La Batalla de Pichincha significó más que la independencia de Quito y el inicio de la liberación de otros territorios del dominio español en Suramérica, fue también un ejemplo de sacrificio y heroísmo de los quiteños, guayaquileños, colombianos y de los habitantes de otras regiones del continente. Entre los muchos hombres que se destacaron en la contienda gloriosa se destacó Abdón Calderón, que recibió heridas que le causaron la muerte y aun así no dejaba de arengar a la tropa.
Nacimiento de un Héroe
El 30 de julio de 1804 nació en Cuenca Abdón Calderón Garaycoa, un niño que estaría llamado a convertirse en Héroe. Fue bautizado al día siguiente de nacer. Sus padres fueron el cubano Francisco Calderón, contador de las Cajas Reales y funcionario del gobierno español en Cuenca, y la guayaquileña Manuela de Jesús de Garaycoa y Llaguno, perteneciente a una de las más influyentes familias de Guayaquil.
¿Sabías qué...?
Los miembros del batallón al que perteneció Abdón Calderón decidieron no tener, en lo adelante, capitán.
A pesar de ser funcionario de la metrópoli, Francisco Calderón apoyó el movimiento patriótico de 1809. Por esta posición fue hecho prisionero y enviado a Guayaquil, Cuenca y Machala. Cuando se estableció la Junta Superior de Gobierno, en 1810, fue liberado y se incorporó al Ejército Independentista de Quito, con el grado de coronel. Participó activamente, como parte de los radicales, en la campaña de 1811-1812. Fue fusilado, en Ibarra, al ser éstos derrotados en el Combate de El Panecillo.
Francisco fue un ejemplo a seguir de su hijo Abdón, debido a su recta trayectoria y la acción realizada el día en que iba a ser ejecutado, que pidió, como última voluntad, que le quitaran la venda de sus ojos y le entregaran el escapulario al futuro Héroe de Pichincha.
Los golpes en la vida de Abdón Calderón
Tras la muerte del padre, con sólo ocho años de edad, Abdón tuvo que enfrentar las penurias de la pobreza. Al ser incautados los bienes de su padre, su madre quedó en la miseria y murió un año más tarde, en Guayaquil.
¿Sabías qué...?
En las revistas militares, al mencionarse el nombre de Abdón Calderón, la tropa contestaba: “Murió gloriosamente en el Pichincha, pero vive en nuestros corazones”.
Los estudios
Los años de niñez en Guayaquil transcurrieron tranquilos para Abdón, que estudió con muy buenos resultados con profesores de la talla de Vicente Rocafuerte, quien fuera su pariente al casarse, en 1842, con su hermana, dos años menor, Baltazara Calderón.
De los estudios a la guerra
El nueve de octubre de 1820, cuando estalla la insurrección por la independencia en Guayaquil, Abdón sólo tiene 16 años de edad. José Joaquín Olmedo, el ilustre escritor y político, creó un ejército al que llamó División Protectora de Quito, que tenía como fin luchar por la independencia de las vecinas audiencias. El joven, de inmediato se alista en la tropa. Allí alcanzó el grado de subteniente del Batallón de Voluntarios de la Patria. El patriota Ignacio Salazar fue su jefe inmediato.
Con la victoria de Camino Real, un mes después del triunfo de la revuelta en Guayaquil, donde se destacó el joven patriota por su valor, fue ascendido a teniente. El coronel Luis Urdaneta lo elogió grandemente. Entre 1820 y 1822 participó en los combates siguientes: la primera derrota de Huachi, la de Tanizagua, la victoria de Cone, la segunda derrota de Huachi, el avance de Guayaquil a Cuenca y de Cuenca a Quito. Es por ello que cuando participó en la Batalla del Pichincha, Abdón Calderón, a pesar de su juventud, ya era todo un veterano conocedor de la guerra.
Una victoria y dos temores
Con el triunfo de Pichincha Ecuador se liberó del dominio español, pero Bolívar temía al realismo, que continuaba en el poder del Alto y Bajo Perú y tratarían de reconquistar los derechos perdidos en la Gran Colombia.
Cronología de los combates
Camino Real
Huachi 1
Tanizagua
Babahoyo
Yaguachi
Huachi 2
Guayaquil – Cuenca
Pichincha
El fin de una vida y el comienzo de la inmortalidad: la Batalla de Pichincha
El 24 de mayo de 1822 se produjo la histórica Batalla de Pichincha. La participación de Abdón Calderón en este hecho ha sido objeto de orgullo para los cuencanos y ecuatorianos en general. Este joven de 18 años de edad recibió cuatro heridas de bala ese día. Pero a pesar de las heridas decidió permanecer en la primera línea de combate, arengando a la tropa de su batallón y portando la bandera azul de Guayaquil.
La revancha de Abdón por la muerte de su padre
Abdón Calderón heredó de su padre el sacrificio, la valentía, el desprendimiento y el patriotismo y a su muerte juró vengar la afrenta infame ocasionada por los realistas en San Antonio de Ibarra.
A la primera herida la recibió en el brazo derecho, tomó la espada con la mano izquierda y continuó combatiendo; recibió otro balazo en el brazo izquierdo que le interesa un tendón y le rompe el antebrazo, por lo que tiene que soltar la espada que fue colocada en su vaina por un sargento; continuó al mando de la Compañía cuando recibió un tercer balazo, esta vez en el muslo izquierdo, que le fracturó el hueso. En ese estado, arremetió contra el enemigo, recibiendo un cuarto balazo en el muslo derecho que le astilló el hueso. Cayó desfallecido al suelo, inmóvil. Sus compañeros lo trasladaron al campamento, donde lo tendieron en el suelo. Un soldado le calmó la sed y lo asistió. Al día siguiente lo trasladaron a Quito y lo asistieron en el Hospital San Juan de Dios, donde falleció finalmente.
Algunos historiadores han afirmado que murió en el combate, pero lo cierto es que fue trasladado herido a Quito, donde murió catorce días después, el 7 de junio de 1822. Según los médicos, la causa de la muerte de Calderón fue, además de las complicaciones de lacepticemia en sus heridas, la deshidratación por disentería, al ingerir comida dañada y no querer retirarse del combate para recuperarse.
Honores post mortem
Antes de morir, en su Informe de los Resultados de la Batalla, del 28 de mayo, el mariscal Antonio José de Sucre escribió: “…hago una particular memoria de la conducta del teniente Calderón, que habiendo recibido sucesivamente cuatro heridas, no quiso retirarse del combate. Probablemente morirá, pero el Gobierno de la República sabrá compensar a la familia los servicios de este oficial heroico”.
Cuando Simón Bolívar llegó a Quito, unos días después de la victoria, y conoció los hechos ocurridos, ascendió póstumamente a Abdón Calderón al grado de Capitán.
En 1764 la aduana aprobó un impuesto vinculado al cobro de las llamadas alcabalas. El Decreto afectó a los pequeños productores y comerciantes de aguardiente. Ante la medida que dictó la metrópoli el pueblo se alzó en los barrios de Quito, logró el control de la ciudad y obligó a los funcionarios a refugiarse en los conventos. Aunque se lograron algunas conquistas propuestas, como ocurrió con la Rebelión de las Alcabalas dos siglos antes, se aceptaron las negociaciones y se restableció el estanco. Estos hechos se conocieron como la Rebelión de los Estancos.
La hacienda se consolida
Al producirse la disminución de la producción textil, motivado por la baja demanda existente, la tierra adquirió mayor valor. Los precios del suelo subieron y su posesión se concentró en escasas manos, especialmente en las de los blancos acaudalados. Se convirtió así la agricultura en una de las actividades más importantes en la economía colonial. Al convertirse la tierra en un bien codiciado se iniciaron las expropiaciones forzosas a los indígenas, mediante compraventas desfavorables e injustos desalojos a sus ancestrales dueños.
¿Sabías qué...?
