A la hora de relatar una historia, son varios los aspectos a tener cuenta. El más importante entre ellos es el narrador, ya que es fundamental la presencia de alguien responsable de contar los eventos que ocurren en dicha historia. Hay varios tipos, y cada uno de ellos aporta un estilo único a la narración.
¿Qué es un narrador?
Un narrador es la persona o el ser desde cuya perspectiva se cuenta una historia, y que se manifiesta a través de la persona que narra o que lee dicha historia. El narrador puede ser un personaje dentro de la misma, pero no siempre lo es, y esto dependerá del tipo de narrador.
Tipos de narrador
Narrador en primera persona
Es el tipo de narrador que habla desde un punto de vista en primera persona. Al narrar utiliza los pronombres en primera persona “yo, nosotros, mí, mío, nuestro”. Este sólo puede decirle a la audiencia lo que vive o lo que ve, y no puede comentar sobre acciones que no ve o experimenta directamente.
Drácula (1897): esta clásica novela, desarrollada por el escritor irlandés Bram Stoker, es un claro ejemplo de narrador en primera persona. La historia es narrada por una serie de personajes que relatan sus propias experiencias, decisiones y emociones a través de diarios, cartas y grabaciones, en eventos relacionados de una forma u otra con el famoso y terrorífico conde. Cada uno de estos personajes se convierte en el narrador y a la vez en protagonista según el capítulo o el segmento de la historia que se narre.
Narrador en segunda persona
Es el tipo de narrador que habla desde el punto de vista en segunda persona. Al narrar utiliza los pronombres en segunda persona “tú, tu, tuyo, ustedes, vosotros, vuestro”. El tipo de narrador en segunda persona es el menos utilizado.
Este narrador puede ser un personaje en el texto que cuenta la historia a otra persona, en donde describe lo que esta persona hace o hizo, o puede ser un narrador que se habla a sí mismo en segunda persona y narra todo lo que vivió a modo de reflexión. En ocasiones, incluso, puede ser un narrador externo que le habla directamente al lector como si él fuese el protagonista de la historia.
Diario de invierno (2012): esta novela, escrita por el estadounidense Paul Auster, es uno de los pocos ejemplos de narrador en segunda persona. En ella es el mismo Auster quien relata diferentes acontecimientos de su vida en forma de autobiografía, pero lo hace como si las experiencias que relata fuesen de quien lo escucha o quien lo lee. De esta forma busca asociar y comparar su vida con la del lector para que se sienta identificado.
Narrador en tercera persona
Es el tipo de narrador que habla desde el punto de vista en tercera persona. Al narrar utiliza los pronombres “él, ella, su, suyo, suyos, ellas, ellos”.
En ocasiones, se conoce como narrador limitado al narrador en tercera persona que sólo puede comentar sobre las acciones de los personajes que observa en ese momento; es decir, hay alguna acción “detrás de escena” que él no ve. Por lo tanto, su narración es limitada, pues no puede comentar sobre acciones que no ve o experimenta directamente. También se conoce como narrador testigo.
La colmena (1950): famosa novela que ejemplifica eficientemente el tipo de narrador limitado. Ubicada algunos años después de finalizada la guerra civil española, el narrador sólo se limita a describir lo que dicen y hacen los personajes a los que se refiere en el momento. No participa en los sucesos, no puede emitir opiniones subjetivas al respecto ni describir nada de lo que no es testigo. Es comparable a una cámara invisible que sólo graba a los personajes desde atrás, sin ningún otro tipo de intervención.
Por otro lado, el narrador omnisciente es el narrador en tercera persona que puede comentar todo lo que experimenta cada uno de los personajes existentes. Por lo tanto, su narración es “omnisciente”. El narrador en tercera persona es alguien fuera de la historia que puede describir tanto lo que sucede como los pensamientos y ambiciones de los personajes. Es el tipo más común de narrador.
Don Quijote de La Mancha (1605-1615): probablemente la narración más reconocida de toda la historia de la literatura. Este es un ejemplo de narrador omnisciente en tercera persona, pues tiene total acceso a los pensamientos y acciones de cada personaje. Sin formar vínculos con ellos y sin participar en los acontecimientos, el narrador puede describir al lector cada detalle del exterior y del interior del personaje. La descripción de las disparatadas reflexiones del ingenioso hidalgo son un claro ejemplo de esto.
Otros elementos de la narración
Género:
Las novelas, cuentos, memorias, ensayos personales, anotaciones en diarios, escritos de viajes y poesía hacen uso del lenguaje narrativo y descriptivo. Los escritores de discursos y periodistas que escriben artículos a menudo usan estas técnicas en su escritura.
Público objetivo:
La persona al otro lado del narrado, es aquella que escucha o lee la historia y es testigo de la información que recibe, ya sea por placer o como un medio para obtener información.
Idioma:
El sistema de comunicación a través del cual se transmitirá la narración. Según su grado de éxito, dicha narración puede traducirse a decenas de idiomas distintos para que alcance a una mayor cantidad de público.
¿Sabías qué...?
La narración más antigua de la que se tiene registro es el poema de Gilgamesh, una historia escrita en verso tallada en una serie de tablillas de piedra data del 2.000 a. C. En ellas, un narrador en tercera persona relata las aventuras del mitológico semidiós sumerio Gilgamesh.
Más de un tipo de narrador
Las obras narrativas no siempre poseen un único tipo de narrador. Existen ejemplos de historias clásicas, como Madame Bovary (1856), en donde el tipo de narrador se alterna entre tercera persona omnisciente, tercera persona limitado y un estilo especial de narrador en primera persona. Otro ejemplo son las historias de Sherlock Holmes, en donde el Dr. Watson relata tanto sus propias acciones como las de su inteligente compañero.
El género literario de la narración está comprendido por diferentes subgéneros, como la novela, el relato y el cuento. Los diferentes tipos en los que se clasifica este último están divididos en las mismas partes, en donde cada una relata una etapa concreta de la historia. Este conjunto de partes se conoce como la estructura de un cuento.
¿Qué es un cuento?
El cuento es una obra narrativa caracterizada por ser relativamente corta. El diccionario lo describe como una narración en prosa más corta que una novela que generalmente involucra pocos personajes y se enfoca en causar un efecto impactante a nivel emocional en el lector más que en relatar una trama compleja y profunda.
Características propias de un cuento
Es relativamente breve, por lo general más corto que una novela.
Involucra pocos personajes en su historia.
Se escribe generalmente en prosa.
Hace énfasis en incorporar elementos de ficción, aunque puede inspirarse en hechos reales o involucrar este tipo de hechos en la historia.
Posee un sólo conflicto y trama principal a diferencia de la novela, que posee subtramas y conflictos secundarios en su desarrollo.
¿Cómo se encuentra estructurado un cuento?
Tal y como sucede con toda obra literaria del género narrativo, como la novela, la historia o trama que relata un cuento se compone de tres segmentos principales y fundamentales, independientemente del tipo de cuento que se plantea:
Introducción
Es la primera parte del cuento, donde se presentan todos los personajes principales que participan en la historia y sus situaciones básicas. Contiene el nivel primario de caracterización, donde se exploran los antecedentes y personalidades de los personajes. En este segmento también se presenta el problema ante el lector u oyente, que es lo que impulsa la historia.
Nudo
Como su nombre lo indica, el nudo es el momento donde el o los personajes tienen algún conflicto o situación que deben resolver. Es decir, el nudo comienza cuando se produce un quiebre o cambio en la historia.
Desenlace
Es la tercera y última parte del cuento, también conocida como resolución. Es cuando el problema planteado en la trama es resuelto. En este punto todos los elementos de la historia se unen y conducen inevitablemente al final de la narración.
Otros expertos concuerdan el cuento en cinco partes, según los elementos que estructuran las obras dramáticas, como lo son las películas:
Exposición
Segmento donde se presentan e introducen el escenario, los personajes principales y la situación que los involucrará en la historia.
Complicación
Momento en el que se presenta el conflicto alrededor del cual girará la historia y que eventualmente será resuelto por los personajes.
Acción creciente
Segmento que sigue al planteamiento del conflicto y en el que la tensión y el suspenso crecen progresivamente.
Clímax
Es el momento en el que la acción creciente llega a su pico más alto y el punto de mayor interés en términos de conflicto. Es, además, el momento decisivo para el protagonista y su compromiso con el curso de la acción.
Resolución
Es el segmento en el que finaliza el clímax y, con él, la historia. Se enfoca en cómo el conflicto planteado previamente es resuelto por completo.
Tipos de cuento
Acción y aventura
Tipo de cuento en donde la historia conduce al protagonista a involucrarse en eventos arriesgados, y donde se verá obligado a envolverse en combates y batallas para lograr su objetivo junto a otros sucesos atípicos de la vida cotidiana.
Absurdo o surrealismo
Tipo de cuento en donde la dinámica de la historia desafía el razonamiento lógico y común, e incluso el propósito y sentido más básico de la vida. En ocasiones se encuentra relacionado a la comedia.
Comedia
Tipo de cuento que relata una serie de eventos divertidos o cómicos con el objetivo de hacer reír al receptor. A menudo se relaciona y mezcla con muchos otros tipos de cuento.
Fantasía
Tipo de cuento que relata historias que involucran fuerzas fantásticas, sobrenaturales o mágicas, diferentes a los elementos comunes presentes en la vida real.
Ciencia ficción
Tipo de cuento similar al fantástico, que utiliza la comprensión científica para explicar el universo en el que se desarrolla. Generalmente incluye o se centra en capacidades fantásticas que las computadoras y máquinas son capaces de realizar dentro de la realidad que plantea la historia.
Drama
Tipo de cuento que se enfoca en la seriedad de los eventos de su historia, junto con el desarrollo en profundidad de personajes realistas que deben lidiar con luchas internas y emocionales.
Existe otro tipo de clasificación:
Cuento popular
Este tipo de cuento tradicional se solía compartir de forma oral, por ello se caracteriza por presentar múltiples interpretaciones, aunque persiste la estructura básica. Generalmente el autor del cuento es de identidad desconocida.
Cuento literario
Tipo de cuento cuyo contenido se encuentra plasmado de forma escrita, ya sea en libros u otros medios. Al encontrarse registrado su contenido, no puede ser alterado. El autor también suele figurar en dicho registro, por lo que su identidad suele ser conocida.
¿Sabías qué...?
Los precursores del cuento fueron las leyendas, historias míticas, fábulas y anécdotas que estuvieron presentes en varias comunidades antiguas de todo el mundo. Estas piezas cortas existieron principalmente en forma oral y se transmitieron de esta manera de una generación a otra.
