Tehuelches originarios de la Patagonia meridional, llegaron al actual territorio fueguino hace aproximadamente 10.000 años. Pasados 4.000 años los cambios climáticos determinaron la separación del istmo, definido luego de la última glaciación, y ellos quedaron asentados en Karukinka, como llamaban en su lengua a la Isla Grande de Tierra del Fuego.
Los tehuelches los nombraban como selk´nam, pero finalmente se impuso el nombre que le dieron los yagán: onas. Con el mismo nombre se conoce también a sus vecinos del sur de la isla, los haush, aunque lo correcto es llamar a cada pueblo por su denominación original, criterio que se seguirá en esta nota.
Los selk´nam (onas) habitaban la zona norte de Tierra del Fuego, del estrecho de Magallanes a las estribaciones septentrionales de la cordillera fueguina, un hábitat de relieve apenas ondulado, cruzado por varios cursos de agua, con una zona de pradera con árboles y otra esteparia con pastizales, lo que facilitaba sus desplazamientos. En esta zona es abundante la presencia de guanacos, lo que hizo que toda la organización de los selk´nam girara en torno a estos animales. De ellos sacaban no solo el alimento, sino también el vestido y el reparo, utilizando además los huesos y tendones como materia prima para la fabricación de sus herramientas. Los recursos marinos eran apenas un complemento, ya que nunca se adaptaron a la vida marítima. A diferencia de sus vecinos del Sur y del Oeste, quienes eran nómades pescadores que se valían de las canoas para sus movimientos, los selk´nam no navegaban, por lo que extraían poco del mar.
LENGUA
Su lengua pertenecía a la familia lingüística chon, familia de la que también formaban parte el tehuelche y el haush. De ahí las similitudes con el tehuelche de la Patagonia continental, con quienes compartían el sonido áspero producto de sus expresiones guturales y oclusivas. Estas características hacían que hasta la conversación más amistosa sonara como una fuerte discusión. Profundizar los estudios sobre esta lengua se volvió sumamente difícil ya que solo se conserva un parte mínima de su vocabulario y ya no queda quien la practique como lengua madre.
HISTORIA
Los primeros europeos que los vieron fueron los de la expedición de Magallanes, explorador que descubrió el estrecho que lleva su nombre, en 1520. Pero no hicieron contacto con ellos sino que los avistaron desde la embarcación por las grandes fogatas que relucían en la noche, de ahí el nombre de la isla. El primero de los conquistadores con el que establecieron contacto fue Pedro Sarmiento de Gamboa en 1580. Recién a finales del siglo XIX estos contactos se hicieron periódicos, debido a la llegada de los misioneros salesianos con fines evangelizadores, y grupos de colonizadores que querían establecerse allí. Esto condujo a una alteración en las costumbres de los indígenas que se movían con libertad por todo el territorio y de pronto se encontraron con la novedad de los cercos y la propiedad privada de la tierra. Para subsistir se vieron obligados a romper las cercas buscando guanacos, o tomando las ovejas, desconocidas por ellos hasta entonces, a las que llamaron guanaco chico o blanco. Esto provocó el enojo y la reacción de los colonos y la represión concluyó en un genocidio que casi llega a exterminar la etnia. Como si fuera poco, también tuvieron que soportar las enfermedades contagiosas que llegaron con los colonizadores, y el desplazamiento de sus zonas de caza. Hacia 1881 se calcula que la población indígena estaba entre 4.000 y 5.000 personas, diez años más tarde se había reducido a la mitad.
Las dificultades se agravaron cuando en 1883 comenzó la explotación ganadera, después de que el gobierno chileno permitiera la instalación de las primeras estancias por vía de las concesiones. Cuatro años más tarde, en 1887 llegaron los mineros a buscar oro en la zona norte de la isla, y en 1888 se estableció en la isla Dawson la primera misión salesiana.
Los salesianos de la isla Dawson llegaron en 1895 a un acuerdo con los estancieros: por cada indígena recluido en la misión recibirían una libra esterlina. Pero los cambios de hábitos que esto implicaba, hizo que la mayoría de los 800 indígenas que llegaron a habitarla, murieran. No podían soportar el estilo sedentario y ocioso que imponía el encierro, ni las enfermedades contagiosas que transmitían los blancos.
ECONOMÍA
La economía se basaba en las tareas de subsistencia de las que participaba toda la familia, salvo los niños, los ancianos y los enfermos. La actividad principal era la caza del guanaco, que estaba a cargo de los hombres. Para la caza utilizaban el arco y la flecha en cuyo uso se hicieron expertos debido a lo difícil que es la cacería de dicho animal. La alimentación la completaban con aves y cururos, o productos marinos que recolectaban en las orilla del mar y que consistían en mariscos o alguna ballena varada. Además recolectaban frutos silvestres como el calafate o la chaura. Dado que los hombres estaban permanentemente al acecho de sus presas, las mujeres se ocupaban de las tareas domésticas y mientras esperaban el resultado de la cacería se alimentaban con mariscos. Cuando llegaba el momento de los traslados cargaban las tiendas en bolsas de cuero y cestos de junco, donde agregaban los utensilios y los niños que aún no caminaban.
