimiento demográfico, hizo que se desplazaran hacia la zona norte del Bermejo, al sureste de la región chaqueña.

Territorio en el que se asientan los wichí, en las márgenes del río Bermejo.

El haber sido durante mucho tiempo vecinos de las comunidades andinas, hizo que adoptaran de ellas algunos rasgos culturales característicos como la monogamia, la posesión familiar del territorio (restringido a grupos de parentesco) y una agricultura de incipiente desarrollo que, debido a la acumulación de excedentes, motivó el sedentarismo.

Orígenes

Muchos antropólogos atribuyen a los wichí origen patagónico o pámpido, aunque con indudables influjos y aportes amazónidos y ándidos, lo cual se ve reflejado en su talla: su estatura promedio es generalmente menor a las de otras etnias chaqueñas de la familia pámpida.

Lengua

Su idioma pertenece a la familia lingüística mataco-guaycurú, subfamilia mataco-mataguayo. Es un grupo al que pertenecen también otras etnias como los chorotes, makás, chulupí, mataguayos y vejoces. En la actualidad este último grupo tiene tal grado de afinidad con los wichí que se los considera como una parcialidad étnica.

Los wichí confieren identidad cultural a su territorio al “dar nombres a la tierra”. El uso consiste en asignar topónimos a los sitios significativos del entorno, lo cual convierte el espacio en un territorio culturalmente organizado. En promedio, las tierras ocupadas por una comunidad wichí abarcan tradicionalmente un área de 100 km y disponen de unos cuarenta topónimos.

Organización social

Consolidaron definitivamente su sedentarismo hacia el siglo XVI, instalándose en paraderos y asentamientos en las orillas de los ríos. Sus comunidades se organizaron en torno a las relaciones de parentesco. Estas comunidades tenían como jefe a un anciano al que secundaba un consejo comunitario de varones, conformando así el gobierno de cada aldea. La unión de varias comunidades constituía las parcialidades.

Los wichí vivían en chozas en forma de cúpula construidas con ramas, con un radio que iba de 2 a 3 metros de diámetro y que era habitada por los integrantes de una familia. Practicaban la monogamia, aunque los caciques solían tener más de una mujer.

Para la práctica de la caza, una de sus actividades productivas más relevantes, se agrupaban en bandas u hordas, bajo la autoridad de un cacique. A estas bandas se las conocía también como tribus, estaban formadas por una cantidad variable de individuos y se asentaban en lugares de buena caza, pesca y vegetales; generalmente lugares altos con ríos o lagunas en sus proximidades.
Si bien su lengua no tenía escritura, se caracterizaron por transmitir oralmente, de generación en generación, los elementos constitutivos de su cultura. En ese aspecto se destacan sus cualidades artísticas como recursos estratégicos para mantener su identidad y el sentido de pertenencia al clan familiar.

Familia wichí en el Chaco salteño.

Actividades productivas

Los wichí mantuvieron hasta principios del siglo XX el modo de producción cazador-recolector. Sus principales actividades productivas, hasta entonces, eran la caza, la pesca y la recolección. La agricultura, a pesar del influjo andino del que se ha hecho mención, estaba poco desarrollada, limitándose apenas a la horticultura. Entre los pocos cultivos que practicaban (siempre a cargo de las mujeres) se contaban el zapallo, el maíz y el poroto. Pero en cuanto las condiciones les eran propicias, todos se dedicaban a la recolección estacional de cocos de palmera como el pindó, yatay y caranday, la algarroba, porotos cimarrones, tuna, tasi y miel.

La pesca, tanto en los ríos como en las aguadas interiores, era principalmente una actividad de la época seca, mientras que la recolección de la miel se realizaba principalmente en la época de lluvias.