Los hermanos Grimm
Estos escritores alemanes de los siglos XVIII y XIX fueron los principales difusores de un gran número de los cuentos clásicos más famosos de la era actual, como “Caperucita Roja” y “Blancanieves”. El sencillo pero firme planteamiento de sus cuentos ejemplifica a la perfección la introducción, el nudo y el desenlace de una historia.
En nuestro sistema de lenguaje cotidiano, un verbo es una palabra que representa una acción y que al conjugarse, cambia morfológicamente para especificar número, género, modo, persona y tiempo; sin embargo, existen formas que adoptan estos verbos que actúan como la excepción a esta regla. Estas formas son conocidas como verboides.
¿Qué son los verboides?
Los verboides son los verbos no finitos, es decir, verbos no definidos en cuya morfología no está plasmada la persona, el género, el modo, el número o el tiempo verbal, salvo excepciones. Por este motivo, generalmente, no muestran relación gramática con el sujeto de la oración; es decir, que no pueden funcionar como el verbo del predicado de dicha oración.
Además, al ser configurados de esta manera, adquieren una función distinta a la de verbo dentro de la oración, y según sea el caso, pueden ser tratados como sustantivos, adjetivos o adverbios.
Características de los verboides
No pueden cumplir la función del verbo del predicado en una oración principal, salvo pocas excepciones.
Pueden cumplir la función de sustantivos, adjetivos o adverbios dentro de la oración, según sea el caso.
Salvo excepciones, no indican ni expresan tiempo, persona, género, modo o número, a diferencia de los verbos y sus conjugaciones.
Son invariables, es decir, no cambian su morfología independientemente de la función que cumplan en la oración.
Según el tipo de verboide poseen diferentes sufijos específicos que los identifican como tales.
Principales tipos de verboides
– Infinitivos:
Es la forma más básica de un verbo, y no indica en su morfología la persona, número, género, modo o tiempo de la acción que realiza el sujeto. Pueden ser fácilmente identificados por poseer las terminaciones o sufijos -ar, -er o -ir. Ejemplos: caminar, comer, dormir, etc.
El infinitivo suele tomar la función de sustantivo de la oración, es decir, el nombre que identifica al sujeto o al objeto de la oración, que es quien realiza la acción o en quien recae la acción respectivamente.
El infinitivo cumple su rol de sustantivo de diferentes formas:
Infinitivo como sujeto:
Aquel que realiza la acción, representada por otro verbo.
Ejemplos:
Olvidar los mejores momentos de tu vida es casi imposible.
Pensar en hamburguesas abre mi apetito.
Curar una herida requiere de mucha destreza.
Infinitivo como objeto/complemento directo:
En quien recae la acción del verbo.
Ejemplos:
Mi hermana quiereaprender las tablas de multiplicar.
No deseosalir tan tarde.
Debocomenzar la dieta.
Infinitivocomo modificador de un nombre:
Sustantivo en infinitivo que complementa a otro sustantivo en la oración.
Ejemplos:
No comprendo el hecho de proceder de este modo.
Me da la impresión de tener un agujero en el estómago.
La importancia de preparar profesionalmente a las personas suele ser subestimada.
Infinitivocomo modificador de un adjetivo:
Sustantivo en infinitivo que complementa a un adjetivo en la oración.
Ejemplos:
Esta información es fácil de procesar.
Es imposibleadivinar en el primer intento.
Es prudentepensar antes de hablar.
Infinitivocomo modificador de un adverbio:
Sustantivo en infinitivo que complementa a un adverbio en la oración.
Ejemplos:
Antes de entrar, primero debes tocar el timbre.
Lejos de resolver el problema, lo empeoró.
Quizáshaber abierto esta caja de chocolates no fue una buena idea.
Dos aspectos a tener en cuenta son que, en varios casos, estos verboides deben ir acompañados de una preposición para darle sentido gramatical a la oración (de, sin, etc) y, en otras ocasiones, el infinitivo del verbo haber puede unirse a un verboide participio para formar un infinitivo compuesto e indicar así pasado o anterioridad (haber vivido, haber gastado, etc). En ambos casos el infinitivo continúa su rol como sustantivo.
– Gerundios: forma derivada del verbo que funciona gramaticalmente como un adverbio, pues se conjuga junto a otros verbos en la oración para expresar alguna circunstancia en concreto. Estos verbos serán quienes aporten la persona, el número y el tiempo al sentido de la oración, pues el gerundio en sí carece de estas características. Pueden ser identificados por poseer las terminaciones o sufijos -ando o -endo. Ejemplos: caminando, comiendo, durmiendo, etc.
El gerundio, en su rol de adverbio, puede cumplir con dos funciones diferentes en la oración:
Simultaneidad:
El gerundio se utiliza junto a cualquier forma conjugada del verbo estar para indicar que ambos derivados verbales ocurren de forma simultánea.
Ejemplos:
Los niños estánjugando en el parque
Mis grupos de música favoritos estabantocando en la plaza la semana pasada.
Estálloviendo a cántaros.
Modo:
El gerundio se utiliza junto a la forma conjugada de un verbo de acción para indicar modo, es decir, cómo o de qué forma se está llevando a cabo dicha acción.
Ejemplos:
Mi hermano limpia moviendo la escoba de un lado para el otro.
Ella conversa alzando la voz.
Dibujabasonriendo mientras recordaba el paisaje.
En ambos casos el gerundio transmite un efecto de continuidad, que indica que la acción que se lleva a cabo no posee un final concreto.
– Participios: forma derivada del verbo que funciona gramaticalmente como un adjetivo, ya que puede ser utilizado para describir el estado o característica. Son identificados por poseer las terminaciones y sufijos -ado e -ido en el caso de los participios regulares, y las terminaciones -cho, -to y -so para los participios irregulares.
El participio posee dos formas básicas de cumplir su rol de adjetivo:
Participio como modificador del sustantivo:
Participio que actúa como un adjetivo que complementa y describe al sustantivo de la oración.
Ejemplos:
Un señormareado me dijo que no volvería a subir a un barco.
El árboltalado se convertirá en papel y madera.
La computadoraencendida muestra varios documentos abiertos.
Participio como predicativo subjetivo:
Estado del participio en el que, como adjetivo, complementa tanto al sujeto como al verbo del predicado.
Ejemplos:
La monedacayóparada.
El tesoroescustodiado.
Esa personaparececonfundida.
¿Sabías qué...?
La palabra verboide no existe oficialmente, y por lo tanto no posee un lugar ni una definición en el diccionario de la Real Academia Española. El término se acuñó de manera informal en base a su practicidad y a sus raíces etimológicas: verbum, traducido como palabra en latín, y el sufijo de origen griego -oide, que significa apariencia o imagen.
Participio, la excepción a la regla
Curiosamente y, al igual que los adjetivos comunes, el participio es el único tipo de verboide que puede indicar género y número en su morfología, por lo que se convierte automáticamente en una excepción a la regla de los verboides. Por ejemplo: construido/construida, construidos/construidas.
A lo largo de los años, la sociedad se ha visto en la necesidad de establecer criterios de clasificación que le den orden y sentido a aquello que comunicamos; por ejemplo, clasificar una palabra según su significado o su forma y estructura. Es aquí donde entran, respectivamente, los análisis semántico y morfológico de la lengua.
Semántica y análisis semántico
Antes de poder definir el análisis semántico, primero debemos saber qué es la semántica. La semántica es todo aquello referente al estudio y posterior comprensión del significado de las palabras, frases, oraciones, párrafos e incluso símbolos, aplicados en un lenguaje natural o artificial.
Así pues, el análisis semántico es el proceso de agrupar estructuras sintácticas como oraciones, frases o párrafos como un todo, para luego relacionar cada palabra del conjunto con su significado lingüístico y así darle un sentido global; dicho de otro modo, es el acto de procesar el significado de cada palabra de un texto para la comprensión del significado práctico del contexto de dicho texto.
Morfología y análisis morfológico
Tal y como en el caso anterior, es necesario identificar antes el significado de la morfología de las palabras. En lingüística, la morfología de las palabras consiste en su forma y estructura; se refiere a las distintas variantes que puede presentar cada palabra y dependerá de las unidades gramaticales por las que esta esté formada.
Por lo tanto, el análisis morfológico es el estudio a nivel estructural de las palabras que se encuentran dentro de una oración o un texto; cómo están formadas, cómo se construyen, a qué tipo o categoría pertenece, la relación que comparten entre sí dentro de un mismo idioma o lenguaje, y la función gramatical que cumplen en el texto según dicha estructura.
¿Qué hay tener en cuenta para realizar un análisis semántico?
Ya que el objetivo del análisis semántico es comprender el significado de una frase o párrafo dentro de un idioma determinado, el primer y fundamental paso para poder realizar esto consiste en identificar el significado de cada palabra de forma individual para luego relacionar y comparar estos significados con otros de forma que el contexto en el que se sitúan pueda cobrar sentido. Estas relaciones entre palabras se dividen en los siguientes criterios de clasificación semántica:
Hiperonimia e hiponimia:
Consisten en dos criterios de clasificación que establecen entre sí una cierta jerarquización semántica, pues el significado de una palabra, conocida como hiperónimo, abarca o incluye el significado de otras palabras, conocidas como hipónimos. Ambos criterios de clasificación establecen una relación en donde un conjunto de palabras son versiones más específicas (hipónimos) de otro término cuyo significado es más general y ambiguo (hiperónimo).
Ejemplos: Hiperónimo: animal.
Hipónimos: perro, gato, elefante, caballo, león, etc.
Hiperónimo: color.
Hipónimos: azul, rojo, verde, violeta, amarillo, etc.
Hiperónimo: fruta.
Hipónimos: naranja, pera, manzana, uva, plátano, etc.
Monosemia:
Consiste en el criterio de clasificación que abarca el grupo de palabras que poseen un único significado, por lo que siempre hacen referencia al mismo ser, objeto o hecho único y específico dentro de cualquier contexto en el que se encuentren.
Ejemplos: abogado, teléfono, paraguas, sandía, átomo, mesa, etc.
Homonimia y polisemia:
Consisten en dos criterios de clasificación en donde una misma palabra puede tomar significados diferentes según el contexto en el que esté situada. Se diferencian entre sí en que en palabras homónimas, dos significados de orígenes etimológicos distintos coincidan en manifestarse como una misma palabra de idéntica pronunciación y en muchos casos de idéntica estructura, mientras que en la polisemia, a pesar de tener distintos significados, la palabra posee un único origen etimológico.
Ejemplos:
Homonimia: llama (animal; luz producida por combustión), vaca y baca (animal; soporte usado en vehículos), lengua (órgano; sistema de comunicación), hola y ola (saludo; onda de agua).