Las consignas utilizadas por los sublevados en la Rebelión de los Estancos fueron: ¡Viva el Rey! ¡Mueran los chapetones! ¡Abajo el mal gobierno!
La agricultura de pequeñas parcelas se transformó en agricultura extensiva, de cultivos más grandes. De este modo, comenzaron a aparecer las haciendas, donde se sembraba, se criaba el ganado y se realizaban producciones rudimentarias de panela y aguardiente de caña. El dueño de una hacienda era considerado un terrateniente. A los que tenían las mayores cantidades de tierra o más de una hacienda, se les llamó latifundistas o dueños del latifundio.
Por su parte, los indígenas, que fueron despojados de sus parcelas, y que tenían que pagar impuestos al gobierno y diezmos a la iglesia, trabajaron como peones para los hacendados y latifundistas. Los peones eran retenidos en sus labores mediante el endeudamiento que contraían con los propietarios, viéndose obligados a permanecer en sus labores. Esto es lo que se conoció como concertaje.
Concertaje
El concertaje es un contrato mediante el cual un indígena estaba obligado a realizar trabajos agrícolas de manera vitalicia y hereditaria, sin recibir salario o recibiendo una remuneración mínima. Los trabajadores o peones que vivían en las haciendas con sus familias se “concertaban” (es decir, se comprometían) con los dueños para el trabajo. No recibían el salario porque estaban endeudados con sus patrones. Pedían adelantos de dinero al patrón para poder pagar impuestos y compromisos religiosos, cómo bautizos, matrimonios, entierros y otros. De esta manera se convertían en dependientes de los hacendados y terratenientes.
Para mediados del siglo XVIII la economía se sustentó en la producción de las haciendas. Sus productos abastecían los mercados locales y regionales. Las pequeñas parcelas, conocidas como obrajes, fueron, progresivamente, integradas a las haciendas y latifundios. Por su parte la producción textil, que estaba muy deprimida, se comercializaba en mercados locales y en la zona del valle del Cauca, al sur de lo que hoy conforma el territorio colombiano.La realidad va cambiando
La Costa ecuatoriana creció
Aparejada al desarrollo de la agricultura creció la producción cacaotera y de otros cultivos en la Costa ecuatoriana, fundamentalmente en Guayaquil. De esta manera también aumentó el comercio y la actividad portuaria. El empleo para pardos, mestizos costeños e indígenas provenientes de la Sierra, aumentó considerablemente en las ciudades. En las décadas siguientes se intensificó el comercio con Perú y Nueva España (México).
En la Sierra Sur también creció la economía y, por ende, la población. Ciudades como Loja y Cuenca adquirieron renombre. En sus alrededores proliferaron las haciendas medianas y pequeñas donde se criaba ganado y se cultivaban el algodón, las frutas, los granos y la caña de azúcar. Allí las exportaciones estaban monopolizadas por comerciantes leales a los colonialistas españoles.
La Rebelión de los mestizos
La Rebelión de los Estancos fue un movimiento liderado por los mestizos quiteños.
El Siglo de las Luces, el siglo de las sombras
Ecuador constituyó un ejemplo de la confluencia, en un mismo territorio, de dos fenómenos característicos del siglo XVIII: por una parte el aumento de la miseria y las penurias en la población, y, por otra, un florecimiento de la cultura, el arte y la ciencia. La crisis generada por la disminución de la producción textil y de otros sectores económicos en la Sierra, produjo pobreza, descontento en la sociedad y aumentó los conflictos existentes entre los eclesiásticos y el poder civil. Estas contradicciones respondieron al incremento de las riquezas de la Iglesia, aparejado a su gran influencia sobre las personas.
La presidencia, entre 1728 y 1734, de Dionisio Alcedo y Herrera, político de tendencia borbónica, al frente de la Real Audiencia, intentó limitar el poder de la Iglesia, reformando la administración. En este contexto llega a Quito la Misión Geodésica que influyó grandemente en la comunidad cultural y científica.
Posteriormente, a partir de mediados del siglo, el poder de los propietarios privados y de las instituciones de la Iglesia creció. Fue en este contexto en el que se produjeron los hechos conocidos como la Rebelión de los Estancos.
Estanco
En el sistema jurídico-administrativo de la monarquía española, al estanco lo constituía el monopolio impuesto a la producción y comercialización de un producto, acto que sólo era prerrogativa del Rey.
La metrópoli, en su afán de centralizar en sus manos todo el poder sobre el comercio, estableció impuestos y restricciones aduaneras. Entre las más impopulares estuvo la del estanco del aguardiente, que provocó una rebelión de magnitudes inmensas. La Rebelión de los Estancos tuvo sus antecedentes, su desarrollo y sus consecuencias muy particulares.La gota que derramó la copa
Los hechos contados por uno y otro bando
Una Real Cédula, que prohibía la destilación particular y la comercialización del aguardiente llegó a Quito en los primeros días de mayo de 1765. Este hecho provocó gran conmoción entre diferentes sectores sociales, cansados de los abusos efectuados por los encargados de recaudar los impuestos y los “chapetones” odiados por los criollos nacidos de padre o madre española, que eran tratados como inferiores.
Chapetones
Se conocía como “chapetones” a los nacidos en España que llegaron al continente americano, en los primeros años como conquistadores, y luego, en calidad de colonos, funcionarios y autoridades.
En el amanecer del 22 de mayo, aparecieron carteles en varios lugares de la ciudad, donde se anunciaba una manifestación a las siete de la noche para protestar contra las autoridades metropolitanas por las medidas dictadas por el Rey, donde se implantó el monopolio de la producción de aguardiente y se facultó a la aduana para el cobro de nuevos impuestos gravados a los alimentos.
¿Sabías qué...?
El 24 de mayo el pueblo enardecido asaltó el Palacio de la Real Audiencia de Quito y, sin mostrar temor ante las armas de más de doscientos soldados, atacó el edificio y se apoderó de él.
A las siete de la noche se rompe la paz
A las siete de la noche sonaron fuertemente las campanas y los quiteños se reunieron en San Roque y San Sebastián y, de allí marcharon hacia la Casa de Estancos, en Santa Bárbara, derramaron aguardiente y prendieron fuego, dejando el inmueble en cenizas.
Del otro lado
En un intento por aplacar los ánimos de los sublevados, acudieron al lugar los jesuitas encabezados por el Licenciado Juan Bautista Aguirre quien, por su gran elocuencia, fue comisionado para dirigirse a las masas enardecidas, prometiendo que las medidas serían suprimidas.
El resultado de una Revolución: ganadores y perdedores
El 28 de junio la ciudad volvió a la calma, capitularon las autoridades y fueron expulsados todos los españoles solteros. Don Manuel Rubio, Decano de Oidores, encargado de la Presidencia de Quito, fue obligado a abandonar la ciudad. El 17 de septiembre de ese mismo año, una comunicación oficial, enviada por el Virrey de Santa Fe, declaró el indulto general de todos los comprometidos en la revuelta. Pocos días después y enviado por los virreyes del Perú y Nueva Granada, en calidad de pacificador, llegó a Quito el Gobernador de Guayaquil, don Antonio Zelaya, quien cumplió a satisfacción su cometido.
Quito rebelde
La Historia de Quito está llena de episodios de levantamientos, revueltas, luchas armadas y sublevaciones a través de los siglos.
La Escuela Quiteña es la denominación que los historiadores del arte dieron a los artistas que produjeron sus obras en el período colonial de Ecuador. Abarcó una etapa prolongada en el tiempo. Fue grande el número de pintores, escultores y artesanos representativos de esta corriente artística, así como la cantidad y diversidad de las obras producidas por ellos.
Los conquistadores trajeron a América su cultura
El complejo y doloroso proceso de conquista y colonización de los pueblos americanos por parte de los europeos, llegados al continente en 1492, fue acompañado, para lograr sus fines, de la evangelización a través de la Iglesia Católica y de la imposición de su cultura.