Su calendario se regía por los ciclos de obtención de los recursos alimentarios, tomando un modo circular: el año se iniciaba ritualmente en el tiempo correspondiente al mes de agosto, y a ese inicio le sucedía la estación llamada nawup (“luna de las flores”); seguía a partir de noviembre la yachup (“luna de las algarrobas”); luego, finalizando el verano austral venía la estación lup (“luna de las cosechas”) y finalmente la fwiyeti (“luna de las heladas”).

Producían sus utensilios y herramientas en madera, pero también practicaban otras artesanías como la cestería, cerámica, piedra pulida y textiles. En este último rubro se destacaban por la confección de bolsas hechas de caraguatá o chaguar, con lo que hacían, además, morrales y un tipo de bolso llamado yiska, costumbre que han mantenido hasta nuestros días.

Vista del río Bermejo.
YISKA

Este tipo de bolsos se hace en forma de malla apretada con una aguja gruesa de madera, plantando dos palos en el suelo y colocando un hilo tirante entre ellos. Sobre este se hace una primera hilada de lazada usando la cantidad de mallas necesarias de acuerdo al tamaño que se desea obtener. Luego se agrega una segunda vuelta entrecruzando los hilos de modo que al no apretar el nudo quede la malla abierta.

Los dibujos con que las decoran se obtienen combinando distintos colores y llevan el nombre de “codos”, “lomos de avestruz”, “caparazón de tortuga”, “cuero de lampalagua”, “frutos de doca”, “dedo de carancho”, “pata de corzuela”, “pata de loro”, “cuero de yarará”, “pata de zorro” o “pecho de pájaro carpintero”.

EL CHAGUAR

Su nombre científico es Bromelia hieronymi, y es una planta alimenticia y textil que se encuentra en el Chaco salteño. Su fibra es utilizada desde tiempos remotos por los wichí, a tal punto que podría decirse que en ella late su identidad cultural.

La actividad que practican en torno al chaguar es realizada por las mujeres. Son ellas quienes, formando pequeños grupos, van al monte a cosechar, luego desfibran, hilan, tiñen y tejen. Conocen perfectamente los lugares donde encontrar la planta y eligen entre ellas las que tienen el tamaño y la calidad requerida para sus quehaceres. Limpian la fibra machacándola, raspándola y remojándola en agua una y otra vez. Una vez limpia se la deja secar al sol durante uno o dos días. Para hacer el hilado se unen varias hebras, torciéndolas con las manos sobre el muslo en un movimiento rápido para el que se necesita mucha práctica. Después de hilada la fibra, cuando han obtenido varios metros de hilo, forman ovillos. El hilo se tiñe usando distintos tintes provenientes de plantas de monte, con los que obtienen el negro, marrón, gris y rojo, entre los colores más usados. Así queda listo para iniciar el tejido.

Creencias

Eran animistas, rindiéndole culto a los seres de la naturaleza, pero con la idea de la existencia de un ser superior al que llamaban Tokuah o Tokuaj, y que se ocupaba de dirigir el mundo. Como en otros pueblos aborígenes, atribuían a los chamanes poderes curativos y vínculos con los seres espirituales.

Actualidad

De acuerdo a datos obtenidos a comienzos de 2005, los wichí habitan principalmente en la zona este del departamento boliviano de Tarija y en el Chaco salteño, ubicado en el noreste de la provincia de Salta, en Argentina. A estos sitios se suman asentamientos en el oeste de las provincias argentinas de Formosa y Chaco, y en el extremo noroeste de Santiago del Estero.

La deforestación está transformando la región en una zona desértica.

Riesgos

Desde comienzos del siglo XX los wichí sufren la ocupación de sus tierras ancestrales, tierras que se han visto castigadas con la deforestación, la introducción de ganado y actualmente la siembra de soja. A través de un estudio realizado en 1998 por la Universidad Clark de Worcester, Massachussetts, pudo saberse, gracias a imágenes obtenidas por satélite, que entre 1984 y 1996 fue desmontado el 20 % de los bosques de la región, lo que significó un duro golpe para un grupo cuyas principales actividades dependen del equilibrio de su ecosistema.