Polisemia: canino (animal; diente), estrella (cuerpo celeste; artista), planta (vegetal; parte inferior del pie), sierra (herramienta; elevación de terreno).
Meronimia y holonimia:
Consisten en dos criterios de clasificación, en donde el significado de una palabra (merónimo) consiste en la descripción de una de las partes que pueden conformar el significado o representación de otra palabra (holónimo). No deben confundirse con la hiperonimia y la hiponimia.
Ejemplos:
Holónimo: bicicleta.
Merónimos: rueda, pedal, sillín, manillar, etc.
Holónimo: árbol.
Merónimos: tronco, hojas, ramas, raíces, etc.
Holónimo: esqueleto.
Merónimos: peroné, omóplato, cráneo, costilla, etc.
Sinonimia:
Criterio de clasificación en donde dos o más palabras estructuralmente distintas poseen el mismo significado.
Criterio de clasificación en donde la palabra analizada en cuestión, dentro del contexto, adquiere el significado literal y objetivo que indica el diccionario.
Ejemplo: la naranja es rica en vitamina C – la palabra “naranja” se refiere, tal y como figura en el diccionario, a la fruta cítrica obtenida del árbol del naranjo.
Connotación:
Criterio de clasificación en donde la palabra analizada en cuestión, dentro del contexto, adquiere un significado subjetivo, distinto al del diccionario, que dependerá de lo que la persona que la utiliza quiera decir.
Ejemplo: mi hermano encontró a su media naranja – la palabra “naranja” adquiere un significado distinto a su significado literal, pues en este caso hace referencia a una pareja sentimental con la que se tiene mucho en común.
Una vez establecida la relación entre las palabras es necesario realizar un segundo análisis al texto para así identificar el sentido que este adquiere como un todo, determinar si el texto cobra un sentido literal o metafórico, y reconocer el idioma en el que es plasmado.
¿Qué hay tener en cuenta para realizar un análisis morfológico?
Para analizar morfológicamente un texto es necesario identificar las categorías gramaticales que lo componen, es decir, cómo se clasifica cada palabra según su estructura y, a su vez, la función que cumple dicha palabra en base a dicha estructura. Para este análisis se toman en cuenta los siguientes tipos de palabras:
Adjetivo:
Es el conjunto de palabras que se utilizan para describir al sustantivo y atribuirle una determinada característica.
Ejemplos: redondo, alto, rojo, corto, suave, rubio, inteligente, etc.
Adverbio:
Es el conjunto de palabras que modifican o califican un adjetivo, verbo, otro adverbio u oraciones para expresar tiempo, lugar, circunstancia, manera, cantidad, causa, grado, etc.
Ejemplos: ayer, bastante, rápidamente, también, nunca, debajo, etc.
Artículo:
Es el conjunto de palabras utilizadas junto a un sustantivo para determinarlo, señalarlo y especificarlo gramaticalmente. Comparten con éste su género y su número.
Ejemplos: él, la, los, las, un, una, unos, unas.
Conjunción:
Es el conjunto de palabras, invariables morfológicamente, que se utilizan para conectar palabras, ideas y oraciones dentro de un texto.
Ejemplos: sin embargo, y, más, pero, ya, que, etc.
Preposición:
Es el conjunto de palabras, invariables morfológicamente, usualmente cortas, que se utilizan para conectar distintos tipos de palabras entre sí de forma que el conjunto resultante complemente la idea del texto y genere un sentido gramatical.
Ejemplos: a, ante, para, hacia, hasta, según, sin, etc.
Pronombre:
Es el conjunto de palabras que pueden funcionar por sí mismas como un sustantivo sin que este último esté presente, y que se refieren a los participantes en el texto o a alguien o algo mencionado en otra parte del texto.
Ejemplos: él, ella, nosotros, nuestro, tuyo, vosotros, este, eso, etc.
Sustantivo:
Es el conjunto de palabras diferentes a los pronombres que se utilizan para nombrar e identificar a cualquier clase de persona, animal, lugar, hecho o cosa.
Ejemplos: perro, casa, silla, ordenador, amistad, pelota, España, Juan, etc.
Verbo:
Es el conjunto de palabras utilizadas para describir una acción, ocurrencia o estado del sujeto. Los verbos son alterados morfológicamente para indicar quién realiza la acción y cuándo es realizada.
Ejemplos: vivir, trabajar, comer, correr, construir, escalar, escuchar, etc.
Ejemplo de análisis morfológico
El gato maúlla en la sala
El: artículo (definido, masculino, singular)
gato: sustantivo (común, masculino, singular)
maúlla: verbo (3° persona, singular, presente de indicativo del verbo maullar)
en: preposición
la: artículo (definido, femenino, singular)
sala: sustantivo (común, femenino, singular)
¿Sabías qué...?
Una palabra puede presentar una estructura morfológicamente correcta, pero sin tener ningún sentido semántico en el idioma castellano, caso conocido como “palabra agramatical”. Algunos ejemplos de estas palabras sin sentido son “desdormir” e “imbello”.
Los orígenes de la semántica y la morfología
La palabra “semántica” fue utilizada por primera vez entre los siglos XIX y XX por quien es considerado su padre y fundador, el filólogo francés Michel Bréal. Así mismo, la palabra “morfología” se atribuye al poeta y escritor alemán Johann Wolfgang von Goethe, quien muchos años antes la utilizó para describir el estudio de la estructura de los seres vivos.
Novela del escritor francés Julio Verne, cuyo título original es De la Terre à la Lune Trajet direct en 97 heures, que fuera publicada por primera vez en 1865, entre el 14 de setiembre y el 14 de octubre, en el “Journal des débats politiques et littéraires”, y cuya aparición en formato libro se produjo el 16 de octubre del mismo año.
Esta obra entre satírica y científica tuvo su continuación con Alrededor de la Luna, que habría aparecido en episodios en 1870, y que se presentara como libro el 16 de setiembre de 1872, en un volumen doble compartido con su antecesora.
La novela de Verne comienza como una sátira, un tono burlón sobre la cultura estadounidense de aquella época, y desde ese punto de partido avanza con precisión científica sobre los problemas que presentaría el enviar un objeto a la luna.
El ocio provocado por la ausencia de conflictos entre los miembros del Gun-Club, una entidad social formada por artilleros, los lleva a ponerse en movimiento para plasmar una idea de su presidente, Barbicane, quien imagina una aventura espacial, posibilidad sobre la que hasta entonces, nadie había indagado seriamente.
La intrépida idea es utilizar el gigantesco cañón Columbiad para lanzar un proyectil que llegue a la Luna, convertido de esta manera en una nave espacial que hará realidad el sueño de atravesar el espacio para arribar al hasta entonces muy poco conocido mundo lunar, que despierta en el hombre tanta curiosidad.
¿Sabías qué...?
De las novelas de Julio Verne, 33 han sido llevadas al cine.
Si bien es cierto que en la obra Verne se muestra influido por el contexto industrial y tecnológico de su época, utiliza para narrar un estilo que se parece más al de la comedia o vodevil, proponiendo a su vez, a través de sus personajes, una idea verosímil. Así la historia transcurre siguiendo el proceso de desarrollo de esta idea simple y original, y el trabajo de los miembros del club para solucionar las dificultades que se van presentando. Hasta que aparece Michel Ardan. Con este personaje el autor introduce una variante que seduce a los otros: realizar el viaje tripulado. Con un lenguaje ágil y por momentos hilarante, Verne cautiva a sus lectores que en su momento llegaron hasta escribir a la redacción del Journal para proponerse como miembros de la tripulación, subvencionarlo económicamente y otras formas de participación en el proyecto, demostrando de este modo la conmoción que generó en aquellos días la entrega episódica de la obra.
La historia se ubica temporalmente hacia la finalización de la Guerra de Secesión de los Estados Unidos, donde el grupo de aventureros que enarbolan el proyecto reciben el apoyo del secretario J. T. Maston, y detallados informas proporcionados por el observatorio de Cambridge, que les son útiles para resolver la construcción del gigantesco cañón, la forma y tamaño del proyectil, clase y cantidad de pólvora, ubicación del sitio de lanzamiento, financiación de la empresa, etc.
Pero el proyecto tiene un enemigo, el capitán Nicholl, fabricante de corazas enfrentado a Barbicane, fabricante a su vez de proyectiles, a quien desafía concretando ambos varias apuestas acerca de la suerte del proyectil.
Recolectando dinero con una suscripción internacional, se forja el gran cañón en Florida. Es entonces cuando aparece el francés Ardan con su deseo de tripular el proyectil. Esto genera una situación de tensión entre Barbicane y Nicolle, que aumenta el dramatismo en su relación, hasta que Ardan desafía a ambos a acompañarlo en su vuelo. Para que sea posible deben modificar el proyectil que de otra manera no resistiría el peso.
Con el atractivo de los personajes en movimiento para concretar el sueño del viaje espacial, con la búsqueda de los elementos necesarios para tan ambicioso proyecto, la primera parte concluye con los espectadores disfrutando de los ricos detalles que Verne proporciona y que llevan al lanzamiento de la cápsula tripulada y con la incógnita de saber qué ocurrirá después de la estrepitosa detonación que tiene lugar en el gigantesco cañón, el Columbiad que da impulso a los atrevidos astronautas para vencer la fuerza de gravedad.
Pero antes del lanzamiento el secretario Maston inspecciona el proyectil durante unos días, al cabo de los cuales y concluida su tarea, se retira al observatorio construido en las Montañas Rocosas para observar por el telescopio la trayectoria del proyectil. Para su desilusión, no llega a su destino sino que queda convertido en satélite de la Luna.
Personajes principales
• Impey Barbicane: presidente del Baltimore Gun-Club.
• J. T. Maston: secretario del Baltimore Gun-Club.
• Capitán Nicholl: constructor de corazas.
• Miguel Ardan: aventurero que pide viajar en el proyectil.
Capítulos
La historia se estructura en 28 capítulos titulados:
• I El Gun-Club
• II Comunicación del presidente Barbicane
• III Efectos de la comunicación de Barbicane
• IV Respuesta del observatorio de Cambridge
• V La novela de la Luna
• VI Lo que no es posible dudar y lo que no está permitido creer en los Estados Unidos
• VII El himno del proyectil
• VIII Historia del cañón
• IX La cuestión de las pólvoras
• X Un enemigo para veinticinco millones de amigos
• XI Florida y Texas
• XII Urbi et Orbi
• XIII Stone’s Hill
• XIV Pala y zapapico
• XV La fiesta de la fundición
• XVI El Columbiad
• XVII Un parte telegráfico
• XVIII El pasajero del Atlanta
• XIX Un mitin
• XX Ataque y respuesta
• XXI Cómo arregla un francés un desafío
• XXII El nuevo ciudadano de los Estados Unidos
• XXIII El vagón proyectil
• XXIV El telescopio de las Montañas Rocosas
• XXV Últimos pormenores
• XXVI ¡Fuego!