La enseñanza de la fe y la doctrina cristianas, a lo que se llamó evangelización, fue decisiva para someter a los indígenas, que temerosos de Dios aceptaron la sumisión a los designios de los blancos llegados de Europa con el crucifijo en una mano y la espada en la otra.
En América se fundieron dos culturas, una dominante y otra dominada; se desarrollaron creencias y hábitos culturales en los que existió un fuerte componente latino, pero que mantuvo mucho de las culturas y costumbres autóctonas; que reflejó en sus manifestaciones las grandes desigualdades existentes entre los colonizadores y los colonizados, entre peninsulares blancos y criollos, con derecho a la educación y la cultura y mestizos pobres, negros e indígenas, que no podían asistir a las instituciones ni tener acceso al conocimiento y que trabajan para mantenerlas.
La educación en Ecuador
La enseñanza en Ecuador durante la colonia fue privilegio de la Iglesia Católica, como lo fue durante todo el Período Feudal. Las primeras escuelas fueron creadas por los franciscanos y a ellas asistieron los hijos de los caciques indígenas. En las instituciones educativas se impartía la doctrina cristiana, la lectura, la escritura y las artes. Posteriormente aparecieron las escuelas dentro de los conventos, pero a ellas sólo podían asistir los de piel blanca y, de forma excepcional, los mestizos. Allí se impartía formación a los miembros del clero, aunque algunas instituciones aceptaron seglares (personas que no son miembros del clero).
Los colegios de los siglos XVI y XVII fueron fundadas por órdenes religiosas, especialmente por los dominicos y jesuitas, como el colegio San Fernando, dirigido por los primeros y el San Luis, por los últimos. En otras ciudades importantes, como Riobamba y Cuenca, contaron con centros de enseñanza donde se impartió Aritmética, Gramática y Literatura, que incluía aspectos de Retórica.
Las primeras universidades de Quito
La primera Universidad de Quito, que se construyó por los agustinos, luego de medio siglo de fundada la ciudad, fue la de San Fulgencio, seguida por la San Gregorio Magno, fundada por los jesuitas y la Santo Tomás de Aquino, de los dominicos. En ellas se enseñó Filosofía, Teología y Derecho Civil y Canónico.
Muchos años después se incluyó en las universidades los estudios de Medicina. Para impartir estas materias se formaban profesores en las propias universidades. En sus aulas se preparaban los clérigos, abogados y médicos. Los mestizos no tuvieron acceso a la enseñanza formal, aprendieron de manera autodidacta en los talleres de artesanos o en las labores directas en la agricultura. No existió la enseñanza para las mujeres. Éstas tenían que aprender las labores domésticas en el hogar. Pocas mujeres pudieron aprender a leer y escribir recluidas en los monasterios.
La Ciencia llegó a Quito
El hecho más significativo en el ámbito científico que involucró a Quito fue la llegada, en 1736, de la Misión Geodésica, que en nombre de la Academia Francesa, mediría un meridiano terrestre. Los académicos fueron dirigidos por el científico francés Carlos María de la Condamine, a quien lo acompañaron los peninsulares Jorge Juan y Antonio de Ulloa. La Misión permaneció por mucho tiempo en el país.
A excepción del sabio Pedro Vicente Maldonado, que dibujó el primer mapa de la Audiencia de Quito, acompañó a la Misión Geodésica y fue miembro de las academias de ciencia de París y Londres, no hubo otro quiteño que se destacara en las ciencias. Maldonado nació en Riobamba, el 24 de noviembre de 1704 y murió en Londres, una semana antes de cumplir 44 años de edad. Además de físico, matemático, astrónomo, topógrafo y geógrafo, se destacó en la política.
¿Sabías qué...?
La primera imprenta llegó a la Audiencia de Quito en 1755.
La letra impresa: llegó la imprenta a Ecuador
La ciudad de Ambato tuvo el privilegio de poseer la primera imprenta de la Audiencia de Quito. El objetivo de su adquisición fue publicar los libros religiosos, pero en ella se imprimieron documentos oficiales de la Audiencia. En la última década del siglo XVIII se comenzó a imprimir el primer periódico del país.
Los talleres de artesanos
Quito desarrolló un fuerte movimiento de artesanos que, desde sus talleres, producían objetos de gran valor artístico usando diferentes materiales, como metales, maderas, semillas, huesos y otros. Es estos talleres se elaboraban pinturas, esculturas, objetos decorativos y muebles con alto nivel artístico. Eran famosos los trabajos quiteños y se comercializaban, no sólo en Quito, sino también en toda la Audiencia y fuera de sus fronteras, desde las costas del mar Caribe hasta el sur de Perú.
La habilidad de los artesanos quiteños, en su mayoría mestizos e indígenas, se reconoció en los lugares donde llegaba su arte. En muchos casos las piezas eran copias de obras europeas, pero muy bien logradas. También confeccionaron obras originales, consideradas en la actualidad entre las mejores del mundo.
La iglesia y el arte colonial en Quito
La Iglesia contribuyó al sostenimiento y difusión de las obras de arte que se produjeron en la región. Los conventos fungieron como protectorados de los artesanos y artistas. Estas instituciones demandaban la realización de altares, cuadros, imágenes y mobiliario que los artesanos podían producir. De esta manera adquirían obras de gran valor. Inicialmente estos objetos elaborados por los artistas no tenían un fin decorativo, sino que se usaban como medios de enseñanza para adoctrinar a los indígenas, que no sabían leer ni escribir.
La artesanía ecuatoriana
La calidad en el trabajo artesanal y artístico de la época colonial se mantiene en los artesanos y artistas ecuatorianos actuales con obras muy apreciadas y valiosas.
Otra de las ventajas de los talleres es que constituyeron una fuente de empleo para la, cada vez más creciente, mano de obra quiteña. En ellos laboraban una cadena de empleados: maestros, ayudantes, aprendices, vendedores, transportadores y otros. Los talleres además de producir verdaderas obras de arte, fueron un puntal importante de empleo en épocas de crisis.
La Escuela Quiteña
En Quito y Cuenca se abrieron los principales talleres y residían y laboraban los mejores artistas de la llamada Escuela Quiteña de arte. Pintores y escultores de renombre se formaron y produjeron sus principales obras en esta etapa, aunque muchas de ellas no fueron firmadas por sus autores por existir la costumbre de identificarlos por el taller donde se hacían.
Obras y maestros representativos de la Escuela Quiteña del arte
Entre las muchas obras y artistas de la etapa destacan:
El padre Bedón, perteneciente a la orden de los dominicos, realizó su obra en el siglo XVI. En el siglo XVII se destacaron los pintores Pedro Gosseal y Miguel de Santiago, que fue uno de los más destacados pintores de la etapa colonial quiteña. Miguel de Santiago poseía un taller muy famoso en el que se produjeron obras muy significativas, como los óleos “La inmaculada” y la “Eucaristía”.
¿Sabías qué...?
A través de las obras de la Escuela Quiteña, se puede ver que el trabajo es fundamental en la sociedad, que ennoblece a las personas y que es necesario para la supervivencia.
El siglo XVIII, que para el mundo Occidental constituyó el Siglo de las Luces, también reflejó en el arte un esplendor inusitado. En esa época se destacaron el escultor Manuel Chili, conocido por el nombre artístico de “Caspicara” que significa “cara de madera o cara de palo”, y se compone de dos vocablos kichwas: caspi (madera) y cara (corteza); debido a que era de rostro cobrizo y piel tersa como la madera tallada, cosa que suponen sus biógrafos, ya que no existen retratos o referencias escritas sobre sus características físicas. El también escultor Bernardo Legarda, creó obras muy representativas del carácter de los andinos, como la “Virgen Inmaculada de Quito”, que se convirtió en un símbolo para la ciudad y para el arte colonial ecuatoriano.