Para terminar con estos abusos los wichí llevan años luchando por obtener los títulos de sus tierras. Los principales reclamos se centran en tierras fiscales localizadas en el este de la provincia de Salta. La ley les ha reconocido el derecho sobre estas tierras, pero el gobierno provincial no ha ejecutado las medidas necesarias para que la situación se haga efectiva.

La situación se agravó en 2004 cuando el gobierno de Salta decidió quitar el estatus protegido de la Reserva Natural de General Pizarro, en el departamento de Anta, donde vivían alrededor de cien wichí, para vender parte de esas tierras a empresas privadas. Luego de meses de lucha los dirigentes aborígenes se reunieron con autoridades nacionales que mediaron ante el gobernador salteño. La negociación entre las partes terminó con la firma de un acuerdo entre la Administración de Parques Nacionales y el gobierno de la provincia de Salta, por el que se creó una nueva zona protegida nacional en General Pizarro. Los wichí tendrán allí derecho de uso sobre 22 km2 y la propiedad de 8 km2.

 

 

Cultura Paracas

Cultura precolombina que se desarrolló en la península homónima, situada en la provincia de Pisco, departamento de Ica, actual territorio de Perú, entre los años 700 a. C. y 200 d. C. Su descubrimiento se produjo en 1925 como resultado de las excavaciones arqueológicas emprendidas por el arqueólogo peruano Julio C. Tello.

Poco después de haber hecho el descubrimiento, Tello, junto a su discípulo Toribio Mejía Xesspe, instaló un campamento arqueológico en el sitio, frente a la bahía de Paracas, al sur de Pisco. Estas excavaciones han aportado la mayoría de la información que se posee acerca de la cultura en cuestión.

Hoy se sabe que esta civilización estuvo situada a lo largo de la costa sur central de Perú, y su centro cultural se ubicaba en la colina del Cerro Colorado, próximo a la península de Paracas, entre el valle de los ríos Pisco e Ica.

ETIMOLOGÍA

Paracas es una voz quechua que significa lluvia de arena (para, lluvia, y aco, arena), y alude a los efectos causados por los vientos huracanados que suelen azotar periódicamente la región, los mismos que arrastran arena y guano de las islas cercanas, y cubren con ella la superficie a modo de una capa blanquecina. Este fenómeno atmosférico ha dado su nombre a la península de Paracas, y por extensión, a la cultura preincaica descubierta en esa región.

Cementerios

Como producto de sus excavaciones, Tello encontró en las colinas conocidas como Cerro Colorado un cementerio perteneciente a una antigua cultura. En el lugar halló 39 tumbas en forma de pozos a los que denominó “cavernas”; estas “cavernas” contenían fardos funerarios envueltos en finos mantos y alrededor de ellos instrumentos de caza, utensilios de cerámica, pieles de animales y alimentos.
Un tiempo después, en 1927, trabajando junto a su asistente Mejía Xesspe, encontró otro cementerio en Waricayan, en las proximidades de Cerro Colorado, al que llamó Paracas-Necrópolis. Allí detectó la presencia de 429 cadáveres momificados, cada uno envuelto en varios mantos y en general en buen estado de conservación.

Las excavaciones continuaron y Tello dio con un tercer cementerio al que denominó Arena Blanca o Cabeza Larga (por la presencia de cráneos deformados). Además de tumbas saqueadas, en el lugar había restos de viviendas subterráneas.

Las épocas

De acuerdo a los estudios realizados en los cementerios, Tello concluyó que los tres pertenecían a una cultura a la que llamó paracas, cultura que, supuestamente, había pasado por dos épocas perfectamente definidas por la forma de enterrar sus muertos: “paracas cavernas” (los enterraban en tumbas cavadas de manera vertical y con forma de copa invertida) y “paracas necrópolis” (los cementerios, de trazos rectangulares y más sofisticados, simulaban “ciudades de muertos”). Esta teoría se mantuvo en boga durante décadas, hasta que nuevos estudios permitieron determinar a los arqueólogos especializados en la región, que la denominada “paracas necrópolis” corresponde a otra tradición cultural, la cultura topará. Esta cultura tenía similitudes con la paracas, como la práctica textil, la cerámica y la deformación craneana con propósito estético y ritual, pero lo cierto es que la paracas después del año 200 se fundió con la Nazca.