• XXVII Tiempo nublado
• XXVIII Un astro nuevo
Temática
La novela aborda una serie de temas que conforman el imaginario Verne:
Viajes espaciales. Aquellos proyectos imaginarios con los que Verne sorprendió a sus contemporáneos, con los años terminaron sorprendiendo por el grado de aproximación que han tenido con la realidad. Incluso el lugar elegido por el escritor para describir el lanzamiento del proyectil, está muy próximo a Cabo Cañaveral, donde hoy en día la NASA hace sus lanzamientos.
Armonía internacional. Verne mantenía la esperanza de un mundo en armonía, lo que queda de manifiesto cuando en su relato hace mención a una larga lista de países que colaboran con el proyecto sin importar que quienes lo llevan adelante son los estadounidenses. Para el escritor la rivalidad internacional no debe existir.
Francia. Es a partir de esta novela que coloca en sus narraciones un personaje francés. Así ocurre en La vuelta al mundo en 80 días; Héctor Servadac; La invasión del mar; Claudio Bombarnac; César Cascabel; Miguel Strogoff; El pueblo aéreo, y otras.
Secuelas
Con esta novela se inicia una trilogía que continúa con Alrededor de la luna y culmina con El secreto de Maston, escrita unos años después pero retomando sus personajes para colocarlos en una aventura completamente diferente como es la de cambiar la inclinación del eje de la tierra con un cañonazo, para luego cultivar el Polo Norte.
¿Sabías qué...?
Julio Verne se recibió de abogado en 1849.
El autor
Julio Verne nació en Nantes, Francia, en julio de 1828. Ha sido considerado el fundador de la moderna literatura de ciencia ficción. En sus relatos se anticipa a los tiempos describiendo con precisión el avance tecnológico que se produciría muchos años después, como la televisión, los helicópteros, los submarinos o las naves espaciales.
Después de pasar durante su infancia por el seminario Saint-Donatien, estudió filosofía y retórica en Nantes, y luego viajó a París para cursar la carrera de leyes. Luego de aprobar su tesis doctoral, decidió dedicarse a la literatura e ingresó a la carrera de letras.
Sus comienzos como escritor fueron en la dramaturgia, pero sus obras no tuvieron éxito por lo que se dedicó a la enseñanza para sobrevivir. Entre 1852 y 1854 trabajó como secretario de E. Seveste, en el Théâtre Lyrique, tiempo durante el que publicó algunos relatos. En 1857, convertido en agente de bolsa, comenzó a viajar por Inglaterra, Escocia, Noruega y Escandinavia.
El editor Hetzel se interesó por su obra y en 1862 le publicó Cinco semanas en globo, con la que se hizo conocido y lo alentó a seguir en la temática de la aventura y la fantasía. Para ello le fueron de utilidad sus conocimientos geográficos y su afición por la ciencia y la tecnología. A eso sumó su dominio de la tensión dramática, lo que le permitió combinar la extravagancia de ciertas situaciones con la poesía de otras, valiéndose de una prosa ligera y amena.
Para la construcción de Viaje al centro de la Tierra, se valió de la geología, la mineralogía y la paleontología, y lo hizo tan bien que maravilló a los expertos con sus descripciones de animales antediluvianos. Posteriormente apareció de la Tierra a la Luna, otro de sus grandes libros, que impactó notablemente a sus lectores. Luego llegó otro éxito, La vuelta al mundo en 80 días, y más tarde Veinte mil leguas de viaje submarino, donde brilla un Verne pleno de fantasía, pero cuestionador.
Entre otras de sus obras se cuentan también Las aventuras del capitán Hatteras (1866), Los hijos del capitán Grant (trilogía, 1868-1870), En torno a la luna (1870), La isla misteriosa (1874), Miguel Strogoff (1876), Un capitán de quince años (1878), Las tribulaciones de un chino en China (1879), El faro del fin del mundo (1881) y Los viajes del capitán Cook (1896).
Radicado en Amiens desde 1872, en 1886 comenzó a dedicarse a las actividades municipales siendo nombrado, tres años más tarde, miembro del consejo municipal. Pero nunca dejó de escribir, dejando al morir, en 1905, una prolífera obra que ha sido considerada entre los grandes clásicos de la literatura infanto-juvenil del siglo XX.
EXTRAÑO INCIDENTE
En 1886 caminaba un día de marzo con su sobrino Gastón con quien mantenía una buena relación, cuando el joven sin motivo aparente sacó un revólver y le disparó dos veces. La primera no dio en el blanco, pero la segunda le hirió la pierna izquierda dejándole una renguera de la que no se recuperaría. El incidente fue ocultado por la prensa y Gastón pasó el resto de su vida en un manicomio.
Sherlock Holmes se enfrenta junto a su inseparable compañero, el Dr. Watson, a un caso que pondrá a pruebas sus capacidades deductivas. Una venganza, una desaparición y un cuantioso tesoro serán la base de este relato de Arthur Conan Doyle.
El Signo de los cuatro fue una de las obras que mayor cantidad de adaptaciones ha tenido en torno a la figura de Sherlock Holmes. Hablar de este personaje es hablar del detective que encarna uno de los iconos de la literatura policial, al punto que su nombre por momentos opaca al del mismo creador que le dio vida, Arthur Conan Doyle. En una época signada por el auge del evolucionismo planteado por Charles Darwin y el imperio del conocimiento científico de finales del siglo XIX, esta obra se encuentra constituida como un relato donde nuestro héroe encarna los valores del positivismo victoriano.
Enmarcada como policial clásico o “de enigma”, aquí les dejamos una breve guía para entender la obra.
Pero, ¿Qué es el policial clásico?
Lo policial abreva en crímenes, fugas, búsquedas y persecuciones y plantea un enigma que debe ser resuelto racionalmente. El fundador de este subgénero es el norteamericano Edgar Allan Poe (1809 – 1849) con la edición de su libro de cuentos Los crímenes de la calle Morgue (1841). El hecho de ser una entrega folletinesca hizo que fuera una forma literaria no tan respetada frente al canon y por tal razón fue revisitada nuevamente a finales del siglo XIX, cuando logró consagrarse.
El relato policial es aquel que, por medio de la deducción lógica, identifica al autor de un delito y revela sus móviles; está constituido de forma tal que se puede llegar a una conclusión a partir de sucesos lógicos precisos. El lector es parte fundamental en este género ya que gracias a su complicidad la historia avanza hacia su conclusión. La lectura se sostiene en tanto el lector es atrapado por el suspenso o la curiosidad de saber qué va a pasar.
Es posible reconocer en esos textos distintos elementos característicos del relato.
1. Un misterio que parece sin solución. 2. Un investigador y un criminal; los buenos y los malos. Por lo general son personajes con caracteres bien definidos. 3. Una metodología que permite descifrar el enigma por medio de la lógica y la observación. 4. Una parte importante del relato está destinada a mostrar el proceso de razonamiento del investigador. 5. Una técnica narrativa que mantiene el secreto hasta el momento del desenlace.
El relato policial de enigma surge del Positivismo; esta forma de producción del conocimiento se basa en la experiencia y en la observación de distintos fenómenos o hechos y la consecuente creación de una hipótesis que explique lo observado. Esta hipótesis y conclusión será puesta a prueba una y otra vez.
De esta forma vemos como la figura del detective representa al científico o investigador que pone a funcionar su cerebro para conocer y controlar la realidad.
Un tesoro desde la India
El signo de los cuatro es la segunda novela de Arthur Conan Doyle con el personaje de Sherlock Holmes como protagonista y constituye un ejercicio más logrado que su trabajo anterior –Estudio en escarlata (1887)- en la construcción simétrica de la trama y el relieve de los personajes. Aquí se puede apreciar mejor la interacción entre Holmes y Watson, dando lugar al contraste entre ambos en los afilados diálogos, y Doyle expone –sobre todo en el magistral prologo de la aventura, el capítulo La ciencia de la deducción- su dominio del género policial, enmarcándolo bajo determinadas convenciones y denotando las cualidades intelectuales de Holmes para resolver los problemas desde el método científico y la deducción. Sin embargo, el autor no se queda en el retrato de una máquina que resuelve problemas, sino que introduce cierta angustia en su personaje y una marcada misantropía que se refleja en el desprecio por los sentimientos y las instituciones. Frente a un personaje que quizá pueda resultar antipático a los lectores se presenta el contraste del Dr. Watson, quien se encarga de redactar las vivencias y llega a involucrarse amorosamente a lo largo de la historia.
El capítulo dos (La exposición del caso) es el que abre la historia del caso sobre el cual va a focalizarse Holmes y que, inicialmente, se presentaba como algo sencillo pero que, como buen relato policial, se va abriendo como un ramal complejo que da lugar a una serie de hechos ocurridos en la India. El caso en cuestión son una serie de envíos enigmáticos que recibe la señorita Mary Morstan por parte de su padre, el General Morstan, quien ha desaparecido diez años atrás. En ese tiempo recibió una perla por cada año que pasó hasta que quien lo envía decide revelarse ante ella, pero sin que se encuentre involucrada la policía de alguna forma en el encuentro. Entre los papeles que facilita la señorita Morstan a Holmes se encuentran una serie de documentos entre los cuales se encontraba un papel con cuatro cruces que arriba indicaba “El signo de los cuatro” y una serie de nombres debajo. Este elemento será el disparador de la investigación de Holmes.
La acción transcurre en la Londres victoriana de finales del siglo XIX y comienzos del XX, dando lugar a la descripción de un espacio urbano en expansión que encuentra el refugio de sus crímenes en las calles brumosas y las luces amarillentas del alumbrado eléctrico. De este elemento, que nos da un exquisito contexto para la acción, se pueden deducir varias de las características que definen el lugar donde transcurren los crímenes: habitualmente se trata de lugares alejados, la periferia, que es la contraparte del iluminado mundo victoriano. Esta cuestión se puede ver en la frenética persecución del perro Toby guiando al detective y su compañero a lo largo de las calles y en el desenlace en el Támesis.