El arte en la colonia
La excesiva explotación e injusticia a la que fueron sometidos los trabajadores no impidió que produjeran objetos bien elaborados, muy apreciados dentro y fuera del país.
Los muros de la ciudad
La arquitectura constituyó una manifestación artística que caracterizó la ciudad. A partir de copias europeas, se erigieron edificaciones que aunque contenían predominio ajeno, incorporaron elementos autóctonos. Con gran predominio del arte barroco, tendencia cultura que tuvo gran reflejo en las manifestaciones artísticas, se edificaron conventos e iglesias. Uno de los ejemplos más significativos de esta tendencia es la Iglesia de la Compañía de Jesús, considerada una de las mayores muestras del barroco americano.
Barroco: más que un estilo
Características del Barroco Americano:
· Arquitecturas con abundancia de detalles y muy complejas.
· Utilización de la elíptica oval y otras formas no rectilíneas.
· Paredes cóncavas y convexas, con ondulaciones.
· Ausencia de líneas rectas y superficies planas.
· Plantas con planos oblicuos dando la sensación de movimiento.
· Campanarios, de una o dos torres, con abundante decoración.
· La luz y efectos luminosos adquieren importancia, a través del claroscuro.
· Riqueza decorativa y exuberancia formal en espacios interiores y exteriores.
· Predominio de lo curvilíneo y triunfo de la columna salomónica.
· Arcos y frontones mixtilíneos con ventanas ovaladas.
· El arco descansa sobre la columna por medio de un entablamento (al modo romano), o descansa directamente sobre el capitel (modo bizantino).
· Palacios, iglesias, espacios urbanos, grandes jardines y galerías.
Pan de Oro
La técnica artística conocida como Pan de Oro consiste en utilizar una fina lámina de oro batido para decorar interiores y exteriores de piezas artísticas como esculturas, íconos, retablos, piezas de orfebrería, muebles y superficies arquitectónicas. Se pueden realizar también con otros metales, dándole una tonalidad y textura variadas a las piezas. Esta técnica fue muy utilizada por los artistas y artesanos de la Escuela Quiteña.
El sueño de Bolívar de hacer de América una sola nación tuvo su expresión en el proyecto de la Gran Colombia. En medio de las luchas por la independencia se logró la unidad, en un solo gobierno, de lo que hoy son las repúblicas de Colombia, Venezuela, Ecuador y Panamá. Inicialmente recibió el nombre de Colombia, pero los historiadores, para distinguirla de lo que en la actualidad es ese país, le llamaron la Gran Colombia.
Bolívar, el principal promotor
La idea de unir en una sola nación los pueblos que iban adquiriendo su independencia de España fue de El Libertador. Lo que es actualmente Colombia constituyó el llamado Distrito del Centro, hasta que en 1830 pasó a llamarse República de Nueva Granada. En 1861 retoma su nombre original, Colombia, que se empleó en honor a Cristóbal Colón, considerado el descubridor de América.
La fundación
En 1819, en la localidad de Angostura, se reunió el Congreso que recibió ese nombre, en el que ocurren dos hechos importantes: la designación de Simón Bolívar como Presidente de la República y la unión de Venezuela y Nueva Granada. Luego fueron anexados los territorios de lo que hoy es Ecuador, de este modo, se constituyó lo que se conoció como la Gran Colombia.
El territorio
La Gran Colombia abarcó los territorios de Colombia, Venezuela y Panamá al norte, y Guayaquil y la cuenca del río Amazonas por el sur.
Administrativamente se dividió en tres regiones: la antigua Capitanía General de Venezuela, la Audiencia de Santa Fe de Bogotá y la Audiencia de Quito, al norte, centro y sur, respectivamente.
La Gran Colombia adopta las ideas de la Revolución Francesa en su estructura de gobierno, con la división de los poderes legislativo, ejecutivo y judicial. La forma republicana de gobierno, que fue representado por el Presidente de la República, los ministros y representantes de los diferentes territorios; el Congreso, como órgano legislativo y la Corte Suprema y los tribunales y jueces de toda la República.
Las decisiones se tomaban de manera unitaria y no federada, con el fin de mantener la integridad. Esta fue una decisión importante, ya que el ejemplo de otros países demostró que, con la existencia de caudillos e intereses contrapuestos, no se podía mantener y consolidar la unidad deseada.
A estos representantes se les denominó gobernadores e intendentes, según fuera de provincias o de municipios.
Francisco de Paula Santander
Bolívar, por sus extraordinarios méritos y su desprendimiento, fue nombrado Presidente, pero al marcharse a Perú para continuar la campaña independentista en el sur y conducir el gobierno, no pudo atender los asuntos colombianos, por lo que delegó en su Vicepresidente Santander para que quedara en su lugar.
Las ideas liberales con las que éste condujo el ejecutivo, traducidas en la práctica con la adopción de juntas proteccionistas a la agricultura, el libre comercio, la declaración de la ilegalidad del trabajo gratuito de los indígenas, el salario mínimo y los impuestos directos, así como la eliminación del tributo a los indígenas, preocupó a Bolívar, al considerar que estas medidas radicales provocarían malestar en las clases terratenientes que apoyaban al movimiento independentista.
El Congreso Anfictiónico
El principal enemigo de la independencia no lo constituyó la metrópoli, sino la falta de unidad de los líderes y caudillos criollos. A pocos años de fundada la Gran Colombia y liberados otros territorios, se hizo necesario tomar medidas para evitar el peligro que se cernía sobre los pueblos libres.
Bolívar, con una visión panamericanista, convocó a los gobiernos de los países constituidos al Congreso Anfictiónico de Panamá, en 1826. A pesar de los esfuerzos integracionistas de Bolívar no se lograron los objetivos de la convocatoria.
Ecuador: sacrificio y lucha
En la segunda década del siglo XIX, a Ecuador lo integraban Quito, Cuenca y Guayaquil. En 1822 se logró la independencia de Ecuador, pero se mantuvo la guerra al sublevarse la región de Pasto. Un año después se produce un levantamiento al mando del indígena Agustín Agualongo, un caudillo que combatió a favor del Rey de España. Bolívar lo derrota a mediados de julio, en Ibarra, donde fue fusilado.
Ecuador aportó grandes recursos y hombres para la independencia y liberación de Perú y Bolivia, así como para la paz de Pasto. Se estimó en tres veces mayor la contribución del Departamento Sur que la del resto de Colombia. Finalmente, el país quedó arruinado y la población disminuida a medio millón de habitantes.
¿Sabías qué...?
Perú y Bolivia nunca formaron parte de la Gran Colombia, aunque fueron independizadas por Simón Bolívar.
Conflictos internos
El resultado de la política de Santander, que fue anticipado por Bolívar, produjo en los latifundistas quiteños una afectación considerable en sus producciones, disturbios internos y limitaciones para el comercio. La presión sobre El Libertador para cambiar el rumbo de los acontecimientos no se hizo esperar.
A diferencia de Quito, donde se produjeron hechos de rechazo, Guayaquil se beneficiaba con las medidas de Santander y por ello mantuvieron su anexión a Colombia.
El auge de comercio con Perú por parte de Quito y Cuenca favoreció el resurgir de ideas autonomistas. Otro factor fue la desatención del gobierno central a los problemas y necesidades del sur, unido a la ausencia de la participación de líderes de esta región en el poder, ya que sólo ocupaban la presidencia y vicepresidencia granadinos y venezolanos.
Las banderas de la Gran Colombia
Gran Colombia poseyó tres banderas diferentes: La primera compuesta por tres franjas: amarilla, azul y roja, sobre la franja amarilla aparecían siete estrellas; la segunda mantuvo tres franjas, pero esta vez una más ancha en el centro, de color amarillo y en la parte superior e inferior sendas franjas de color rojo. La última y actual bandera de Colombia, retomó las franjas de la primera, pero sin las estrellas y con el escudo al centro.