Tello hizo estudios comparados entre los restos arqueológicos encontrados, pero llegó a una conclusión que luego se demostró que era equivocada.

Periodo paracas cavernas

Según Tello este periodo se extendió entre los años 700 a. C. y 200 a. C. y estuvo fuertemente influido por la cultura chavín, sobre todo en la cerámica. Durante este tiempo el centro principal se situó en Tahajuana, a orillas del río Ica. Gracias a los restos arqueológicos encontrados en Cerro Colorado, se pudo determinar algunas de sus características principales, como la de enterrar los muertos momificados a una profundidad de 6 metros, en tumbas con la forma de copa invertida. Las momias, gracias a las condiciones climáticas del desierto de Nazca, se encuentran en perfecto estado de conservación. Son de ambos sexos y se las halló colocadas en posición fetal, envueltas en mantas de colores brillantes, de confección simple aunque decoradas con motivos complejos que incluyen dibujos de peces, serpientes y otros animales, además de figuras geométricas.

Organización política y social

Constituían un Estado teocrático gobernado por sacerdotes, con privilegios que solo compartían con la nobleza guerrera. El resto de la sociedad estaba por debajo, dedicado a la producción y sometido al poder.

Los miembros de la cultura paracas eran hábiles pescadores. Embarcaciones construidas con tallos y hojas de totora.

Economía

Las principales actividades productivas eran la agricultura intensiva y la pesca en el mar. Para salir a pescar utilizaban sus caballitos de totora. En cuanto a la agricultura, el grado de desarrollo alcanzado se debió a su habilidad para la construcción de acueductos en el desierto, y al uso del guano como fertilizante.

Cerámica

La cerámica era polícroma, con complejos decorados en rojo y amarillo o blanco y negro, asociados a representaciones religiosas. El formato era tipo calabaza, con dos picos unidos por una asa puente. La pintura se hacía luego de la cocción, lo que favoreció la conservación de los colores.

Textiles

Durante este periodo los tejidos se caracterizaron por ser de tipo geométrico y rígido, donde predominaba la técnica de doble tela. En su confección se nota la influencia de la cultura chavín, sobre todo en los decorados, que representan seres antropomorfos.

Trepanaciones craneanas

Entre los paracas, el uso de las trepanaciones craneanas tenía fines medicinales. Con ellas trataban a los heridos en la zona craneal, y de acuerdo a lo que se puede observar en las momias encontradas, en cuyos cráneos se ve nítidamente la formación de tejido cicatrizado, se deduce que muchos pacientes sobrevivieron a este tipo de cirugía, lo que demuestra lo adelantados que estaban en las prácticas medicinales. Y aunque queda como incógnita el estado en que quedaban los pacientes luego de sobreponerse a la intervención quirúrgica, lo cierto es que se han hallado un número significativo de cráneos con trepanaciones con placas de oro en la zona del agujero. El cirujano paracas era llamado sir kah y utilizaba instrumentos como cuchillos y bisturís de obsidiana.

Se cree que la mayoría de los pacientes en los que se practicaba este tipo de cirugía eran guerreros que habían sufrido ruptura de cráneo durante la batalla, y con la intervención se buscaba aliviar los dolores de cabeza. Para realizar la operación es probable que hayan utilizado como anestesia coca, ayahuasca y otras sustancias alucinógenas, luego trepanaban el cráneo y sustituían el hueso roto por una placa de oro, cerraban la herida y le aplicaban vendajes.

La cultura paracas tenía excelentes cirujanos.

¿Paracas necrópolis o cultura topará?