Por otro lado, en su obra Doyle manifiesta varias de las inquietudes y simpatías de su tiempo. La defensa del colonialismo aparece referida en el retrato que hace de los indios, que se definen entre la ignorancia, la corrupción y la sumisión (prestar atención al personaje de Tonga); además de que no resulta casual que el autor ubique en una sublevación el eje de la historia que luego va a dar lugar al robo del Tesoro de Agra y la subsecuente secuela de crímenes. Otro elemento que ronda su obra es el uso de una pseudociencia que partía de las motivaciones cientificistas de su tiempo: la fisiognomía. Sostenida desde la antigüedad, esta disciplina indicaba que por la apariencia externa del rostro era posible reconocer el carácter y la personalidad del individuo. La aplicación al estudio de la criminalidad por parte del médico italiano Cesare Lombroso (1835 – 1909) definió que determinados rasgos como la forma mandibular, las orejas o la amplitud de la frente podían detectar y hasta “prever” el accionar criminal en determinadas personas.
El autor
Sir Arthur Ignatius Conan Doyle nació el 22 de mayo de 1859 en la ciudad de Edimburgo, Escocia, en un hogar problemático y con la ausencia de su padre, que falleció debido al alcoholismo. En la Universidad de Edimburgo concluyó la carrera de medicina y se destacó en numerosos deportes que luego serían los predilectos de su personaje Sherlock Holmes, como el boxeo. Durante sus estudios universitarios se embarco hacia África Occidental para ejercer como médico y en 1885 conoce a su primera esposa, Louise Hawkins, con quien tendrá dos hijos.
Para ejercer profesionalmente la oftalmología se muda a Londres en 1891, pero la poca actividad le va a permitir tener más tiempo para dedicarse a escribir. Atosigado y contrariado por la fama de su personaje principal, decide matarlo en una historia para dedicarse de lleno a novelas históricas de tono colonial que realzan el accionar de Gran Bretaña en Sudáfrica. Según su opinión, esto es lo que lo llevara a obtener el título de Sir en 1902. Sin embargo, la presión popular y el afecto sobre el personaje pesaran de tal forma, que el autor se verá obligado a “resucitar” al personaje en historias posteriores.
En 1906 Hawkins muere de tuberculosis y un año más tarde se casa con Jean Leckie, con quien tiene tres hijos más. Con el estallido de la Primera Guerra Mundial en 1914 intenta alistarse para las tropas británicas pero es rechazado debido a su edad (55 años), permaneciendo con la actividad de propaganda y apoyo civil a las tropas. Muere el 7 de julio de 1930 con 71 años en East Sussex, Inglaterra.
La vasta extensión americana ha dado luz a una de las expresiones artísticas más sublimes a través de la literatura. Producto del feroz choque entre el Viejo y el Nuevo Mundo, esta expresión ha dado lugar a nuevas formas que identificaron a la América hispana.
Antes de internarnos en un tema tan extenso como complejo es preciso definir qué es lo que entendemos como literatura hispanoamericana, una definición que puede resultar tan abarcadora como confusa. Específicamente, con literatura hispanoamericana de lo que estamos hablando es de la obra literaria que fue concebida en aquellos pueblos de habla hispana en Norteamérica, Centro América, el Caribe y Sudamérica, teniendo en cuenta que deba estar escrita en español.
De esta forma se integra al Viejo Mundo europeo con su herencia cultural al Nuevo Mundo con su cultura originaria a través del lenguaje adoptado a lo largo de los siglos por el sangriento proceso de conquista y colonización primero, y la creación de los estado nación después. Esta herencia puede apreciarse en los rasgos que identificaron e hicieron que esto no aparezca meramente como una contribución de otros tiempos, sino como la herencia de una cosmovisión completamente distinta y única que definió la historia de cada territorio. Por lo tanto, plumas tan ilustres como la de El Inca Garcilaso de la Vega, Sor Juana Inés de la Cruz, Andrés Bello, Domingo Faustino Sarmiento, Jorge Luis Borges, Pablo Neruda o Gabriel García Márquez, entre otros, se encuentran hermanados por este complejo proceso histórico y no sólo por el idioma que comparten entre sí.
Conociendo esto, ahora sí, nos internamos en la apasionante historia de la literatura hispanoamericana, desde las primeras manifestaciones en el Renacimiento hasta el primer movimiento que tuvo su origen en Latinoamérica: el Modernismo.
El Renacimiento
La primera fase de la literatura hispanoamericana se puede enmarcar dentro del Renacimiento, que se caracterizó por la preeminencia del movimiento Humanista. El Humanismo comenzó en Italia en el siglo XV y se extendió al resto de Europa en el siglo XVI. Este movimiento es netamente antropocéntrico, es decir, existe una revaloración de la cultura clásica grecolatina por lo que el hombre pasa a ser centro de las reflexiones filosóficas. Dios ya no será el centro ni la razón de todas las cosas sino que la mirada humana tendrá algo que decir al respecto. Se caracteriza por el auge de las artes y la importancia central que toma el hombre. Son siempre obras de gran riqueza en las que la novela se convierte en el género más cultivado, apareciendo también la lírica y el teatro. Hay que destacar la invención de la imprenta en el siglo XV, que trae con ella una democratización de la literatura acercándola por fin al pueblo.
La crónica
La obra que a menudo se entiende como fundacional de la literatura hispanoamericana dista de haber sido pensada como una obra artística. Su intención era, al contrario, cumplir con una función, una utilidad, pero a pesar de ello el diario del Viaje de Cristóbal Colón o las Crónicas de Indias han adquirido con el paso del tiempo un valor estético que influyo a numerosos escritores a la posteridad. Como se entiende a partir del nombre se trata de crónicas, narraciones objetivas que describían exhaustivamente el paisaje que Colón y otros navegantes encontraban a su paso. Otras figuras que se destacaron en este género fueron fray Bartolomé de las Casas, Hernán Cortés y Alvar Núñez Cabeza de Vaca, que a menudo incurrían en elementos fantásticos para explicar aquello que desconocían y minimizaban los actos de violencia hacia los pueblos aborígenes (salvo el caso excepcional de Bartolomé de las Casas, cuyos documentos sirvieron de denuncia). Aquí vemos un ejemplo de los rasgos que definen a las crónicas de Colón, creyendo haber encontrado Cipango (Japón):
La epopeya
Desde la perspectiva del colonizador la llegada a América era una gesta heroica que aparecía retratada como la conquista de una tierra indómita, lejana y salvaje. Es así que surgieron varias obras destinadas a realzar en un tono épico las campañas que se realizaban en el continente americano. Una de las obras más emblemáticas es La araucana, de don Alonso Ercilla y Zúñiga (1533 – 1594), donde narra el enfrentamiento entre españoles y mapuches en la Guerra de Arauco, abrevando en la mitología clásica para describir el conflicto (se encuentran referencias a La Eneida o La Odisea, por ejemplo).
El Barroco
Esta corriente literaria se dio a fines del siglo XVII y comienzos del XVIII; es una extensión del Renacimiento pero con una perspectiva negativa que devino de la crisis mundial, tanto económica como social. En este período Europa, especialmente España, parece querer ocultar la crisis social: los intelectuales y el pueblo mismo utilizan un lenguaje rebuscado, oscuro y difícil de comprender. Se habla del barroco como la expresión de lo inútil pues se pierde el sentido del texto y se vuelve un juego de inteligencia donde es importante la belleza de la palabra y la conjugación de palabras extrañas: sobresale la búsqueda de la novedad y de lo extraño. La palabra barroco tuvo inicialmente la concepción de ser algo exagerado y extravagante. Por otro lado, a diferencia del humanismo hay una descentralización del hombre, cultivando el escepticismo social y la búsqueda de respuestas en la religión.
Poesía
Durante esta etapa se destacó de forma excepcional la escritura de sor Juana Inés de la Cruz (1651 – 1695), que con su poesía lírica logro elaboradas estructuras influenciadas por el culteranismo de Góngora (utilizando recursos como el hipérbaton, la perífrasis, la intertextualidad, etc.). Otros poetas que fueron asimilados dentro del barroco fueron el español Bernardo de Balbuena (1562 – 1627) y el argentino Luis de Tejeda y Guzmán (1604 – 1680).
Teatro
Durante la etapa barroca el teatro comenzó a destacarse en tierra americana a través de la pluma de, nuevamente, sor Juana Inés de la Cruz, con obras como Amor es más laberinto. Sin embargo, la figura excluyente fue Juan Ruiz de Alarcón y Mendoza (1580 – 1639), que con sus obras se vuelca a una finalidad moralizadora y edificante, como en el caso de La verdad sospechosa.
Neoclasicismo
El Neoclasicismo del siglo XVIII es una corriente literaria y artística europea que representa un retorno a los valores clásicos greco-romanos, buscando ese equilibrio y serenidad que los caracterizaban. Existe también un interés por reformar al ciudadano, educarlo para el Estado (Didactismo), distribuyéndose rápidamente desde Francia a España y luego al continente americano. La literatura neoclásica refleja los conflictos políticos, económicos y religiosos, la búsqueda de la independencia y la autenticidad del pueblo. Aspiraba, a diferencia del Barroco, el predominio de la razón. Los escritores eran partidarios de los movimientos independentistas y de las ideas de la Ilustración, caracterizándose por exaltar los ideales del pueblo de libertad e igualdad.
Poesía
Durante esta etapa se destacan tres nombres que fueron los que lograron mayor relevancia. Estamos hablando del ecuatoriano José Joaquín Olmedo (1780 – 1847), que expone su retorno a las formas clásicas en obras como el poema épico Canto a Bolívar, publicado en 1825; el venezolano Andrés Bello (1781 – 1865), que cuenta con una extensa obra y dos poemas que demuestran la cuidada estructura de su poesía con la Alocución a la poesía (1823) y la Agricultura en la zona tórrida (1826); y el cubano José María Heredia (1803 – 1839), que preanuncia el romanticismo en la descripción de la naturaleza impetuosa y el fervor de su melancolía en la Oda al Niágara (1824).
Prosa
Dentro de esta forma de narrativa se destaca de forma casi exclusiva al mexicano José Joaquín Fernández de Lizardi (1776 – 1827), que manifiesta en su obra un claro fin didáctico y expone la problemática política, ética y social de su tiempo. Tal es el caso de obras como La Quijotita y su prima (1818) o Noches tristes y día alegre (1818).