La existencia de la Gran Colombia coincide con el período histórico en que se desarrollaron las Guerras por la Independencia Hispanoamericana. Surgió el 17 de diciembre de 1819, en el Congreso de Angostura. Tomó carácter constitucional el 6 de octubre de 1821, mediante la aprobación de una Carta Magna que rigió los destinos y definió la forma en que se estructuraría la nación. Entre los años 1828 y 1829 se desarrolló la Guerra con Perú. 1830 fue un año funesto para la existencia de la Gran Colombia, ya que el 6 y el 13 de mayo se le separaron Venezuela y Ecuador, respectivamente. Cronología de una República
La muerte de Bolívar, once años exactamente después de la fundación de su sueño, contribuyó a la disolución de la Gran Colombia, que ocurrió el 19 de noviembre de 1831.
El gobierno de la Gran Colombia
El primer presidente de la Gran Colombia, por elección y derecho propio, fue Simón Bolívar, desde 1819 hasta 1830, aunque en su estancia en Perú lo secundó Santander, desde el 1819 hasta el 20 de febrero de 1827. En 1830 sustituyeron a Bolívar, primero Domingo Caycedo, luego Joaquín Mosquera y, por último Rafael Urdaneta. Todos estos presidentes fueron militares y políticos.
La Gran Colombia
En la Gran Colombia se estableció un gobierno presidencialista y una república unitaria.
El ejército de la Gran Colombia
En los inicios de la Gran Colombia el ejército lo componían alrededor de 30 mil hombres, de ellos la mitad eran milicianos.
¿Sabías qué...?
La Gran Colombia estaba habitada por 2.533.799 personas, de ellos 102.902 esclavos, 203.831 indígenas y 2.227.066 hombres libres.
La Marina contó con navíos y fragatas provistos de decenas de cañones. Radicó en Cartagena, ya que su fin era invadir Cuba y Puerto Rico para obtener su independencia, pero el estallar de la Guerra con Perú, fue una dificultad, ya que la mayor parte de las unidades se encontraban en el Caribe y su desplazamiento a las costas del Pacífico llevó tiempo.
Para Bolívar contar con un ejército fuerte era garantía política para mantener lo unidad ante los partidarios del liberalismo de Santander y de la dictadura que declaró frente al secesionismo de Venezuela y Ecuador.
Este fue un punto de discrepancia entre Bolívar y Santander. Para Bolívar era necesario mantener un ejército que garantizara la supervivencia de la Gran Colombia, mientras que Santander consideró la necesidad de reducir los gastos militares en función de beneficios económicos.
El Libertador
Nació en Caracas, Venezuela, el 24 de julio de 1783, en el seno de una familia acaudalada, por lo que pudo estudiar en Europa, más precisamente en España. Su primer matrimonio fue con María Teresa del Toro con la que tuvo una hija., pero la desgracia lo visitó pronto y perdió tanto a la niña como a su mujer.. A su regreso al país natal participó activamente en la Junta de 1810. Como político y militar llegó a ser el mayor líder de América al comandar un ejército que logró la independencia de grandes territorios. Su objetivo fue la unidad de los pueblos del continente. Murió en la ciudad de Santa Marta, Colombia, el 17 de diciembre de 1830.
Nació la República sin un instrumento jurídico que la normara. No es hasta que se celebró el Congreso de Cúcuta, en el año 1821, que se establecieron las pautas para el futuro de la Gran Colombia.Organización del estado
La primer decisión de los allí reunidos fue denominar a Bogotá como Capital de la República y a Caracas y Quito como sedes del poder judicial distrital en que éste se dividió. La Carta Magna reguló la forma de gobierno, la elección y la sustitución del poder ejecutivo.
El poder legislativo residió en el Congreso Nacional, integrado por el Senado y la Cámara de Representantes, que sesionaban una vez al año. Cada departamento era representado por 4 senadores, cada uno representando a 30 000 habitantes.
Cuatro secciones componían el poder ejecutivo: Interior, Finanzas y Aduana, Asuntos Extranjeros y Guerra y Marina.
Una república moderna
Entre los aspectos innovadores de la Gran Colombia se contaron el haber declarado el suelo y subsuelo como patrimonio del Estado; la nacionalización de las minas, como antecedente de las actuales nacionalizaciones y expropiaciones; la educación gratuita y la utilización de las iglesias como escuelas; la reforma agraria, el salarios en efectivo, las licencias de importación; regulación de las tasas de interés; prohibición de las deudas bancarias y la política cambiaria y de precios; la entrega de tierras a los militares, entre otros logros del gobierno que encabezó durante once años.
La Constitución de Colombia
La Constitución de Colombia se conoció como la Constitución de Cúcuta. Se decretó el 30 de agosto de 1821 y se publicó 13 días después, integrada por diez capítulos y 191 artículos.
Los ideales de Bolívar quedaron expresados en la Ley de Leyes que rigió en Colombia durante más de una década.
El pensamiento bolivariano en la Constitución
Abolición progresiva de la esclavitud.
Libertad de expresión.
Gobierno popular y representativo.
Tenían derecho al voto los mayores de 21 años, alfabetizados y con fortuna superior a 100 piastras.
Para ser senador se debía tener 30 años cumplidos, ser nacido en el territorio, tener propiedades por más de 4 mil piastras, una profesión liberal y 12 años residiendo en el país.
Para diputado se debía contar con 25 años de edad, poseer propiedades por 2 000 piastras o ejercer el magisterio y tener bienes raíces.
La religión oficial
El Estado y la Constitución reconocían como religión oficial la católica. El clero mantuvo sus privilegios, pero redujo sus ganancias para difundir la enseñanza y la educación.
Aunque la lucha iniciada el 10 de agosto de 1809 en Ecuador no culminó con el triunfo definitivo de los independentistas, constituyó el primer intento por derrocar al sistema colonial español. El ejemplo de los precursores de la independencia fue seguido por otros patriotas que dieron nacimiento al Estado Ecuatoriano.
Antecedentes
En 1808 reinaba en España Carlos IV, quien el siete marzo de ese año, se vio obligado a renunciar al trono en favor de su hijo Fernando VII. Napoleón, emperador francés, con ambiciones de dominar los territorios coloniales españoles, hizo prisionero al monarca. Este hecho provocó la organización de las Juntas Supremas Provinciales que establecieron la lucha del pueblo hispano contra la Francia imperial.
Las noticias de lo acontecido en Europa llegaron con rapidez a América, inquietando a los habitantes de Quito. El 25 de diciembre de 1808, Juan Pío Montúfar, rico hacendado del Valle de Los Chillos, convocó para su hacienda “El Obraje”, a influyentes vecinos de la ciudad. El tema de discusión era la búsqueda de una solución para evitar que los franceses dominaran el país. La conclusión fue imitar a España, creando la Junta Soberana.
Por la fecha en que se desarrolló la reunión se le llamó “La Conspiración de la Navidad”.
Primeros pasos de la conspiración
En los meses que siguieron a la convocatoria del Marqués de Selva Alegre se sumaron otros conspiradores. El gobierno colonial descubrió sus intenciones y apresó a la mayoría de los participantes.
La posición privilegiada de los acusados y el robo de pruebas documentales permitió que, los excelentes abogados contratados, lograran la libertad de los reos.
No hay apoyo para Quito
Cuenca, Guayaquil y Pasto no apoyaron el movimiento quiteño del 10 de Agosto.
La rebelión
Los conspiradores liberados se reorganizaron y, en la noche del 9 de agosto, se reunieron en la casa de la patriota quiteña Doña Manuela Cañizares. En la madrugada del siguiente día quedó conformada la Junta Soberana de Gobierno.
¿Sabías qué...?