Cuando en 1927 Tello y Mejía Xesspe, en plena investigación de la cultura paracas, descubrieron en Warikayan restos de viviendas prehispánicas en cuyo interior se encontraban cientos de fardos funerarios, interpretaron que lo que habían hallado era una especie de ciudad cementerio. A partir de esto llamaron a este cementerio paracas necrópolis. Luego, comparándolo con el cementerio paracas cavernas, llegaron a la conclusión de que eran representativos de dos etapas distintas de una misma cultura. Sin embargo, todo parece indicar que la teoría es equivocada.

En primer lugar, Warikayan no parece haber sido una necrópolis, sino un asentamiento grande de la época, que coincide con la de los desarrollos regionales post Formativo (Corresponde al tercer periodo en que se divide la Prehistoria de América). La acumulación de más de 400 fardos todavía no tiene una explicación satisfactoria. Podría haber sido un sitio considerado sagrado por la coloración roja de sus cerros y su cercanía al mar.

Los arqueólogos encontraron en paracas necrópolis más de 400 momias.

Entre los fardos funerarios, Tello encontró espléndidos mantos bordados con un estilo particular al que denominó como al lugar: “paracas necrópolis”. También halló cerámicas, aunque con poca coloración y monocromas. Tiempo después se comprobó que éste era un estilo extendido en los valles de Cañete, Chincha y Pisco, al que se denomina “estilo topará” y que poco tiene que ver con el paracas caverna o el nazca, con sus diseños decorativos multicolores.

Esto reveló que aquello que Tello identificó como una etapa de la cultura paracas, la paracas necrópolis, en realidad pertenecía a otra tradición cultural cuyo nombre deviene de una localidad ubicada en las proximidades del valle de Chincha, que se cree que fue el centro de esta cultura.

El hecho que Warikayan o “paracas necrópolis” estuviese justo en la frontera de dos áreas culturales, topará y nazca, contribuyó a la confusión de Tello.

Actualmente se cree que el brusco cambio cultural ocurrido en la península de Paracas, tanto en cerámica como en arquitectura, se debió a una guerra de expansión llevada adelante por los topará. Esta teoría se sustenta en la presencia de armas en muchos de los fardos funerarios, así como la masiva presencia de cráneos rotos y trepanados, indicios de una época muy violenta.

CULTURA ARQUEOLÓGICA

Una cultura arqueológica es la suma de los conjuntos de artefactos y demás elementos materiales (construcciones, restos de caminos, de canales, etc.) correspondientes a una época y un lugar (yacimiento o región) determinados. Los artefactos encontrados en yacimientos de una misma época que comparten características parecidas se reúnen en tipologías que, a su vez, se agrupan en conjuntos, y todos ellos forman una cultura arqueológica.

Así, una cultura arqueológica es sólo una sistematización de los elementos materiales obtenidos durante las excavaciones, una convención de carácter artificial que sirve a los arqueólogos para ordenar los datos obtenidos en éstas. No tiene por qué ser, ni mucho menos, el reflejo cultural de un grupo humano concreto y diferenciado de los demás grupos humanos, distorsión en la que se ha incurrido con suma facilidad hasta finales del siglo XX.

Por ello, según algunos autores, lo más indicado sería utilizar los términos cronocultura o complejo tecnológico/estilístico para referirnos a estos conjuntos artefactuales. Otros, en cambio, consideran que un tecnocomplejo es una fase evolutiva cultural independiente del espacio y del tiempo.

Inuit, eco de viejas leyendas

Sus antecesores llegaron hace miles de años desde Siberia a través del estrecho de Bering, se instalaron en Norteamérica y comenzaron a construir una cultura que sigue viva en sus antiguas leyendas.

El origen del mundo

Los inuit creen que en el principio de todas las cosas solo había agua, una inmensidad de agua. Hasta que comenzaron a caer rocas del cielo que se fueron acumulando y acumulando hasta formar la tierra. Entonces aparecieron los hombres. Pero estaban mal hechos y no podían valerse por sí mismos. Y apareció la mujer, y fue quien se ocupó de cuidarlos y de ella nació la humanidad.