Teatro
En esta manifestación fue fundamental la influencia de figuras como los franceses Nicolás Boileau (1636 – 1711) y Moliere (1622 – 1673). Debido a que solamente en México y Lima se representaban comedias, resulta lógico que el epicentro de esta actividad se encuentre en esos países. Se destaca el dramaturgo mexicano Manuel Eduardo de Gorostiza (1789 – 1851), que desarrolló un estilo influenciado por el dramaturgo español Leandro Fernández de Moratín (1760 – 1828), abocado tanto al disfrute como a la instrucción moral. Entre sus obras más relevantes se encuentran Las costumbres de antaño (1819) o Tal para cual o las mujeres y los hombres (1819). Por otro lado, en Lima se destacaba la figura del peruano Pedro Peralta y Barnuevo (1663 – 1743), que denota los principales rasgos del neoclasicismo en obras como Afectos vencen finezas (1720). También en esta época se representa la obra Ollantay, de la cual se desconoce el origen, pero contiene una temática neoclásica donde se conjuga el lenguaje hispánico con el mundo incaico.
Romanticismo
El Romanticismo es el movimiento literario que se originó a fines del siglo XVIII hasta mediados del XIX. Constituye una vuelta a la imaginación, abandonándose la frialdad del Neoclasicismo. Los sentimientos, la imaginación y la percepción individual son el núcleo de la nueva literatura de esta época. Tal como ocurriera con el nacimiento del Neoclasicismo que surgió reaccionando al exceso del Barroco; podemos decir que esta corriente se originó por el exceso de apego a las normas que caracterizó al Neoclasicismo: el mundo pasó del Absolutismo y Neoclasicismo a la democracia y el Romanticismo; de la estética a la emoción.
Este movimiento fue una revolución artística que aún perdura en nuestros días y, para ello, fueron necesarias tres revoluciones: la revolución industrial en Inglaterra que dio paso a la burguesía, la revolución francesa bajo la consigna de igualdad, libertad y fraternidad y la revolución americana que inspiraría el nacionalismo de todo un continente.
Poesía
El romanticismo encontraría en torno a la zona del Río de la Plata algunas de las voces más elocuentes de este movimiento. Sin lugar a dudas, una de las figuras excluyentes es el argentino Esteban Echeverría (1805 – 1851), escritor perteneciente a la Generación del 37 que además de destacarse en la prosa logró el reconocimiento con su poema épico La cautiva (1837), donde se advierte una marcada dicotomía entre la civilización y la barbarie y un prototipo de héroe romántico característico de este movimiento (María). También de la región rioplatense van a surgir las figuras de los poetas argentinos José María Gutiérrez (1809 – 1878) y José Marmol (1817 – 1871). En Uruguay se destaca la figura de Adolfo Berro (1819 – 1841), notable poeta que murió prematuramente, a los 22 años.
Fuera de la región rioplatense encontramos a la gran poetisa cubana Gertrudis Gómez de Avellaneda (1814 – 1873), al chileno Guillermo Blest Gana (1829 – 1904) y al colombiano Rafael Pombo (1833 – 1912). Por otro lado, el retorno a la búsqueda de una identidad y el interés por el folklore se verá en la poesía gauchesca del siglo XIX, que encuentra uno de sus representantes más ilustres con el argentino José Hernández (1834 – 1886) y su Martín Fierro.
Prosa
Esencialmente, en los escritores románticos de prosa se destaca la búsqueda de plasmar la independencia intelectual respecto a Europa, dando lugar a una auténtica literatura nacional.
Además del mencionado Echeverría (que en prosa se va a destacar por El matadero), otra figura fundamental del romanticismo va a ser el argentino Domingo Faustino Sarmiento (1811 – 1888), que con su obra Facundo o Civilización y Barbarie (1845) mantiene la dicotomía discursiva del romanticismo, incluyendo un profundo estudio sociológico e histórico donde aparece el enfrentamiento de federales y unitarios. El argentino José Marmol, con su obra Amalia, también se destacaría por la firme oposición al gobierno de Juan Manuel de Rosas. En Chile surge el nombre de José Victorino Lastarria (1817 – 1888), que adquiere gran relevancia gracias a su novela Don Guillermo.
Otros nombres que ilustrarían el romanticismo hispanoamericano son en Colombia Eugenio Díaz (Manuela) y Jorge Isaacs (María); el mexicano Ignacio Manuel Altamirano (Clemencia, El Zarco); en Bolivia Nataniel Aguirre (Juan de la Rosa); en República Dominicana Manuel de Jesús Galván (Enriquillo); en Ecuador Juan León Mera (Cumandá o un drama entre salvajes), quien fue influido fuertemente por Chateaubriand (1768 – 1848); y el argentino Eduardo Gutiérrez (Juan Moreira).
Teatro
En el teatro romántico cobra mayor relevancia el costumbrismo y se pierde el decoro neoclásico para adquirir mayor naturalidad. Entre los nombres que se destacan se encuentran los chilenos Daniel Barros Grez (1834 – 1904) y Salvador Sanfuentes (1817 – 1860), el colombiano Luis Vargas Tejada (1802 – 1829) y el argentino Martiniano Leguizamón (1858 – 1935). Es célebre y revolucionaria la adaptación de la obra Juan Moreira de Eduardo Gutiérrez (1851 – 1889) por parte del uruguayo José “Pepe” Podestá (1858 – 1937), dando inicio a la representación de elementos criollos en la escena teatral.
Un punto de quiebre: el Modernismo
El Modernismo es el primer movimiento literario con origen en América Latina y es principalmente poético. Nace a finales del siglo XIX hasta la mitad del siglo XX, influido por el Parnasianismo y el Simbolismo francés (la búsqueda de la perfección y la expresión simbólica respectivamente) además de la línea anglosajona norteamericana de la mano de Edgar Allan Poe y Walt Whitman.
El imaginario de la obra modernista se va a caracterizar por una libertad formal que se ve en la métrica que compone sus poemas y el color de sus frases. De esta forma se trata de un movimiento que cuestiona y finaliza con la rigidez poética, renovando el vocabulario en el proceso y llevando la expresión metafórica a su máxima expresión, empleando la musicalidad a partir de la melodía de sus versos.
Entre las figuras fundamentales de este movimiento se encuentra el cubano José Martí (1853 – 1895), que con su obra influenciada por el simbolismo logró textos como Ismaelillo o sus Versos libres, prefigurando las bases del modernismo. Sin embargo, es imposible pensar este movimiento sin mencionar la figura del poeta nicaragüense Rubén Darío (1867 – 1916) y, más específicamente, su obra Azul…, donde aparecen motivos mitológicos y se exaltan los sentidos, la música y la búsqueda de una identidad plenamente americana. Es Darío quien logra consolidar las bases del modernismo a partir de su obra, apelando a una marcada subjetividad, la búsqueda de originalidad, el universalismo, la sensualidad y la evasión del mundo material.
En Argentina se destacó la figura de Leopoldo Lugones (1874 – 1938) y Enrique Larreta (1875 – 1961); en Uruguay Julio Herrera y Reissig (1875 – 1910); en Colombia José Asunción Silva (1865 – 1896); en México Manuel Gutiérrez Nájera (1859 – 1895) y Amado Nervo (1870 – 1919); en Perú José Santos Chocano (1875 – 1934) y Clemente Palma (1872 – 1946); en Venezuela Manuel Díaz Rodríguez (1871 – 1927) y en Chile Augusto d´Halmar (1882 – 1950).
Vamos a leer atentamente la siguiente nota, de este modo aprenderemos mucho sobre los adverbios. A menudo los utilizamos, ahora te vamos a enseñar a identificarlos. Además, ya aprendiste leyendo estas líneas porque te marcamos los adverbios con color negro.
Los adverbios son palabras que pueden modificar a un verbo, a un adjetivo o a otro adverbio. Se trata de palabras invariables que no poseen ni género ni número, aunque pueden admitir modificaciones: formar diminutivos o aumentativos (tempranito) y, en algunos casos, pueden poseer grados como los adjetivos (tempranísimo). También se pueden formar adverbios agregando la terminación –mente a los adjetivos (tempranamente).
Veamos la diferencia entre adjetivos, pronombres y adverbios
Palabras tales como todo, poco, mucho, bastante, nada, algo pueden funcionar como adjetivos, pronombres o adverbios.
Son adjetivos cuando acompañan a sustantivos y los modifican: María tiene muchos libros.
Son pronombres cuando hacen referencia o reemplazan a un nombre (en el ejemplo reemplazaría a “cosas”). Ellos se conforman con poco.
Son adverbios cuando modifican verbos, adjetivos o adverbios. Lucía es bastante estudiosa.
Clasificación
Los adverbios además pueden ser de distintas categorías según lo que expresan:
Tiempo: ayer, hoy, mañana después, ahora, nunca, siempre, todavía, etc., que responden a la pregunta ¿cuándo?
Lugar: allí, allá, aquí, acá, allí, cerca, lejos, arriba, abajo, etc., que responden a la pregunta ¿dónde?
Modo: rápidamente, despacio, pausadamente, deprisa, bien, mal y la generalidad de los adverbios terminados en –mente, que responden a la pregunta ¿cómo?
Cantidad: mucho, poco, menos, más, demasiado, muy, bastante, que responden a la pregunta ¿cuánto?
Negación: nunca, no, jamás, tampoco, etc.
Afirmación: además, también, sí, seguramente, verdaderamente, etc.
Duda: tal vez, quizás, (quizá), acaso. etc.
Orden: primeramente, últimamente.
Palabras no connotativas
Hay adverbios que son pronombres, es decir, palabras no connotativas y de significación ocasional.
Estos pronombres adverbios son los demostrativos de lugar (aquí, acá, allí), de modo (así), de cantidad (tanto), de tiempo (hoy, ayer, mañana, ahora, entonces); los relativos (como, cuando, donde, cuanto) cuyo significado depende del antecedente y los interrogativos (cuándo, cómo, dónde, cuánto) que varían de acuerdo con la respuesta. Todos estos adverbios no tienen contenido, por lo tanto son no connotativos.
Error frecuente:medio o media
Salvo el apócope y el grado superlativo (lejísimos, cerquísima) el adverbio es invariable. Por eso debemos recordar que se dice:
Estaba medio cansada.
Mucha gente confunde el adverbio medio con el adjetivo (medio pomelo, media mandarina) que sí tiene variación de género y número.
Locuciones adverbiales
Los modos o locuciones adverbiales son grupos de palabras que funcionan como adverbios y forman frases hechas, como éstas:
Aprendieron poco a poco. Lo hicieron a propósito.
Van de vez en cuando. Lo hicieron de buena gana. Pierde a menudo.
Vino a pie. Vine a caballo. Lo compraremos en seguida. Llueve a cántaros, etc.
En este volumen de cuentos, Horacio Quiroga logra una de las obras más importantes de las letras latinoamericanas internándose en las salvajes inmediaciones de la selva sudamericana para contar algunas de las historias infantiles más memorables.