Manuela Cañizares arengó a los quiteños el 10 de agosto con una dura frase: “Cobardes…hombres nacidos para la servidumbre, ¿de qué tenéis miedo…? ¡No hay tiempo que perder…!”.
Composición de la Junta
Presidente: Juan Pío Montúfar, Marqués de Selva Alegre.
Vicepresidente: Obispo José Cuero y Caicedo.
Secretario de Estado: Doctor Juan de Dios Morales.
Secretario de Despacho: Doctor Manuel Rodríguez de Quiroga.
Secretario de Interior: Doctor Juan Larrea.
Los marqueses y el pueblo
Los cabecillas del movimiento del 10 de agosto en Quito fueron los dueños de latifundios, la mayoría de ellos con nombramientos nobiliarios de marqueses y condes, que se separaron de la burocracia colonial y la sustituyeron. Entre las medidas tomadas estaban la supresión de los impuestos de los blancos y no de los indios y el perdón de las deudas que tenían con la Corona por la compra de tierras. Los activistas y organizadores de la Junta eran intelectuales, abogados, medianos terratenientes y algunos sacerdotes. Más tarde, no lograrían despertar entusiasmo por su gobierno, ni en el pueblo de la ciudad ni en los indígenas ya que no los beneficiaron en nada. Sin embargo, el 2 de agosto, cuando estos habían sido perseguidos y apresados, artesanos, vendedores, tenderos y el pueblo urbano se habían levantado para defenderlos sufriendo la represión y la muerte. A pesar de luchar por sus intereses, los actores de la Revolución de Quito fueron verdaderos patriotas, porque se levantaron contra las autoridades coloniales y establecieron un gobierno, se sacrificaron por mantenerlo y muchos de ellos perdieron la vida por defenderlo.
De la Real Audiencia a la Junta de Gobierno
El mismo 10 de agosto, en horas tempranas, el Secretario General de la Junta, Doctor Antonio Ante, como comisionado se dirigió al despacho del Don Manuel Urriez, Conde de Castilla y Presidente de la Real Audiencia de Quito, para informarle la decisión de ser relevado en su cargo por la Junta de Gobierno. Por su parte el Coronel Juan de Salinas, Jefe Máximo de las fuerzas militares, juró lealtad a la Junta y al Rey.
Con la toma del poder, la Junta inició las primeras acciones ejecutivas y legislativas.
El 16 de agosto se convocó a un Cabildo Abierto que se efectuó en la sala capitular del Convento de San Agustín, donde se ratificó lo acordado seis días antes.
Reacción en la Península
Las autoridades coloniales reaccionaron enviando tropas desde Guayaquil, Pasto y otros lugares para reconquistar Quito y tomar el control apresando a los sublevados.
Por su parte, la Junta organizó un ejército de 3.000 colaboradores bajo las órdenes de Ascázubi y Zambrano, con la misión de avanzar al Norte y frenar el avance de los realistas comandadas por Miguel Tacón, en ese momento Gobernador de Popayán.
Combates de Sapuyes y Cumbal
La falta de disciplina e inexperiencia de los milicianos hizo que, luego de cruzar el río Carchi y adentrarse en Pasto, fueran diezmados en los combates de Sapuyes, en el caso de Juan Ascázubi y de Cumbal, en el de Manuel Zambrano. El primero hecho prisionero y el segundo escapó con lo que quedó de su tropa.
Quito volvió al pasado
Los quiteños al conocer de la derrota de sus combatientes reaccionaron con discusiones inútiles y divisionismo. Pío Montúfar renunció al cargo de presidente. Juan José Guerrero y Mateu lo sucedió en el cargo. Su postura fue buscar acercamiento con el conde Ruíz de Castilla hasta llegar la capitulación, el 24 de octubre, bajo la promesa de olvido del pasado y la inmunidad de los miembros de la Junta.
El engaño
Los primeros días que siguieron a la rendición resultaron normales y la Junta de Gobierno continuó en su actividad. Sin embargo, con la llegada de las tropas guayaquileñas y cuencanas, del Batallón Real de Lima y de los vencedores de Sapuyes y Cumbal las cosas cambiaron. El conde ordenó restablecer la Real Audiencia y perseguir a los que apoyaron la sublevación. Uno de los pocos en escapar fue Juan Pío Montúfar.
El proceso
El fiscal actuante en el proceso seguido contra los rebeldes pidió la pena de muerte para más de cuarenta acusados. Le tocó al virrey de Santa Fe dictar sentencia.
Se busca un caudillo
El grito libertario del 10 de Agosto constituyó un movimiento débil, frágil, desarticulado y carente de un verdadero líder.
El pueblo quiteño organizó el rescate que terminó en la matanza del 2 de agosto de 1810.
Las causas de la derrota
La ausencia de un verdadero líder con conocimientos militares, las contradicciones internas, la falta de respaldo popular al movimiento, especialmente en las ciudades de Cuenca y Guayaquil, y la falta de unidad fueron las causas del fracaso.
Más allá del fracaso
Para Ecuador y América el 10 de agosto de 1809 constituyó un hecho trascendental a pesar de los errores cometidos en su organización. Para los organizadores estaba claro el interés de tomar el poder en medio de los complejos procesos que se estaban dando en la metrópoli para así delimitar mejor los territorios ocupados por los virreinatos vecinos.
Esa fecha significó el inicio de una lucha que no terminaría hasta conquistar la independencia de la patria y el continente.
¿Sabías qué...?
Los sucesos del 10 de Agosto constituyeron el Primer Grito de la Independencia de Ecuador.
La crónica que relata el atentado de Berruecos, en el cual muere Antonio José de Sucre, describe sin proponérselo todo cuanto representaba el Mariscal para la política de la América independentista. Las hipótesis en torno al esclarecimiento del asesinato arrojan tantos nombres como títulos de diversa naturaleza pudo cosechar este hombre. El 4 de junio de 1830 no sólo cae abatido El Héroe de Ayacucho y El Redentor de los Hijos del Sol, también muere el “hombre más importante de Colombia” después del Libertador. Su captor principal pudo haber sido cualquiera: José María Obando, Juan José Flores o el propio Francisco de Paula Santander, pues para los intereses políticos que cada uno de ellos defendía, por su cuenta o en alianza con los otros, Sucre era su principal amenaza. Los acontecimientos decretarían así la desaparición de un gran político y estadista, el cual, en medio de las luchas caudillistas y nacionalistas, siempre se mantuvo aliado al Proyecto de la Gran Nación Colombiana.
La tesis que más anima para comprender la vida de Antonio José de Sucre es la que sostiene que el personaje “vivió y murió por la política, o lo que es lo mismo, por el poder”, dice Inés Quintero. Su biografía transcurre casi en su totalidad en el ámbito de la esfera pública y los acontecimientos que la construyen serán, por lo tanto, inseparables de aquellos que marcaron la independencia de Hispanoamérica y el derrumbamiento de la Gran Colombia. Claro está que los sucesos en cuestión deben comprenderse tanto más como una lucha por el poder económico y político, cuanto menos como un episodio de guerras justicieras. La guerra era, en este sentido, uno de los instrumentos políticos de la emancipación y Sucre estuvo en las más importantes, como, por ejemplo, en la de Ayacucho.
Pero no es menos cierto afirmar que Sucre era mucho más que un soldado entrenado para la guerra. Su ascenso a general no sólo ocurriría por sus virtudes militares, sino por su visión política. Comulgaba con las ideas de Bolívar, defendía la idea de la gran potencia colombiana y apostaba por la modernización de las sociedades americanas.
La carrera militar del también llamado Libertador del Sur, la inicia Antonio José de Sucre desde muy joven y quizá sin saber que estaba formándose exactamente para ello. Después de haber realizado sus primeros estudios en la escuela fundada por su tía, María de Alcalá, en la ciudad natal de Cumaná, se trasladó a Caracas, donde ingresó en la Escuela de Ingenieros del coronel español Tomás Mires. Como joven perteneciente al sistema militar de la monarquía española, se formó en los valores de orden, disciplina y autoridad, al ritmo de sus estudios de matemáticas, agrimensura, fortificación y artillería. Estos conocimientos y principios serán vitales para el desempeño de Sucre en una carrera que estaba a punto de comenzar. Estalla la revolución de 1810 en Caracas.