El origen del hombre

Una vez formado el mundo, fue habitado por un hombre y una mujer. Ella pidió a Kaila, el dios del cielo, que poblara la Tierra. El dios ordenó a la mujer que hiciera un agujero en el hielo y pescara en él. Así lo hizo y fue sacando del agujero, uno a uno, todos los animales. Al salir el último, el caribú, Kaila le dijo a la mujer que ese era su regalo, el más preciado que pudiera imaginar porque con él se alimentaría su pueblo. El caribú se multiplicó y la descendencia de los humanos pudo cazarlos para alimentarse con su carne, y con su piel tejer sus vestidos y confeccionar sus tiendas. Pero los humanos elegían siempre los más grandes y bellos caribús. Hasta que solo quedaron los débiles y enfermos y los inuit no los quisieron más. Ante las quejas de la mujer por lo sucedido, Kaila la envió nuevamente al hielo y ella pescó allí un lobo, enviado de Amarok, el espíritu del lobo, para que se comiera a los animales débiles y enfermos y pudieran prosperar los caribús que gozaran de buena salud.

Los animales

Los inuit creen que los animales poseen un alma o anirniit. Estos no son cazados por los inuit, sino que se dejan cazar. Cuando el animal muere, el cazador celebra una breve ceremonia para asegurar que su alma regrese al mundo no terrenal y se reúna con la sociedad animal, dispuesto a volver como presa. En gran parte de Alaska se celebran importantes fiestas destinadas a reconocer la aparición de los animales en el mundo e influir en ella.

El caribú, un animal fundamental en la vida de los inuits.

La muerte

El cuerpo muere, es la muerte física. Pero una parte del alma inmortal continuará su vida en el cielo o los infiernos según cómo haya muerto. Otra parte se incorporará a un pariente recién nacido, por eso imponerle a un niño el nombre de alguien fallecido indica que su antepasado le transferirá ciertas cualidades personales.

El origen de las montañas

Hace miles de años, cuando los primeros inuit fueron detrás del caribú en busca de nuevas tierras, encontraron en su periplo una región habitada por dos tipos de seres: los pequeños y alegres duendes que cabían en la palma de una mano, y los tuniqs, gigantes cinco veces más grandes que ellos, violentos y dispuestos a cazarlos para comérselos. Sin embargo, su escasa inteligencia permitía que los inuit se las ingeniaran para rechazar sus ataques.

La lucha entre gigantes originó las montañas.

Hasta que un día un cazador furtivo fue avistado por un tuniq que emprendió su persecución para devorarlo. Aunque el inuit era veloz y ágil, otro tuniq se sumó a la persecución y finalmente fue atrapado. Al verse sin escapatoria les preguntó: “¿Por qué querían atraparme?” La respuesta a coro no se hizo esperar: “Porque estoy hambriento y quiero comerte”. Entonces el inuit, haciendo uso de su astucia, les dijo: “Sólo soy un pequeño inuit ¡mi carne no sería suficiente para alimentar a dos grandes tuniqs! ¿Cuál de los dos me comerá?”. Con esto ambos gigantes quedan estupefactos y comienzan a pelear su derecho sobre el pequeño inuit. “¡Yo lo vi primero!” “¡Gracias a mí lo atrapaste!”. Luego de unos momentos de discusión, el inuit propone que ambos tuniqs luchen entre sí, y se ofrece voluntariamente para saltar dentro de la cacerola del vencedor. Entonces comienza la lucha más terrible de la historia del hombre, días y noches completas los tuniqs se golpean y se arrojan al suelo. Y con cada golpe y estrellón en el suelo de la tierra, ésta se moldeaba, formando profundos valles, suaves colinas y grandes quebradas. La pelea no cesó por muchos días, hasta que cayeron agotados con el último gran golpe de sus cuerpos. El inuit, que esperaba pacientemente el final de la lucha, cuando vio a ambos gigantes exhaustos, atravesó sus corazones con flechas y regresó a su poblado. Miles de años después, cuando ambos gigantes y este astuto inuit habían desaparecido de la faz de la tierra, las montañas y los valles continuaban en su lugar, dando testimonio de la gran lucha de los gigantes.