ORGANIZACIÓN POLÍTICA Y SOCIAL
Los selk´nam colocaban por encima de las familias los linajes patrilineales y patrilocales, compartiendo de manera comunitaria la posesión de zonas específicas de territorio. Estos territorios se delimitaban con piedras, montículos, cursos de agua, colinas, etc. Eran respetados y traspasados de generación en generación, aunque se podían modificar por conquistas o por extinción de algún linaje. Los llamaban “haruwen” y vinculaban a los linajes con figuras míticas que habían participado del origen de los tiempos, pero no se consideraban descendientes de ellos. Dentro del haruwen perteneciente a un linaje, las familias que lo componían se movían con independencia, pero mantenían el derecho compartido sobre la totalidad de los bienes y animales de caza que hubiera dentro de dicho territorio. Los territorios de cada linaje eran respetados por el resto e ingresar a ellos sin autorización estaba prohibido. Incluso la represión a esta falta podía llegar a ser violenta ya que la presencia extraña podía espantar la caza. Ni siquiera se admitía la presencia de un perro que perteneciera a otro linaje. Cuando por diferentes motivos la subsistencia en un territorio se tornaba difícil, los afectados podían solicitar pasar a otro, pero estaban obligados a retribuir con obsequios el permiso, además de prometer reciprocidad en caso de que en algún momento la circunstancia la ameritara.
COSMOVISIÓN
Creían en espíritus identificados con la naturaleza: el espíritu de los bosques, el de los lagos, el de las montañas, animales y hechiceros muertos. Los seres humanos tenían un ánima a la que llamaban Kashpi y que sobrevivía a la muerte del cuerpo, pero sin contactos con los vivos salvo que se tratara del ánima de un xo’on. Los xo’on eran una mezcla de hechiceros, chamanes y curanderos que en sus creencias tenían un inmenso poder que les permitía influir sobre el clima, la caza y la guerra; contrarrestaban brujerías y hacían presagios. Actuaban después de prepararse mediante la auto hipnosis, efectuando cantos y manipulaciones con las que se suponía que manejaban fuerzas invisibles. Esto atemorizaba a los selk´nam que creían que los xo´on tenían poder sobre la muerte.
El imaginario de este pueblo estaba alimentado de una gran cantidad de mitos vinculados a los cuatro cielos en que dividían el espacio. Entre sus mitos se contaban aquellos que intentaban explicar el mundo y las cuestiones de la naturaleza, y otros basados en la historia o simplemente recreativos. Los ritos por lo general tenían sus protagonistas, como por ejemplo Kenosh, Kuanyip, el Sol y la Luna. Kenosh era el más antiguo de los antepasados y era él quien se había encargado de organizar el espacio en que habitaban los selk´nam para que pudieran subsistir allí. Kuanyip, en cambio, podía propiciar el bien tanto como el mal, mostrarse bondadoso o antipático y egoísta. A quien consideraban como el ser más peligroso era a la luna, a ella atribuían las peores atrocidades.
CULTURA
Las mujeres estaban subordinadas social y económicamente a sus maridos, celosos custodios del hogar que sometían a las esposas. Ellas debían soportar hasta los malos tratos, ya que si se escapaban eran obligadas por la fuerza a volver al hogar. Si bien la poligamia estaba permitida, no era común. Por lo general el hombre tenía hasta dos esposas, lo que facilitaba las tareas del hogar. Muchas veces era la misma esposa que solicitaba ayuda, por lo que el marido tomaba otra mujer, generalmente la hermana de la primera. Esto también ocurría cuando una mujer enviudaba, pues el hombre tenía la obligación social de proteger a quien había sido la mujer de su hermano. Existía un total respeto por los ancianos. Cuando ya no podían trasladarse, se los dejaba en un lugar pero siempre con asistencia.
Una característica muy particular del pueblo selk´nam fue el desarrollo de un fuerte autocontrol en su comportamiento, lo que trasladaban a su vida comunitaria. Sus saludos no eran efusivos sino más bien cortantes, pues consideraban de mala educación exteriorizar emociones. No mostraban gestos sociales ante los obsequios, ni dolor, ni asombro, ni siquiera agradecimiento. Tampoco manifestaban el hambre y no consumían el alimento hasta transcurrido un rato de obtenido y al recibir la comida se esperaba que la tomaran con indiferencia. Soportaban en silencio el frío, la fatiga, el hambre y la sed. La muestra de dolor o aflicción era tomada como una debilidad. Pero toda esta contención solía derivar en reacciones violentas.
ACTUALIDAD
De acuerdo a los datos proporcionados por la Encuesta Complementaria de Pueblos Indígenas (ECPI) 2004-2005, complementaria del Censo Nacional de Población, Hogares y Viviendas 2001, se reconocen y/o descienden en primera generación del pueblo selk´nam 391 personas en la Provincia de Tierra del Fuego, de los cuales ninguno reside en comunidades indígenas. Otros 114 onas residen en la Ciudad de Buenos Aires y los 24 partidos del Gran Buenos Aires. En toda la Argentina se auto-reconocieron 696 onas, ninguno de los cuales vive en una comunidad indígena.