Las clases dirigentes de Cumaná, entre las que se encontraba la familia Sucre y Alcalá, se hallaban en la tarea de organizar el gobierno local, toda vez que se pronunciaran a favor de Caracas. Su madre, Manuela de Alcalá, había muerto cuando él tenía siete años, pero su padre, Vicente Sucre, era uno de los organizadores de la Junta Suprema y de la milicia en esa ciudad; junto a él, su vasta familia. Es fundamentalmente por esta razón que Sucre marcha hacia Cumaná para formar parte de la Comandancia de armas del gobierno recién constituido, en calidad de subteniente del Cuerpo de Milicias Regladas del Ejército de Oriente. “Empezada la revolución diría Bolívar de Sucre, se dedicó a esta arma y mostró desde los primeros días una aplicación y una inteligencia que lo hacían sobresalir entre sus compañeros. Por esta razón, una vez empezada la guerra en 1811, es convocado al Estado Mayor del Ejército de Miranda, sirviendo a su mando hasta 1812. Entre tanto, se pierde la Primera República.
La lealtad hacia Bolívar
La participación de Sucre en la empresa de reconquista de los territorios orientales, adelantada por los generales Mariño, Piar, Bermúdez y Valdés, y su posterior servicio al Estado Mayor General de Oriente, entre 1814 y 1817, le significaron al joven oficial, no sólo el desarrollo de sus habilidades y destrezas militares (“En los célebres campos de Maturín y Cumaná diría Bolívar de Sucre, se encontraba de ordinario al lado de los más audaces, rompiendo las filas enemigas, destrozando ejércitos contrarios, con tres o cuatro compañías de voluntarios que componían todas nuestras fuerzas. La Grecia no ofrece prodigios mayores”), sino además una toma de postura política frente a las diferencias que existían entre los generales orientales y Bolívar. Más tarde, todo ello se traduciría en el compromiso de Sucre con el futuro político de la Gran Nación Colombiana.
La Guerra de Independencia continuaba y en 1815, tras la derrota de Cumaná y Maturín, Sucre pasó a la isla de Margarita, desde donde, a raíz del desembarco de las fuerzas expedicionarias de Pablo Morillo, se trasladó a Cartagena. Bajo las órdenes de Lino Pombo, participó en la defensa de esta ciudad como ingeniero auxiliar. En diciembre se dirigió a Haití, en compañía de los generales José Francisco Bermúdez y Carlos Soublette, y luego a Trinidad, donde permaneció durante varios meses.
Se extendía la Guerra de Independencia y Venezuela debía decidir en relación con la unidad de sus ejércitos. El general realista, el Pacificador Pablo Morillo, avanzó por los territorios, y las contradicciones entre los generales venezolanos no permitían dar con una estrategia para propugnar la reconquista. En este marco de circunstancias regresó Sucre, en 1816, dispuesto a unirse definitivamente al Ejército Libertador, y a declarar su alianza y lealtad, únicas e irrevocables, hacia Bolívar. En octubre de 1817, a propósito de los acontecimientos de Cariaco, marchó junto al general Rafael Urdaneta para pelear en Guayana al lado de Bolívar. Los argumentos de su adhesión al Libertador se encontraban asociados al principio del orden y las jerarquías que debían guardarse en el interior de los ejércitos; “Yo no dudo que el general Mariño se convertirá al orden, no encuentro otro árbitro sino éste o el de ser un guerrillero en los montes de Güiria”. Bolívar le confiere el grado de coronel. Posteriormente, con motivo del triunfo en Boyacá, asciende a general de brigada. Una vez nombrado jefe del Estado Mayor General y ministro interino de Guerra y Marina, fue designado para participar en las negociaciones de armisticio y regularización de la guerra, que se debían adelantar con El Pacificador: “Este tratado es digno del alma del general Sucre; la benignidad, la clemencia, el genio de la beneficencia lo dictaron” diría Bolívar, a propósito del resultado favorable de las conversaciones. Mientras tanto, la Gran Colombia es decretada en Angostura, y nuevas exigencias, políticas y militares, se le imponen a Sucre como jefe del ejército en la famosa Campaña del Sur.
La campaña tenía como objetivo liberar los territorios correspondientes a la Real Audiencia de Quito y promover su adhesión a Colombia. Esta conquista era de vital importancia para la nueva nación, pues debía consolidar su hegemonía. La misión de Sucre no fue fácil, en vista de la diversidad de intereses implicados en aquella guerra. Las provincias de Quito y Guayaquil se habían alzado en armas en contra del gobierno español; y si bien todos estaban de acuerdo con la Independencia, no todos estaban a favor de la adhesión a Colombia; algunos pugnaban por la unión con Perú, en vista de las relaciones comerciales, y otros preferían la Independencia llamada “absoluta”, es decir, la autonomía. Guayaquil era una de las principales adversarias de la adhesión, pero sin embargo necesitaba el apoyo del Ejército Libertador. Sucre llegó con las tropas en su ayuda, y firmó un armisticio con los españoles que le permitiría formar un ejército digno para la contienda; simultáneamente, pactó con los guayaquileños acerca de cómo debía ser llevada a cabo la conformación y manutención del llamado Ejército del Sur. Mientras durara el armisticio, el ejército se nutriría por recursos, tanto humanos como económicos, procedentes de Colombia, pero estaría claro que conforme se fueran reclutando hombres de la región, el ejército comenzaría a depender de los recursos locales. El 24 de mayo de 1822 se llevó a cabo la batalla de Pichincha, al occidente de Quito, en la cual cayó abatido el ejército realista. Pocas horas después, Melchor de Aymerich, presidente de la Real Audiencia de Quito, firmó la capitulación. Sucre se convirtió en el Libertador de las provincias del sur de Colombia, y junto a Bolívar fue recibido con todos los honores en Quito. Se creó entonces el Departamento de Quito como una extensión del territorio de la Gran Colombia.
La liberación del Perú
El siguiente movimiento politicomilitar en la campaña del sur consistía en la liberación del Perú. El gobierno de la Gran Colombia tenía muy claro que debía neutralizar este territorio en pro de su hegemonía; esta provincia se encontraba aún en poder de los realistas, aunque su independencia hubiera sido decretada por San Martín en 1820. Se sabía además de las pretensiones que tenía el gobierno peruano respecto a los territorios del Departamento de Quito. Sucre fue enviado a Lima y el general Santa Cruz, al alto Perú; el objetivo era estrictamente militar, y por eso Sucre aceptaría no intervenir en sus asuntos internos. La empresa no era fácil, pues la disposición hacia la libertad no era ampliamente compartida, y además existía desconfianza entre los ejércitos colombianos y del sur, por causa del poder sobre el territorio que se estarían jugando.
La batalla de Junín, el 6 de agosto de 1824, sería el último triunfo de Bolívar en América. A Sucre le quedaba aún trecho por recorrer. Liberada Lima, fue enviado en auxilio al Alto Perú. Después de la travesía, las tropas se hallaban desmejoradas físicamente; se trataba de la campaña de invierno en la sabana del Alto Ande. Sucre dispuso de todos los recursos para la dotación de hospitales y se encargó personalmente de la supervisión de los pacientes. Mientras tanto, diseñaba la estrategia junto al general Santa Cruz; la penetración de la selva del Jauja resultaba la alternativa más loable, porque pese a su elevado riesgo, su consecución sería definitoria. Bolívar se hallaba enfermo en Pativilca y Sucre era el general en jefe de la misión; se encontraba en desventaja numérica respecto al ejército realista comandado por el teniente coronel José de Canterac. La contienda duraría sólo una hora, tiempo suficiente para que la brillante estrategia de Antonio José de Sucre terminara con el último bastión de los españoles en tierra americana. Ahora le quedaba a Sucre decidir sobre los destinos del Alto Perú; la República de Bolivia estaba a punto de crearse.