Pocos escritores tienen el prestigio de resultar parte de tantas generaciones como el uruguayo Horacio Quiroga, un autor que a pesar de estar signado por la tragedia y una obra esencialmente oscura nos regaló este volumen de cuentos, Cuentos de la selva, teniendo en mente su experiencia de vida en la selva y el deseo de contarle nuevos relatos a sus hijos. Estas narraciones, al que otro gran escritor de su nacionalidad, Juan Carlos Onetti, refirió como “construidos de manera impecable”, tienen un espíritu vital donde animales y humanos mantienen una misteriosa convivencia, donde la vida y la muerte se corresponden como un devenir inevitable. Quizá por eso, se trata de un escritor parcialmente enmarcado en el estilo naturalista de finales del siglo XIX.
Un sendero de ocho caminos
Más allá del indiscutible núcleo que resulta ser la selva (y en particular la selva misionera), las historias de Cuentos de la selva están interconectadas por la presencia de animales parlantes y su interacción con el entorno humano a lo largo de ocho cuentos: “La tortuga gigante”, “Las medias de los flamencos”, “El loro pelado”, “La guerra de los yacarés”, “La gama ciega”, “Historia de dos cachorros de coatí y de dos cachorros de hombre”, “El paso del Yabebirí” y “La abeja haragana”.
En el momento en que Quiroga publica Cuentos de la selva en 1918 ya era una figura reconocida en el ambiente literario, debido principalmente a la publicación de la antología Cuentos de amor de locura y de muerte en 1917. Sin embargo, el escritor uruguayo contaba ya con varios ejercicios literarios y publicaciones que habían apuntalado su estilo cercano a la literatura de Edgar A. Poe o Guy de Maupassant, ganándose la vida a través de publicaciones que realizaba en revistas como Caras y caretas. En ese entonces decidió trasladar algunas de sus vivencias en la selva a través de unos cuentos para niños que redactó en la ciudad de Buenos Aires, viviendo en un pequeño apartamento ubicado sobre la calle Agüero luego del suicidio de su esposa en 1915.
Las intenciones del escritor eran realizar un texto de lectura destinado a la escuela primaria de Uruguay, pero este intento fue infructuoso debido a que el Consejo de Enseñanza rechazó al texto por “incorrecciones sintácticas”. Sin embargo, la publicación de este libro de cuentos no pasó inadvertida. Después de todo, se trataba en Latinoamérica de uno de los primeros libros de relatos destinado a un público infantil. Pero además, su tono amable y simple lo acerca a un registro oral con el que Quiroga ya había convivido en su estancia en la selva misionera al interactuar con los pueblos originarios de la región, sin renegar de recursos literarios que había perfeccionado desde la primera publicación (en 1905) y la influencia del cine que había aprendido a amar a través de los escritos críticos que publicó en numerosos diarios (lo cual lo llevó a incorporar recursos narrativos como la elipsis o el racconto, por ejemplo, en la literatura).
La temática de sus cuentos, que a menudo se centran en la interacción entre el hombre y la naturaleza, preanuncian un inédito –hasta el momento- interés por la preservación del medio ambiente en algunos de sus relatos. Al retrato negativo del hombre que en su afán por pescar arroja bombas en un río matando todo lo que hay (como en “El paso del Yabebirí”) o lo contamina con el paso de sus navíos (leer “La guerra de los yacarés”), se suma el deseo de convivencia entre ese mundo salvaje y la civilización, expresado en cuentos como “La tortuga gigante” o “Historia de dos cachorros de coatí y de dos cachorros de hombre”, por ejemplo.
Por otro lado, el valor literario también aparece en la filosofía con que Quiroga enlaza a esa polaridad del siglo XIX que era la “Civilización o barbarie” planteada por Domingo Faustino Sarmiento. Ante esta dicotomía del romanticismo, Quiroga no negaba los avances de la civilización, pero buscaba y fomentaba la convivencia entre la barbarie y la civilización proponiendo la posibilidad de una convivencia pacífica y solidaria (como finalmente sucede en el citado “La tortuga gigante” o “La guerra de los yacarés”). Si prestamos atención a los antagonistas que se nos presentan en el relato veremos que a menudo, cuando se trata de animales, cuentan con atribuciones con las cuales se suele presentar a un antagonista humano en su caricatura: torpe, bruto, prepotente y esencialmente malvado, se trata de una figura que actúa con violencia, como en el caso del tigre en “El loro pelado”. Otro elemento inteligente en la construcción del antagonista radica en que habitualmente se trata de predadores que resultan una amenaza tanto para el hombre como para la mayoría de los animales del ecosistema selvático elegido por Quiroga, obligando a una convivencia pacífica para combatir una adversidad.
En todo caso y más allá del breve análisis, se trata de cuentos que cumplen con la facultad de entretener y captar la imaginación de los niños, sin perder actualidad gracias a la clara, simple, pero sumamente elegante, pluma de Horacio Quiroga.
El autor
Si bien referir que la vida del autor de Cuentos de la selva puede tener mucho que ver con otros trabajos como Cuentos de amor de locura y de muerte (1917) o Los desterrados (1926), lo cierto es que se puede caer en una lectura facilista, sin relieves, sobre la figura de Quiroga. Sin embargo, la tentación parece inevitable cuando se advierte, como se mencionó al iniciar esta nota, como la tragedia y la pérdida ha atravesado su vida de forma casi constante. Horacio Silvestre Quiroga Forteza nació el 31 de diciembre de 1878 en la ciudad de Salto, Uruguay, en un hogar acaudalado con vínculos políticos con el poder. Dado que contrajo tos convulsa apenas pasaron dos meses, sus padres decidieron trasladarse a un entorno rural cercano a la ciudad de Salto y asoma la primera y temprana tragedia de su vida: en un paseo por el campo su padre, Prudencio Quiroga, se dispara accidentalmente un disparo de escopeta y muere en el acto.
Su formación estuvo a cargo de su madre, realizando sus estudios en la ciudad de Montevideo y destacándose en actividades deportivas, sintiendo especial afecto por el ciclismo. Sin embargo, su vocación artística se despertaba a raíz de su interés por la literatura y la fotografía, comenzando a colaborar en algunas publicaciones como La revista o La reforma entre los años 1894 y 1897. En 1896 ocurre una segunda perdida en su vida, la de su padrastro Asencio Barcos, que tras sufrir una hemorragia cerebral decide quitarse la vida de un disparo que es presenciado por el joven Quiroga al ingresar a su habitación. Sin embargo, estos hechos sombríos no cortan sus inquietudes creativas e incluso lo llevan a formarse en filosofía y conocer la pluma de un argentino que lo influenciaría de forma determinante en su labor creativa: Leopoldo Lugones. En 1898 tiene su primera incursión romántica con María Esther Jurkovski, pero el origen no judío de Quiroga impidió la relación debido a que los padres de la niña reprobaban esta relación y la condujeron a una separación inevitable.
Sus inquietudes bohemias y su búsqueda de perfeccionarse en el arte literario lo llevaron a utilizar la cuantiosa herencia que había recibido de su padrastro para dirigirse a la ciudad de París en el año 1900. Su retorno tras cuatro meses allí fue visto por sus amistades como un fracaso, siendo encontrado en un estado calamitoso respecto al joven que había ido al viejo continente.
Ese año se reencuentra con el grupo de intelectuales salteños que con- En el año 1911 nace la primera hija de la pareja, Eglé Quiroga, y en 1912 nace su hijo, Darío Quiroga. Con ellos convive en ese entorno selvático y comienza a elaborar desde la oralidad algunos de los relatos que luego formaran parte de Cuentos de la selva, buscando entretenerlos. Pero esta vida idílica en un entorno rústico no agradó de la misma manera a su esposa, con la cual discutía diariamente, y finalmente decidió quitarse la vida en 1915 tomando una dosis fuerte de sublimado que la condujo a una lenta agonía de ocho días. Esta muerte lo llevó a una profunda depresión de la cual lo rescató el amor por sus hijos y en 1916 decide volver a Buenos Aires para trabajar en su oficio de escritor. Manuel Gálvez le solicita un libro en 1917 y Quiroga decide editarlo con cuentos que ya había publicado en distintas revistas, dando lugar a Cuentos de amor de locura y de muerte. En 1918 afirma su calidad literaria con Cuentos de la selva, un compilado de historias para niños que había gestado para entretener a sus hijos durante su vida en Misiones.
Esta etapa en Buenos Aires sería particularmente prolífica a raíz de la edición de un nuevo libro de cuentos El salvaje (1919), la obra teatral Las sacrificadas (1920) y el volumen Anaconda y otros cuentos (1921). Al mismo tiempo colaboraba con distintos diarios de importancia como La Nación, lo cual contribuyó a darle mayor popularidad, permitiéndole acceder a raíz de su prestigio a distintos cargos políticos. Pero además, en esta etapa descubre su amor por el cine y comienza a desempeñarse como un crítico especializado, convirtiéndose en uno de los pioneros del oficio. En esos años retorna a la selva y se enamora de Ana María Palacio, de 17 años, pero la negativa de los padres atentará contra está posibilidad, llevándose a su hija lejos de allí para que no se consume ese amor.
En 1926 decide volver a Buenos Aires, donde es homenajeado por distintas figuras de la cultura y en 1927 publica el volumen de cuentos Los desterrados. Ese año se enamora de María Elena Bravo, una compañera de su hija que aceptó casarse con él y en 1928 tiene una nueva hija con esta pareja, María Elena o “Pitoca”.
En 1932 decide retirarse nuevamente a la selva misionera junto a su nueva esposa y su hija, en busca de encontrar la tranquilidad que no encontraba en la ciudad. Sin embargo, no se trató de una convivencia pacífica y estuvo signada por constantes discusiones donde el eje era el rechazo a esa vida en la selva. Esta etapa conflictiva daría lugar al volumen de cuentos Más allá (1935).
1935 sería un año negativo para Quiroga, quien luego de que le diagnosticaran hipertrofia de próstata se encontraría solo y enfermo en Misiones a raíz del abandono de su esposa e hija. Sin embargo, los dolores lo llevarían a residir en Buenos Aires para que traten sus dolores, siéndole diagnosticado en 1937 cáncer de próstata, que a esa altura ya era intratable e inoperable. Permaneció en el hospital de clínicas con la compañía de un paciente que padecía elefantitis, que debido a sus deformaciones era ocultado a la mayoría de la gente. Fue la ayuda del paciente lo que llevo a Quiroga a poder finalmente consumar el suicidio para evitarse los dolores del cáncer, tomando un vaso de cianuro.