El sol y la luna

Cuenta la leyenda que tiempo atrás, en un pequeño pueblo habitaba una familia compuesta por un padre, un hijo y una hija. Se dice que con el tiempo, el hermano se enamoró de su hermana y empezó a obsesionarse con ella. Tanta fue su obsesión que un día decidió contárselo y ante su rechazo empezó a acosarla y a presionarla. Ésta, ante la presión, decidió huir convirtiéndose en luna mientras que el hermano se convirtió en sol y se dispuso a perseguirla. Dicha persecución es eterna, y solamente en tiempos de eclipse los inuit creen que el hermano ha logrado atrapar a la hermana, pero ésta rápidamente consigue escapar y reanudar la huida.

La eterna búsqueda del sol y la luna.
La gran inundación

Los inuit creen que el hielo y la nieve que recubren el ártico son fruto de una gran inundación que hubo en el pasado, una inundación tan colosal que llegó incluso a cubrir montañas y valles.

Sedna, diosa

Una hermosa joven de nombre Sedna vivía junto a su padre, viudo, en una lejana isla. Al llegar a la edad de desposarse, no tuvo propuestas en tal sentido. Hasta que un día apareció en el horizonte un barco que ella siguió con especial atención. Al llegar a la orilla desembarcó su capitán, un apuesto extranjero que la sedujo y se marchó con ella. El capitán era en realidad un chamán, algo que ella descubrió con el tiempo. Dicen que su padre empezó a oír quejidos que llegaban de la lejanía, y que serían de su hija, arrepentida de haberse marchado y desesperada por volver ya que desde que conociera la identidad de su marido, éste la sometía a malos tratos. El padre embarcó entonces en su cayac y fue a su rescate. La buscó hasta encontrarla, la recuperó y se hizo con ella nuevamente a la mar. El chamán, enfurecido, ordenó al mar abrirse y a la fuerza de los cielos que desataran una impresionante tempestad. El padre de Sedna, presa del pánico entendió que lo que sucedía era un mensaje del mar y allí arrojó a su hija. Pero ésta logró salir a flote y aferrarse al borde de la embarcación. El padre tomó un hacha y le cortó los dedos que se transformaron en animales marinos. De esa forma el mar calmó la furia del chamán mientras Sedna descendía a las profundidades, lugar donde se hizo inmortal como diosa del mar, en una región llamada Adliden, allí donde llegan las almas de los muertos a la espera de ser enjuiciadas.

Cuando la caza no es buena o cuando el mar está agitado, la creencia es que Sedna está furiosa porque sus cabellos están enmarañados y, al no tener manos, no puede peinarlos. Es entonces cuando los chamanes, con su magia, peinan a Sedna y restauran así la calma. Esta leyenda enseña que los cazadores viven con la obligación de tratar al mar y a las mujeres con respeto.

DE LA LEYENDA AL FIRMAMENTO

De diosa a planeta enano
Sedna es una diosa legendaria del pueblo Inuit y aún hoy es muy conocida, existiendo tantas versiones como pueblos esquimales. También es el origen del nombre del planeta menor o enano (90377) Sedna.

Ijiraq, el malo e Inukshuk, el bueno
En la mitología inuit, el ijiraq es el monstruo que rapta a los niños y los esconde para siempre. Su nombre significa “el que se esconde”. El inukshuk de piedra les permite a los niños encontrar su camino si logran persuadir el ijiraq a dejarles irse. La luna de Saturno se llama Ijiraq en referencia a esta criatura.