Teniendo en cuenta la experiencia de las intervenciones realizadas en el Departamento de Quito y en el Bajo Perú, Sucre tomó la decisión de convocar en mayo de 1825, en el alto Perú, una asamblea constituyente para que fuera a través de la consulta pública que se decidieran los destinos de las provincias. En ellas se presentaron tres tendencias claramente delimitadas: una a favor de la anexión al Río de La Plata, otra a favor de la anexión a Perú, y la tercera a favor de la Independencia absoluta. La propuesta triunfadora resultó ser la tercera, y se solicitó al Libertador que redactase una Constitución para la nueva nación. Se creó de esta manera la llamada República de Bolivia, como un régimen de carácter mixto, entre democracia y monarquía, con un presidente vitalicio, cuatro poderes y tres cámaras. Sucre fue decretado presidente de la nueva nación.
Por una América Moderna
Un ensayo de sociedad moderna estaba en la mente de Sucre, quien no tardó en redactar un proyecto de acción que en la práctica tendría poca viabilidad en tanto que su “finalidad dice Inés Quintero era adecuar la compleja y tradicional realidad altoperuana cuya composición social, estructura económica e instituciones obedecían a los rígidos intereses y jerarquías de la dinámica heredada del orden, para convertirla en una sociedad moderna ajustada a los principios del modelo liberal europeo”. Esta era la filosofía que sostuvo la lucha emancipadora de América, cuyos efectos en el ejercicio práctico de la misma se sienten incluso hoy en día, y han sido, paradójicamente, los de haber conformado sociedades híbridas en las cuales coexisten estructuras modernas y tradicionales. Dicho efecto lo vería, en su momento, el gran pensador americano Simón Rodríguez, quien, aparte de haberse desempeñado como superintendente de Educación en Bolivia durante esa época, era un gran crítico con el hábito de “imitar” los esquemas de organización social europeos; decía Rodríguez que si algo debía imitarse de Europa, era la forma como los europeos se dedicaron a “inventar” sus propias sociedades; “o inventamos o erramos” escribió el pensador. Sucre no lo entendía así y el programa de gobierno intentaría reformas profundas y radicales en el orden político, económico, social, cultural, administrativo, burocrático, educativo, en la salud, en la organización del espacio y en las instituciones.
La implantación del programa no tardaría en despertar resquemores, los cuales, al agudizarse, se transformarían en una revuelta que expulsaría a Sucre del poder. Aparte del debilitamiento del Ejército Libertador, estuvo claro que las causas más eficientes estuvieron asociadas a los dos grandes planes adelantados por el programa de Sucre. El 18 de abril de 1828 estalló una revuelta en Chuquisaca, promovida por el batallón de Granaderos del cuartel de San Francisco. Sucre fue herido en su brazo derecho, lo cual le impidirá ejercer las funciones de gobierno, encargándole al general José María Pérez de Urdinenea que le sustituya.
Penúltimo balance en la vida política
La evaluación que haría Sucre respecto a sus dos años de presidencia sitúa las causas de su defenestración política en factores asociados a la pugna por el poder, la ignorancia y la descomposición del propio sistema societario. Explicaría a Bolívar en fecha previa a su renuncia: “Nuestros edificios políticos están construidos sobre arena, por más solidez que pongamos en sus paredes, por más adornos que se le hagan, no salvaremos el mal de sus bases”. La sensación de frustración y de asqueamiento hacia la vida pública lo llevaría a manifestar su deseo de retirarse; sin embargo, lo esperaban nuevas batallas, nuevas misiones de negociación, y la propia muerte.
La noticia del atentado contra Bolívar en Colombia, en septiembre de 1828, irrumpió en la naciente vida conyugal del mariscal en Quito quien había contraído matrimonio con Mariana Carcelén, marquesa de Solanda, y le condujo a desdecirse en su decisión de retirarse a la vida privada. La vivencia de Sucre de la noticia no fue sino un indicador más de la fatalidad que, para él, estaría a punto de cernirse sobre la República Colombiana. La Gran Colombia estaba a punto de morir; Sucre lo sabía pero se animó a luchar hasta el final. Por eso, al pronunciarse en torno al atentado, apoyó a Bolívar en su decisión de haberse declarado Dictador de Colombia: el orden debía prevalecer ante todo. Casi simultáneamente, Perú le declaró la guerra a Colombia y Sucre fue designado para dirigir el batallón que haría frente a esta situación. Esta vez tendría que luchar en contra de sus antiguos aliados de la guerra emancipadora. Sin mayores dificultades, sin embargo, venció a los peruanos en la batalla de Tarquí, el 27 de febrero de 1829. Decidió emprender entonces una nueva retirada y regresó al lado de su esposa; juntos se residencian en la hacienda de Chishince, en Quito.
La frustración de la Gran Colombia
El último respiro de Colombia, sin embargo, demandaría del Mariscal su presencia en el Congreso Admirable, el cual se celebraría a comienzos de 1830. Colombia debía decidir su destino, y Sucre, como representante de la provincia de Cumaná, fue nombrado presidente del evento. Sus propuestas se encontraban orientadas al diálogo y la concertación con los departamentos que todavía conformaban la República. Como parte de la estrategia, Sucre encabezaba la comisión que iría a Venezuela, que para la fecha había decidido desconocer la Constitución de Colombia y la autoridad de Bolívar, para negociar la reversión de la decisión. Sucre emprendió viaje hacia Venezuela, pero fue detenido en Cúcuta por las autoridades venezolanas; debía permanecer en esa ciudad hasta que llegaran los emisarios del gobierno con quienes debía dialogar.
El diagnóstico que hizo Sucre de la situación colombiana le sugirió dos puntos clave para la negociación en favor del mantenimiento de la unidad; en función de ellos, propuso a Venezuela, además de acogerse a la Constitución colombiana, que ningún general o ex general del Ejército Libertador pudiera ejercer cargos de presidente en los departamentos; en el trasfondo, su intención era contradecir el rumor de que él o Bolívar estuvieran aspirando al cargo. Todo fracasó, y Sucre abandonó Colombia invadido por una profunda frustración: “Colombia sentenció Sucre dirigiéndose a un amigo está condenada a ser un caos y un barullo. Cae uno del porrazo de un militar y si tiene fuerzas para levantarse, lo espera un fraile con su excomunión; y si por casualidad guarda uno alguna bendición apostólica de reserva para escaparse, lo espera un demagogo con su cuchilla popular; y si es tan afortunado que evade los peligros, lo aguarda en el término un rentista que lo lleva a vender en un estanco. Entre tanto se hace todo en nombre de la libertad y de las leyes. Si no me equivoco, es ésta una ligera, pero exacta pintura de nuestro estado; y tan exacta, que puede Vd. imprimirla en alguna gaceta de Gobierno”.
Ya tan sólo animado por el reencuentro con su esposa y con su primogénita, emprendió el regreso a Quito. En el camino se produjo el atentado de Berruecos. Como autores materiales fueron señalados José Erazo y Apolinar Morillo, quien diez años más tarde fue apresado y fusilado por esta causa. Los autores intelectuales quedarán en la incógnita del olvido, regocijándose en la confusión de una América ya emancipada pero sometida a la pugna entre las fuerzas nacionalistas, regionalistas y las de la Gran República; de cualquiera de las primeras pudo haber procedido su verdugo, pues para cada una de ellas, Sucre era su principal enemigo. “¡Ha muerto el Abel de Colombia!”, diría el Libertador desde su exilio; con lo cual, la muerte de la Gran Colombia no tenía sino que ser decretada.