Obras de Horacio Quiroga
Poesía:
• Los arrecifes de coral (1901)
Cuentos:
• El crimen del otro (1904)
• Los perseguidos (1905)
• Cuentos de amor de locura y de muerte (1917)
• Cuentos de la selva (1918)
• El salvaje (1920)
• Anaconda (1921)
• El desierto (1924)
• Los desterrados (1926)
• Pasado amor (1929)
• Más allá (1935)
Novelas:
• Historia de un amor turbio (1908)
• Pasado amor (1929)
Un día de 1914, en fecha cuyos datos precisos aquí son irrelevantes, un hombre atlético y corpulento descendió de los árboles colgando de una liana, y con el impulso de su espíritu salvaje se metió en las librerías. Era Tarzán, el rey de los monos y desde ese momento habitante infaltable del anaquel destinado a las novelas de aventura en todas las librerías del mundo.
Creado por el escritor Edgar Rice Burroughs, Tarzán protagonizaba la primera novela de una saga que alcanzaría los 24 títulos e inspiraría 89 películas, diversas historietas y varias series de televisión.
La historia
Hijo de un lord inglés y una dama inglesa, John Calyton III, Lord de Greystoke, nació a fines del siglo XIX en un lugar de la selva africana donde sus padres fueron abandonados. Al año de vida queda huérfano y es adoptado y criado por una tribu de monos, los mangani, surgida de la imaginación del autor y que mezcla características de gorilas, chimpancés y homínidos. Ellos lo rebautizan Tarzán, que en la forma de lenguaje primitivo en la que se comunican, significa piel blanca.
Los títulos
Tarzán de los monos (1912) El regreso de Tarzán (1913) Las fieras de Tarzán (1914) El Hijo de Tarzán (1914) Tarzán y las joyas de Opar (1916) Historias de la Jungla (1919) Tarzán el indómito (1920) Tarzán el terrible (1921) Tarzán y el león dorado (1922/1923) Tarzán y los hombres hormiga (1924) Tarzán y los gemelos (1927) Tarzán, Señor de la jungla (1927/1928) Tarzán y el Imperio Perdido (1928) Tarzán en el centro de la tierra (1929) Tarzán el invencible (1930/1931) Tarzán Triunfante(1931) Tarzán y la ciudad de oro (1932) Tarzán y el hombre león (1933/1934) Tarzán y los hombres Leopardo (1935) La búsqueda de Tarzán (1935/1936) Tarzán y la ciudad prohibida (1938) Tarzán el Gran Jeque (1939) Tarzán y los náufragos (1941) Tarzán y la Legión Extranjera (1947)
Tarzán, que ha heredado de sus padres una gran inteligencia, recibe de los monos una formación atlética y una serie de habilidades que le permiten adaptarse a las condiciones de vida en que las circunstancias lo colocaron. Pero la inesperada aparición de otros hombres, quienes sorprendidos lo encuentran viviendo como señor de la selva, modifica su vida. Sobre todo por el impacto que le produce una mujer…
Es así que aprende francés e inglés y llega al “mundo civilizado” para conocer sus orígenes. Sin embargo rechaza la oferta de esa civilización que no comparte, y regresa al mundo que conoce y ama, la jungla.
Allí vive nuevas aventuras a través de 23 volúmenes que el autor escribe hasta 1941, cuando se publica Tarzán y los náufragos, cerrando la saga con tres emocionantes relatos de uno de los ciclos más leídos, versionados, admirados y copiados en la historia de la cultura popular. En la primera de ellas, Tarzán escapa de ser llevado a Estados Unidos como atracción circense; en la segunda, se enfrenta a un famoso boxeador que va a África en busca de aventuras y a una tribu de caníbales; en la tercera, resuelve un enigmático caso de espionaje durante la segunda guerra mundial.
De la literatura al cine
De acuerdos a los datos que proporciona la Internet Movie Database, desde 1918 hasta 2010 se hicieron ochenta y nueve películas sobre Tarzán. Así el personaje alcanza el cuarto lugar en el ranking de los que más han sido llevados a la pantalla grande, sólo superado por Sherlock Holmes, Drácula y Frankenstein.
La primera se filmó en 1918, y fue una adaptación poco ortodoxa de la novela Tarzán de los monos. Por primera vez en la corta historia del cine una película superaba el millón de dólares de taquilla.
Semejante éxito alentó la secuela y muy pronto se realizó el segundo título: El romance de Tarzán. La tercera fue La venganza de Tarzán y en ella se cambió al protagonista de las anteriores, Elmo Lincoln, por el actor Gene Pollar.
De acuerdo con la modalidad de la época en 1920 se realizó el primer serial sobre una cuidada adaptación de la novela El hijo de Tarzán, con el protagónico a cargo de P. Dempsey. Se trataba de 15 capítulos que totalizaban 253 minutos de película.
En 1932 fue Johnny Weissmuller quien se puso la piel de Tarzán. Sin experiencia como actor, pero con una fama ganada como nadador olímpico, con varias medallas de oro en su haber, Weissmuller debuta como Tarzán en Tarzán de los monos, primera película sonora sobre este personaje, por tanto la primera en que se escuchó su voz. Después haría otras once películas convirtiéndose en el indiscutible y único Tarzán para toda una generación.
El siguiente actor que representó a Tarzán en el cine fue Lex Baker, quien protagonizó dignamente cinco películas, aunque sin llegar a convencer a los seguidores del rey de la jungla. Entre 1955 y 1960 el actor Gordon Scott representó seis veces el papel de Tarzán, y por eso mismo tiempo Jock Mahoney, Denny Miller y Mike Henry, también probaron suerte en el papel aunque sin mayor trascendencia.
Los ´80 no fueron una buena década para el personaje creado por Edgard Rice Burroughs. Una película de estética softcore se estrenó en 1982 con Bo Derek como mayor atractivo interpretando a Jane. Dos años después se estrena Greystoke: The Legend Of Tarzan, Lord Of The Apes, con el popular actor Christopher Lambert en el papel central. El film resultó interesante pero sin el encanto de las viejas producciones.
En 1999 la Disney estrenó la versión más exitosa de todos los tiempos con el escueto título de Tarzán; se trata de una animación con diseños técnicamente impecables y un guión flojo.
Del cine a la tele
En 1966 subió a la pantalla chica la serie Tarzán, que consigue a través de la identificación con su protagonista, Ron Ely, llevar nuevamente el personaje a la cima de la popularidad. Sobre esta serie hay un dato sumamente curioso: se grabaron sólo 57 capítulos en dos años y luego se levantó por no alcanzar los objetivos de rating que se habían propuesto sus productores. Pero la repetición de esos 57 capítulos la transformaron en un éxito en todo el mundo. Llegados los ´90 se conoció la serie Tarzán, potagonizada por Wolf Larson, con altibajos en el rating lo que llevó a su cancelación después de tres temporadas irregulares. En 1996 la televisión insistió con el tema emitiendo Tarzan the Epic Adventures, con Joe Lara haciendo de Tarzán, pero bastó una temporada para determinar su fracaso y bajarla de la programación.
Y también a la historieta
De todas las versiones de historieta que se han hecho de Tarzán, se destacan con brillo propio las de Harold Foster y la de Burne Hogarth.
Foster la creó para United Fature Syndicate, comenzando a publicarse en varios diarios de Estados Unidos el 7 de enero de 1929. Se trataba de la adaptación de la primera novela de Burroughs, a cuyo final llegó con la entrega del 16 de marzo del mismo año. Dado el éxito, le encargaron al dibujante una adaptación de la segunda novela, pero se negó y su lugar fue ocupado por Rex Maxon, de quien se publicó la primera entrega el 15 de marzo de 1931.
Cinco años después tuvo su oportunidad el dibujante Burne Hogarth, quien impuso a su trabajo un dinamismo barroco que provocó gran agitación, inédita hasta entonces en la historieta. Hogarth continuó produciendo esta página dominical durante doce años, en dos periodos, de 1937 a 1945, y de 1947 a 1950.
Después de 22 años, Burne Hogarth reapareció con el personaje que le había dado una gran popularidad, haciendo Tarzán de los monos, un libro de historieta de tapa dura y gran formato que se editó en once idiomas, y es considerado una de las primeras novelas gráficas. El éxito lo llevó cuatro años más tarde a publicar Jungle Tales of Tarzan utilizando técnicas que hasta entonces no se habían aplicado.
El autor
Una noche de 1911 el escritor Edgard Rice Burroughs, agobiado por su complicada situación económica, busca refugio en su imaginación y allí encuentra a Tarzán, el Hombre Mono, quien llega batiendo parche sobre su pecho para cambiar definitivamente la suerte de su mentor.
Es que la vida del literato nacido en Chicago el 1 de setiembre de 1875, había llegado hasta ese momento mostrándole sólo fracasos.
Después de pasar por la Harvard School de su ciudad natal, trabajó como vaquero en un rancho durante dos años, al cabo de los cuales ingresó en la Philips Academy, de la que fue expulsado por no adaptarse a sus exigencias disciplinarias. Pasó entonces un periodo de entrenamiento en la Academia Militar de Michigan y luego se incorporó al Séptimo de Caballería de los Estados Unidos. Por pedido propio se lo envió al peor de los destinos, Fort Grant, un lugar salvaje en el desierto de Arizona. Allí se nutrió con las historias de hombres que habían participado en las guerras contra comanches y apaches, historias que luego utilizaría en un ciclo de novelas sobre el tema.
Cuando consideró agotada esta etapa de su vida, abandonó el ejército y se casó con Emma Centennia Hubert. De ahí en adelante a pesar de sus esfuerzos por encontrar estabilidad para su hogar, desempeñó diversas tareas en distintos lugares: fue vaquero nuevamente; policía en Salt Lake City, carnicero en Pocatello, Idaho; buscador de oro; y revisor de avisos de venta para la Roebuck and Co. Mientras trabajaba allí escribió un relato y lo envió a la revista All Story Magazine. El relató gustó al editor que lo publicó entre febrero y julio de 1912, en seis entregas con el título La princesa de Marte. Para entonces ya había comenzado a pergeñar Tarzán, y aprovechando los 400 dólares que le reportó la publicación de su primera obra, le dedicó tiempo a la escritura y logró que en octubre del mismo año la misma revista comprara los derechos de la novela y comenzara a publicarla como un folletín, para que, finalmente en 1914 la editara con formato de libro la Casa Mc. Clurg and Company, convirtiéndose en el mayor éxito editorial del año.
Burroughs siguió escribiendo hasta convertirse en uno de los más prolíferos escritores estadounidenses, además de cubrir a los 66 años de edad, como corresponsal de guerra para el Los Ángeles Time, la Segunda Guerra Mundial.
Murió en Encino, California, el 19 de marzo de 1950.